domingo, 26 de abril de 2009

Bienvenido

A

¡OH, Misteriosa Condición
Humana!

Adelante…









































PORTADAS

Principal: En primer plano, de izq./der.: Mi padre Manuel Fernández Ricardo, acompañado de su primo hermano y sobrino Rafael G. Martínez Fernández. A la derecha, la iglesia Católica de Chalán. Al fondo en la cima debajo del cielo azul, la serranía de la hacienda “Los Andes” de la que era propietario mi padre; antecediéndole la calle principal de Chalán, (Sucre), donde aparece una fresca mañana don Arturo Martínez Mendoza, en la puerta de su casa, de pie, listo para recibir la leche esperada de su finca Anarco; y al criado, cuando se bajaba del borrico, para entregársela.

Posterior: De mayor a menor aparecen las efigies de catorce hijos de Manuel Fernández Ricardo, más uno de sus nietos: David. Tal como el autor les tomó de su álbum familiar; identificándoles a todos al pie de ellas, a excepción, del autor, que posa antes de su inmediato hermano mayor Salomón Segundo.


LFV
































¡Oh, Misteriosa Condición Humana!

Copyight byr.
Laureano Fernández Vargas

Derechos Reservados


Es propiedad familiar del autor.
Quienes se reservan todo el derecho de traducción y reproducción


Editor

“Laureano Fernández Vargas”.
Calle 86 No. 71 – 17 Barranquilla.


Chalan920@hotmail.com


Barranquilla – Atlántico – Colombia – Sudamérica.





























C O N T E N I D O

Guardianes
Principales

001.- Bienvenidos a ¡Oh, Misteriosa Condición Humana!
002.-Portadas
003.- Copyright, ¡Oh, Misteriosa Condiciòn Humana!
004.-C o n t e n i d o
005.- Homenaje a Mi padre Manuel Fernàndez Ricardo
006.-Deberes para con los Padres (Eclo.3-1/14)
007.- D e d i c a t o r i a
008.- Reflexiòn individual a mis Dedicados
009.- R e c o n o c i m i e n t o (gratitud)
010.- S I, (Reafirmar)
011.- I d e a s (En 3ª persona)
012.- ¡Oh, Dios...!
013.- F L O R.
014.- Uno de tantos misterios metafísicos
015.- D e c ì a, F i l ò n
016.- Decid Histórico
017.- Actitudes – Perseverancia
018.- Antes de leer la Obra, repasaràs estos pensamientos
022.- Invocar El poder Del Más Allá
023.- Carta de Presentación del Autor
025.-Ìndice- Guardianes- epígrafes
029.-Comienza ¡Oh, Misteriosa Condición Humana!































Homenaje Póstumo


A


Mi Padre


Manuel Fernández Ricardo



Padre, con esta obra te rindo un sincero homenaje;
Porque te quise y te recuerdo queriéndote;
Reconociendo tu templanza, honradez
Y buenos ejemplos.
Si, con esta obra, tu hijo, aquel con quien te bañabas en el
Arroyuelo de tu finca El Salado, en Salitral,
Quiere estar contigo, invocándote, para
Que veas el semillero que dejaste,
El que hoy germina
Y florece


LFV





























DEBERES PARA CON LOS PADRES
(Libros Deuterocanónicos (ECLO.3, 1/14)

“Hijos míos escúchenme a mí, que soy su padre; sigan mis consejos y se salvarán. El Señor quiere que el padre sea honrado por sus hijos, y que la autoridad de la Madre sea respetada por ellos.
El que respeta a su padre alcanza el perdón de sus pecados, el que honra a su madre reúne una gran riqueza.
El que respeta a su padre recibirá alegría de sus propios hijos; cuando ore, el Señor lo escuchará.
Quien honra a su padre tendrá larga vida; el que respete a su madre será premiado por el Señor, pues obedece a sus padres como si fuera sus amos.
Hijo mío, honra a su padre con obras y palabras, y así recibirás toda clase de bendiciones porque las bendiciones del padre da raíces firmes a una familia, pero la maldición de la madre la arranca de raíz.
Aunque su inteligencia se debilite, sé comprensivo con él; no lo avergüences mientras viva.
El honor de un hijo está en el honor de su padre; en cambio el que desprecia a su madre, se llena de pecados”.

Decía Eclesiástico:
Este libro fue escrito en hebreo, en el siglo II antes de Cristo, por Jesús, hijo de Eleazar y nieto de Sira (o Sirac) su nieto lo tradujo a griego después del año 132 a.c., fecha de su llegada a Egipto como él mismo informa en su prólogo. Por eso el libro se conoce también con el nombre de “Sirácida” o de “Sabiduría Sira…”.

























Dedicatoria

A mi madre Evangelina; A mi madrastra Mercedes;
A mi tía Ana María Ricardo; A mi suegra Yita,
Y a mi querida e incomparable y bella esposa
Mercedes Barraza;

A mis hijos,
David, Alexander, Lito y Richard Manuel.
A mis nueras: Vicky Berena, Carolina, Clelymar.

A mis queridos Nietos:
José David, Sergio Andrés, Daniel Alexander,
Angie Paola, Andrea Carolina y
Los que estén por venir.


LFV
















Reflexión individual a mis Dedicados

De mi madre Evangelina: En la silenciosa madrugada del día sábado 15 de junio de 1935, en la finca El Salado, en Salitral, corregimiento del El Carmen de Bolívar, comenzaban tus dolores de parto que alegraban tu espíritu y a la vez impulsabas sacarme de tu vientre para traerme al mundo. Luego, tu madre, mi abuelita Mercedes, como comadrona que era, me vino a recibir.
Y mi abuela feliz…, tomaba una tijera de despuntar tabaco doblado y amputaba mi hilo umbilical que me unía a ti, para luego colgarme de mis pies y darme cuatro nalgadas hasta hacerme llorar para que respirara oxígeno por primera vez en mi vida.
Y desde este emocionante y trágico momento, cuando comenzaba luchar para vivir hasta cuando Dios lo quiera.
Y más adelante, ¡Qué felicidad pude yo sentir cuando mézanme en un cómodo chinchorro de majagua melada, al lado del fogón, para librarme de zancudos, murciélagos o bichos al faltar el indispensable toldo o moisés por traer!

De mi madrastra Mercedes Salazar B. De repente llegaste en un momento que mi padre por os, cambió mi espacio materno, y entraba yo al vaivén de la orfandad y contigo llevaba dos madres.

De mi tía Ana Martínez Ricardo. Quien con instinto maternal, me arrulló como su sobrinito que era, creyéndose que era su primer nieto; de quien sentí calor de madre hasta mi adolescencia, y con ella, llevaba tres madres.

De mi suegra Yita. La madre de Merce, abuela de mis hijos y bisabuela de mis nietos, otra madre que aparecía en mi camino, ¡Y con ella, la cuarta madre!

¡Oh! De mi dulce Merce: Mi esposa, madre de mis cuatro hijos y abuela de mis nietos; y con el favor de Dios, será bisabuela. Mujer, que llegó donde mí a reemplazar mis primeras madres. Nos hicimos uno al otro procreando cuatro vástagos.

De mis cuatro hijos: Como multiplicaos, multiplican, dándonos nietos y unas queridas nueras que no las cambio por otras.

De mis hermanos: Cada uno de ellos, es una obra que leer; pero han muerto tres: María del Socorro, Silvio Manuel y Sol Beatriz, quienes se fueron por voluntad del Señor. Quisiera verles a todos reunidos en vivo, lo que no será posible. Mientras tanto viva, me conformaré verlos parcialmente en la Portada Posterior de esta obra.










Reconocimiento

A mi hijo Alex y nuera Vicky Berena,
Por ellos haberme proporcionado
Los equipos y conocimientos
Sobre los mismos, fue como
Pude manejarlos
Para plasmar
Esta obra.
Que Dios
Los Bendiga



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Sí…,

Lo de reconocer lo propio y respetar lo ajeno,
Es algo que no debemos olvidar, siempre
Señalándolo en vuestras conductas y
Actuaciones.

Sobre la vida de Jesús, el hijo de José
Y María, recuerdo haber leído un
Pasaje sobre sus prédicas y
Parábolas, cuando en una
Ocasión dijo: “Lo que
Es del César, es del
César, y lo que es
De Dios es
De Dios”.


LFV
































IDEAS
(3ª persona)

Esta obra es una idea hecha realidad, que el autor dice haberla
Principiado hace muchos años; donde se describe así mismo,
Como también a su padre, relatando con lealtad todo aquello
Vivido, animándole precisar las bondades y errores para que
Sus descendientes y los que la lean,
La digieran razonablemente.
Escribir y escribir sin haber aprendido a escribir, es duro escribir,
Cuán placentero es saber que lo escrito, escrito está.
Tratar de escribir lo vivido es vivir… recrea el
Espíritu y reconcilia los altibajos que todos
Tenemos;
Y hacerlo con deseos de escribir mensajes que lleguen
Al corazón del amado lector, porque sería inútil
Escribir para adularse así mismo,
O querer decir lo que no sé es.


LFV





























¡OH Dios!

¡Cuánto quiero estar contigo, sin asistir al templo para alabarte y
Agradecerte lo que en Tu nombre consigo.
Unas llevan chal y camándulas para contar las oraciones repetidas;
otras, pasean sus miradas para tener en cuenta a quienes vean
entretenidas.
¡Ah!...
Y las inmaculadas que posan de humildes, para provocar
Lástima y después reírse.

Creaste al hombre parecido a Ti, Hombre, Mujer…,
“Y les dio su bendición: tengan muchos, muchos hijos:
Llenen el mundo y gobiérnelo; dominen los peces y a
Las aves y a todos los animales que se arrastran” (Gen. 1.27, 28)
Y más adelante, duermes a Adán, y de una de sus
Costillas, creas a Eva, y se las das de Mujer. (Gen.2 21, 22, 23).
Sin embargo, la castigas y a pesar de todo, ella con
Dolor y sacrificios sigue reproduciendo a la humanidad.
Y la pobre…, con dolores y sufrimientos, procura la
Existencia del hombre; y en sus futuras generaciones,
¡Ellas pierdan hasta sus apellidos!
No es de creer, que hayas favorecido más al hombre
Que a la mujer…., O serán ideas varoniles de los
Sabios eruditas, Autores de Génesis,
¡Donde aparecen ellos ridiculizándoles!
Y la hacen de la costilla del hombre, para someterla a él,
Y luego, emparentándole con culebras y castigándole por sus antojos
Y de pasar pena por verse desnuda y mancillándole con otros
Penosos sufrimientos.
Y por fin, a morir a voluntad Divina
Dios, perdónales…


LFV.














¡F L O R!

Eres órgano reproductor de plantas; tienes ovario, óvulo,
Estigma, sépalo, cáliz, estambres, pétalos, polen…, y como dijo
Víctor Hugo:
“La Vida es una flor cuya miel es el amor”.

A la que la colibrí y la abeja, con sus revolucionarios aleteos,
Le extraen el zumo azucarado y, más con sus ingeniosos
Misterios, te fecundan, para que sigas reproduciéndote
Para bien de la humanidad.

De vez en cuando la pregunta capciosa del incrédulo:
¿Será obra de Dios, El Creador, o de la interesante y célebre teoría
Evolutiva de las especies, de que nos habló el filósofo y fisiólogo
Carlos R. Darwin?

(Y eso que no alcanzó a leer el descubrimiento de Landsteiner y Wiener, quienes encontraban en 1940, una sustancia especial en los glóbulos rojos
Del mico Rhezus, a lo que denominaban por él, factor RH, el que luego identificaban en la especie humana, nada menos que hasta en
Un 86% y, quienes la tengamos, nos denominan, RH positivo y a quienes no, RH negativa).

(¡!)

LFV.


























Uno de los tantos Misterios metafísicos

¿Quién o quiénes orientarán al Colibrí o a la Abeja, a
Regresar a sus posadas de tan lejos a donde ellos van?
Sí…

¡Mi Nieto Sergio, me contó que en un panal cerca de su casa,
Identificó a una Abeja y al salir él de vacaciones,
Se despedía de ella
Y después,
A cientos de kilómetros donde estaba, volvía a verla;
Y al regresar, la encontraba de nuevo y asombrado
Me preguntaba,
Abuelo…
¿Cómo se orientarán las abejas para regresar?
A su colmenar de allá lejos a donde
Ellas van….! ¿Y el colibrí, a su nido?
(¿?)

¡Dios mío!

LFV.




























Decía Filón

“La trascendencia divina actúa por una serie de
Intermediarios entre Dios y la materia; el
Principal de ellos es el Verbo, que
No es el mismo Dios, pero que viene
A ser una personificación de su
Actividad creadora y contiene
Las ideas o modelos de
Las cosas.

La mente humana por si misma es incapaz de
Captar la esencia de la Divinidad; esto es
Sólo posible mediante un acto de amor
Asistido por la gracia en
El éxtasis”.

-Filón-
































Decid – Histórico

¡Antes de ver lo ajeno, debemos mirar lo propio!
(Semejante a una de las parábolas de Sócrates y Jesús)

Jesús, el Mesías; Sócrates, el Filósofo.
Los dos, en sus tiempos, fueron Símbolos
De inteligencia y servicios a sus
Semejantes. Pero no dejaron nada
Escrito. Más bien testimonios de
Sus principales seguidores.

Coincidencias:
Que los dos hayan muerto de mano de sus
Adversarios: A Sócrates (a. de J.C. 399/470)
Por su sabiduría lo acusaron de estar
En contra de los dioses y la juventud,
Condenándole a muerte haciéndole
Beber la cicuta.
Y
A Jesús, quien repetía los términos
Dicho por Sócrates, también fue
Crucificado y muerto por
El Imperio Romano.

¡De donde venimos y para donde vamos!

LFV.






















Actitudes

“La batalla de la vida raramente es ganada por
El hombre más fuerte o por el que corre más aprisa;
Por lo regular, el que gana es quien cree que
Puede ganar”.
Por Arthur Clark


Perseverancia

“Hasta el pájaro carpintero debe su éxito al hecho
De que usa su cabeza y no abandona hasta que
Termina la tarea iniciada”.
Por: Coleman Cox.


































Invito al amable lector, repasar los siguientes pensamientos de grandes Filósofos
-o-
“El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer”
Oscar Willde

“La respuesta suave y humilde quebranta la ira”
Prov. Bíblico

“Sé humilde, porque la vida entera es una perenne confesión íntima de nuestros errores”.
Anónimo

“No queramos todo, por querer más de la razón, que quien mucho abarca poco aprieta”
Rojas

“La actividad es el único camino que lleva al conocimiento”
G.B.

“La conciencia es el mejor libro de moral que tenemos; y es, seguramente, el que más debemos consultar”.
Pascal

“La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones”
A.C.
“Sigue al que cree, no sigas al que niega; la fe nunca tropieza, aún siendo ciega”
Campoamor

“Si Dios no existiese sería preciso inventarlo”
Voltaire

“Qué importa mi manera de orar, si mis plegarias reciben respuestas”
H.P.I.

“La posesión de medios de producción maravillosos no ha aportado la libertad, sino la inquietud y el hambre”
Alber Einstein

“Si quieres hacer feliz a un hombre, no le añadas bienes réstale deseos”
Séneca

“Tenemos dos orejas y una sola boca para oír mucho y hablar poco”.
Zenón

“El que confiesa su ignorancia la muestra una vez; el que trata de ocultarla la muestra varias veces”
Prv.- Japonés

“Los libros son como los hijos: Se engendran con placer, luego dan
Disgustos; por fin, amparan la vejez”.
A.M.P.

“Todas las pasiones son buenas cuando uno es dueño de ellas y todas son malas cuando nos esclavizan”
Rousseau

“Es una dicha para nosotros que no haya nada perfecto sobre la tierra”
Oxen

“Por buena que sea la cuna mejor es la buena crianza”
Prov-Escocés

“La religión, la sociedad y la naturaleza son las tres luchas y las tres necesidades del hombre”
Víctor Hugo

“La ingratitud es el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer”
Simón Bolívar

“Los grandes son grandes porque nosotros estamos de rodilla”
Pierre Joseph

“Los espíritus vulgares carecen de destino”
Platón

“Todo lo que vive proviene de lo que está muerto”
Platón


“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”
Platón

“Lo esencial no es vivir sino vivir bien”
Platón

“No hay nadie, aunque hasta entonces carezca de cultura, que no se convierta en poeta cuando el amor se ha apoderado de él”
Platón

“La justicia sin fuerza es importante, la fuerza sin la justicia es tiranía”
Pascal

“No acuses la naturaleza, ella ha hecho su parte; ahora haz la tuya”
Miltón

“El favor genera amigos; la verdad, odio”
Terencio

“Cualquiera que sea la cosa que queramos decir, sólo hay una palabra para expresarla, un verbo para animarla y un adjetivo para calificarla”
Maupassant
“Ignoro qué pasará la posteridad de mí. Pero me imagino haber sido un muchacho que ha jugado en la playa, ha encontrado a veces un guijarro muy pulido, una concha más graciosa mientras el gran océano de las verdades extendía ante él su misterio”
Newton
“El hombre feliz es aquel que siendo rey o campesino, encuentra paz en su hogar”
Goethe

“Bien dicho está que si los triángulos inventaran un Dios le daría tres lados”
Montesquieu

“La palabra no está hecha para cubrir la verdad, sino para decirla”
José Martí

Los ojos no pueden ver bien a Dios, sino a través de lágrimas”
Víctor Hugo

“Si quieres saber el valor del dinero, trata de conseguirlo prestado”
Benjamín Franklin

“La confianza en sí mismo es el primer secreto del éxito”
Albert Einstein

“No ser ambicioso, representa dinero; No tener la pasión de compra, es una renta; pero esta contento con lo que se tiene es riqueza más grande y más segura”
Cicerón

“No puede ser buen ciudadano ni hombre honrado el que olvidando que su familia pertenece más a la patria que así mismo, descuida la educación de sus hijos”
Simón Bolívar

“Hay verdaderamente dos cosas diferentes: Saber y creer que se sabe. La ciencia consiste en saber; en creer que se sabe reside la ignorancia”
Hipócrates

“Con la experiencia del pasado, debemos disfrutar el presente allanar el camino del futuro”
Canal

“La verdadera vida está en la mente: La reflexión, los recuerdos y las ideas”
Canal

“Aunque una carta se escribe en unos minutos puede cantar durante toda una vida en el corazón de una persona”
Canal

“El hombre feliz no es el hombre que ríe, sino aquel cuya alma, llena de alegría y confianza, se sobrepone y es superior a los acontecimientos”
Séneca

“La vida es breve, pero lo suficientemente larga para hacer de ella una cosa buena y honesta”
Cicerón

“El hombre descubre a Dios de tras de cada puerta que la ciencia logra abrir”
Albert Einstein











































Dios, Jehová, Yahvé, Alá, Señor, Yo Soy Quien Soy,

Invócate,

Ilumines mi libre arbitrio que me has dado,
Para relatar, comentar, opinar con libertad
Y respeto, aquello conocido, sentido, oído
Y visto, para escribirlo en mi modesta
Obra, la que con satisfacción les
Presento.


LFV





































Carta de Presentación


A mis virtuales lectores
Complacido les presento mi obra; ¡Oh, Misteriosa Condición Humana!
Invitándoles leerla,
¡Está en sus manos!

En ella preciso pasando a dilucidar aquello ancestral, genealógico, memorativo pasajes infantiles donde relato interesantes y curiosos recuerdos personales y familiares.
Encontrarán de guardianes unos ciento treinta tratados diversos donde podrán escoger los que más guste, siendo este El Índice Temático, que les orientará al comenzar narrarles coincidentes versiones de los abuelos escuchadas en mi infancia de mi tía paterna, Ana Martínez Ricardo, a quien con agrado recuerdo haber sido yo “su primer Nieto” y quedar a su cuidado hasta mi adolescencia.
En medio del afecto cariñoso que los dos nos teníamos, tanto ella como yo nos interesamos: Ella, por contar; y Yo por oírle sus interesantes comentarios de su pasado y de lo por ella conocido, con una inteligente dialéctica pedagógica que me arrullaba para decirme todo aquel pasado familiar.

Luego, leerán espontáneas evidencias del desenvolvimiento procesal de la vida de mi padre; la que en mí, abre un espacio dando lugar a conjeturas y expresar mis apreciaciones sobre él, hasta estar tentado crear una misteriosa condición humana.

En los relatos enunciados, encontrarán varios pasajes que demandarán el buen juicio y criterio del lector, para que puedan conceptuarlos. También, leerán por entero, los pasajes más interesantes de mi vida, tratando de anotarlos hasta la fecha de culminar esta obra donde con mi desprevenida modestia, me extiendo con gusto y optimismo, como también el proceso de infancia y crecimiento de mis cuatro hijos; y más adelante, sus estudios profesionales, como también de sus enlaces matrimoniales.



















A lo último, encontrarán la trascripción del andamiaje que mis Nietos han hecho de mi corazón, de tal manera, que me toca filosofar y poetizar sin serlo.
También quiero volver a invitarles a captar aquello redimible y se prevengan en sus vidas de los errores involuntarios que pude narrar por lealtad.
En la introducción leerán unos pensamientos filosóficos que pueden fácilmente posarse en lo poético; como también significativas gráficas en las Portadas que ilustran de cómo éramos físicamente quienes conformábamos en la respectiva época, la familia Fernández, que somos los protagonistas en buena parte, de la obra a presentar.
Apreciados lectores,
Lo que he relatado en mi obra, es una especie de cronología histórica, llevada por el orden evolutivo del tiempo, el que bien puede interpretarse o concebirse como algo novelesco de una realidad familiar. Si por cualquier circunstancia, el virtual lector encuentre algunos rasgos característicos suyos, estos son meras coincidencias del tema.
Que bueno sería, que las secuencias personales activadas y relatadas, sirvan al lector de ejemplo para bien seguidlas o prevenirlas.

Mis opiniones sobre las diferente actitudes religiosas, son de mi libre arbitrio, asistido por Dios.
Por último, podrán ustedes comentarlas a través de mi email electrónico que es:

Chalan920@hotmail.com

Que Dios les bendiga,

Fdo.

Laureano Fernández Vargas
C.C. 945.945 de Ricaurte (Bolívar)

Barranquilla – Colombia – Sudamérica
Año 2009

LFV/lfv.














Índice – Temario
(Guardianes de Recuerdos)

Número de Páginas
029 - ¡OH, Misteriosa Condición Humana!
029 – Época Colonial
032 – Descendencia Sacerdote Salomé Ricardo y Vergara
034 – Descendencia Gumersindo Ricardo González
034 – Descendencia Francisco Javier Ricardo y Vergara
035 - Descendencia Juan Ricardo y Vergara
035 - Descendencia Belén Ricardo Blanco
036 - Perfil Porfiria Ricardo Blanco
037 - Porfirio Ricardo Blanco / Rafael Martínez Carrascal
045 - Crónica de tres inmigrantes Libaneses
055 - Crónica biográfica Elías Fernández Behaine
058 - Crónica biográfica Domingo Fernàndez Behaine
061 - Crónica biográfica José Manuel Fernández Behaine
064 - Cómo era José Manuel Fernández Behaine
065 - Cómo era Porfirio Ricardo Blanco
065 - Matrimonio José Manuel / Porfiria Ricardo Blanco
067 - Desorientado llega del Líbano Otro, Elías Fernández B.
068 - Por un tris no asesinaron a José Manuel
072 - Nace Manuel Fernández Ricardo
074 - Llegada de Salomón Fernández Behaine
075 - Matrimonio Ana Martínez Ricardo / Salomón Fernández Behaine
075 - Regresa al Líbano José Manuel Fernández Behaine
085 - Regresa al Líbano Salomón Fernández Behaine
089 - Manuel Fernández Ricardo aventura Zona Bananera del Magdalena
100 - Manuel Fernández Ricardo – padre de familia
105 - Manuel Fernández Ricardo/Evangelina Vargas Arroyo
116 - Manuel Fernández Ricardo / Mercedes Salazar Bermúdez
125 - Arturo Martínez Mendoza / Beliazar Sierra Gómez
129 - Pasaje de unos helados y una nevera a petróleo
132 - Se incendian los bienes de Segundo Martínez Ricardo en Lázaro
133 - Los Piojos de Moda













134 - Primer Colegio en Don Gabriel
135 - De una broma nace un matrimonio
137 - Pasaje de un fotógrafo ambulante de la época
138 – Uno que llega y otro que sale
141 - Jueces que condenan sin el debido proceso
142 - Simulacro de corridas de toros (Infantiles)
143 - Añoranzas Infantiles
146 - Imprudencias con el burro mocho
148 - Destino de un buen regalo
152 – El Morrocoy Fantasma
154 – Matrimonio Rafael G. Martínez F / Cristina Rodríguez V.
157 - Los anélidos o sanguijuelas milagrosas para la niña Judi
160 - Patadas o coces para un Sueño Celestial
166 - Una solución práctica para Ganaderos de la región
170 - Mininitos sectarios de la política
172 - Muerte de Segundo Martínez Ricardo
173 - Castigo con Rutia de esperma
174 - Los Carramplones en mis zapatos
177 - Salpicaduras sectarias de la violencia
179 - Mudanza familia Fernández / Salazar Don Gabriel / Chalán
183 - Anécdota del Negro Luis Bernabé
184 - Primer ganado en compañía
185 - Hacendado o Artesano
192 - Patrones psicológicos del ser humano
198 - Un buen ejemplo perdurable
199 - Servicio Militar obligatorio
231 - Costos del Despacho de un Juez Municipal
242 - El Ave Fénix
243 - Las Muelas del Juicio / Fístula maligna
254 - Inventario bienes Manuel Fernández Ricardo
255 - Pensamiento y sentimientos de un buen padre
256 - Negocios de Compra y Venta de ganado macho
262 - Las buenas intenciones mal interpretadas
263 - Agua, culebra y ron
266 - Radio abaleado sin culpa
















269 - Cosecha de Tabaco (1959)
270 - Larva o polilla que origina una desgracia
271 - Crónica de los últimos días de Manuel Fernández Ricardo
289 - Nuevos tiempos sin padre
298 - Una separación involuntaria
300 - Pininos sentimentales de amor
303 - Infortunio de un joven solitario
318 - No es bueno que el hombre esté solo
322 - De un buen amor a un buen matrimonio
330 - Aventura en cogiendo de algodón
340 - Nace David Fernández Barraza
342 - Mudanza, Ovejas/Barranquilla (5ª)
343 - Resurrección y gratitud de un pariente
347 - Mudanza de Cl. 57 Cra. 21, a Cra. 21 /Cl. 52 Barranquilla (6ª)
348 - Mudanza Cra. 21/Cl. 52 a Cl. 52 con Cra. 19 Barranquilla (7ª)
350 - Mudanza Cl. 52 / Cra. 19 a Santo Domingo de Guzmán B/quilla (8ª)
356 - Liderazgo Sindical y Ahorros Solidarios
357 - Nace Alexander Fernández Barraza
359 - Nace Laureano Fernández Barraza
360 - Tratamiento insólito y bárbaro
365 - Pasajes y relaciones memorables
366 - Una amistad inolvidable (Pardo – Dáger)
367 - Primer ascenso con sede en la ciudad de Riohacha.
371 - Mudanza Barrio Santo Domingo de Guzmán B/quilla / Riohacha (9ª)
372 - Cómo cambian los tiempos: Vanas ilusiones
374 - Trinidad Fernández / Guillermo Dajud
376 - Drama entre colegas
378 - Entorno indígena guajiro
381 - Una noche trágica en Dibulla (Guajira)
383 - La niña Judi y Ferna…
385 - Trágica anécdota en la Guajira
387 - Tempestad de insubsistencias
391 - Ascenso en Paracaídas
394 - Primera Planta Administrativa ICA, Regional 3, Valledupar
398 - Mudanza Riohacha / Valledupar (10ª)
400 - Droguería Selecta













402 - Nos vino una visita sorpresa de la niña Judi
404 - Remezón laboral ICA Regional 3 Valledupar
405 - Adquisición casa barrio Paraíso Barranquilla
406 - Benevolencia para con mi suegra Yita
406 - Nace Richard Manuel Fernández Barraza
408 - Mudanza Valledupar – Barranquilla (11ª)
410 - Recuerdos Familias García Cañavera y García Marrugo
412 - Camioneta de mala procedencia
415 - Restaurante Rancho Chico
422 - Servicio Público – Taxi
424 - Volver a procesar Tabaco en Chalán
430 - Una aventura de mi hijo Alex
434 - David y su pato silvestre
437 - Jefe Contabilidad Azúcares del Caribe Ltda..
441 - Asistente Auditoría Interna EE.PP.MM. Cartagena
445 - Mudanza Barranquilla – Cartagena (12ª)
446 - Se incendian las EE.PP.MM. de Cartagena
449 - Se cerraban las puertas del Cementerio de Manga
451 - Pagador Cajanal Seccional Bolívar
452 - Contador Auxiliar Telecartagena
456 – Gerente Cooperativa Empleados de Telecartagena
457 - Compra Casa Barrio El Limoncito – Barranquilla
459 - Mudanza Cartagena – Barranquilla (13ª)
460 - Matrimonio Alex / Vicky
462 - Jubilación por tiempo y edad reglamentaria
465 - 1º ALTO, Muerte de mi hermano Silvio Fernández Cermeño
466 - Matrimonio de mi hijo David / Carolina
470 - Matrimonio Richard Manuel / Clelymar
472 - Acróstico a mis cinco Nietos
475 - Hijos y Nietos de Manuel Fernández Ricardo
477 - 2º ALTO, Muere mi suegra Julia Contreras Rivero, Yita
478 - 3º ALTO, Muere mi madre Evangelina Vargas Arroyo, Vange…
480 - 4º ALTO, Muere mi hermana Sol Beatriz Fernández Vargas
480 - Voluntad testamentaria de ¡OH, Misteriosa Condición Humana!
481 - Fin
















¡OH, MISTERIOSA CONDICÓN HUMANA!
Por: Laureano Fernández Vargas


Las palabras escogidas para titular esta obra, encierra aquello enigmático del ser humano, lo que me obliga a comenzar a idealizar y escribir los atávicos apuntes genealógicos, biográficos y coloniales de mis antepasados, pasando a relatar la dramática evolución del acontecer social que dieron raíces a mi apellido Fernández, más otras interesantes crónicas de nuestra Costa Caribe y del Viejo Mundo Europeo, de donde emigraban a Latinoamérica grupos de misioneros españoles, entre otros, los bisabuelos de mi abuela paterna; y a principios del siglo antepasado, del Asia Menor, llegaba mi abuelo paterno y con mi abuela, los progenitores de mi padre Manuel Fernández Ricardo.


ÉPOCA COLONIAL

Al constituirse el Supremo Consejo de Indias, con atribuciones y competencia relacionado con América, era cómo este nuevo continente pasaba a ser parte del coloniaje español, y para los años 1717, creaban el Virreinato de Tierra Firme o Nueva Granada; adecuándole para usufructo del imperio español.

Para esa época, se daban unas duras prácticas violentas e inhumanas. A los aborígenes, los llamaban indios, por error de cálculo de de Cristóbal Colón, por él creer de haber llegado a la India, cuando en realidad había llegado era a la Isla aborigen de Haití; dándole por nombre, La Española, hoy Repúblicas de Santo Domingo y Haití. Y. más adelante, estos aborígenes, fueron eliminados y reemplazados por esclavos africanos, traídos por aventureros británicos para colonizar nuestra América del Norte y se daba para la época, que la Costa Caribe, dependía del Fuerte de Cartagena. Y para los años 1808 a 1814, España era tomada por fuerzas invasoras napoleónicas, por lo que ésta ahora buscaba independencia; para más luego La Nueva Granada, promulgar su interesante Carta Constitucional del Nuevo Estado de Cundinamarca, con la que quiso independizarse del imperio español, para luego surgir tensiones entre Centralistas y Federalistas.

A partir del año de 1811, se declaraba la guerra civil entre los adversarios de la independencia de los países de Venezuela, la Nueva Granada y los del Río de Plata; y en medio de esta severa lucha, el Libertador Simón Bolívar, alcanzó independizar cinco Repúblicas, a saber: Perú, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Colombia.

Y, curioso el nombre del Libertador: ¡Simón José de la Santísima Trinidad!


Con anterioridad a la citada época, la población de Corozal venía siendo un importante cabildo Indígena, el cual más tarde se transformaba en un centro de control regional, como Morroa, Toluviejo, Mompós, Santiago de Tolú y San Benito Abad; y donde últimamente llegaban procedente de España, de donde eran oriundo y por afinidad religiosa, la familia Ricardo y Vergara.

En los años de 1815/17, Corozal, era ocupada por las huestes españolas al mando del general Pablo Morillo, quien a sangre y fuego se presentaba con el propósito guerrero de restablecer el dominio español.
Y él, testimoniaba resaltando en sus regulares informes a la Casa Borbón, la valerosa colaboración de uno de sus súbditos que residía en este distrito, de nombre Matías González y Galápago, descendiente del gallego Matías de Barlanova y Galápago, encomendero, entre otros, de los períodos coloniales 1621/1721 y con sus paisanos y aborígenes, asistían el hato de nombre San Amaro Barreto de la Soria; para luego establecerse en la otra estancia redil de caprinos llamada La Oveja; casualmente, donde hoy se asienta el Municipio de Ovejas, Sucre.

Por las anteriores razones, don Matías era tenido en cuenta por su Majestad la Reina Isabel II, para legarle tantos bienes en la respectiva comarca.

Una nueva administración feudataria sustituía a los misioneros religiosos que defendían los derechos de los indios, como lo venían haciendo desde antes de los cabildos indígenas.

Más tarde, otros misioneros fundaban seminarios y centros de enseñanza de artes y oficios, entre otros. El Seminario Mayor de San Benito Abad, el Menor de Caimito en la ribera del Río San Jorge; El Colegio Pinillos, en Mompós a la vera del río Grande de la Magdalena.
Para esta época la población de Caimito tenía por nombre San Juan Bautista de Caimito, y fundado en 1607, por los hermanos Andrés y Juana de La Cruz Molina.

Más tarde, estos mismos misioneros fundaban el Seminario Menor, donde los jóvenes estudiaban la primaria, más otra parte de la secundaria y pasaban a ordenarse sacerdote en el vecino Seminario Mayor de San Benito Abad.
Al ordenarse, les asignaban a las parroquias Católicas existentes, o a las que les tocase a ellos crear.

En esta época, pertenecía a la sociedad de Caimito, una destacada familia de apellido Ricardo y Vergara, parientes de quien era un distinguido abogado de nombre Mordechai Ricardo, judío, residente en antillas Curazao y pertenecía al partido judicial Vergara de la provincia de Guipúzcoa, España, quien en su casa llamada El Octagón, ofrecía albergue y ayuda económica al Libertador Simón Bolívar, la cual es ahora, sede del Museo Bolivariano en las citadas Antillas, y donde pasó largas horas en la biblioteca de su anfitrión, leyendo, escribiendo, entre otros trabajos, el histórico Mensaje de Cartagena al perder Bolívar, la Primera República, según documentos de los archivos históricos de nuestra Independencia. El abogado Mordechai, se acompañaba de uno de sus hijos de nombre David.

La anterior familia Ricardo y Vergara, estaba conformada de ocho hermanos; Gumersindo, José Salomé, Francisco Javier, Juan, María Tulia, José María, Rafael y Francisco, radicados en el Municipio de Caimito y el de nombre José Salomé, fue ordenado sacerdote.

Para 1830, al sacerdote José Salomé Ricardo y Vergara, lo nombraron párroco de la Congregación Parroquial de Ovejas. Esta población habitada por familias Españolas; y fue en estos períodos cuando crearon tres estancias rediles de nombres La Oveja, Membrillal y San Rafael de Galápago. Estas tres estancias estaban ubicadas en la región con interesantes círculos sociales, a las que solo les faltaba era asistencia espiritual.
Para la citada época, las familias que encabezaban el círculo social de Ovejas eran las de apellido González, Buelvas, Blanco, Barreto, Mendoza, Rivero, Rodríguez, (entre otras); dedicadas a la agricultura y al comercio. Las tierras todavía pertenecían al coloniaje español y las familias disponían libremente de ellas. Al llegar el Sacerdote a Ovejas, tomaba los alimentos en forma rotativa donde las anteriores familias, las que distinguía con actos y prácticas religiosas y a la vez, regía dos colegios públicos: Uno, para varones, y el otro, para niñas. En esa mencionada década, reinaba Su Majestad Isabel II, quien reconocía la independencia de estos países sudamericanos y en simultánea aprovechaba legarle tantas caballerías de tierra a su súbdito Matías González y Galápago, en reconocimiento a su valerosa lealtad guerrera para con el general Morillo en el distrito de Corozal; lugar que más tarde llamaban Sabanas de Corozal, el cual era ya un moribundo asentamiento español.
Cada caballería medía 423 hectáreas, las cuales se extendían en gran parte, de las planicies de las estribaciones de a cordillera de los Montes de María, La Alta, que cubrían los predios aledaños de la población de Ovejas.

Contaban que con don Matías González y Galápago tuvo sus hijos. Y al morir, uno de ellos heredaba las tierras colindantes a Ovejas; quien al ser buen amigo del sacerdote Ricardo, por sus relaciones de servicios, -en especial- llevado por gratitud de haberle enviado feligrés de Ovejas a Corozal a los funerales de su padre Matías. Esto le llevó a donar al sacerdote Ricardo, una extensión de tierras; las que en adelante civilizaba y organizaba en una importante finca; la que principiaba desde la cera derecha de la salida de Ovejas a El Carmen de Bolívar; donde más tarde construían la casa cural.

Las tierras donadas a don Matías, por su majestad Isabel II, medían desde las sabanas de Corozal, Naranjal, hasta más allá del corregimiento de Salitral, orillando las serranías de los Montes de María; las que más tarde pasaron a don Joaquín Pizarro, heredándola su hijo José María; luego, a don Anselmo García, y más tarde a don Aníbal Olmos.
(Olmos, es el nombre de un frondoso árbol de España)

El nombre de corozas, se origina de las tantas corozas agrupadas en el lugar donde ahora está; luego pasaban a llamarle, Sabanas de Bolivar.
Todas estas tierras eran montañosas frente a los Montes de María, la Alta; porque la Baja, era la que correspondía a la región de Marialabaja.
El padre José Salomé, al comenzar ejercer su ministerio sacerdotal en Ovejas, conseguía traerse sus hermanos menores: Juan y francisco Javier; quienes rápido se daban a conocer en la región como hermanos del cura.
Juan, por su trabajo y circunstancias sentimentales se instalaba en El Carmen de Bolívar; y su hermano Francisco Javier, en Don Gabriel; ambos dedicados, como decía, a los negocios, y no demoraban vincularse y ambientarse en esta atractiva región.

Descendencia de José Salomé Ricardo y Vergara

El sacerdocio de José Ricardo y Vergara, en Ovejas, fue vitalicio, y por más de cincuenta años; ¡Hasta su muerte! A lo población de Ovejas la hizo conocer a los centros del mundo de los negocios a través de sus relaciones religiosas. A esta tierra la describía como paraíso lleno de oportunidades y desde donde se podía divisar gran parte de la región. Resaltaba la calidad de la arena blanca y limpia que cubría la superficie del asentamiento de Ovejas, la que él pensó comercializar.

El padre Salomé como comúnmente lo llamaban, tuvo un interesante romance con una simpática y distinguida joven de la sociedad de Ovejas, de apellido Mendoza.
Contaban que este noviazgo, era, ¡El plato del día!
Los feligreses aumentaban su diaria asistencia a misa, para curiosear y ver el comportamiento idílico y amoroso de los novios, por lo que el horario de misa tenía sus adelantos.
La pretendida feligrés, era la primera en llegar, y la ultima en irse.
Siempre sentada en primera fila.
Decían que comulgaba hasta dos veces en misa.
Los feligreses encubrían y colaboraban en estos amoríos del sacerdote con la bella simpática religiosa. A los feligreses también les parecía contribuir con su fe, a los deseos del padre Salomé.
Todos ellos ansiosos esperaban el momento de comulgar.
Y decían que,
Cuando el padre Salomé se disponía a colocarle las hostias a sus feligreses y le correspondía a su pretendida, a los demás les solicitaba cerrar los ojos; y era en este preciso momento cuando los dos se besaban; y ansiosos abrían sus bocas recibiéndose uno al otro, y en este instante anhelado se miraban a los ojos ofreciéndose hasta darse cuenta para donde iban y donde estaban.

Los principales feligreses se reunían en el atrio de la iglesia de San Francisco de Asís, a comentar lo del noviazgo y de lo que terminaban de ver.
Y comparaban este bello noviazgo con el que pudo haber sido el de María y José, el carpintero, -claro- sin entrar el Espíritu Santo.
Al comenzar, lo reservaban contraviniendo los principios sacerdotales; luego él renunciaba al celibato y pedía las dispensas para casarse; matrimonio que se sacramentó en la parroquia de Corozal con esta simpática y bella feligrés de la sociedad de Ovejas; sin embargo, siguió administrando su apostolado.
Contaban que de este matrimonio nacieron dos hijos: María y Gumersindo.


De María, era poco lo que sabían de ella; y contaban que se interesaba por la modistería, para luego casarse con un joven antioqueño y según, tuvieron hijos, pasando a vivir a las bellas montañas de la ciudad de Medellín.
En cambio Gumersindo Ricardo Mendoza, se casa con una simpática dama de Ovejas, de apellido González, y con quien tuvo un hijo poniéndole su mismo nombre: Gumersindo.

Descendencia de Gumersindo Ricardo González

Fueron sus Hijos y Nietos:

1.- VICTOR GUILLERMO, padre de José (pepe), Víctor Manuel y María Enriqueta.

­2.- RAFAEL, padre de Rafael de Jesús, Ana Julia, Leopoldo, Gumersindo y Hernando;

3.- LEOPOLDO, padre de Rafael Augusto, Víctor Guillermo, Rebeca, Ester (la nena) y Lucia:

4. – GUMERSINDO, padre de José Salome, Angélica, Gumersindo, Julia Teresa, Mario, Mercedes Virginia, Margoth, Aura María, Juanita, Guillermo, y Elida Regina;

5.- AUGUSTO, padre de Eduardo, Gumersindo, Jorge, Alicia y Juanita.

6.- RICARDO, padre de Antonio y Francisco (el profesor)

Las generaciones descendentes del padre José Salomé Ricardo y Vergara, nacieron y se levantaron en el municipio de Ovejas.

Descendencia de Francisco Javier Ricardo y Vergara

Francisco Javier, negociaba en los caseríos de Ovejas, La Ceiba, Don Gabriel y El Carmen. En la Ceiba, conoce a Josefa Barreto Tovar, y con ella se casó sin el consentimiento de su hermano Salomé; y con quien tuvo a sus dos hijos José María y Eusebio;
Contaban que de sus hijos, José María, se levantó en Don Gabriel, para luego marcharse sin saberse más de él; en cambio,
Eusebio, sus años mozos los vivió en Don Gabriel, con la señora de nombre Emperatriz Buelvas, tuvo a Héctor, Víctor y Hernando. Al enviudar, volvía a casarse con Leonarda Tovar, parienta de su abuela con quien tuvo diez hijos: José María, Manuel de Jesús, Francisco Javier, Lucila, Catalina, Leonarda, Rafael Augusto, Ana Teresa María) (Mayito y Eusebio (Chebo).
Don Eusebio, era propietario de fincas; trabajaba por hobby la talabartería. Su casa en Don Gabriel, para esa época, era la única del pueblo calzada sobre el nivel y entechada con láminas de zinc.
Sus primeras hijas, por prejuicios sociales, no se casaron ni tuvieron familia.

Descendencia de Juan Ricardo y Vergara

Juan Ricardo y Vergara, vino a establecerse en el Municipio de El Carmen de Bolívar; Casándose con una simpática jovencita, quien vino a morir al tener su primogénita, de nombre Rosalía, quedando huérfana a cargo de sus abuelos maternos.
Juan, dedicado a la latonería; fabricaba figuras para herrar o marcar ganado; moldeaba en estaño imágenes de santos, dejándolas en consignación para vender en las parroquias.
Juan, era aconsejado por su hermano sacerdote Salomé, de volverse a casar; y al atenderle sus consejos, con su consentimiento, era como se enamoraba de una feligrés de la sociedad de Ovejas, de nombre Antonia Blanco Barreto, hija de los esposos españoles Santander y Enriqueta.

Cumplidos los requisitos rituales y preceptivos de la Santa iglesia, se casaron y tuvieron tres hijos. Para mas tarde morir Antonia, de parto, con su tercer y último hijo. Quedaban su abuelita Enriqueta, con sus dos nietos huérfanos de madre: Belén y Porfiria.

Descendencia de Belén Ricardo Blanco

Belén, dedicado al arte de su padre, en fabricar artefactos domésticos de zinc que vendía sobre pedidos como eran, regaderas, tanques, galones, calderos, sartenes, mechones, lámparas, etc. Para esa época, este arte era apetecido por una atractiva demanda, porque la competencia de “punta” (como dicen los modernos economistas) eran los de barro quemado, más las totumas y los calabazos.
Belén, joven soltero trabajador, y más adelante, debido al fracaso del Gobierno Nacional de cultivar tabaco en el Departamento del Magdalena, lugar que mas tarde se llamaba zona Bananera, era por lo que se intensificaba tan rápido el cultivo en la región de Chalán, y por consiguiente, Belén resolvía mudarse para este último.
Para esa época, la región de Chalán, superaba exitosamente la producción de tabaco de los centros de Ambalema, Girón y Palmira.

Belén, al poco tiempo de vivir y trabajar en Chalán, conseguía su patrimonio representado en bienes raíces. A su tío José Salomé, le compró las fincas La Estrella y Cerro Grande. Más adelante se casaba con la simpática jovencita de Chalán de nombre Cándida Monterrosa; descendiente de un Misionero Español de este apellido; de quien testimoniaban de haber colgado sus hábitos para unirse a una simpática indígena en tiempos de La Colonia.

Belén, con su señora Cándida, tuvo nueve hijos: Juan, Rosita, Ricardo, Aminta, Fernando, Aura, José Salomé, Félix y Cerbeleón.

Su hijo Juan, con Gregoría Caraballo, tuvo a Cándida, Francia y Francisco; y con Enriqueta Chamorro: A Duillo y Mario. Su hija Cándida, con Guillermo Mendoza R., tuvo a Simón, Edilberto, Rafael, Ricardo, Ramiro, Griselda, Delly, Eday, Arely, Frilly y Vilma.

PERFIL DE PORFIRIA

Ahora paso a describir el perfil de Porfiria.
Hija menor de Juan y Antonia. Hermana de Belén. Contaba mi tía Ana, que su madre Porfiria, era bella, preciosa, alta, blanca sonrosada, activa, fuerte, de carácter resuelto, simpática y convencida de su estirpe; ¡Ah! Y con gusto le satisfacía ayudar al prójimo y de pertenecer al alto medio social de la región; de una cultura innata y sociable. Aspiraba casarse con uno de su linaje. Llamaba su atención el medio social de El Carmen –claro- atraída por su hermana de padre Rosalía a quien con frecuencia visitaba, como también de sus primos hermanos, hijos de su tío Francisco Javier.
Para la última década (1880/1900), la clase social representativa del Carmen de Bolívar, entre otras, se conformaba de una interesante y apreciada familia de apellido Martínez Carrascal; y eran ellos, Arturo; casado con la distinguida señora, Clara Lara.
Sofanor, casado con doña Mercedes Alvarez;
Vitaliano, casado con Ana Bobadilla.
Y Rafael, soltero.
Decía mi tía, que su tío Arturo Martínez Carrascal, era el pilar de la familia; quien poseía una apreciable fortuna. A él, le atribuían haber traído a El Carmen de Bolívar, la primera Planta Eléctrica, el primer Cine y el primer Automóvil.

Matrimonio Porfiria Ricardo Blanco / Rafael Martínez Carrascal

A principios de esta década, de (1889790), Porfiria, contraía matrimonio con el joven Rafael Martínez Carrascal. Y su cuñado Arturo, de regalo de bodas, les regalaba pasear vía acuática a Barranquilla, para que a la vez conocieran el muelle marítimo, que para esa fecha, construía el ingeniero Javier Cisneros, de origen cubano, en el caserío Bahía Cupino, el que más tarde bautizaron con el nombre Puerto Colombia. Para la época, los centros urbanos más habitados eran Cartagena, El Carmen de Bolívar, Ovejas, Corozal, Mompox, como también San Benito Abad, y los estratos más altos, estaban compuestos de familias Españolas-criollas, siempre y cuando contasen con el visto bueno de la Iglesia Católica Apostólica Romana; siguiéndoles las mestizas, las mulatas, cuarteronas o ochavonas, y guardaran respeto con solo acatar los preceptos religiosos de la anterior iglesia.
Para esta década, se daba en el país la política Regeneradora del Presidente Rafael Núñez; y agravaba la situación de la región, una invasión del insecto ortóptero, llamado Langosta, el cual devoraba arruinando en corto tiempo las cosechas, ocasionando enormes crisis alimenticias y quedaba gran parte de la región, pobre y hambrienta.
Porfiria, nostálgica pasaba a recordar a su hermano cuando en el inolvidable festejo de su matrimonio, le musitaba al oído, “que se fueron a vivir a Chalán”. Por fin, regresaban de su envidiada luna de miel; para luego pasar a visitar a su cuñado-hermano Belén.
Con sus parientes más cercanos, conseguían unos briosos caballos, más un espolique de confianza, que los llevaría a Chalán. La pareja disfrutaba esta feliz travesía; conociendo caseríos, y en ellos, se detenían a saludar y degustar los sabrosos café-tintos que los moradores les ofrecían al pasar.
Por fin, llegaban donde su hermano/cuñado Belén; quien con su familia, los recibía con una fraternal hermandad.
Ellos atentos preparaban una alcoba y ordenaban sacrificar varias gallinas para la cena de esa tarde. Belén, les presentaba sus amistades más allegadas del pueblo. Al otro día, a los dos, les llevaba a conocer la “Huella del Piececito de San Antonio” (lo curioso del pueblo) la cual aparecía figurada en una piedra ovalada, donde al parecer, podía verse una huella humana; piedra empotrada en el barranco izquierdo del camino arriba para salir del arroyo al poblado, la cual, veneraban las jóvenes de la región, para conseguir novio.
La pareja paseaba arroyo arriba para conocer las Tinas, más el Sobacón. Las Tinas eran lechos de piedras formados de tantas caídas de agua y piedras traídas arroyo abajo. Y el Sobacón, otro fenómeno hecho también por la caída de las mismas aguas que bajaban veloces sobre las anchas pizarras donde ellas corrían reventándose contra un misterioso recodo acústico que exhalaba olores azufrados.
Contaban sus acompañantes, que las Tinas y el Sobacón, eran rastros dejados del Diluvio de los cuarenta días y las cuarenta noches, del que habla el Antiguo Testamento Mosaico.
¡La pareja contemplaba aquel maravilloso espectáculo!.
¡Ellos, quedaban atónitos!
Miraban las curiosidades e ingeniosas travesuras de los monos, titíes y de las ardillas, cuando saltaban de rama en rama de lo más alto de las cúpulas de los árboles. La pareja miraba a éstos cuadrumanos entusiasmados, y eran cuando estos más divertían a sus huéspedes con sus rarísimas mímicas curiosas y graciosas haciéndoles reír.
Los recién casados, la pasaban fascinados. Ellos encantados con el paisaje saludable y fresco del lugar. Embelesados miraban viendo correr las aguas arroyo abajo, con cantidades de sardinas plateadas remolinándose en torno al objetos caídos de árboles, producto de las necedades de las ardillas y simios.
La pareja tomada de manos, caminaba arroyo arriba y miraba sus desnudos pies, cuando con ellos chapoteaban el agua, yendo alegres con dirección al nacimiento del arroyo que los dos querían conocer; éste también era el camino para ir a la montaña.
Debido a los altos frondosos árboles en las veras del arroyo, cuando con sus cúpulas unidas brindaban amplios sombríos donde se proyectaban unos claros rayos del Sol, que dibujaban unas misteriosas figuras arabescas y rutilantes. La pareja se comentaba sorprendida que el Sobacón, les era algo misterioso por despedir olores azufrados como algo volcánico.
También contaban, que dentro del Sobacòn, se escondían animales salvajes. Y los misioneros le pusieron este nombre por parecerse a la axila de animales, y con él, amenazaban y atemorizaban a los pobladores.
Y por otra parte, decían que en los tiempos de Inquisición, este Sobacón, les servía para castigar a los pescadores: Amarrándole y untándole miel de abeja en sus cuerpos dejándolos ahí, hasta desaparecer.
La pareja cumplía su misión, en llegar al nacimiento del arroyo llamado El Ojo de Agua. El cual era un espectacular manantial que brotaba con fuerza por debajo de un sorprendente enraizado boquerón, de donde salían cantidades de burbujas que se multiplicaban por tantas piragüitas hechas de arena suelta que configuraba todo un espectáculo como de algo misterioso.
Las aguas entrelazadas en medio de raíces cubiertas con frondosos helechos hacían de este lugar, un vivo y bello paisaje; todo aquello fresco y plantado con elevados árboles de caracolí, copé, campanos, cedros, más otras especies que fácilmente semejaban al Paraíso Edénico, de Adán y Eva, el que elevó la inspiración artística del erudito profeta Moisés, para él imaginarlo y contarlo en su libro de Génesis.
Después de luna de miel en Chalán, los desposados regresaban a El Carmen de Bolívar, con el firme propósito de organizarse. Pero pasó el tiempo y no lo lograban. Porfiría, piensa en su hermano Belén; a quien le iba bien en Chalán, tan cierto era, que: ¡Ya había adquirido finca y semovientes!.
Y era por lo que Porfiria y Rafael, resolvían organizarse en Chalán. Rafael, se dedica a los negocios y llevaba contabilidades; mientras Porfiria, daba al partir aves y animales domésticos de corral a los habitantes de la población.
En la estación de verano, también prestaba dinero a los agricultores a cambio de sus cosechas. Por lo que los pobladores concurrían a la casa de Porfiria, a entregarle las partes debidas, en huevos, pollos, marranos, etc. El negocio prosperaba, porque los pobladores, eran sus buenos clientes, y como en esa entonces, Porfiria vivía en una casa que no tenía el espacio suficiente para asegurar las tantas cantidades de animales que a diario recibía, más los que se multiplicaban, obligàbase comprarle a doña Bárbara de Mazzeo, un lote de 50 x 200 metros, al lado izquierdo del frente de su casa.
El lote media por la calle real, unos cincuenta metros de frente y doscientos de profundidad; saliendo a la parte de atrás de Calle Nueva. En este lote, Porfiria, mandaba a construir dos casas de bahareque, dando frente para la calle real. La principal, para su familia y esta otra, para huéspedes. En esta última vivía su abuelita Enriqueta, porque su madre Antonia había muerto de parto.
Porfiria, en el lote comprado sembraba árboles frutales como Caimito, Anones, Granados, Guayabos, Mangos, Tamarindo, etc., más tantas crías de animales domésticos que le traían a diario de las medias partes que le iban rindiendo las compañías que Porfirio le asignaba a la gente del pueblo.
La gente más necesitada de Chalán, contactaba a Porfiria, para intercambiar con ella, animales domésticos que a la larga a ambos les beneficiaba.
Los que vendían periódicamente.
También ella negociaba en comprar y vender maíz, almidón, tabaco, yuca, bálsamo, etc. que avanzaba en invierno para vender en verano.
Porfiria, compra el citado lote para encerrar animales, donde levanta las casas, por último este lote lo compró la familia Barones Beltrán; y más tarde (para la época que escribo) lo compra el Gobierno para dispensario oficial.
En la década de 1890, nacen sus tres primeros hijos: AMIRA, SEGUNDO y ANA. Más tarde por circunstancias sectarias de la política, en la transición de siglo, se dio una violencia partidista, la que más tarde llamaron La Guerra de los Mil Días. Contaban que el esposo de Porfiria, era un furibundo liberal y por atender una proclama desde Colosó del general Rafael Uribe Uribe, donde acampaban con sus milicias guerrilleras, Rafael Martínez Carrascal se enrola a esa guerrilla armada partidista, sin saberse más de él.
Años más tarde, notificaban oficialmente a Porfiria, de la muerte de su esposo, en algún lugar del Sinú.
Podía haber sido curiosa la relación ideológica de esta pareja:
¡Rafael, liberal Carmero, de raca mandaca!
¡Y Porfiria, conservadora de pura cepa!.

¡Ahora Porfiria viuda!
Reconocimiento:
Era una madre ejemplar, luchó con amor y valentía para levantar, sostener y educar a sus tres hijos. Seguía con el tradicional negocio, como también el de hospedar a personas recomendadas, más bien, a conservadores.
Contaba que una vez en Chalán cae un intenso aguacero, y el arroyo crecía con tanta fuerza, que ocasionó grandes pérdidas.

Porfiria, ese otro día temprano, se dirigía con su hijo Segundo, al arroyo, para mirar hasta donde había subido la creciente esa madrugada.
Segundo, con su infantil curiosidad, recogía caracuchas, mostrándoselas a su madre; quien pasaba a examinarlas, y en una de ellas, veía lo que le parecía una figura humana. Para recordarla le anotaba la fecha de ese día, y pasaba a guardarla.
Porfiria, bastante tiempo más tarde, recuerda la guardada caracucha y pasaba a buscarla en su antiquísimo baúl que tenía como reliquia de sus bisabuelos.
¡De repente, la encontró envuelta en un trapo!
Al abrirlo, ¡Ahí estaba!
Ahora no le parecía, sino más bien veía nítidamente era a una escultural dama de corte bíblico tomando una jarra con su mano izquierda, echándole agua a un niño completamente desnudo, el que le parecía un ángel.

Porfiria, como feligrés más allegada a la parroquia de su tío Salomé, la llevó a la Iglesia a bautizar solemnemente, poniéndole por nombre La Virgen de la Carracuca, para últimamente regalársela a una buena amiga suya, que vivía en el caserío de Don Gabriel de nombre Deísia.
Me han contado, que en la actualidad la Virgen aún existe, y la tienen en la ciudad de Cartagena.
¡La Virgen, era contemporánea con la Del Amparo! Las dos ayudaban a sus depositarias con limosnas o diezmos que recibían de sus feligreses. También aparecía en estos mismos tiempos, otra Virgen María, dibujada en una piedra china en poder de la familia de don Francisco Javier Chamorro. Es decir, que, ¡En Chalán, como por encanto, habían aparecido tres vírgenes y la Huella del piececito de San Antonio!
Por otra parte, contaban que Chalán pasaba a ser una población importante y tenida en cuenta por su saludable clima, a más de trescientos metros sobre el nivel de mar; situada en las Serranías de San Jerónimo en las cordilleras de Abibe, en las estribaciones de los Montes de maría, La Alta que para mirarla, bastaba levantar la cabeza.
Chalán estaba en medio de la proyectada troncal del Caribe, que el Gobierno Nacional trazó por las cordilleras de los Montes de María a Santiago de Tolú, la que más tarde desviaban por donde ahora está, por conveniencia política y personal de dirigentes de Corozal y Ovejas.
Para esa época, la situación económica de la región de Chalán, se sostenía de la producción de tabaco negro, y, las excelentes ganaderías. El primero lo exportaban a Europa, y el ganado gordo, a Cuba. El tabaco lo negociaban la mayoría de las veces, mediante trueque, con mercaderes que atracaban en el muelle de Santiago de Tolú, y en otras, al contado en moneda extranjera.
De Chalán, podía decirse que era un lugar apropiado para el acopio y gestión de todo lo producido en su región; desde los Montes de María La Baja, hasta los Montes de María La Alta. Sus cordilleras y planicies las atravesaba la vía troncal que antes describo; única comunicación terrestre por caseríos de Bajo Grande, Salitral, Don Gabriel, La Ceiba, Chalán, Colosó, Las Piedras, Caracol, La Palmira, Tolú Viejo, Santiago de Tolú y Coveñas, circundando los Montes de María.
El transitar de moradores por la cordillera, facilitaba la comunicación de toda la región favoreciéndose poblaciones aledañas como Ovejas, Los Palmitos, Corozal, Sincelejo, San Onofre, Macayepo, Chengue y Morroa, porque estas estaban marginadas de la susodicha troncal, la que nunca se realizó.
Al final del trayecto de la troncal, se encontraba una T de camino, llamada La Palmira, que repartía para Sincelejo, Palmito y al Puerto de Santiago de Tolú.
Esas trochas comunicaban las comunidades aborígenes Caribe y Zenue. Era de anotar, que el Municipio de Ovejas, después de haber sido un extenso redil, pasaba a un núcleo social de españoles y mestizos; mucho antes de haberse creado y fundado Chalán. Ovejas, era Sede Parroquial, y más, por la tenacidad fervorosa del sacerdote José Salomé Ricardo, quien más bien, con fervor la daba a conocer a través de sus mensajes religiosos, promocionándola como región promisoria, fértil y de buenas perspectivas de producción tabacalera. Por tal motivo llegan los señores Joaquín Pizarro de Ambalema, Tolima; Anselmo García, Alejandro García Tarrá y otros más.

Muchas familias fueron atraídas por la prosperidad comercial del negocio del tabaco en la región, y también por la estabilidad social y religiosa que le daba el sacerdote José Salomé Ricardo, a la población de Ovejas.

Don Joaquín Pizarro, aprovechaba la confusa sucesión de las propiedades de terrenos dejados por Don Matías, haciéndolos suyos con el visto bueno de las autoridades. Al morir don Joaquín, pionero del negocio del tabaco negro, sus bienes pasaron a su hijo José María, quien todavía estudiaba en Alemania. Al venirse y encargarse de las propiedades y negocios de su extinto padre, José María se interesó incrementar los mercados tabacaleros y asociado a un señor de apellido Martínez Camargo, abre la exportación de ganado a Cuba, una vez que en la isla cesaba la intervención norteamericana. Como dije, los trueques de compra y venta, lo hacían por el puerto costero de Tolú-Coveñas.
En los intercambios comerciales de exportación e importación, el gobierno no intervenía. Don José María, vivía en Ovejas, y conocía estos mercados y tenía conocimiento de administración y costos; y al tener en cuenta los potenciales beneficios que le iba a dejar la proyectada Troncal del Caribe, más el cómodo transporte por esta vía a los muelles de Coveña, tomó la determinación más práctica: De instalarse en la fructífera y extensa meseta de su propiedad de nombre Almagra, lugar estratégico para dirigir sus exportaciones de ganado y tabaco.
José María con sentido turístico promocionaba sus propiedades localizadas en las montañas, las cuales contaban con una fauna impresionante. Y a lomo de mulas llegaban grupos de extranjeros por la trocha o servidumbre cruzando las fincas El Ojo de Agua, El Limón, Garrapata y El Canal, entre otras; embellecía sembrándole a las orillas de la trocha plantas ornamentales las que aún;
¡Una que otra subsiste todavía!

La mudanza para Almagra, aproximaba a don José María Pizarro al Municipio de Chalán, favoreciéndole y estimulándole a sus comerciantes y haciéndoles llegar a otros a trabajar con él. Don José María, seleccionó a varios señores de Chalán y Ovejas, para que le procesaran el tabaco y lo situaran en el Puerto de embarque de Tolú.
Así que Chalán se tornaba en un interesante medio; llegando otras personas atraídas por las perspectivas que ofrecía este comercio. Esta, una población de pocos habitantes, pero con una clase de gente progresista.
Nota. –La palabra Almagra, tiene dos aceptaciones según la Real Académica, que alguna parte del terreno fuese rojo o hubiese indicios de existir oxido rojo de hierro-. (O tenga que ver con el conquistador español Diego de Almagre, subrayo).
Los trueques comerciales con firmas extranjeras, se hacían por el Puerto de Tolú-Coveñas; en esa entonces era de propiedad de don Julián Patrón, quien estaba casado con una hermana de don José María Pizarro. Unos señores de apellido Navas y Alcocer fueron mucho tiempo administradores del Puerto, de propiedad de Don Julián; y contaban que una vez,
Don José María, cuando negociaba tabaco en trueque, recibía tantas monedas inglesas empacadas en unos toneles de madera que transportaban en mulas a Ovejas. Sucedía, que en cierta ocasión, una de las mulas cargadas con toneles la daban por perdida sin saberse más de ella, ni de los citados toneles con las monedas. ¡Los comentarios señalaban de la pérdida, a quien después aparecía rico!
Del enigmático traslado de don José María Pizarro, de Ovejas para Almagra, no le precisaban razones. ¡Pero él… si las tenía! Consciente, aprovecharía la proyectada Troncal del Caribe, que habían trazado los gobiernos anteriores al de Enrique Olaya Herrera; la que beneficiaría sus negocios al pasar por el centro de su propiedad de Almagra.

El comercio regional de Chalán, -repito- más que todo consistía de cultivar y exportar tabaco negro, como también la ganadería, el medicinal bálsamo de Tolú, raíces, almidones, pieles, más las estancias paneleras, rones, jabones, manteca de cerdo, corozas. Las crías de caballos y de gallos finos.
Los caballos eran apetecidos por antioqueños y gitanos, que con frecuencia rondaba la región.

Por otra parte, su altura, sus montañas le daban a Chalán un clima saludable; llegaban gentes de otras partes a disfrutarlos; a pasar vacaciones, y otros, en son de reposo y procura de salud, entre otros; don Daniel Lemaitre, Leonardo Rodríguez, Ernesto Baloco, unos hermanos Revollo, y por último don Fermín Tous.

Debido a los citados cambios atmosféricos, casi a diario traficaban los vacunos de las ganaderías establecidas en las planicies de estas cordilleras. Y por otra parte, para exportación por el Puerto de Tolú, y otros, por escasez cruzaban en busca de agua y pasto, y era por consiguiente cuando se daba en Chalán una forzada estación de baquianos y viajeros, ganando una privilegiada importancia con este movimiento constante.
Lo anterior incrementaba el movimiento e importancia de Chalán y su región; la gente màs representativa realizaba excursiones en sus caballos como expertos chalanes, visitando los centros gallísticos para enfrentar sus afamados gallos finos de pura raza española traídos de Cuba.

En los últimos años del siglo, estalla la guerra civil que denominaban La Guerra de los Mil días; dándole golpe de estado al presidente constitucional Manual Sanclemente, para encargarse José Manuel Marroquín.
Para esa época, Panamá, era un importante Departamento de Colombia y el día tres de noviembre de 1903, se declaraba independiente, con la anuencia y bajo la protección de Estados Unidos.
El día dieciocho del mismo mes, Panamá, concertaba un tratado mediante el cual cedía a perpetuidad el Canal a los Estados Unidos.
Esto último irritaba al pueblo colombiano, motivando el cierre definitivo de los negocios y trueques en las condiciones anotadas, truncándose la tranquilidad y la prosperidad y se propagaba en el país sectarismo político.
Aquella tranquilidad reinante, ahora cambiaba por la violencia, la escasez de dinero y malos presagios; volvía a practicarse en una u otra forma el trueque en menores cuantías; dándose una especie de desobediencia civil.
El país pasaba a ser un campo de batalla y en consecuencia, la situación de Chalán cambiaba.
El gobierno prohibía ya a particulares fabricar y comerciar rones; como también exportar e importar mercancía y productos comercializados en forma directa. La elaboración y venta de rones y alcoholes, éstos fueron monopolizados por el gobierno Nacional, ahora ejercía sus controles efectivos en las exportaciones e importaciones a través de una entidad estatal creada más adelante llamada Aduana Nacional.

Las anteriores medidas, restaban impetuosidad a los negocios de José María Pizarro, como también a los productores de rones y del tráfico del bálsamo de Tolú.

CRÓNICA DE TRES INMIGRANTES SIRIOS LIBANES

Al otro lado del mundo, en el Asia Menor, en las cordilleras del Mediterráneo, El Líbano, que dominaban los turcos otomanos desde el Siglo XVI, hasta los dos siguientes, se dio una larga guerra intestina entre islámicos cristianos católicos y los ortodoxos, a pesar de las precauciones de los mahometanos drusos.

La guerra entre islámico/cristianosmaronitas, los países occidentales pasaban a estos últimos, dándose las primeras emigraciones a los países americanos. Estas luchas hicieron del Líbano, de gentes belicosas, y más, porque también aspiraban crear su estado independiente.

El Líbano, sufría largos procesos históricos de sucesivas invasiones por parte de caldeos, asirios, persas, romanos, bizantinos, árabes y turcos. Siempre pasaban dificultades por la defensiva de sus habitantes. Y gran parte de ellos a principios de siglo se convertían al cristianismo.

Para el año 1862. El Líbano era declarado territorio autónomo, hasta la Primera Guerra Mundial, y al obtener Francia el mandato sobre Siria, el primero de septiembre de 1920, era proclamado Estado Autónomo del Líbano. Para el año de 1941, siendo Siria, ocupada por Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, el Líbano se declaraba independiente bajo la garantía inglesa; y el primero de enero de 1944, se proclamaba Estado libre y Soberano, y entraba a sumarse a la Organización de las Naciones Unidas.

Váyase teniendo en cuenta que a finales del Siglo XVIII llegaron los primeros emigrantes árabes al Nuevo Continente americano, especialmente a Centro y Sudamérica. Venían a aventurar y llevados por las fantásticas referencias de las tantas riquezas del Tercer Mundo. La gente del Líbano pasa a la defensiva, y a la que se sumaba una crisis mundial que repercutía en la gran mayoría de la juventud a la que le despertaba mejores horizontes.

Los primeros Sirio-Libaneses que inmigraban a Colombia, lo hacían a través de la Costa Atlántica, por el muelle de Puerto Colombia, el que impresionaba a nacionales y extranjeros, considerado el principal puerto marítimo del país.

De Puerto Colombia a Barranquilla, distaba unos doce kilómetros, y su medio de transporte, era por tranvía. El de carga, accionado por calderas a vapor, y el de pasajeros o turistas, por tracción animal. ¡Contaban, que el Puerto era una novedad! Era pintoresco; en los laterales del carruaje, anunciaban en letras grandes “Tranvía de Barranquilla”. El Puerto marítimo, fue construido para fines de la década de 1880, en el caserío denominado Bahía Cupino, -repito- el que más tarde llamaron Puerto Colombia.

En esa época, la ciudad de Barranquilla contaba aproximadamente con una población de más de cuarenta mil habitantes; liderada por gentes de empuje y de un comercio activo. Para esta época la llamaban la Ciudad de los Brazos Abiertos. Su comercio más intenso se localizaba alrededor de las Iglesias San Nicolás y San José.
En 1904, se restablecía la República de Colombia, llegando a Barranquilla un agente de la United Fruit Company, a realizar estudios de factibilidad sobre cultivo y exportación del banano. Este señor venía a establecerse en la ciudad de Santa Marta y asesorado, escogía la región que más tardes llamó Zona Bananera del Magdalena; el agente era de nombre Rafael Conn. Este mismo año, en Barranquilla, se fundaba el Club Alemán. Circulaba el primer ejemplar del diario El Progreso, creaban el Banco Comercial de Barranquilla.

En las calles sorprendía ver y leer el semanario Barranquillero, El Estandarte de propiedad de Agustín Salcedo y Enrique Revollo.

Los cuatro primeros años del siglo (XX), fueron adversos para los árabes en Centro y Sudamérica. El Cónsul de Gran Bretaña, en Puerto Príncipe, Haití, consideraba que en este Puerto, residían más de 6 mil árabes, lo que para los dirigentes y comerciantes tradicionales, era una creciente pesadilla.
Anotaba textualmente el encargado de negocios sirio-libanés, a través de sus consulados en América, como transcribo:

“…Los árabes prácticamente habían conseguido el monopolio del comercio detallista de mercancías extranjeras…”.

La prensa de ese país, se encargaba vituperar terriblemente a los árabes. Y era como en 1903, la prensa nacional tituló en primera página lo siguientes: “Atacados y saqueados los almacenes de los Turcos en Honda, Tolima. La agresión fue muy significativa. EL propio Alcalde de la población encabezaba a los atacantes”.

Curiosamente en Haití, para este mismo año, presionaban la aprobación de una Ley, concebida para restringir las actividades personales y comerciales de los Sirios.Libanés, la que limitaba su ingreso al país.

A mediados de 1904, la Ley era promulgada, y una cantidad de árabes salía del país. Los que se quedaban, seguían expuestos, no al hostigamiento legal, sino a la violencia.

Y decía Magazín Solar del Periódico, de Cartagena:
“Esta mala fama se extendía por todas partes, pero la verdad era que ellos estaban construyendo muchos de estos países y la indignación de periodistas con prejuicios, la orquestaban en contra de los árabes”.

Por otra parte, este Periódico de Cartagena, en su magazín Solar, volvía a referirse al asunto en su editorial e los siguientes términos:

“Los árabes representaban igualmente una formidable competencia para los empresarios nacionales y extranjeros en su mayoría Alemanes e Italianos. Algunos de ellos, empresarios, en compañía de políticos profesionales y escritores mercenarios a sueldo de las élites locales, fueron especialmente activos en la promoción de señalamientos contra los árabes y en reafirmación de los prejuicios populares contra los inmigrantes”.

En esta época las comunicaciones más bien eran marítimas y los países con puertos, eran los primeros en recibir las noticias.

Y seguía diciendo el Magazín Solar:
“…en el período inicial de la inmigración hacia finales del siglo pasado y principios del presente, desprovistos aún de una firme inserción social y de cualquier forma de injerencia o influencia cívica o política, los árabes estuvieron expuestos a que la discriminación provocada por los élites se acentuaban y en algunos casos, tuvieron consecuencias imprevisibles”

En esta época los estados del Medio Oriente pasaban una crisis económica, ocasionando un alto índice de desempleo, dándose incesantes emigraciones a los países latinoamericanos. Los árabes, estaban informados que los países del Tercer Mundo, eran ricos y de fácil explotación, y por estos testimonios que daban los paisanos que regresaba y otros que contaban a través de masivas que enviaban periódicamente con dinero y objetos de otro a sus familiares.

En los primeros cuatro años del siglo, de (1904) cuando todavía se llevaban a cabo las matanzas y violaciones en El Líbano, entre maronita y mahometanos drusos, se movían las exportaciones de trigo, cebada, aceitunas, telas, etc.. Las que eran transportadas en grandes barcos a través del Mar Mediterráneo y Océano Atlántico a los países de América.

A más de la mercancía, transportaban pasajeros, incluyendo emigrantes del Oriente Medio. En este pésimo trance de mala situación y violencia, en una región del Líbano, tres hermanos, acariciaban la idea de aventurar a uno de estos países del tercer mundo. Contaban que estos jóvenes eran oriundos de una pequeña provincia del Líbano, de un lugar llamado Zahié.

Contaban que los tres jóvenes eran de buenas familias y buenos principios; de ellos daban las referencias que socialmente pertenecían al estrato medio y de excelentes conductas; y que profesaban la fe cristiana del marinismo, por lo que siempre les tocaba luchar, defendiéndose de los ataques de las sectas que les perseguían violentamente.

Estos tres jóvenes tenían buena información de cómo era la cosa por acá y cómo se comercializaban, y de la idiosincrasia latina, por los relatos que oían de paisanos que regresaban y otros medios. La mayor información recibida provenía de la isla de nombre Haití; donde vivían muchísimos paisanos y por consiguiente, centraban su atención aventurar a esta Isla.

Los jóvenes pertenecían a una modesta familia de apellido Behaine y uno de ellos manifestaba que los tres, eran hijos de Assad Bahine. Apellido que se remontaba al cosmógrafo y navegante alemán Martín Behaine, el mismo que construyó el primer globo terráqueo. El más antiguo y el cual conservan en Nuremberg, donde señalaba las Costas de Brasil, antes del descubrimiento de América por Cristóbal Colón.

También el misionero Francis P. J. Pigneau da Behaine, quien contribuyó a establecer la influencia francesa en la Cochinchina. Del Behaísmo, del árabe Baha Allan, que quiere decir Esplendor de Dios.

Los tres jóvenes de apellido Behaine, por fin se resolvían partir de su tierra a Haití, con las direcciones de sus paisanos que estaban en la Isla diligenciando sus pasaportes ante el Consulado de Gran Bretaña en Beirut.

Reunían suficientes recursos económicos para el viaje, y con qué empezar a trabajar.
Y contaban, que los tres árabes, iban con destino a un lugar de Haití, llamado Lascahobas.

Alistaron sus maletas y se embarcaban en Puerto Saida, con rumbo a Puerto Príncipe, Haití. Con ellos iban otros con el mismo propósito; además turistas y comerciantes. La travesía de los barcos ultra oceánicos demoraba meses por llegar, mientras sus pasajeros se entretenían jugando cartas y ajedrez.

Al aproximarse el barco a Puerto Príncipe, el Capitán se comunicaba con las autoridades del Puerto, y éstas, le solicitaban que les detallara la mercancía y la procedencia de los pasajeros que venían con destino a la Isla.

El Capitán del barco, les informaba la clase de mercancía y de los emigrantes árabes llevados con destino a Haití; recibiendo de estas autoridades locales la orden de solo descargar la mercancía; y no los árabes. Que sólo le permitían desembarcar los pasajeros no discriminados por la Ley vigente.

El Capitán, veterano y conocedor de sus obligaciones, los reunía haciéndoles saber sus obligaciones, que en estos casos, era de regresarles a sus puertos de orígenes sin ningún costo adicional.

El barco siguió su itinerario previsto entre los puertos americanos visitados, y atracó en el muelle recién construido de Puerto Colombia, y aquí, se dispuso a descargar la mercancía y pasajeros que venían para Barranquilla.

Para el mantenimiento rutinario del barco, le programaron más de ocho días en el Puerto. Los emigrantes árabes discriminados por la Ley, se preparaban a regresarse como pasajeros devueltos a su tierra; decepcionados, frustrados, melancólicos y tristes por tener que retornar de nuevo al Líbano.

Sin embargo, estos tres pasajeros libaneses sentados en la proa del barco, deseaban bajar para acercarse más a la gente que veían arremolinarse frente al muelle haciéndoles señas, mímicas y ofreciéndoles vender diferentes aves tropicales, como loros, guacamayos y otros animales raros y vistosos.

Los árabes se habían ganado la confianza del Capitán y la tripulación. Y ésta última, les insinuaban que pidieran permiso al Capitán para que conocieran la ciudad de Barranquilla.

Los tres hermanos libaneses, disgustados nostálgicos al pensar estar de vuelta para su tierra. Y ahora más cuando conocían y apreciaban estas tierras. Para esa época corrían fuertes vientos que estremecían aquella frondosa vegetación y hasta sus propios cabellos; ahora recordaban aquella historia universal que les enseñaban sobre el descubrimiento de este Nuevo Mundo.

En efecto, todos pidieron permiso para conocer la ciudad. El Capitán les hizo saber sus obligaciones, y les entregaba a cambio del pasaporte, unas tarjetas que llevarían reglamentariamente prendidas en sus solapas como transeúntes, que les autorizaba visitar la ciudad de Barranquilla, -repito- con horario de doce horas, o sea, hasta las dieciocho de la misma tarde.

¡Los tres resolvían salir a conocer la ciudad. Corrían felices a sus camarotes a arreglar su presentación personal.
Bajo un fuerte ventarrón, los tres hermanos Behaine, se proponían caminar el angosto y largo muelle con dirección al caserío llamado Puerto Colombia, que era la entrada principal del muelle; para luego escampar y posar en un rancho que quedaba al frente del parque al salir del muelle.
Ellos se estaban ansiosos, observando de cerca a la gente que transitaba a sus alrededores.
Para disimular su curiosidad, compraban un periódico y los tres sentados en una de las bancas, hacían ver que leían la primera página y de reojo miraban a quienes pasaran por el frente de ellos.
Más tarde solicitaban a un paisano compañero de viaje, el favor de escribirles en una hoja de papel en blanco la siguiente frase en español:

“Favor indicarnos a un paisano Sirio-Libanés que viva en esta ciudad, Gracias”

Los tres libaneses con la anterior hoja de papel escrita al público, se dirigen a la Estación Manuel Goenaga, con rumbo a la ciudad de Barranquilla, para ellos tomar un tranvía tirado por mulas.
El tranvía bordeaba las playas del mar caribe, y los tres encantados, veíanse pasar por el frente de un abandonado y antiguo muelle llamado Salgar.
Los tres maravillados miraban esta vista espectacular; ellos sorprendidos veían el majestuoso y caudaloso río, que con recia violencia arremetía contra las impetuosas olas del mar Caribe; las que terminaban conciliándose en intensas y turbias playas cenagosas denominadas Bocas de Ceniza; nombre que le daban al lugar por el color turbio cenizo del sedimento que allí se esparcía, para luego, transformarse en una franja amarillenta, que al remolinarse a lo vera de la playa, venía a recogerse en un cenagosos remanso, el cual más tarde este se diseca transformándose en una playa color cenizo; a lo que hoy conocemos como Puerto Mocho.
Los tres árabes llegaron a la Estación Montoya; ésta estaba ubicada donde hoy está la restaurada Plaza de La Aduana, entre la Intendencia y el nuevo barrio Barlovento.

Los tres ya en tierra firme, se sentían contentos. Miraban aquellos vendedores informales ofreciéndoles baratijas, dónde hospedarse y venderles toda clase de rebusque.

Al calmarse los anteriores vendedores, los tres árabes levantan el aviso escrito mostràndolo al público y pacientemente esperaban un espontáneo en servirles. Por fin alguien llega ofrecerles ayuda en conseguir el paisano; y era quien los llevaba donde un paisano de apellido Abdala, a quien encontraban sentado en su negocio que tenía en el Mercado Público de esta ciudad.
Este paisano era un personaje único, conocedor de aquellos intermediaros que gestionaban toda clase de diligencias: Permisos, como renovación de visas, pasaportes, pago de impuestos y otros documentos. El paisano Abdala, era conocedor de todo esto, porque él, había entrado al país ilegalmente.
Los hermanos Behaine, contaban al paisano Abdala sus aspiraciones; lo que les sucedía y de sus condiciones económicas y…, la nostalgia del pesar que sentían de tener que regresar involuntariamente a su tierra.
El paisano Abdala, al oírles, soltaba unas carcajadas burlescas, acompañada de risotada chillona; para luego reclinarse en el espaldar de su viejo taburete y decirles con clara desfachatez: -Si regresan al Líbano, es asunto de ustedes-.
-Porque bien pueden quedarse aquí en Colombia –les aseguraba-
El paisano Abdala, a más de darse a entender, les hace una exclusiva señal populacho de friccionar los dedos de la mano derecha -pulgar–índice- para indicar o sugerir, que todo se arreglaba, ¡Con Dinero!
Los tres Behaine, extrañados, se miraban uno al otro.

Analizaban discutiendo tal posibilidad, las que les advertía el paisano Abdala, y por fin, aceptaban y pedían conocer la explicación del aludido plan.
El paisano Abdala, les insistía creer y confiar en lo que él les decía.
Les anunciaba un plan consistente de retirar del barco sus pertenencias y no volvieran más a él. Y luego, se embarcaran en una lancha río arriba, hasta un caserío ribereño de nombre Arenal. Allí se hospedarían en casa del Gestor que les iba arreglar sus documentos; -claro- para ocultarse mientras el adelante tramitar las tarjetas de extranjería ante el Consulado Británico de Cartagena; donde el amigo Gestor, goza de buenas relaciones, encargándose de un todo resolverles favorablemente el anterior problema.
¡Lo que faltaba era conseguirlo pronto y acordar lo de sus honorarios!

Por fin localizaban al Gestor, quien manifestaba estar de acuerdo de lo que le prometía el paisano Abdala, más, fijándole sus honorarios y de conformidad procedían. Y más adelante, como el paisano les decía,
Los Behaine, llegaban a la población de Arenal, hospedándose en casa del Gestor.
Los primeros días, ocultaban sus identidades. Cabalgaban recorriendo fincas. Ante los vecinos del pueblo, se hacían pasar como familiares del mencionado Gestor, manifestándoles de estar en vacaciones. Con vecinos, practicaban el español; y los árabes, les hacían creer a ellos, que eran parientes del Gestor.
Todo esto sucedía mientras les gestionaban el asunto de sus papeles.
Mientras tanto en la ciudad de Barranquilla, se daba un mayúsculo escándalo por la desaparición de los tres árabes de apellido Behaine. Las autoridades adelantaban operativos para localizarles. El barco permanecía atracado más del tiempo que le habían programado. Las autoridades desplazadas fijaban y repartían avisos al público; estableciendo controles en las salidas y entradas de la ciudad.
El Capitán del barco, presentaba su denuncia ante las autoridades civiles y el Consultado Británico. Agotadas las pesquisas de búsqueda de los tres árabes desaparecidos, las autoridades manejaba unas fatales versiones, dándoles por ahogados; convencidos aseguraban que ellos decepcionados se tiraron al mar por no haber podido ingresar a Haití.
El paisano Abdala, era interrogado por las autoridades competentes porque alguien del Mercado declara haberlo visto con los tres forasteros en el local de su negocio, describiéndoles, que ellos vestían entero con sombreros de tártara.
Ya a través de medios escritos, lanzaban la grave noticia del tal suceso, lo que alertaba a la ciudadanía. Luego, trascendía la versión de unos pescadores de haber visto caer de la proa del barco, tres objetos al mar, y más, decían ver lo que les parecían unas personas, y para evidenciarlo, se acercaban a lugar, y según, veían el festín de los tiburones cuando despedazaban lo que era.
Esta versión se propagaba y calaba en la opinión pública, la que apaciguaba y cancelaba la expectativa que se tenía sobre la suerte de estos libaneses.
El tiempo pasaba y olvidaban el caso de los tres Sirio-Libanés ahogados.
Un diario de la época, registraba la permanencia extra del barco; resaltando su calado, como también, la misteriosa desaparición de los tres extranjeros que según, habían sido devorados por tiburones en aguas colombianas.
La anterior noticia, dejaba de tener importancia, y por lo mismo, olvidaban de tal manera, que los desaparecidos transeúntes no volvían a mencionarse.

Por otra parte, el Gestor gestionaba conseguir las tarjetas de extranjería ante el Consulado Británico, que para la época, era el encargado de los negocios del Líbano.
Por fin, el Gestor conseguía las citadas tarjetas, haciéndoles aparecer como primos suyos, de nombre:

“Elías, José Manuel y Domingo Fernández B:”.

El paisano Abdala, era conocido en la ciudad, Y era el intermediario entre sus paisanos y el Gestor Fernández, quien –repito- tramitaba visas, pasaportes, y toda clase de impuestos. Y era de conocimiento público, que el paisano iba cada rato a su tierra, y dejaba encargado de sus haberes a otro pariente.
Luego el Gestor entregaba las tarjetas provisionales a sus clientes libaneses, y les repetía cada rato que con ellas, no todo estaba resuelto. Que le evitaran un escándalo a él, y a su amigo Abdala.
Y para evitarlo, les sugería que se instalarán donde no corrieran riesgo sus identidades.
¡Ah! Otra cosa.
¡Que no vivieran juntos!
También les decía, que el tiempo se encargaría de olvidarlo todo.
El Gestor, manifestaba terminar su trabajo y para orientarles, les suministraba una Cartografía del Caribe, señalándoles las estribaciones de los Montes de María; y les instituía formalmente sobre las poblaciones y caminos de esa extensa región, eso sí, advirtiéndoles, que:
Bajo ningún punto de vista, escogieran para vivir o negociar, ningún puerto fluvial o centro importante.
Con estas,
A los tres libaneses su situación se les complicaba: porque no iban a trabajar tranquilos, ni tampoco podían hablar formalmente con sus paisanos; estarían aislados y sin identidad; legalmente no estarían amparados por la ley, porque ahora carecían hasta de nacionalidad, porque seguramente en su tierra, les habían dado ya de baja, y para rematar, estaban en tierra ajena.

A veces se hace duro buscar o cambiar de vida; sólo Dios, con su providencia, sabe qué hacer con nosotros sus hijos; ¡Tengamos, fe, porque para darle vuelta al mundo, debemos ir de su mano!.

Salían los tres hermanos Fernández Behaine, con las pautas trazadas por el Gestor; atreviéndose llegar a Cartagena, según, a realizar compras y poner sus correspondencias al correo para sus familiares en el Líbano.
Recorrían las calles, cuando entraban a almacén de un paisano apellido Dáger, y al oírles apellidarse Fernández Behaine se le hizo raro y desconfiado les miraba de reojo cruzando pocas palabra con ellos.
El curioso detalle les advertía su extraña identidad, por lo mismo resolvían avanzar por el tortuoso camino de Turbaco al Dique y en éste se embarcaban en una pequeña Nao, con rumbo al Puerto de Zambrano, para luego seguir a El Carmen de Bolívar, y sin tener todavía la decisión a dónde radicarse.
¡Ansiosos esperaban conocer el Puerto de Zambrano!.
¡Cuál sería la desilusión de los tres libaneses, que al bajar de la rudimentaria embarcación, descalzos subían un barranco que bordeaba el cauce del río, y los de la Nao les dicen, que donde estaban, era el Puerto de Zambrano!.
Por otra parte,
Los moradores los confundían con guerrilleros liberales del interior del país. A otros, con unos extranjeros dueños de fincas ganaderas de la región que se les conocía con el nombre de Jesús del Río.
Los libaneses alquilaban cuatro animales para trasladarse de Zambrano a El Carmen de Bolívar, llevados por un guía de acompañante.
A mitad de camino, ellos se disponen descansar debajo de un alto y frondoso árbol de Camarón, rodeado de casamatas de comején donde esperanzados abrían la Cartografía que llevaba para orientarse.
Con la Carta en el suelo, preguntaban al guía señalándole determinada ruta trazada; pero como este señor no sabía leer ni entendía el laberinto de rayas coloradas que le mostraban, solo se limitaba contestar era el color de las líneas señaladas.
En horas de la tarde llegaban a El Carmen de Bolívar, bajándose donde una familia prestadora del servicio de hospedaje. Conseguían un paisano de poco espíritu, que no les ayudaba en nada. Más adelante se relacionaban con un italiano de apellido Brigantte, quien les entendìa, o más bien les hablaba árabe; entrando en confianza y señalándoles las rutas que debían tomar.
Estos libaneses conseguían con el italiano una amplia explicación sobre las regiones inmediatas. Más que todo, sobre la clase de gente que la habitaba, la importancia de sus personajes en el mundo social y económico.
El señor Briganttie, los invitaba a su casa, brindándoles unas copas de vino y empezaba a darles cantidades de información de gran utilidad.
Ellos no cerraban la Cartografía, pasaba abierta y extendida sobre una mesa. Los tres con entusiasmo definía dónde radicarse, naturalmente asistidos por el señor Italo, quien en definitiva les asesoraba.
Por fin,
Acordaban radicarse en el Carmen de Bolívar, por la cordillera occidental de los Montes de María, hasta el Puerto de Lorica, sobre el Río Sinú, dividiéndose esta cordillera en tres zonas; Una para cada Uno de ellos:

PRIMERA ZONA: Desde el Carmen de Bolívar hasta la población de Chalán, le correspondía a ELIAS, con sede en el caserío de Don Gabriel.

SEGUNDA ZONA: De Chalán a Toluviejo, le correspondía a JOSE MANUEL, con sede en Chalán.

TERCERA ZONA: De Toluviejo a Lorica, correspondía a DOMINGO, con sede en la población de Palmito.
Las recomendaciones del italiano Brigantte, fueron amplias y sinceras para con los tres libaneses, como buen conocedor de la región.
CRÓNICA BIOGRÁFICA DE ELIAS FERNANDEZ BEHAINE

Para adjudicar la Primera Zona, señalaban a Elías, por lo sociable, amistoso, entusiasta y de capacidad comprensiva de la idiosincrasia de la gente de la Costa; también tuviese pendiente de la correspondencia de sus familiares y de la ¡Denuncia del Capitán!.

Los tres libaneses procedían firmemente de acuerdo a lo proyectado por ellos Cabalgando mulas, llegaron a Don Gabriel, pasando a hospedarse en casa de la familia de don Gabriel Puente, de quien les repetían sus vecinos, que él era dueño de un entierro de joyas y fundador de esta población.

En esta época, la familia Puente, era de prestancia social y económica en este reducido medio regional. Compuesta de cuatro hijos: Javier, Ezequiel, Román, Josefa.

Elías, llegaba de primero a su sede y quedaba posesionado pasando a vivir en casa de la anterior familia. Al día siguiente salían sus dos hermanos José Manuel y Domingo, de Don Gabriel para Chalán.

Elías, al poco tiempo de estar él en su sede, se dedicó a recorrer buena parte de la región, orientándose comercialmente.
Por su amplitud y rectitud, se daba a querer de la familia Puente. Comenzaba a trasladarse constantemente de Don Gabriel a otros en procura de negocios.
Elías, con la hija mayor de Don Gabriel, practicaba lo idiomático del árabe al español aprendiendo a entender y ser entendido. Esta hija de don Gabriel, de nombre Josefa, se interesaba hacerle estas prácticas para ayudarle a Elías, a relacionarse con la gente más importante de la región y era por lo que los dos se hicieron indispensables. Cuando sus sentimientos amorosos comenzaron acercarse llevándoles lo más pronto a contraer matrimonio, lo que esperaba el público dongabrielano, como también, los familiares de la novia, llegando los suegros y cuñados a festejarlo con beneplácito.
Contaban que.
Don Gabriel Puente, era magnífica persona, de ascendencia española. Dueño de propiedades, y una de las familias más consideradas de la región.
Con insistencia se decía, repito, que era el fundador de Don Gabriel.
Contaban que,
La pareja, Elías y Josefa, era formal y comprensiva; convenían ellos vivir en el caserío de Bajogrande, pasando a comprar unas propiedades en otro paraje, llamado Guamito, y una de estas, le pusieron por nombre, La Puente; Elías, le puso este nombre por él ofrecérselo a Josefa, a quien con cariño llamaba La Puente, por serle trabajoso pronunciar su nombre de pila: Josefa Puente.
La pareja se dedicaba a la ganadería y levante de porcinos y aves de corral. Ellos trabajaban a la par y acrecentaban sus bienes levantando la mejor casa en el caserío de Bajogrande, la cual era la mejor construida y entechada en zinc.
Alcanzaban tener una prolija familia de ocho hijos: Teresa, Alejandro, María (a quien llamaban marinita) Manuel, Dilia, Pedro, Gilma y Jacinto).

Elías y Josefa, excelente pareja. Coordinaban el trabajo y sus negocios. Era a ella, a quien le tocaba armonizar las difíciles relaciones de su esposo con los clientes y trabajadores por el irritante carácter de Elías.
Contaban quienes conocían a Josefa, que ella era de buen carácter, cariñosa, laboriosa y de una franqueza irreverente.

Elías, antes de casarse con Josefa, había tenido una hija con una señora de Palmito, de nombre Lucila, esta hija fue adoptada. Y contaban que Lucila, era blanca, preciosa y levantada en un ambiente consentido de familia.
Sus medios hermanos la adoraban más que a sus otras hermanas, y con ella, eran extremadamente celosos. Para luego, adolescente casarse con Rafael Rico, sin el consentimiento de quienes le querían.
Todo marchaba bien, hasta cuando de repente muere María (Marinita): y más tarde, Alejandro y últimamente Josefa. Estos fallecimientos ocasionaron unos remezones bastantes dolorosos para Elías, y sus hijos.
¡Ahora, viudo y, con el resto de hijos huérfanos de madre!
¡A ellos les faltaba su madre!
¡Y a Elías… su esposa Josefa!
Contaban que Elías cuando recordaba a su difunta Josefa del dolor empuñaba el pañuelo para absorber tantas lágrimas que brotaban sus ojos.
Todo lo que él veía, le traía recuerdos de ella.
Luego, con sus seis hijos, se mudaba para El Carmen de Bolívar.
Corría el tiempo, y
Elías, volvía a casarse; esta vez, con la dama Nicolasa Bobadilla Herrera, hija de Federico Bobadilla y Petrona Herrera, hermana de Humberto, Beatriz y Jorge. Con Nico, como cariñosamente la llamaban, se radicaron en El Carmen para tener tres hijos: Carlos, Elías y Carmen.
Doña Nicolasa, fue una madre para con todos los hijos de su esposo.
Elías, contaba con suerte al volver encontrar otra mujer buena.
Elías, con la señora María Teresa Cabeza, del Carmen de Bolívar, tuvo otro hijo, de nombre Antonio. Adolescente, trabajaba en el Compañía Colombiana de Tabaco en El Carmen de Bolívar, siendo trasladado a Chalán; donde se casó con la joven Blanca Díaz Osorio; sus hijos varones: Luis, Manuel, Avaro y Elías. De las mujeres recuerdo a Julia y el apodo cariñoso de las demás: La Toti, La Muñe…,
Más adelante, con una hija de Helena, prima hermana de su difunta Josefa, de igual nombre, a quien cariñosamente llamaban Chepa, tuvo una prolífica familia, compuesta de diez hijos; Olga, Guadalupe, Elías, Cristina, Alejandro, Magali, Martha, José, Orlando y Arsia.
Elías, ahora tenía tres familias más dos hijos: Lucila y Antonio.
¡Todos convergían a la unidad familiar!
¡La armonía en todos ellos era admirable!
¡Hacían una familia!.
Elías, con esfuerzo y trabajo amasaba una apreciable fortuna.
Dio oportunidad a sus hijos para educarse. Recorría periódicamente la región en son de visitar a sus familiares.
Antes de él morir tuvo que afrontar serios y trágicos problemas presentados a sus hijos y nietos, que acabaron con su merecida existencia, llegando a morir a una edad mayor de ochenta años.

Elías, era excelente familiar. Un padre ejemplar. Hombre de bien y servicial. Admiraban su reconocida responsabilidad familiar… cuando periódicamente cabalgaba por la región para visitar a sus familiares. (Q.E.P.D.)

(Un paréntesis para advertir que a continuación relataré la llegada de Domingo a su sede, debiendo ser la de José Manuel, pero por lo extensa que ésta última es, quedará para narrarla más adelante, atendiendo el llamado del Árbol).

Crónica Biográfica de Domingo Fernández Behaine

Domingo y José Manuel dejaban posesionado a Elías en su sede de Don Gabriel, y ellos salieron para Chalán, donde se iba a quedar José Manuel.
Al llegar Domingo a Chalán, permaneció en convalecencia unas tres semanas por una afección estomacal; pero una vez aliviado, siguió para su sede, que era el Municipio de Palmito.
Domingo, se acompañaba de guía, llegando en las horas de la tarde a Palmito, y al entrar a la calle principal, se acercaba a un agricultor que veía sentado en un cómodo taburete recostado al marco de la puerta principal de su casa; él engreído, fumándose un tabaco, cuando Domingo, se dispuso preguntarle: --Amigo…, Señor, hágame el favor de informarme dónde podemos pastar por esta noche, ¿Èstos dos animales?
El morador levantó su diestra, y con el dedo índice, le señalaba diciéndole con voz ronca y trabajosa:

-A la salida del pueblo…, -aclarándole-

-¿Dónde la Viuda… La Niña Raque!

Contaban, que para esa época, la Niña Raque, era joven y simpática y hacía unos años había enviudado y del matrimonio, le quedaba un hijo de nombre Benjamín.
Su nombre de pila era, Raquel Osorio Viuda de Salón, como le conocían en el medio socioeconómico del Municipio de Palmito.
Doña Raquel, era propietaria de la casa y bienes donde ella vivía. Ubicados a la salida de Palmito a las poblaciones de Purísima, Momil y Lorica. El potrero se extendía de su casa, el que se fraccionaba en unas huertas y tres corrales para disponer de pastar y acorralar bovinos. Más dormitorios para huéspedes; como también, un largo rancho grande el que servía para vaqueros, arrieros y transeúntes.
¡Este era un espléndido negocio!
Podía decirse que,
¡No había transeúnte, viajero que no ocupara estos servicios!
Domingo, esa tarde llegaba donde doña Raquel Osorio y era atendido como los demás clientes. El se esmeraba de como darse a entender en su escasa y complicada traducción árabe-español. Preguntando a quienes le atendían, que por favor le informaran si en esta población vivía algún árabe; y le respondían afirmativamente llevándole a donde un paisano de apellido Amín.
Domingo, lo saluda, identificándose ante el paisano Amín, informándole quién era él; y sus propósitos y recursos con que contaba para negociar.
El paisano Amín, hablaba más o menos el español, siéndole fácil comprender las intenciones de su paisano y de la clase de persona que era.
Domingo, más adelante se dio a conocer en la población, relacionándose con los comerciantes, terratenientes y ganaderos de la región.
Domingo, establecía el mismo negocio que tenía su hermano José Manuel, en Chalán, que era el de prestar dinero al interés, lo que le daba para hacerse a unos bienes en la región.
De los tres libaneses,
Domingo era el más tranquilo y pensante de sus hermanos. Siempre vestía de lino blanco, con finas tirantas importadas.
Desde su llegada a tierras sudamericanas, obvio, que su dieta alimenticia era otra y en consecuencia, Domingo, comenzaba sufrir malestares estomacales, y por ello, su paisano Amín, diligente, le conseguía con doña Raquel, una mejor y esmerada atención para su amigo-paisano.
Y para conseguirlo, le hizo saber a doña Raquel, el propósito de su paisano y de los recursos económicos de que disponía y la clase de persona que era y la atención merecida. Y era por lo que doña Raquel prestaba más atención, y ordenaba la servidumbre cuidar y atender con esmero a su cliente Domingo.
El paisano Amín, de nombre Salomón, se hizo amigo de Domingo.
Salomón, luego se mudaba para Momil y más tarde para Lorica.

La atención que ahora daba doña Raquel, a su excelente huésped, les acercó aún más sus sentimientos, tanto era así, que todas las mañanas, ella estaba más pendiente de preguntar por él.
Más tarde, armonizaban sus relaciones recreàndose en sus corazones aquello divino que Dios, le da al hombre, y era por lo que acordaban casarse llegando a tener diez hijos.
Emperatriz, Domingo, Rafael, Teresa, Luisana, Manuel, Genoveva, Alcides, Amira y Raquel.
Benjamín, único hijo del primer matrimonio de doña Raquel Osorio; adoptado en estas segundas nupcias. Quien por orgullo de no ser hijastro, hizo revocar tal determinación, por las diferencias que él tenía con su padrastro Domingo; llegando a desobedecerle en cobrar los intereses a sus clientes del pueblo.
Benjamín, también era de temperamento irreverente y claridoso; no tenía otra alternativa que buscar cómo independizarse; y era por lo que salio aventurar, radicándose allá lejos en un caserío fronterizo de la Guajira con Venezuela; hoy ciudad Maicao; donde se casó levantando una formidable familia, y fue donde nos conocimos, y también parte de sus hijos: Benjamín Michell, Rafael, Ángel; y sus nietos: Samir, Benjamín, Hernando, Rafael y Alexander.
Benjamín, compró una finca en la cima de la Sierra Nevada, y por lo mismo, era que conseguía con quien pasar en el Municipio de Dibulla (Guajira).
Domingo y doña Raquel, con trabajo consiguieron una apreciable fortuna. Para más adelante mudarse para Sincelejo, pasando a prestar dinero a los más ricos de la región.
Más adelante Domingo con doña Purificación Osorio Patrón, quien era prima hermana de Raquel, radicada en Santiago de Tolú, tuvo otra admirable familia de seis hijos: Marcos, Farid, Miguel, Labibe, Faride y Nacira.
Contaban como anécdota familiar, que Domingo, entre hermanos, era el más interesado por venir a América; tanto, que al oponerse sus familiares en no dejarle venir tan joven, se amenazaba dispararse con una escopeta.
Por otra parte, Elías (el de San Pedro) últimamente enfermaba comentándole a Domingo que su única hija, Mercedes, se iba a casar con su hijo Rafael, quien en ese entonces, estudiaba medicina en Bogotá. Los enamorados, se casaron y más adelante su primo Elías, moría, y sus bienes pasaron a Rafael y su hija Mercedes; motivo por el cual Rafael abandonaba sus estudios para atender su matrimonio y bienes heredados.
Elías, el de San Pedro, vino del Líbano a Colombia después de sus primos (lo que más adelante narraré).
Domingo Fernández Behaine, buen padre, de conducta intachable, también les daba oportunidad a todos sus hijos para educarse y trabajar.
Apreciación,
Los antecedentes conyugales de los tres libaneses, fueron coincidentes:
Elías, casándose con una hija de la pareja donde él se hospedó; luego, con la primar hermana del mismo nombre de su primera esposa.
José Manuel, se casa con quien le da hospedaje, para más luego, una hijastra suya con su hermano menor Salomón.

Crónica Bibliográfica de José Manuel Fernández Behaine

José Manuel y Domingo, dejaban instalado en Don Gabriel a Elías, y seguían ellos dos para llegar en horas de la tarde a Chalán.
Al llegar les toco subir un camino estrecho y empinado que daba a la calle real del pueblo, denominado El Zanjón. Pero antes de ellos llegar, se acercaron a un corral de vareta, a observar a los caballos que aseaban y le revisaban sus herrajes. Los que estaba antes de entrar al pueblo, les llevo apearse y subir a la vareta superior del corral a descansar y, a la vez a observar minuciosamente estos animales que bañaban y herraban.
A ellos les llamaba la atención los caballos.
Desde afuera, saludaban a quien les parecìa era el dueño de esos animales y él, les respondía, dándose cuenta a la vez, que eran extranjeros. El dueño los invita a su casa que quedaba más arriba detrás de los mencionados corrales a la entrada del pueblo, frente al mencionado Zanjón.
Con amable cortesía coloquial, se presentaban estos libaneses a los esposos Gaspar González Bónito y su esposa Iluminada García. Con ellos pasaban a entrar a su casa è invitándoles sentarse a descansar y esperar un café tinto que de inmediato mandaban a preparar.
Mientras tanto, los atentos anfitriones, les requerían hablaran mediante señas. Gestos, mímicas, buscando saber a qué venían, o qué buscaban por acá. Los libaneses sonrientes no entendían las preguntas hechas por estos esposos y ellos les insistían dándoles a entender, en el sentido de si en esta población podían conseguir donde hospedarse y tomar alimentos.
Los esposos atentos les comprendían lo que los extranjeros les preguntaban y hacían posible entablar conversación con ellos, para saber qué les traía a estas tierras; como también por ayudarles y explicarles lo que les fuese oportuno y necesario.
Domingo y José Manuel, le respondían manifestándoles con gesto y señas, a todo dar, dándoles a entender lo de la dormida y la alimentación para los dos.

¡Doña Iluminada, les prometía conseguirles lo más pronto donde dormir!
Tomó lápiz y papel y escribía a su comadre Porfiria, lo siguiente:
“¿Comadre, puede usted darle hospedaje a dos extranjeros libanenses, que le recomiendo?”.
Doña Iluminada, llamó a uno de sus criados, dàndole la orden de llevar la nota escrita a su comadre, advirtiéndole esperar y traer la respuesta.

El criado, le entrega la esquela a Doña Porfiria, y espera la respuesta.
Porfiria, al recibirla, la tomaba leyéndole sonriente el escrito de su Comadre Iluminada, y al respaldo le anotaba con arrogancia:
“¡Comadre, con mucho gusto!”
“¡Mándelos!”
Estos dos hermanos Fernández Behaine, contentos agradecidos de conseguir donde dormir; pasaban a expresar sus agradecimientos a su recién conocida pareja: Los esposos González García.

Los libaneses dialogaban con reserva todo aquello, hasta que por fin fueron entendiendo; para luego creer que Chalán era igual a Don Gabriel, de una sola calle; y con ambas hileras de casas de bareque a sus lados.
Para los demás era curiosa la comunicación gesticulada y ademanes con que se daban a entender. La diferencia idiomática, a todos les llamaba la atención, y les parecía raro. A unos, les traía recuerdos de la dispersión hecha por Dios, a quienes aspiraban construir la torre de babel para llegar al cielo; tal cual como lo relataron los eruditos hebreos en el Antiguo Testamento.
Más tarde, los hermanos Fernández, ordenaban al guía, llevarle sus equipajes a donde Porfiria y regresarse para El Carmen de Bolívar con los animales y devolverlos a sus arrendatarios dueños.
Gaspar, los convidó invitándoles sentarse en el pasillo-anden del frente de su casa, a pesar de la dificultad de él entenderles, a esperar el anochecer para cenar: La pareja González García para esta época (mediados de 1904) tenían poco tiempo de haberse casado.
Como antes anotaba, el predio de Porfiria, ahora constaba de dos casas, con los frentes para la calle principal. La más grande, donde ella vivía y la otra, para huéspedes.
Después de cenar, Gaspar los llevaba a donde su comadre Porfiria.

Gaspar, presentaba a los dos amigos árabes recién conocidos, a Porfiria.
Gaspar presentaba a Porfiria a los dos amigos árabes recién conocidos.
Ella, atenta los recibía señalándole dónde iban a dormir.
José Manuel se daba a entender preguntándole a Porfiria, si también les daría alimentación unos días a ellos dos, porque su hermano Domingo, seguía para Palmito. Porfiria, con delicadeza les posponía decir cuánto les iba a cobrar.
Domingo, ese otro día amanecía con una fuerte disentería, por lo que la gente le diagnosticaba en público que tenía la solitaria, (tenia); pero, gracias a unas tisanas del cogollo del árbol de guayabo; le mejoró rápido y pudo seguir el viaje a su sede que era el Municipio de Palmito.

José Manuel, se esmeraba por conservar la amistad de los amigos Gaspar y doña Iluminada. Para luego, comprarles dos caballos, de los que ellos habían visto al llegar, siendo su nombre El Cisne y El Títere; dejándolos pastados en la finca donde siempre habían estado.

Más adelante, José Manuel compraba un elegante apero para cabalgar.

La gente asombrada al ver a los citados forasteros sumados a la plana mayor de Chalán; sin saber quiénes eran ellos; sólo que eran unos conocidos de don Gaspar; les llamaba la atención por la extraña vestimenta y de no hablar con la gente del pueblo y pasar hospedarse donde la niña Porfiria. Quienes intrigados mandaban pesquisidores sabuesos para saber quiénes eran y qué buscaban. ¡Se daba esto, era por lo turbado que estaba el orden público!

El caballo El Cisne era de color blanco, brillante, manso, pescozudo, alto, de cola larga que levantaba al galopar; en cambio, El Títeres, fino, castaño claro, tres patas medias-blancas, con lucero en la frente, alto, excesivamente brioso y de buena medra.

Apreciación.
De los Fernández Behaine, el que parecía tener más dinero era José Manuel, porque sus hermanos, con frecuencia lo visitaban para prestarle para financiar sus negocios.
¡Claro!
Ellos, allá, invertían en bienes raíces.

En cambio,
La ambición principal de José Manuel, era la de comprar la mayor cantidad de morrocotas de oro que la gente guardaba en esa época. Estas pesaban unos34 gramos. Monedas que circularon en la época de la colonia. Las morrocotas, las enterraban como ahorro efectivo y otros las guardaban como reliquia.
A quienes las enterraban, le inventaban cuentos fantasmales lucíferos. En esa época la gente rumoraba y afirmaba con certeza, que quienes tenían valiosos entierros, eran Francisco Javier Chamorro y Gabriel Puente, y los Meriño de Chengue.
José Manuel, participaba en los principales y buenos negocios de corto plazo de la región; los que les daban buenas y seguras utilidades.
Las primeras morrocotas, las compró a su amigo Gaspar González, a quien le encargaba más; y no dejaba de comisionar a otras personas conseguirle.
José Manuel, no dejaba visitar con frecuencia a Gaspar, para proponerle que le insistiese comprarle el caro entierro que la gente decía tener don Francisco Javier Chamorro.
Para ampliar sus compras.
En el caserío de Salitral, encargaba a Miguel Núñez Valle, quien le insistía y le aseguraba a José Manuel, que lo que era él, le compraba el entierro a la familia Meriño, en Chengue.
Y por ello, era que en toda la región se propagaba la noticia: “…que un turco en Chalán, pagaba bien el oro que le vendieran representado en morrocotas”.

Las versiones de los entierros, llevaban a muchos hacer excavaciones en los predios de quienes decían tenerlos, sin tener noticias de haberlos hallado. Se mandaban a echar toda clase de suerte, y hasta consultaban los espíritus – para encontrarlos, y ¡Nada!

¿Cómo era José Manuel?

Oriundo de Líbano; de una estatura 1.75 CMS alto, piel clara, peinado sacando camino izquierdo, mostacho asustado, su ojo derecho, mas chico que el otro, de facciones fileñas, de un carácter directo, de vez en cuando fijaba su mirada profunda, parecía quedarse absorto.
Buen observador y detallista.
Gustaba vestir bien; enseñaba a la criada a lustrarle sus calzados y cepillar los vestidos de everfit; como también asear el apero de montar. Era ordenado en el control de seguridad sobre el manejo documental y prendario de sus negocios; los que guardaba en una pequeña bujeta color verde oscuro matizado y su interior revestido de lámina de acero inoxidable, con cerradura y dispositivo en clave. Aparentaba más de treinta años de edad.

Contaban que José Manuel no estaba a gusto en esta plaza de Chalán, ni con los comerciantes, llamándoles cicateros; quienes le conocían, afirmaban que él era arrogante e impetuoso al tratar; más de no estar conforme con el ritmo de incremento de su capital. No trataba sus clientes, sino a través de Porfiria.

A espaldas suyas los vecinos lo apodaban, “El turco ojo e gallo”.

¿Cómo era Porfiria?

Para esa época, era joven; había enviudado y se conservaba. Aparentaba unos o más de treinta años; con tres hijos adolescentes de su primer matrimonio que oscilaban entre 9 y doce años de edad.
Era blanca rosada, alta, simpática y buen cuerpo; vestía elegante a la usanza aristocrática, era amable, cariñosa, laboriosa y no le gustaba maquillarse, su rostro se mantenía siempre terso, sonrosado y fresco. Contaban que siempre gustaba posar con sus tres hijos.

Apreciación,
(A mi abuela Porfiria, la conocí en un retrato que pendía en una pared de la sala de la casa de mi tía Ana, de cabello liso, peinado hacia atrás).

Matrimonio José Manuel y Porfiria

Al año de vivir José Manuel donde Porfiria, los dos se enamoraron locamente. Y él acentuaba su cariño al verla a ella venir sonriente, a darle buenas noticias como intermediaria que era de sus negocios con los clientes y comerciantes de la región. Labor que le proporcionaba a Porfiria oportunas comisiones que le ayudaban económicamente para los gastos de su casa.
Sus relaciones se fueron intimidando tanto, que trenzaban sus corazones con sentimientos amorosos, lo que a ellos dos ya les quedaba difícil ocultarlo.
¡Estos eran tantos, que los dos se sentían comprometidos y por ello, contraían matrimonio a mediado del años de 1905!
Al casarse, José Manuel, ahora de huésped, pasaba a ser Jefe de casa.
Obvio, al mudarse para la casa principal a convivir con su esposa Porfiria, se transformaba en Jefe de casa, y dejaba de ser aquel simple huésped.
¡Qué contraste!
En cambio, ahora la abuelita Enriqueta, le tocaba mudarse de la casa principal donde vivía con su nieta Porfiria, y bisnietos, a la de huéspedes, que dejaba su Nieto político al casarse con su Nieta Porfiria.
El enlace matrimonial cambio el ambiente familiar en la casa de Porfiria, en cuanto a reglas, relación y conductas para con sus hijos y su abuelita.
¡Ya no era Huésped!
Ahora, José Manuel, era el Jefe de la casa.
¡Esto era un importante acontecimiento social!
Y se reafirmaba la nueva relación en el hogar.
En los primeros meses del año, José Manuel, era invitado por dos paisanos de Coloso, a las tradicionales fiestas de toros de Los Santos Reyes; y uno de ellos, era quien daba dos días de toro en esta vecina población.
José Manuel, para este día vestía una indumentaria especial y elegante de saco entero, sombrero de fieltro tipo inglés, además, se sobreponía un zamarro de cuero sin curtir, con el cual cabalgaba su caballo El Títere; y era el único en llevar esta elegante indumentaria, porque pensaba que iba para un acto social de alta etiqueta.
Sus compañeros de grupo, los amigos más representativos del pueblo, entre quienes se contaban: Los hermanos Adolfo, Israel y José María Angulo; Roberto Baloco, Antonio Merlano Pinedo, Bartola Beltrán Ricardo, Gaspar González Bónito, Cristóbal y Julio Paternita, Federico Huertas y Francisco Velilla.
Para esta época era el grupo más entusiasta de Chalán.
¡Tomaban alegres el camino derrochando y pirueteando sus caballos!
Al llegar a Colosó, fueron bien recibidos con entusiasmo de bienvenida por la plana mayor de la población, entre quienes se contaban don Anselmo García, y paisanos: Antonio Alegue Morad (Yussi) y Miguel Aljure; más otros de apellido Urzola, hermanos Verbel, Chano Arrázola, Francisco Paternita, y otros más.
El paisano Miguel Aljure, los invitaba almorzar en su residencia en calidad de Presidente de la Junta de las festividades de Los Santos Reyes.
Contaban que en horas de la tarde, los invitados de Chalán, subían al palco de honor de la Junta Directiva, a ver desde arriba, las corridas y a librar unos Wisky. Al atardecer, bajaban a cabalgar para lucir sus caballos en la corraleja acompañados de garrocheros.
Ellos salían aplaudidos de la corraleja, en cambio José Manuel, se quitaba el saco y comenzaba a sofocar el caballo, bajo aplausos y sones de la gente, más la música poniéndose eufórico. Prestaba un largo palo, que hacia de garrocha y espoleaba los jamelgos del caballo, haciéndole correr peligrosamente, para luego acercarse a picar los toros exponiéndose a una mala hora.
Sus amigos al verlo, lo rescataban de la corraleja sin pasarle nada.
¡Sólo perdía el Saco y el Sombrero!
El paisano Aljure, tenía pocos años de haber venido del Líbano a Colosó. Él contribuía activamente realizar las fiestas, como también construirle la iglesia católica. Para tal fin encargaba al doctor Mariano García Llorente, quien la inauguraba en estas festividades. La arquitectura de la Iglesia, la construían en típica Iglesia caribeña; con sus paredes de madera, el piso de cemento, más su techo de zinc; ahora quedaba esta iglesia de esquina, con la bocacalle de la plaza principal; frente a la casa del paisano Aljure.
Porfiria para el mes de abril de 1906 quedaba embarazada, siendo esta noticia un regocijo familiar. José Manuel, cuidaba el embarazo de su esposa; advertía qué debía hacerse para proteger el desarrollo normal del embrión; tales como lo practicaban las madres en su tierra.
¡Más adelante, Porfiria, sufría la inoportuna muerte de su abuelita Enriqueta Blanco! ¡Inoportuna, porque era quien se encargaba de sus bisnietos, y ahora se aproximaba otro!
La abuelita y bisnietos guardaban independencia de Porfiria y de su esposo José Manuel, porque ella vivía en la casa de huéspedes con sus bisnietos, ya grandecitos.

Desorientado Llegó otro Elías Behaine del Líbano

De la República del Líbano emigraba para Colombia un primo-hermano de los hermanos Behaine, de nombre Elías; quien venía con el propósito de unirse a ellos; pero por desorientado, desembarcaba en el Puerto de Buenaventura.
¡Sólo sabía que sus tres primos estaban en Colombia!
El primo Elías, pasó largo tiempo varado en Buenaventura. Aquí trabajaba en lo que le era posible para subsistir, porque su intención era la de localizar a sus primos Behaine.
¡Hacia esfuerzos por averiguarlos! Tanto en consulados, puertos y viajeros que él a diario encontraba… Y ¡Nada!
Apenas alcanzaba a saber que unos turcos Behaine, se habían ahogado en la Costa Atlántica. La gente creía ayudarle sugiriéndole bajar a través del Río Magdalena a la Costa Atlántica, y fuera averiguando de puerto en puerto.
Elías, con lo ahorrado de su trabajo se dispuso costear la sugerida bajada por el Río Magdalena, de puerto en puerto como la gente le decía.
Y tal cual, lo hacia.

El primo Elías, llegó una tarde al Municipio de Magangue, relacionándose con paisanos conocedores de corredores y negociantes de la región de la Costa y con quienes averiguaba los nombres y apellidos de paisanos que vivían en la región.
Los paisanos cacharreros de Magangue, le contaban fragmentariamente que en la ciudad de Barranquilla, decían, que unos libaneses de apellido Behaine se habían ahogado. Noticia esta que le confundía sobre el paradero de sus primos, pero se animaba en averiguar más por ellos.
Elías, seguía preguntando, a cuanto viajero conocía en la región y éstos, le identificaban los paisanos conocidos, llamándole la atención los de apellidos Fernández; porque este apellido no era del Medio Oriente, más bien castizo.
Después de permanecer semanas en Magangue, el primo Elías, recorría los alrededores del puerto. Al llegar al caserío de nombre Juan Arias, encontraba a un paisano de nombre Salomón Audén, y éste le contaba tener un hermano y un hijo en el Municipio de Ovejas, de nombre Samuel y Luis Carlos.

Con el paisano Aduén, se orientaba para llegar donde los primos Fernández, a quienes localizaba en Chalán, Don Gabriel y Palmito. Êl siguió las rutas señaladas por el paisano Aduén, hasta por fin localizarlos. Con ellos se reunía ahora para coordinar sus negocios.
Con sus primos, fue como vino a saber la verdad de lo acontecido, y con todo de tener pasaporte en regla, sus primos, les recomendaban tramitar la tarjeta con el Gestor; la que conseguía, y en adelante era su tarjeta de extranjería con el nombre de Elías Fernández B., igual nombre de su primo, con quien podía confundirse, ya que este otro primo también se llamaba Elías Fernández B.
El primo Elías, traía a su señora de apellido Farah, con quien vino más tarde a radicarse en el Municipio de San Pedro. Esta pareja tuvo una hija de nombre Mercedes, quien más tarde se casaba con Rafael Fernández Osorio, hijo de Domingo.

Por un Tris no Asesinan a José Manuel en Chalán

Después de la Guerra de los Mil Días y el Golpe de Estado, más los problemas de Panamá, el gobierno comenzaba a controlar el orden público en el país con patrullajes militares; recorriendo las veredas y caseríos, los que sufrían severos estragos por estos sucesos de la guerra generada por le sectarismo entre los partidos políticos liberales y conservadores.
El Municipio de Chalán, era considerado un tradicional baluarte conservador. Razón por la que rivalizaba con la vecina población de Colosó. Este último de mayoría liberal.
Era tanta la rivalidad entre la gente de estas dos poblaciones, que cuando el gobierno era liberal, la cabecera la llevaban para Colosó y pasaba Chalán a ser corregimiento y por lo mismo, cambiaban de nombre por el de Ricaurte. Y cuando gobernaban los conservadores, Chalán, restablecía la cabecera y su nombre. En cambio Colosó volvía a ser corregimiento y también le cambiaban otra vez su nombre por el de Ricaurte.

En esta época llegaba a Chalán una patrulla de soldados al mando de un oficial que estaba comisionado en restablecer el orden y nombrar dignatarios civiles en los cargos públicos desempeñados en forma interina. Cumplida la misión en Chalán, la patrulla militar buscaba como conseguir animales para regresarse al Distrito de Corozal, y apenas les faltaba uno. Alguien con sentido perverso, le informaba al oficial de la patrulla militar, que quien tenía dos caballos sueltos donde don Gaspar, era el turco José Manuel.
El oficial le ordenaba a un soldado localizarle y le prestara uno de sus caballos. El soldado se presenta donde Porfiria, preguntándole por el turco Fernández. En ese momento, José Manuel, cabalgaba El Títere, y se disponía salir de la caballeriza, cuando le informaban que un soldado lo buscaba en el portón.
Y a caballo se acercaba al soldado, preguntándole:
-A usted… ¿Qué se le ofrece? – Y agregaba preguntándole.-¿Qué querer conmigo?
¡El soldado con humildad campesina le respondía: -Señor turco, le manda a decir mi Teniente, que le preste uno de sus caballos para regresárselo cuando lleguemos a Corozal! José Manuel, le respondía categóricamente: -¡Dígale a su teniente, que José Manuel Fernández Behaine, no tiene caballos para prestar! Y ¡Hasta luego – le dice y sale calle arriba.
José Manuel espoleó los jamelgos del caballo, para dar este animal un salto para salir y dirigirse a la casa donde don Gaspar, a quien pasaba a comentarle con desagrado el atrevimiento del teniente que andaba por ahí.
¡José Manuel y Gaspar, no imaginaban la magnitud del problema que se les avecinaba! Gaspar, invitaba a José Manuel apearse y sentarse a saborear un café tinto en los pasillos de su casa.
José Manuel comentaba a Gaspar, que por su tierra tampoco acostumbraban beber café, que más bien era tilo o té. Mientras que las personas perversa que originaban el problema calculaban sus consecuencias. Al conocer la negativa del turco, intrigaban al teniente, quien envalentonado proponía hacer cumplir su orden.
El teniente hizo público:
¡Que si el turco José Manuel, se negaba prestarle el caballo, a él, lo mandaba al paredón, y se llevaba sus caballos!
¡Al escucharlo, alguien avisaba a Porfiria! ¡Y otros, en su gran mayoría, se apostaban en los corredores de las casas vecinas a la de Gaspar, para ver de cerca el macabro espectáculo que se iba a dar!
El teniente mandó formar a los soldados para hacerles saber la orden que iban a cumplir. Mientras Gaspar, de buen ánimo y tranquilo, conversaba con José Manuel, diversos tópicos. En realidad, él ignoraba la disposición del teniente que andaba por ahí
Doña Iluminada, con sus criados desde la ventana observaba con extrañeza la cantidad de gente que miraban fijamente para su casa.
Llamaba a su esposo para alertarlo, señalándole el gentío que veía apostada en los corredores de las casas aledañas a la suya.
¡Gaspar, como estaba de espalda, giraba su cabeza para mirar, viendo aquel conglomerado de personas que miraban a su casa, a quien también le llamó la atención!
Llegaba el pelotón militar a la casa de Porfiria, en busca del turco Fernández; era como de inmediato la gente le informaba a la patrulla, que el turco estaba allá arriba en casa de Don Gaspar.
Seguía el pelotón su marcha calle arriba en formación marcial; cuadrándose frente a la casa de Don Gaspar, de inmediato,
El teniente, desenfundaba su revólver 38 largo, preguntando:

-¿Quién de ustedes dos, es el turco José Manuel?

Al oírle José Manuel, y ver que el teniente se dirigía a él, se levantó de su silla poniéndose de pie; respondiéndole enérgicamente:

-¡Yo ser libanés, llamarme José Manuel Fernández Behaine!-

El teniente, señalándole el caballo, El Títere, el que estaba asegurado en el ventanal, le dice a José Manuel. -Señor turco, -¡Vengo por su caballo!
-Lo necesitamos.-¡Para ya! -¡Para trasladarnos a Corozal!
El carácter de José Manuel, se tornó belicoso; señalándole también su caballo, respondiéndole al Teniente:
-¡Éste caballo es mío… de mi propiedad!-
-¡No es de ustedes!-
-¡Respeten lo ajeno!-
-¡Carajo!- le replicaba-
Mientras tanto, por la parte de atrás de la casa, alguien le hacía saber a doña Iluminada las intenciones del Teniente.
¡Porfiria, ya estaba ahí!
En eso doña Iluminada se interponía entre los dos protagonistas, haciéndoles saber, que mediante el diálogo se arreglaban las cosas.
¡La gente esperaba lo peor!
Era sorprendente el gentío apostado en las calles de la población.
Esperaban lo que sería un asesinato oficialmente anunciado.
La gente peleaba la ubicación para mejorar de puesto para alcanzar ver bien el trágico suceso (era el ánimo de la gente).

¡Unos comentaban la mala suerte de doña Porfiria!
Otros querían ver muerto al Turco ojo é gallo (apodo injurioso de unos pocos).

Doña Iluminada, hacía pasar al teniente a la sala de su casa, para decirle:
-Sí, ¡Cuente usted con el caballo! –y continuaba-
¡Permítame un momento!
Llamaba a José Manuel para decirle también:
-¡Préstele el caballo, que con ellos se va uno de mis criados para regresarlo más tarde!
José Manuel aceptaba y ponía de condición de no prestar el que tenía con él sino El Cisne, pero, con otra silla. Se dieron las manos quedando todo aquello cancelado. La rápida actitud de doña Iluminada, fue más certera y oportuna, engrandeciendo la amistad de estas dos familias.

El anterior caso impactaba la ciudadanía de bien, viendo en doña Iluminada la persona salvadora de la vida del Libanés, quien también tuvo una actitud valerosa. Desde este día, José Manuel, no dejaba cintarse el revólver, razón por la cual, en adelante, lo respetaban y lo admiraban.

Nacimiento De Manuel Fernández Ricardo

Al finalizar este otro año de 1906, Chalán se preparaba festejar la tradicional fiesta de la Virgen María; la que se festejaba con actos religiosos seguida de tres a cuatro días de toros con sus respectivos fandangos, (los días 19, 20 y 21 hasta el 22 de diciembre) complementándolos con las Pascuas del Año nuevo.
Era tradicional que los primeros días de diciembre, todas las madrugadas en la plaza principal, hicieran detonar recámaras con pólvora para anunciar las festividades de la Virgen María; y como la casa de Porfiria, estaba cerca de la plaza principal, las explosiones le impresionaba; pero gracias a Dios, que la gestación avanzaba dentro del período de los nueve meses, sin embargo, a José Manuel, le preocupaba la salud de su esposa Porfiria, por lo que solicitó a los directivos de la fiesta, que explotaran estas recámaras en un lugar más distante de su casa.
En atención, los Directivos ordenaban explotarlas allá arriba frente a la casa de don Francisco Javier Chamorro; conjuntamente en esta otra plaza, se daba otra fiesta simultánea con la del barrio abajo, en veneración de esta “otra” virgen María. Virgen que simulaba verse delineada en una pequeña piedra negra, donde ingeniosamente parecía verse como milagro. La mayoría de los vecinos del barrio arriba, eran sus feligreses más fervorosos y creyentes de ella; la que con tradición exponían en un nicho para su culto y veneración pública.
Para esta fecha se daban las dos fiestas, en simultáneas en las dos plazas: La del barrio arriba, con la del barrio abajo; ambas religiosas y profanas. La del barrio abajo, la daba la comunidad. Y la del barrio arriba, don Francisco J. Chamorro.

¡Al término de la alegre y prolongada fiesta, el último día de toros, sábado veintidós de diciembre de 1906, en horas de la tarde, Porfiria, daba a luz, a su cuarto hijo, dándose felizmente este parto, atendido por la señora Clementina Rodríguez!.

Sus hermanos mayores, al verle, regocijados gozaban de lo bueno de tener a esta bella criatura (su benjamín) que esperaban con ansiedad.
En casa de Porfiria, ansiosos esperaban tal nacimiento, por lo mismo, pasaba ocupada con sus amistades; la mayoría de la gente del pueblo, agradecidas venían a felicitarle trayéndole toda clase de presentes y bonitos detalles al recién nacido, el que ahora alegraba la casa.
Las hijas de Porfiria, con la criada, peleában turnarse para cargar y pasearle en la población. Y era en esta clase de ambiente donde crecía el Niño en medio del cariño de todos.
Meses después,
Cumplía diez meses de nacido, cuando un día festivo del mes de octubre, lo llevaban a bautizar a la iglesia de Ovejas aprovechando las fiestas patronales de San Francisco de Asis. Con èl salìan de Chalán en un moisés colgado en una parihuela, turnándose los feligreses en todo el camino.
Cuando subían a la cúspide de la loma más alta del camino, podían ver atrás, aquella romería de gente de a pie en fila india, la que también iba para la fiesta de San Pachito, en Ovejas.
A este interesante sacramento, asistían la mayoría de parientes de apellido Ricardo y lo apadrinaban la simpática joven de la sociedad de esta población, María Piedrahita García, y el primo de Porfiria, Leopoldo Ricardo González, registrándole con el segundo nombre de su padre, más sus apellidos: Manuel Fernández Ricardo.
Manuel, crecía, y su padre por encargo, le compraba un sombrero pequeño estilo Cordobés; con el cual a él le agradaba verlo. Pasaba bien vestido con pantalones color caqui, sostenidos con tirantas o máquinas; vestía camisas blancas con medias altas con botas negras. Todos los días José Manuel lo paseaba por las calles de Chalán, llevándole donde sus amigos para que jugarán. La gente se acercaba a saludarle, y él le estrechaba la mano como si fuera adulto.

Manuelito, como cariñosamente lo llamaban; tendría unos seis años de edad, cuando su hermana mayor, Amira Martínez Ricardo, contraía matrimonio con Carlos García Villabonett, hijo de Diego León García y Rosa Villabonett Ortega, oriundos del Municipio de Ovejas. El suegro de Amira, era tío de la madrina del Niño. De esta pareja nacían: Carmen Julia, Flora Teresa, Ernesto, Roque y Diego León. El matrimonio se llevaba a cabo en Ovejas, festejándose en casa del suegro de Amira. El novio, era empleado del Correo Nacional de Ovejas, y aprendía por correspondencia telegrafía del sistema Morse.

Llegada de Salomón Behaine a Colombia

Este otro año José Manuel, recibía carta de sus familiares del Líbano, donde anunciaban que su hermano menor, Salomón, estaba por salir para Colombia, para que tuviese pendiente por recibirlo en el Puerto Marítimo de Cartagena.

Salomón, venía a instancias de su hermano José Manuel, quien unos días más tarde lo recibía. Era de suponer que los dos hermanos sentían satisfacción y alegría volverse a ver; después de más de ocho años de ausencia. Salomón, como era obvio, traía su pasaporte a nombre de Salomón Behaine.

Los hermanos pasaban días conociendo a Cartagena; y con ayuda del gestor antes contactado, otra vez, tramitaban esta otra cédula de extranjería, con otro apellido: Salomón Fernández Behaine.
El consulado, a través del gestor, solicitaba al inmigrante libanés, unas fotos recientes, requeridas para su nueva cédula de extranjería.
Los dos hermanos fueron a un estudio fotográfico, el cual en esta época, era el más eficiente de la ciudad, con un elegante aviso o razón social “Fotografía Narváez”.
Después de las fotos para el consulado, se tomaban otras más, mandándolas a enmarcar en elegantes cartulinas estilo postal. Antes de tomarse las fotos, José Manuel, aprovecha obsequiarle a su recién llegado hermano Salomón, un precioso prendedor de 18 quilates, estilo helicoidal, parecido a un resorte. ¡Su hermano, con un fino alfiler, apuntaba el prendedor en la solapa del saco de su hermano Salomón!
José Manuel no dejaba recordarle a su hermano Salomón, que en adelante, en todos sus actos públicos y privados, se identificara como decía la cédula de extranjería: Salomón Fernández B. y guardara bien su pasaporte.

Visitaban el Consulado Británico y sus oficinas de inmigración, con el fin de arreglar el pasaporte de Salomón, para que pudiera permanecer más tiempo en el país.
Para trasladarse a Chalán, tomaban el puerto de Zambrano, El Carmen, Bajo Grande y Don Gabriel, donde pasaban a saludar a su hermano Elías. Por fin llegaban a Chalán.

José Manuel pasó a presentar a Salomón, a sus mejores amigos y clientes. Y él tendría veintisiete o treinta años de edad. Era un poco más bajo de estatura que José Manuel, más bien del alto de su hermano mayor, Elías; de bigotes bien arreglados. Más tarde visitaban a Domingo, en Palmito, quien como Elías y José Manuel, ambos ya tenían hijos. Salomón, después de estar un tiempo en Chalán, su hermano mayor, conceptuaba necesario que su hermano menor fuese independiente en manejar sus negocios, porque estos, los manejaban él con Porfiria, y era como le ayudaba abrir un almacén en la casa que más tarde era de Julio Paternita V.
Era de suponer, que los tres hermanos, partían de su tierra con suficientes recursos económicos, con los que pensaban poder instalarse en otras plazas importantes; pero se descartaba esta probabilidad, porque habían ingresado irregularmente al país, lo que les obligaba internarse en las citadas regiones montañosas y apartadas.
Matrimonio Ana Martínez Ricardo / Salomón Fernández Behaine.
Para el año 1912, Salomón, sostenía relaciones sentimentales con la señorita Ana, hija menor de Porfiria, e hijastra de su hermano José Manuel; con quien más tarde se casaba y necesariamente se independizaban instalándose en el Municipio de Ovejas, donde instalaban el almacén en casa de propiedad de un señor de apellido Mendoza.
Al año siguiente (1914), volvía a presentarse la terrible plaga de la langosta, que desolaba la región, y por consiguiente, sus poblaciones. Los propietarios de fincas de los lados de la alta montaña, contaban con suerte, porque a esta no llegaba la plaga, y en consecuencia, sus dueños alcanzaban vender sus cosechas a unos buenos precios, entre estos, las familias Sierra Puente y Beltrán Balseiro. Más adelante.
En esta misma época estalla la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918) a raíz del asesinato del Archiduque Francisco Fernando, de Austria, en Sarajevo. Por lo que Siria, Turquía y parte de los países asiáticos, se convulsionan. Este sangriento episodio, conmocionaba la situación religiosa y acrecentaba aún más la violencia en el Medio Oriente.

Regresa José Manuel Fernández B. al Líbano

Los hechos de violencia y muertes de algunos paisanos en la provincia de los hermanos Behaine, en el Líbano exasperaban a José Manuel. Y era como en las cartas recibidas, le anunciaban la muerte violenta de unos seres queridos.

José Manuel frecuentaba más a Ovejas, para visitar su hermano Salomón, para ponerlo al tanto de la violencia anunciada, y de su enérgica decisión de ir al Líbano, con el firme propósito de arreglar su situación legal de inmigración y la de sus dos hermanos. Con esta decisión, José Manuel, llevaba más de dos meses, mientras reunía el capital que tenía invertido en sus negocios a corto plazo, porque las morrocotas que había adquirido las tenía guardadas.
Sobre la aventura del crucero que José Manuel haría en su viaje, Porfiria, no ahorraba tiempo para conversar con él; diciéndole, que antes de irse, dejara un respaldo económico a su hijo Manuelito, por lo del riesgo del viaje; lo que a ellos les parecía bien. Por otra parte,
José Manuel, trataba como de convencer a Porfiria, diciéndole, que al él irse, se llevaría todo su dinero para regresarlo invertido; explicándole, que con su pasaporte en regla, tendría mejores perspectivas en otras plazas del país. El proyectado viaje al Líbano, no trascendía al público, sino mucho después de su partida.
José Manuel, era consciente de la irregular condición suya para salir del país; que no era otra, que la misma como el había entrado, y por lo mismo, era que proyectaba salir por el puerto del caserío de Berruga, corregimiento de San Onofre.
Porfiria, sufría mucho con esos fatales presentimientos que la entristecían. Y ahora, sin fórmula de salir de su oscura soledad. De cómo impedir el viaje de su marido, lo que le puso a sollozar. Esquivaba la mirada de su hijo, para no ahogar su sentimiento maternal. Y más… cuando imaginaba la triste y repetida historia de volver enviudar con otro hijo huérfano de padre.
José Manuel, comprendía y entendía la desesperación que tenía Porfiria, por su proyectado viaje. En cambio él, acariciaba también la idea de llevarse a su hijo y con malicia pensaba, que así como se iba a escondidas, también podría llevárselo a él. Pero no, esto sería imposible, por la rigurosa oposición de su madre Porfiria; congraciándose él con ella, al proponerle esta remota idea para distraerle.
Masa adelante,
En 1914, Ana Martínez Ricardo, venia a Chalán a dar luz a su primogénita hija, que recibía la legendaria comadrona Clementina Rodríguez, la que más tarde bautizaron registrándole con el nombre de Berta. Le dieron este nombre, en memoria de la madre de Carlomagno.
El año siguiente Ana, volvía a quedar embarazada.

A Salomón y Ana, les iba bien con el almacén de mercancía. Porfiria, viajaba con frecuencia a Ovejas a darles vuelta a su hija y a su Nieta; unas veces se la llevaba para Chalán.
La Niña, recibía buenos regalos enviados por sus tíos paternos. Por otra parte, Ana, con frecuencia le comentaba a su madre que quería irse para Chalán, argumentándole que en Ovejas, no se sentía bien, porque se sentía como sola, le faltaban sus familiares.
Ahora en casa de Porfiria, sentían un ambiente de angustia, por todo girar en torno al proyectado viaje de José Manuel. Aunque él les manifestara que iba a volver en mejores condiciones para abrirse a trabajar en otra mejor plaza que le prometiera prosperidad.
En casa de Porfiria, todos estaban tristes y les acusaba la brillantez de los ojos lacrimosos de tanto llorar.
¡Cómo sería, que hasta Isolina, la compañera consentida de Porfiria!
¡También lloraba desconsolada!
Para esta época, ¡Manuelito, tenía nueve años de edad!
José Manuel, de buen ánimo le explicaba a Porfiria, que él no invertía en lo que le obligase a permanecer más en esta región.
Que al regresar, escogería una ciudad amplia.
Que tan pronto arreglara su situación legal, como también la de sus hermanos, todo iba a cambiar.
Mientras tanto, seguía recibiendo cartas de sus familiares del Líbano, donde le contaban los acontecimientos de hechos de violencia que le atormentaban.
Porfiria, no descansaba en repetirle a José Manuel, el peligro y el riesgo que afrontaría en su proyectado viaje. Que por precaución, le dejara algún respaldo económico a su hijo Manuelito, en caso de él quedarse, o no pueda regresar.
José Manuel, silencioso meditaba ratos, para luego responderle a Porfiria;
-Sería dejarle un bien a mi hijo- Yo también estoy de acuerdo contigo –le dice-
-y le agregaba-
-¡Voy a pensarlo!
Para facilitar el transporte de los morrocotas o monedas de oro, José Manuel, le encargaba a Eusebio Ricardo Barreto, pariente de Porfiria, hacerle una ancha correa o cinturón de cuero, con amplias hileras de espacios tubulares como si fuesen cartucheras de deposito, para guardar las morrocotas, en caso de él llevárselas.

También mandaba razones a quienes se encargaban de comprarle morrocotas de oro, en tal sentido, de que si se las traían antes de él irse, las pagaría a un mejor precio, siempre y cuando fuese antes de él viajar.
¡Porfiria, desesperada! ¡José Manuel, se compadecía de ella!
¡Pero él no desviaba su intención!
Y con gesto convincente, José Manuel de repente le dice a Porfiria:
-¡Si yo tuviese seguridad de no regresar, no pensaría dos veces en llevarme a Manuelito! Lo que irritó a Porfiria, de tal manera, que le replicaba con carácter diciéndole: -¡Por nada del mundo, permito separarme de mi hijo Manuelito!
-¡Ni en chanza, me lo vuelvas a decir, y menos proponérmelo!
A José Manuel se le ocurría proponerle a su cuñado Belén, comprarle la finca Cerro Grande, para dejársela a su hijo. Esta idea le pareció buena y acertada a Porfiria, y atenta de inmediato solicitaba a Isolina, ir donde su hermano Belén, y le dijera venir acá rápido a la casa, que lo necesitaban urgentemente.
El llamado urgente de Porfiria, le causaba extrañeza a Belén, y de inmediato salía a atenderles. Al llegar, después del saludo protocolario, les preguntaba:
-¿Cómo están ustedes por aquí? -¿En qué puedo servirles?
Y sin pérdida de tiempo, Porfiria se dirigía a él respondiéndole
-José Manuel, necesita hablar contigo-
De inmediato, José Manuel, le preguntó a Belén:
-¿Cuánto vale o pide por su finca Cerro Grande? –agregándole-
-Para comprársela y registrarla a nombre de mi hijo, Manuelito, para cuando él sea mayor; si es que yo no pueda regresar del viaje que tengo proyectado para ir al Líbano a visitar a mi familia-
José Manuel con el trabajoso español volvía a explicarle a Belén, aclarándole:
-Y al comprársela, sería para dejársela de respaldo económico a mi hijo, en el supuesto caso que no pueda regresar –le repetía- y la registren a nombre de mi hijo Manuelito, para cuando él sea mayor de edad; mientras tanto, Porfiria, se encargaría de la finca. -y continuaba José Manuel:
-Y en caso de realizar negocio, a la Promesa de Venta, se le insertará un pacto retrocesivo, obligándose a las partes, a deshacer o echar atrás el negocio en caso de yo egresar del Líbano, si así yo lo disponga-
Belén, atento escuchaba su cuñado, pero él en ese momento, se sentía fuera de sí. Al no saber cuánto pedir por la finca, pasando a solicitar pensarlo y consultarlo con su señora Cándida, como también con sus hijos mayores. Quedando, que más tarde le mandaría la respuesta y salía cabizbajo para su casa.
Belén, regresaba a su casa. Entraba en él una confusa versión de lo que no entendía ni sabía comprender las razones que tenía su cuñado para ofrecerle comprar la finca y decirle todo aquel trabalenguas que le oía.
¡Y venían a su mente tantos interrogantes!
Y preocupado llamaba a su mujer y a sus hijos para comentarles la propuesta del turco José Manuel.
Los reúne a todos, queriéndoles explicar lo que le era posible entender de la propuesta de su cuñado José Manuel, en comprarle su finca Cerro Grande.
-y continuaba diciéndoles-
-Me propuso unas cortas y otras largas de hacerse a mi finca para su hijo, con unas triquiñuelas y unos trabalenguas difíciles de entender –para preguntarse sin rodeos: -¡Carajo! ¿Será que el turco quiere volarse?
-¿O tendrá problemas con el comercio? –y agregaba-
-¡Esto me huele a raro!
Y terminaba diciéndole a Cándida:
-¡Yo no vuelvo más donde Porfiria!
-¡Ves tú! Y dile…
-¡Que no le podemos vender la finca!
A más de su extrañeza por la propuesta, Belén, se prevenía enfrentarse con Porfiria, por conocer su fuerte carácter. También que al venderla, su hermana los echaría, y no les dejaría recoger las cosechas que todos tenían en ella.
En definitiva, Belén resolvía no vender la finca, para no tener problemas con su hermana Porfiria, porque con seguridad, ella iba apropiarse de los cultivos que ellos individualmente tenían y para dónde iban a llevarse el ganado que tenían.
Por fin Belén, le solicitó a su señora Cándida llevarle la lacónica respuesta:
¡De no venderle la finca!
Cándida, pasó al tocador arreglar su presentación personal; para luego llegar a donde su cuñada Porfiria, con la razón que le mandaba su hermano Belén.
Cándida maliciosa, perspicaz, también averiguaría la verdad de su concuñado
¡De lo que a él le pasaba!
José Manuel con su serio carácter recibía a Cándida, retornándole su saludo y señalándole dónde sentarse con ellos en la sala. Estaban reunidos, a más de José Manuel, estaba Porfiria, Cándida, Manuelito y la jovencita Isolina.
(Esa mañana, Manuelito estrenaba vestido y escuchaba a sus mayores con la inocencia contemplativa propia de su edad).
Cándida, sin preámbulo, pasaba a darle la razón de su esposo a José Manuel, en el sentido que no poderle vender la finca.

Porfiria al oírle la respuesta, se le ruborizaba su piel, causándole extrañeza la negativa de su hermano Belén; lo que le mortificó sobre manera, tanto… que no resistía, pasando a retirarse a su alcoba.
José Manuel, con superficial amabilidad le decía a Cándida:
-De mi parte, puedes irte, llevándole mis gracias a tu esposo Belén.
Cándida, comprendía el desagrado que causaba la respuesta de su esposo; ¡Se levantó y se fue!
¡José Manuel desilusionado quedaba mirando la serranía que tenía al frente; y por otra parte, Manuelito, esperaba que terminaran la charla, para que su padre lo montase a caballo y lo llevara a la finca de don Ester Rivera, que quedaba a la salida para Colosó; para él recoger anones, ciruelas, mamones y nísperos, los que siempre estaban en cosecha.
En esa época, Manuelito era un niño, de cabello fino, delgado, ojos color miel, boca mediana, labios finos. Afirmaba que su caballo preferido era El Cisne, por manso. Ya disponía de un fino apero de cuero que su padre le había regalado: Una elegante montura, tipo Galápago
Salía a la calle, más bien de manos de sus padres.
La respuesta de Belén contrariaba a Porfiria. Y por lo mismo, su ánimo estaba alterado, menos Manuelito, quien sólo esperaba lo prometido por su padre.
José Manuel al respecto, no hizo ningún comentario, sólo respondía el saludo que le mandaba Belén, con su señora Cándida.
¡Y el Cisne… ahí, ensillado!
En espera de sus dueños: José Manuel y Manuelito, para llevarles a la finca.
José Manuel seguramente pensaba en su tierra y estaba tan concentrado que hasta el café tinto que le habían servido se le había enfriado.
Porfiria pensaba constantemente en el futuro de su hijo. Pasaba esperando la oportunidad para volver a remover el asunto a José Manuel. Sentía la falta de solidaridad de su hermano Belén, lo que le entristecía y le apenaba con su esposo y consigo mismo.
Porfiria, inteligentemente propiciaba otra nueva reunión para volverle hablar a su esposo sobre el caso del futuro de su hijo. Se presentaba esta otra ocasión preguntándole a José Manuel:
-¿Qué tal, si mi compadre Gaspar te vende una de sus fincas en las mismas condiciones que ofrecisteis comprárselas a mi hermano?-
-¿Se la comprarías?-
José Manuel le respondió con un solo:-¡No!-
-¡Él no es de la familia!- -le dice-
José Manuel con sus hermanos, más el primo Elías, de San Pedro, se reunían en Ovejas en el almacén de Salomón, para comentar y discutir sobre su viaje. Acarándoles detalladamente a sus hermanos y a su primo, cuál era el objetivo principal de su viaje al Líbano, que no era otro que diligenciar la legalización de sus pasaportes y las visas de los tres primeros en llegar.
¡Allí en voz alta discutían en árabe, lo que a los vecinos les parecía de estar ellos peleándose!
José Manuel encargaba a Salomón respaldar a Porfiria y a su hijo Manuelito. La inversión del almacén, más bien era de José Manuel. A Salomón le dejaba otras cuentas por cobrar que le debían sus dos hermanos.

Un viernes temprano llegó de Salitral el señor Miguel Núñez a donde Porfiria, como buen cliente de José Manuel. Ahora venía a venderle morrocotas de oro que había comprado en Don Gabriel y Salitral; y las traía, en atención a los últimos precios que había ofrecido para estos días.
José Manuel después de cancelarle dichas morrocotas a su cliente, lo invita almorzar; en esto, le informaba que él pensaba viajar a su tierra, el Líbano, a visitar a su familia. Argumentándole, las razones de no irse por el Puerto de Cartagena, por lo desorientado que él estaba del tráfico marítimo de los barcos que cruzaban el Mediterráneo.
Que más bien se iría por Berruga.
Miguel Núñez, informaba a José Manuel su conocimiento del puerto que iba tomar para emprender su largo viaje desde el Puerto de Berruga, corregimiento de San Onofre, donde tantos barcos fondeaban para desembarcar mercancía de contrabando, agregándole, que los moradores del puerto sabían con certeza sus itinerarios, fechas de llegada, procedencia, nombres y hasta destinos.
José Manuel preguntaba a su amigo Miguel, si él conocía bien el camino para llegar allá. Respondiéndole que sí; que tenía hasta amigos por el camino y en el Puerto; haciéndole breves y amplias descripciones topográficas para llegar a Berruga. Esto convencía a José Manuel, que su cliente y amigo Miguel, era la persona de confianza con quien podía y debía acompañarse en esta travesía.

José Manuel y Miguel, hablaban lo suficiente de lo que ellos necesitarían en esta travesía para llegar al citado Puerto; lo que era subir y subir y atravesar la altísima montaña llamada Los Campanos, para luego bajar al corregimiento de Chinulito y tomar otra vía para llegar a Berruga, pasando a considerar otras alternativas como también de los honorarios que cobraría Miguel, dejando esto a conciencia de José Manuel.

Miguel, prometía por regresar el próximo lunes temprano a Chalán, para subir por la vieja servidumbre de las fincas de Sereno Abajo y Sereno Arriba, Cerro Grande, Los Campanos y bajar al caserío de Chinulito, y luego buscarían el camino que los llevaría a Puerto Berruga.
José Manuel alistó su ropa que guardaba en una maleta donde también tenía los documentos y las prendas por llevar. Esta maleta era una bujeta de color verde aceituna, con su interior revestido con una delgada fina lámina de acero inoxidable; con cerradura y combinación en clave; más aquel cinturón ancho de cuero con tantos depósitos tubulares, el que para tal fin le mandó hacer a donde Eusebio Ricardo, para atiborrarlo de morrocotas y llevárselas.

José Manuel, disponía llevarse poca ropa, porque la mayoría de ella la dejaba para cuando volviese, y si no, la regalasen a su paisano que vivía en Ovejas, de nombre Salomón Hardau.

Contaban que José Manuel y Porfiria estaban pendientes de bautizarle un hijo a Miguel, que sólo esperaban era la oportunidad del cura en Chalán o Don Gabriel. Por otra parte, el ambiente de la familia de Porfiria, ahora se tornaba preocupante por la ida de José Manuel.
Porfiria, no de muy buenas ganas, bien temprano todos los días visitaba a los clientes de José Manuel, cobrándoles el dinero debido para él llevárselo para el Líbano.
El tiempo que antecedía el viaje, -repito- era de íntima tensión familiar. Cada vez que se reunían, él advertía que regresaría pronto; y les reiteraba que en su ausencia, su hermano Salomón quedaba encargado.
En la fecha prevista, llegaba Miguel Núñez.
José Manuel, ya estaba listo, esperándole con su caballo El Cisne, bañado y ensillado. Ahí con él, estaba su hijo Manuelito, bañadito, cambiado de ropa como si también fuera a viajar con él.

José Manuel, se acercaba a su hijo abrazándole y pasaba a estamparle tantos besos en su frente. Con arrogancia, le pronunciaba unas frases en árabe, como queriéndole dar ánimo, valor y esperanza. Seguidamente, José Manuel llamó a Porfiria, tomándole en sus brazos y besándola. Le decía repetidas veces que lo esperara; que él pronto vendría; le daba tantos besos en medio del cariñoso abrazo, que a los demás les parecía que sus labios apuntasen su rostro, sólo para pronunciarle, Uno, Uno, Uno: mientras los dos se inclinaban uno al otro en estos momentos de dolor.
Seguramente los dos meditaban:
¡Que serían los últimos instantes que pasarían juntos!
¡José Manuel, montaba y salía en su caballo blanco!
¡Las miradas, buscaban unos a otros!
¡Y parecían, decirse los dos, que se darían las últimas miradas!
José Manuel puso en marcha su caballo y con su diestra blandía el sombrero de fieltro, para despedirse al tiempo de ellos y sus vecinos, y se alejaba calle arriba con su guía por delante; mientras,
Porfiria, con su hijo Manuelito, tomados de manos quedaban viéndoles cruzar la plaza principal, hasta ellos doblar la esquina de la Telegrafía y perderse de vista.
Porfiria, tomaba a su hijo ocultándolo en sus brazos. Lo aprisionaba contra sus pechos para luego dejarse caer con él en la cama a sollozar presintiendo que no volvería a ver mas a su esposo, y por consiguiente, ella nuevamente viuda, con otro hijo huérfano de padre.
Belén, al enterarse de la partida de su cuñado, llegaba con su señora Cándida a donde Porfiria, con la intención de hermano, consolarle. Después saludarse los dos, con tristeza, Porfiria, le comentaba a su hermano lo que pasaba y su presentimiento. Pero en este momento de preocupación y rabia, culpaba a su hermano de haberse negado ayudarle.
Sin embargo, como devota rezaba y oraba con fe pidiéndole a Dios, y a la Virgen de la Carracuca que José Manuel, volviese pronto.
Mientras tanto, José Manuel y Miguel, subían la montaña. Llegando donde la familia de apellido Sierra Puente, y con ellos cambiaron el caballo El cisne que montaba José Manuel, por una mula, porque el caballo cojeaba doliéndole una de sus patas, al despendérsele la herradura de uno de sus cascos.
Contaban que el camino de la montaña, era oscuro, tenebroso y escabroso.

De los Campanos bajaban a Chinulito, y de aquí, tomaban la vía más expedita para llegar a Puerto Berruga. Apenas llegaron, con los moradores del Puerto, José Manuel, acudía a informarse sobre los barcos que estaban por llegar. Más bien, él se disponía a esperar uno de los países asiáticos y efectivamente a los tres días llegaba. De inmediato, contrataba un velero que estaba ahí al servicio de los contrabandistas, para en él trasladarse al barco. Luego, José Manuel disponíase abordarlo a través del telar o escalera de cabuya adherido al costado del barco; mientras so compañero Miguel, lo esperabas en el velero con su equipaje.
Miguel se asombraba al ver con qué facilidad, José Manuel, subía por una de las costillas del barco –repito- a través del telar de cabuyas, la que le parecía una telaraña, ó simplemente un telar.
Y admiraba la facilidad de entendimiento rápido con que trataba la tripulación del barco, quienes parecían también árabes.

José Manuel, después de acordar y convenir con la tripulación su transporte al Líbano, bajaba al velero a recoger su maleta; despidiéndose con abrazos de Miguel; le gratificaba agradeciéndole y recomendándole llegar a donde Porfiria, a llevarle el caballo el Cisne, que bajaba en la montaña en la finca de la familia Sierra Puentes, Y volvía a renovarle sus salutaciones, anunciándole su pronto regreso y… deseándoles,
¡Buena suerte! ¡Y a Dios!
El barco pitaba largo anunciando su marcha. Y Núñez, se disponía regresar a tierra firme, pensando haber terminado su compromiso de acompañar a José Manuel, mientras esperabas perder de vista el barco, para disponerse montar la mula, y echarla por delante para regresarse para Chalán.
Miguel, admiraba asombrado a José Manuel. Al verle sin complicación en esta aventura y recordaba cuando se ajustaba al cinto, aquella ancha pesada correa de cuero, la que a cada momento aseguraba aún más.
Llegó a Chalán a llevarle el caballo de nombre el cisne a su comadre Porfiria. Pasando a contarle la odisea de la laga travesía que tuvieron que hacer; mas los curiosos detalles nostálgicos personales que los dos tuvieron al marchar por aquel trayecto.
¡Y los emocionantes momentos de su partida!
Porfiria, le escuchaba profundamente triste la rápida verbosidad recordatoria del compadre, haciéndole llorar; presintiendo ahora más que nunca, de que ella estaba predestinada a volver a enviudar otra vez si recordaba que del primer matrimonio, quedaban tres hijos, que con esfuerzos y sacrificios levantó a su temprana edad; y ahora, seria otro: Manuel Fernández Ricardo.
La única endeble esperanza con la que ahora contaba en este momento, era con su cuñado y yerno, Salomón, quien quedaba en Ovejas con su hija Ana y su nieta Berta, ¡Ah!
Y ahora… ¡Ana, nuevamente embarazada!
¡Del viaje de José Manuel, no se supo mas nada!


Se regresa Salomón Fernández Bahaine para El Líbano
1915

Salomòn, a mediados de este año, recibía carta de sus familiares del Líbano. Al leerla, saltaba con locura destruyéndola y haciéndola añicos y disponiéndose a inventariar todas sus cosas personales; y resolvía prepararse para marcharse también para su tierra, llevándose con dolor y rabia sus manos a la cabeza y diciéndole a su esposa:
-¡Ana, ¡Han asesinado a mi hermano José Manuel!
-¡Ocúpate de mis cosas!
-¡Estoy dispuesto a viajar al Líbano!
Salomón, cerró el almacén acostándose y cubriendo su rostro con una toalla; y Ana, recogía los papeles hechos añicos por su marido, y los guardaba.
Salomón hizo lo posible por comunicarse con sus hermanos Elías y Domingo, para darle la fatídica noticia de la muerte de José Manuel y la disposición de él irse y hacerles otras formales y serias recomendaciones sobre Ana, su hija Berta, sobrino Manuelito y de su Hijo que estaba por nacer.
Horas después, ordenaba sus cosas de viaje, encomendándole sus negocios a su esposa Ana. Disponiéndose a buscar su pasaporte para viajar al Líbano. Al saberlo Porfiria, de inmediato se trasladó a Ovejas para hacerle compañía a su hija Ana, y a su nieta, Berta.
¡Ahora, las dos amenazadas de vestir de negro!
¡Lloraban desconsoladas pensando con tristeza que madre e hija, iban a tener igual destino! Salomón trataba de animarles, consolándoles y prometiéndoles pronto volver. Sus ojos llorosos también miraban con dolor y rabia el pasaporte y aquella postal donde aparecía con su hermano en Cartagena. Para luego pasar a despedirse de Ana, de su hija Bertica y su suegra Porfiria y de improviso, se acercó a Ana, a besarle el vientre donde estaba su segundo hijo.
Salomón, tomó todas sus cosas personales y montaba el animal con el criado por delante, dirigiéndose vía Zambrano-Cartagena y desde este puerto, para su tierra.
De aquellos encargos y de las terminantes recomendaciones que Salomón les dejaba a sus hermanos, de estas, sólo conocían, Elías, Domingo y Ana.
Las versiones de las citadas recomendaciones eran que los bienes dejados a cargo de sus hermanos en Colombia, eran para sus sobrinos Manuel, Berta y de quien ahora estaba por nacer en el vientre de Ana, (Rafael Guillermo) para cuando estos menores fueran adultos.
Ana, quedó triste con esta nostálgica soledad. Su esperanza estaba ahora en sus hijos y su juventud.
Romerías de parientas y amigas llegaban a consolarle; le contaban antiguas historias de otras amigas que también habían enviudado y recuperaban con dignidad la falta temporal o definitiva de sus maridos; como lo era su madre, con su padrastro José Manuel; también insinuaban dudar de la suerte de su marido, porque esta noticia sólo estaba escrita y las evidencias estaban lejos. Ana, al escuchar esto último entraba en ella la malicia indígena; que la carta recibida por su marido y la que él había hecho añicos, podía decir otra cosa, llevándole a pensar y buscar dónde la había guardado.
A las semanas de irse Salomón, Ana, se esmeraba conseguir los pedazos de papel de la carta echa añicos por él, logrando armarla y presentarla en una mediana lámina de cartón.
Ana tomó la carta con esta presentación, donde bien podían leer en árabe. La cual parecía un rompecabezas, llevándola a un amigo sirio.libanés, oriundo de la vieja ciudad de Damasco; paisano de su suegro José Manuel y su marido Salomón, quien ya tenía tiempo de haberse radicado en Colombia y estaba residenciado en el Municipio de Ovejas, de nombre Samuel Aduén, para que le hiciera el favor de traducírsela al español.
Según la traducción, la carta decía entre otras cosas, “que el asunto se iba solucionando en Zahle y José Manuel, ya se preparaba a regresar a Colombia cuando fue asesinado por unos vecinos drusos. Que por esta desgracia, sus familiares se habían mudado a otra población cercana de Alein, en compañía de vecinos y familiares”. Anotándole la nueva dirección. La traducción hecha por el paisano Aduén, le daba testimonio de lo que le había leído Salomón.
Meses más tarde, llegaron sus cuñados, Domingo y Elías, para notificarle que Salomón, había muerto en las mismas circunstancias de José Manuel.
Ana, ahora cerrada de luto y triste a la vez y resignada con su hijita Berta y su hijo que crecía en su vientre para llegar a este convulsionado mundo.
El siguiente año domingo 6 de febrero de 1916, Ana, da a luz al Nene, a quien más adelante bautizaron en Ovejas, siendo sus padrinos los esposos Samuel Audén y Rebeca Mendoza, poniéndole el nombre Rafael Guillermo Martínez Fernández, en memoria de su abuelo materno.
Ana, siguió atendiendo el almacén, pero por su poca experiencia, decaía. Su madre para que no estuviese sola, le mandaba a su hijo Segundo, quien para esta época tenía 20 años de edad.
Porfiria pasaba trasladándose de Chalán a Ovejas y viceversa, pendiente de su hija y sus dos Nietos.
Años más tarde, Ana, viuda, se casaba con Darío Mendoza, hijo, del dueño de la casa alquilada donde vivían y tenía el almacén. Al año siguiente, Ana, salía embarazada dando luz a su tercer hijo varón, poniéndole por nombre Arturo, en memoria de su tío-abuelo paterno. Más adelante nace su otro hijo varón a quien le pusieron por nombre, Adolfo, en memoria de un tío suyo.
Más adelante nace otra hija, a quien le pusieron el nombre María del Socorro, y por último, Elizabeth a quien desde niña, llamaban Chave.
Porfiria, con frecuencia visitaba a su hija y a sus nietos.
Más adelante, el almacén sin surtir y por consiguiente, bajaban las ventas.
En la casa de Ana, ahora se multiplicaban los gastos; fallaba la atención y el orden del control del almacén y por lo mismo las ventas.
También, se iba acumulando la deuda de pagos del arriendo en donde vivían. Más bien por descuidarlo, porque Ana, y su nuevo esposo Darío, confiaban, convencidos que el dueño de la casa, como era el suegro de Ana y padre de su marido, no les iría a cobrar los arriendos por esta afinidad ¡Pero No!
Su padre, suegro abuelo y dueño de la casa y con el mismo nombre de él, no le importaba esta relación familiar, por consiguiente los arriendos se acumulaban, cobrándole insistentemente todos los días, dándoles un cotidiano problema.
Porfiria enterada del conflicto de estos arriendos que llegaban a tanto, que a ella le tocó cancelarlos y entregarle la casa al padre de yerno Darío; llevándose a su hija con sus 6 nietos, incluyendo a su yerno para Chalán.
Porfiria, encargada de su hija y nietos, fueron a vivir a la casa de huéspedes; familia ya conformada de seis hijos, más ellos dos, 8 personas; más Segundo, Manuel y su madre, todos ellos sumaban once, a cargo de Porfiria Ricardo Blanco.
¡Qué Madre! ¡Qué grandeza! ¡Cuántos añorarán una así!
Para actualizar la conformación y ubicación por grupos de familia, ahora pasaré a localizarles toda aquella descendencia de Porfiria Ricardo Blanco, por allá en los años de 1920/25, contando el estar de cada familia para esa época:

1º - AMIRA, casada con Carlos García Villabonet con sus cinco hijos: Carmen Julia, Flora Teresa, Ernesto, Roque y Diego León; todos residían en Mahates Bolívar, donde Carlos se desempeñaba como telegrafista.

2º- SEGUNDO, soltero, ayudaba en los negocios a su madre Porfiria, por ahí, enamorado de una jovencita de nombre Celina Sierra Puente;

3º- ANA, con seis hijos; 2 del primer matrimonio, y 4 del segundo; ellos eran: Berta y Rafael Guillermo, Arturo, Adolfo, Elizabeth y María del Socorro; más su esposo Darío; quienes vivían en Chalán, en la casa de huéspedes de su madre, abuela y suegra Porfiria.

4º- Manuel Fernández Ricardo, apenas con 17 años de edad, ayudaba en los negocios a su madre y estudiaba en la noche.

Segundo Martínez Ricardo, tenía sus negocios allá en la montaña. Conocido y apreciado por su seriedad y dones de gente. Entre sus clientes y amistades que tenía en la montaña, uno de ellos, eran la de los esposos Bernardo Sierra y Carla Puente, dueños de las fincas Angostura y Pijiguayal.
Más tarde, contraía matrimonio con una de las hijas de la anterior familia, de nombre Celina Sierra Puente; viniéndose a vivir también donde Porfiria.

La situación de las familias Ricardo, Martínez Fernández, Martínez Mendoza y Martínez Sierra, ahora se tornaba crítica. Segundo, ayudaba, pero ahora tenía otra obligación, y a duras penas alcanzaba costear sus gastos, y menos ahora con Celina, embarazada, apenas colaboraba con sus conocimientos de modistería. Mientras tanto,
Porfiria, buscaba salida para su hijo Segundo, y para que se independizara, pensò era en su compadre y excuñado Elías, mandándole una nota donde le suplicaba facilitarle algún trabajo a su hijo.
Segundo, de inmediato comenzaba a trabajar en la finca La Puente y venía por las tardes a Bajo Grande, donde vivía con Celina, donde nace su primera hija Luz Ester.
Sin embargo, en casa de Porfiria, la situación no cambiaba. Ella a través de su hija Ana, buscaba por todos los medios que su yerno Darío y su hija Ana, se responsabilizaran de sus cuatro hijos, para ella quedarse con Berta y Rafael. Guillermo
Darío, esperaba era un cargo público que le prometían. Por lo que él tenía que pasar ahora bien presentado, y con otros amigos que también estaban en las mismas de él pasaban a reunirse con los políticos influyentes de la localidad, a beber y parrandear.
Porfiria, contaba era con su hijo Manuel y nieto Rafael Guillermo, en quienes recaía la responsabilidad de la casa. Eran los únicos que estaban pendientes de los negocios de compraventa de ganado y animales menores.
Porfiria, no descuidaba los estudios de sus hijos y nietos.
Enviándoles a los colegios privados: A las niñas, en el día y a los varones en las noches.
Manuel Fernández Ricardo, con veinte años de edad, de buen carácter y una personalidad definida, respetuoso íntegro y decente.
A su edad era consciente de las necesidades de su casa; por ello, dilucidaba perfectamente el meollo del problema. Esta responsabilidad la emulada su sobrino y primo hermano Rafael Guillermo; apenándoles que las utilidades de los negocios que hacían, no alcanzaran a costear los gastos de la casa.
Y Darío, nada que aportaba, más bien abanicaba la problemática. La situación de esta década (1920/30) era dura y crítica; el país pasaba por una recesión económica y el circulante escaseaba.
Porfiria para mejorar su situación, orientaba la compraventa de animales y la de sacrificar reses, pero la situación seguía igual, porque una res duraba hasta dos y tres semanas para venderse, con el riesgo de perder dinero por el forzoso crédito que tenían que darle a los clientes.
La anterior situación eran secuelas de La Primera Guerra Mundial. El negocio de tabaco era el principal renglón económico de Chalán, pero ahora estaba en cero, porque el único importador era Alemania y quedaba maltrecha por lo de la guerra. Oían decir que donde había trabajo y ganaban buen dinero, era en la Zona Bananera del Magdalena.

Manuel Fernández Ricardo Aventura Zona Bananera

En la anterior década era vox populi que en la Zona Bananera del Magdalena ganaban buena plata. Lo decían con certeza. Comentaban que en las fiestas de Ciénaga Magdalena, bailaban fandango con billetes encendidos en vez de velas. También veían en las fiestas de toros de Chalán, cuando regresaban los agricultores quienes hacía tiempo aventuraban en la Zona y regresaban con suficiente de dinero y los únicos que se veían gastar a manos llenas.
Manuel, todavía adolescente y pendiente de la situación, prestaba atención a los exagerados derroches del dinero a manos llenas de quienes venían de la Zona Bananera. Concluía, que posiblemente lo ganaban, pero no tanto, como para quemarlo. Lo que le hacía pensar en incursionar también a estas tierras y pensaba acompañarse de su cuñado Darío, a quien le hace comentario de esta fuente de trabajo.
Lo convidaba acompañarle aventurar a esa Zona Bananera, para conseguir lo suficiente para sufragar siquiera en parte la situación de la casa.
Darío, escéptico meditaba la propuesta de su adolescente cuñado, la que no le parecía; lo que más bien lo tomó como reto; pero decidido le dice que sí y se encargara de conseguir el valor del pasajes.
Porfiria, con tal de ver trabajar a su yerno Darío, o de hacer algo, le permitía a su hijo Manuel, llevar a cabo su proyectada aventura con él.
Manuel, como pudo, conseguía los pasajes y listos, se fueron un día jueves.
Darío, tomaba la invitación como un desafío de su cuñado; mientras Manuel lo que aspiraba era conjurar la situación económica de su familia.
Porfiria, pasaba mortificada con la manera de ser de su yerno Darío.
Ahora tenía la esperanza de verlo cambiar con esta aventura.
Llegaron al Municipio de Sevilla, Magdalena, orientados, hospedándose en una pensión de un señor de las Sabanas de Bolívar.
Comenzaron averiguar las posibilidades de un trabajo. Veían gentes por todas partes; más del interior del país. La primera noche, al tiempo de irse a dormir el dueño de la pensión les prevenía diciéndole asegurar las prendas o dinero que tuvieran, porque la otra gente hospedada en la pensión, no era de fiar, porque entraban y salían a toda hora.

Al día siguiente buscaban conseguir emplearse, solicitándolo directamente con la Administración de la Compañía Bananera Americana. Quienes les Informaba que para conseguirlos, debían diligenciarlos directamente con los Directivos de la Compañía Fruty Company, en Santa Marta. Siempre y cuando contaran con suerte; porque lo que era con los de acá de Sevilla, la oferta laboral era más bien para recolectar maleza en los conductos irrigables; consiguiéndolo através del Sindicato o Contratistas al destajo. Este último, lo informaba el Sabanero, administrador o dueño de la Pensión.

¡Ni aún así, tampoco era fácil!.

El Sabanero, cada rato les señalaba la cantidad de gente que paseaban las calles en busca y esperando cualquier trabajo. Sin embargo, los dos insistían por hablar con el Administrador de la Cía Fruty Company, en Sevilla, para cerciorarse si lo que les decía el Sabanero, era cierto.

En una presentación de los dos, alcanzaban comunicarse con el mayordomo, quien repetía la misma información. “Que acá no manejaban vacantes, que los nombramientos administrativos los hacían en Santa Marta” y para ayudarles les dice -“…por lo pronto ustedes deben aceptar es una chamba que ofrezcan los contratistas o subcontratistas-

Darío, insistía entrevistarse con el administrador de la Compañía; de quien el mayordomo le decía que era gringo.

Por fin el mayordomo puso a Darío a bailar el baile del indio. Mientras tanto se agotaba el dinero que Manuel traía, y empezaba desesperarse y por lo tanto, se resolvía trabajar en lo que fuera, hasta ganar los recursos suficientes para regresarse.
Darío se esmeraba en su presentación personal. Salía temprano todos los días a esperar de pie en el portón de la compañía. Mientras Manuel se ofrecía a los contratistas. Hasta que uno de ellos le dio la oportunidad de trabajar; pero por no tener su machete, le ofrecía desyerbar a manos limpias los longitudinarios bordillos de las acequias de irrigar plantíos. Manuel, lo aceptaba, porque ya él no tenía con que pagar el hospedaje y la alimentación que a diario les cobraba el Sabanero de la pensión.
El Sabanero al ver que uno de sus dos comensales trabajaba, no les cobraba a diario, más bien esperaba el pago semanal.
Manuel le insistía a Darío, que trabajara como él, en lo que fuera, hasta ganar el dinero suficiente para comprar los machetes y tener lo mas pronto posible con qué regresar y también llevar algo a la familia.
Pero no, Darío, prefería esperar de pie todos los días frente al portón de la Compañía, en apariencia de estar buscar trabajo. Diciendo que el mayordomo le prometía conseguir una cita con el gringo. ¡Ah! Como también esperaba que le pagaran a su cuñado Manuel para prestarle con que cancelar el hospedaje y comprar el machete para conseguir un mejor trabajo.
Manuel ansioso ya cumplía su primera semana de trabajo y por algún motivo el Contratista no les pudo pagar; Anunciándoles a todos cancelar las semanas juntas. Para esta época los sindicatos estaban revueltos. Asesorados por el doctor Jorge Eliécer Gaitán. Quien abogaba por ellos ante la injusticia de la compañía americana. Hacían pocos meses de haber muerto una cantidad de trabajadores a manos del ejército, en defensa de la compañía.
¡Manuel estaba hecho un desastre!
¡Sus manos desolladas!
Su ropa percudida y manchada. Su piel, tostada del Sol. Su frente acusaba hasta donde le entraba el sombrero. Su físico bastante demacrado por el duro trabajo y por la precaria alimentación basada de guineo con queso. Por fin un sábado por la tarde de la siguiente semana, le cancelaron las dos semanas a Manuel. De inmediato le pagaba al Sabanero de la pensión lo que él le debía.
En cambio Darío, aprovechaba prestarle dinero para también pagarle al señor de la pensión y comprar su machete. Y con él conseguir un mejor trabajo.
Manuel, le prestó para lo uno y lo otro, entregándole otra suma adicional para que el próximo lunes le compre su machete y una lima en el comisariato de la compañía.
Manuel, ese otro día domingo, lo tomaba para descansar y meditar pasando a conversar con su cuñado Darío, lo que serían sus proyectos. Y uno de estos, del tiempo que durarían en este trabajo, coincidiendo en una corta temporada porque este oficio no era para ellos.
¡Como tampoco se ganaba como decían!

El lunes siguiente, Manuel, como de costumbre salía para su trabajo, pero antes, le recordaba a su cuñado lo del encargo de comprarle el machete y la lima.
Manuel se fue a trabajar.
En cambio Darío, sin ninguna clase de explicación, recogía y empacaba sus cosas personales y se embarcaba en un bus con rumbo para Chalán. Al llegar, saludaba a Ana, su mujer è hijos, como a su suegra Porfiria. Disculpándose de haberse venido solo por él pasar con cólicos y suelto en vómitos desde que llegó, y para colmo, sin conseguir trabajo.
Porfiria, toda desconfiada y maliciosa. Naturalmente le preocupaba su hijos, y pensaba poderle haberle pasado algo malo. Recordaba el pasaje bíblico de los hijos de Jacob, más bien el penúltimo que lo era José, cuando sus hermanos mayores quisieron matarle y por ultimo venderlo por envidia. (Gn.37,32).Al llegar Darío sin él, ella pensó haberle pasado algo malo a su hijo, al tener en cuenta
Que apenas era un adolescente sin experiencia de haber salido alguna vez de su casa, ò separase de ella. Pensaba lo peor, y lo que mas le irritaba, cuando caía en cuenta que su yerno. Era el doble mayor de edad que su hijo...
Era cuando Porfiria más se enojaba con él.
Porfiria, reclamó a su yerno de haberle dejado a su hijo lejos; señalándole su falta de responsabilidad. También la gente del común del pueblo, le reprochaba su conducta. Por lo mismo, las relaciones con su suegra se distanciaban.
Estaba en esta zozobra, cuando de repente recibía carta de él, manifestándole que estaba por regresar.
¡Qué alegría sentía ahora Porfiria al saber de su hijo!

Al conocerse la noticia de la llegada de la carta, toda la gente de la población se agolpaba frente a la casa a expresarle solidaridad a Porfiria, llenándole de esperanza al saber ella de su benjamín.

(Vuelvo a tras a iniciar la narrativa del regreso de Manuel aquel lunes por la tarde del trabajo al hospedaje)

Este lunes por la tarde, Manuel llegó de su trabajo al hospedaje. Pasando el Sabanero a contarle que su compañero recogió sus cosas personales y se fue en un bus sin decirle nada y menos pagarle, vía Fundación-Salamina.
Manuel hizo caso omiso sin hacer ningún comentario al respecto. Sale al patio a recostarse a un viejo taburete desde donde miraba al frente la nubosidad que acariciaba las altas serranías de la Sierra Nevada de Santa Marta, y venía a su pensamiento la conducta de su cuñado Darío.
Luego, con remordimiento, llamó al Sabanero, para prometerle pagar lo debido de su compañero Darío. Ahora resignado, redoblaba sus esfuerzos para ganar para sus gastos personales y poder llevar más a su casa. Y para conseguirlo, debía trabajar unos meses hasta alcanzar disponer para el pasaje y llevarle a su madre algún dinero. Para conseguirlo, se cohibía de malgastar, compraba lo necesario. Por lo que pasaba mal presentado: Su ropa deshecha, maltratada y manchada de tanta savia bananera; sus manos encallecidas; su piel blanca, oscurecida del Sol. Estaba delgado y envejecido.
En los ratos de descanso, Leia las circulares de los sindicatos. Poco compartía con los demás compañeros de oficio, solo pensaba en la situación de su familia y del día que se cumpliera el tiempo proyectado para irse.
A pesar de su aparente indiferencia, él conocía la realidad laboral de la Zona, sintetizándola como sigue:
Los empleados medios de la Compañía Fruty Company, los recomendaba la élite samaria, quienes defendían sus intereses en esta compañía multinacional. Los obreros de servicios varios, los conseguía la directiva sindical conformada por cienagueros, orihuecanos, sevillanos, fundaneros y caraqueños.
La Compañía tenía contratistas en Orihueca, Sevilla y Aracataca para realizar los oficios eventuales y al destajo; y subcontrataban para conseguir a quienes se ofrezcan a cualesquier paga.
A Manuel, le llegó el término proyectado, disponiéndose regresar a su casa.
Agradecido cancelaba al Sabanero lo debido, y pasaba a recoger todo lo suyo que creía necesario llevar. Se embarcaba en un bus con destino a El Carmen de Bolívar, donde pensaba quedarse esa noche en casa de su tío Elías. En esa época era penoso viajar por los municipios de Fundación, Salamina, Puerto Giraldo para El Carmen de Bolívar.
En las primeras horas de la noche, Manuel llega al Carmen de Bolívar, estando todavía prendida la planta eléctrica de la población. El bus estaciona al frente de una casa de esquina con terraza, donde dos matronas se mecían en sendas mecedoras, seguramente entretenidas comentaban los sucesos del día. Ellas veían bajar los pasajeros en fila india del bus. Y con ellos Manuel, quien bajaba con su equipaje, que era una maleta de cartón, dirigiéndose a donde ellas para preguntarles la dirección de la casa de don Elías Fernández Behaine.
Una de las matronas, la dueña de la casa, a quien le llamó la atención que un pasajero, para esta hora de la noche, preguntara por la dirección residencial de don Elías. La señora, por mera curiosidad, giraba su cabeza para ver quien solicitaba tal dirección. Y sorprendida, preguntaba:
-¿Es usted quien pregunta por la dirección de don Elías?
-¿Y puede saberse para qué? -le requería la señora-
-Mi señora, él es mi tío- -Le respondía Manuel-
La señora volvía a preguntarle: -¿Y usted de quien es hijo?
-De José Manuel Fernández Behaine y Porfiria Ricardo Blanco-
-Le respondía Manuel-
La señora sorprendida, repetía, recalcándole: -¿De mí comadre Porfiria? –¡Nooo…no puede ser! –le respondía extrañada-
-¿Y usted, a esta hora qué piensa hacer donde su tío Elías? –le preguntaba-
-¡A quedarme a dormir por esta noche en su casa y seguir mañana a Chalán!-
-le respondía Manuel-
La señora de nombre Emperatriz, se levantó afectuosa tomándole de un brazo para decirle: -¡No, hijo mío! –Usted se queda a dormir aquí en mi casa-
Invitándole a seguir, -¿Y de donde vienes? –le preguntaba-
Como Manuel no conocía ni sabia su nombre, respondía:
-Permítame llamarle por `usted`-
-Usted con seguridad aprecia y estima a mi madre, ¿No es Cierto?
-preguntaba Manuel- -¡Hasta comadre suya dice que es de ella! -agregándole-
-Siento estar en medio del aprecio familia suyo, y para no extenderme, le cuento sinceramente mi situación personal y la de mi familia y qué hacia en la Zona Bananera, de donde vengo. –Y proseguía- Y por el afecto y aprecio que tiene por mi madre, posiblemente esta enterada de sus fracasos conyugales.
Debido a ellos tuvo que asumir la responsabilidades de padre y madre con sus primeros tres hijos, y luego para conmigo, su cuarto y último hijo, y seis nietos-
-agregándole- -La situación económica de mi familia no es la mejor, por lo que atreví aventurar buscando honradamente cómo ayudar a mi madre Porfiria-
-Aquí finaliza Manuel su exposición-
La señora, de nombre Emperatriz Vuelvas, era la esposa de don Eusebio Ricardo, y amiguísima y contemporánea de Porfiria.
Doña Empera comenzaba a relatarle los nostálgicos recuerdos de ellas en su juventud, porque eran inseparables y buenas amigas. Porfiria, prima hermana de mi esposo Eusebio. -le decía-
Como también le contaba que tenía largo tiempo de no saber de ella, sólo de sus malogrados matrimonios
La señora Empera, pertenecía a una prestante familia.-Además, apreciada en los medios sociales de Ovejas y El Carmen.
Mas tarde la señora llevaba a Manuel a una recámara de su casa, indicándole donde iba a dormir esa noche. Doña Empera, lo reparaba de pies a cabeza y le causaba extrañeza, y perpleja al ver este muchacho en tan mal estado, que al compararlo con el buen estado de sus tres hijos, contemplaba la desigualdad de su presentación indumentaria, seguramente lo sufría en el alma. Asombrada veía al hijo de su mejor amiga en tal estado deplorable.
Esa noche doña Emperatriz no conciliaba el seño, por el fuerte impacto que percibía al verle en tan demacrado su físico. Pero sonreía al recordar aquellos frenéticos y bellos tiempos de su esplendorosa juventud que compartía con su mejor amiga, Porfirio. ¡Soñaba con tantas cosas bellas…!
! De aquel matrimonio de Porfiria, con el joven Rafael Martínez Carrascal fue un acto relevante de la sociedad del Carmen de Bolívar y Ovejas
También de su amiga Rosalía, hermana mayor de Porfiria, cuando las tres se recreaban bajo los frescos árboles de pera que sombreaban un extenso patio que quedaba frente de la plaza principal del Carmen. Ah, con buena lucidez, memoraba doña Empera, aquellos tiempos de juventud que compartía con sus mejores amigas: Porfiria y Rosalía.
Doña Empera esa noche luchaba por conciliar el sueño para dormir.
Ahora su mente la ocupaba con los recuerdos de su comadre y sus hijos, y por fin se quedaba dormida.
Al amanecer doña Emperatriz con meditada curiosidad, se levantó de su lecho para acercarse a Manuel, y se detuvo a mirar su equipaje que consistía de una maleta de cartón abierta; contemplando el revoltijo de ropa y cosas que tenia, y luego ella volvía acostarse. Tarde de la noche a doña Empera le entraba una corazonada: De hablar temprano con don Elías, con relación a la situación de este muchacho que era su sobrino. Por prevención tomó la maleta y la llevó a otra parte para evitar que se fuera sin antes hablar con su tío.
Manuel ese otro día temprano busca su maleta para irse, pero no la encuentra..
Doña Emperatriz le dice tenerla; que esperara y se fuera más tarde, porque iba a salir para conseguir unas cosas para su comadre Porfiria.
Manuel, tenía un largo tiempo de no ver a su tío Elías. En esta ocasión quería saludarlo y preguntarle por su hermano Segundo, quien trabajaba para él. Esperaba el regreso de doña Empera para salir a saludar a su tío antes de irse
Doña Empera, llamó a su criada para ordenarle preparar desayuno al joven y le dijera que ella iba hacer unas diligencias; que no iba demorar en regresar.
Con el anterior pretexto llegaba temprano a la casa de su compadre Elías.
Al verla tan temprano en su casa, le causó sorpresa su visita tempranera. Le invitaba pasar a sentarse; pero ella más bien le agradecía su atención pasando a decirle:
-Compadre, usted es un hombre de bien, en todas partes-. -le dice- Pasando a preguntarle-
-Y quiere que los suyos lo sean, ¿No es cierto?-
-Usted- decid verdad- le cohonestaba don Elías
Doña Empera, advertía a don Elías:
-Usted no debe permitir, lo que yo le voy a señalar- retándole-
-Acompáñeme y verá- -le gesticulaba para que la siguiera-.
Don Elías, con gusto la acompañaba- Al llegar a su casa lo invitaba entrar para preguntarle -¿Conoce usted a ése jovencito que ve allí sentado?
Don Elías al ver a su sobrino, rápidamente se saludó con abrazos.
Y Manuel, pasaba a preguntarle por su hermano Segundo, quien trabajaba para él.
Doña Empera le recordaba a don Elías algo que parecía estar de Mass:
-Es Sobrino suyo- -y agregándole-
¡Hijo de su hermano José Manuel, con mi amiga Porfiria, prima hermana de mi esposo Eusebio!-

Don Elías estrechaba en sus brazos a su sobrino, pasando a preguntarle con cierta arrogancia y en su forma de pronunciar en español, una y otra vez:
-¿Usted qué hacer?-
-¿Dónde Venir?
-¿Dónde ir?
-¿Qué tener?
-¿Estar enfermo?
Manuel, le respondía ordenadamente con respeto las preguntas de su tío:
-Vengo de trabajar materialmente de la Zona Bananera del Magdalena; y estoy de regreso para mi casa en Chalán. Solo llevo lo que me he ganado limpiando sequías durante meses para atender la situación de mi familia. No estoy enfermo. Si me ve mal presentado, es por el duro trabajo que realizaba en la tan mencionada Zona Bananera del Magdalena.
Su tío Elías lo miraba de pies a cabeza y estupefacto se sorprendía al ver su mal estado pasando aconsejarle:
-¡Oiga sobrino! –No me toca sino decirle:
-Póngase hacer otra cosa- -Ni su hermano Segundo, que trabaja material en mi finca, ¡está como usted!
-¡No se vaya!
-Porque desde este momento, usted va aprender a ganarse la vida como un Behaine, que es. -le dice-
Elías, le solicitaba a su sobrino, recoger sus cosas y llevarlas a su casa. Ordenándole a uno de sus trabajadores traer de su finca La Candelaria, la mula tuerta ensillada con sus aparejos. Con esta mula ensillada, don Elías la tomó de cabestro y se la obsequió a su sobrino Manuel, diciéndole:
¡Es suya!
-Póngase a recorrer la región y Venda mercancía y haga todo Buen negocio que encuentre.

(Don Elías hablaba trabajoso el español. Como no lo pronunciaba bien algunas palabras, es por ello que trato de remedarlo con respeto y cariño; y por último, a Manuel le quedó sonando lo del Behaine, lo que lo motivaba cambiar y hacerse Mas interesante con su estima en alto)

Su tío Elías, le llevó donde un conocido carpintero, para que le hiciera un par de cajones de madera con tapas plegables y argollas de seguridad. Mas con las manijas y cabuyas para colgar y amarrar en las orejas del sillón de la mula.
Era el tipo ideal de cajas que usaban los cacharreros que vendían mercancía en toda la región, lo que en la época era común verlos.
El carpintero hizo las cajas en un tiempo record, cancelándole Manuel de su propio peculio el valor cobrado por su hechura. De inmediato le compró los candados de seguridad.
Mas adelante su tío le presentaba a sus paisano propietarios de almacenes, con el buen propósito de hacerle cliente y le acreditaran la mercancía que en adelante les solicitara, bajo de su responsabilidad.
Manuel de su propio dinero y con el crédito conseguido se hizo a un buen surtido de mercancía. Ahora se arrogaba como un buen Behaine como su tío le decía. En prepararse para salir a vender, solo duró dos días saliendo en el tercero por vía de Bajogrande para recorrer a Guamito, El Cielo, Lázaro, Macayepo, La Cansona, Chengue, Salitral, Don Gabriel y otros caseríos, vendiendo, negociando y permutando.
Por fin en este recorrido vino a ver a su hermano Segundo, quien trabajaba en la finca La Puente de su tío Elías. Manuel, animado y contento le contaba a su hermano la odisea que había pasado, pasando a decirle, -Mira como estoy ahora. Le prometía proyectarle un negocio para él para que se fuera para Chalán. La travesía que había hecho para vender, duró más de quince días.
Su vida cambiaba. Veía, conocía, aprendía para analizar y razonar sobre los innumerables problemas sociales, económicos y salud. Las ventas fueron impresionantes. Y como le decía su tío, que Vendiera, Permutara y Acreditara.
è hiciera todo negocio bueno. Èl confiaba en la gente.
Para los habitantes de la región, Manuel era un muchacho desconocido, solo sabían por el mismo, que era sobrino de don Elías Fernández B. Por su seriedad y buena manera de ser, era por lo que se diferenciaba de los demás cacharreros. Eso si, jamás mentía; más bien ayudaba al que trataba y le inspirase confianza. Él sentía gratitud en servirle a la gente. Quedaba impresionado con esa región; la que para él era otro mundo, mejor que el que había conocido hasta ahora. Los otros cacharreros recorrían la región cada dos meses; trayéndoles encargos a sus clientes con practicas especulativas.
Unos eran conocidos, por sus mentiras. Otros engañaban y asaltaban la buena fe de la gente, quienes eran sus clientes. Como ellos venían de ciudades, se creían o aparentaban presumiendo ser unos súper civilizados y sabelotodo.
En cambio Manuel, ayudaba con unas propuestas de conveniencias mutuas.
Después de recorrer y visitar todos esos caseríos y ranchos de la región y ya agotada la mercancía que llevaba, le tocaba regresar un sábado en la tarde a Chalán. Y por fin, Manuel se depuso regresar.
Avisado el vecindario unos con otro del regreso de Manuel, salían asombrados ver pasar por la calle al Nuevo Cacharrero de Chalán, montando y arreando la vieja mula tuerta cargada con los dos cajones de madera a sus lados.
A primera vista no lo reconocían, por vestir ropa de trabajo y de bajo pelaje y llevar puesto un sombrero que no se usaba por acá.
El animal andaba lento y fatigado, dando la impresión de venir de lejos.

Después de varios meses de ausencia, la gente al reconocerlo se alegraba y contentos al verlo de nuevo, ellos saludándole con gritos de alegría. Quienes presentían la tremenda alegría que le iba a dar a su madre: La Niña Porfi. (El común de la gente llamaba a Porfirìa con niñazo)
En cambio los vocingleadores chismosos, se comentaban: -Vean ustedes…El hijo d la Niña Porfi, con el “ojo è gallo” como que se metió a cacharrero” Otros decían: ¡Con que sorpresa recibirá la Niña Porfiria a su hijo querido!
Se preguntaban aquellos que la consideraban.
A Manuel no lo esperaban ese día.
¡Su madre, hermana y sobrinos corrían a recibirle! Saludándole con abrazos.
¡Que alegría!
Quien más radiaba de felicidad era Rafael Guillermo.
Sorprendidos reparaban aquel animal cargado con las dos cajas. Y era cuando Manuel se daba cuenta que él realmente era un cacharrero. Y era el primer cacharrero chalanero que conmovía los prejuicios sociales que se mecían en la población.
Manuel, sereno; sentía confianza en si mismo. Pasó a desensillar la mula y llamaba a su sobrino Rafael Guillermo, para que la bañara y la llevara a soltar a la huerta La Golera. Por otra parte, era duro para su madre Porfiria, quien se resignaba aceptar tal oficio para su hijo. Recordaba cuando ella veía aquellos legendarios cacharreros cuando pasaban sin ninguna presentación comercial de futuro, sino como simples revendedores. Para consolarse consigo mismo se decía: ¡Si hay necesidad de abrir todas las ventanas para que entren los rayos económicos! Se abren. Y por otra parte, sentía felicidad al ver de buen ánimo a su hijo, aceptándole sin ninguna complicación.
Que bueno seria armonizar y socializar la Producción con el Consumidor, para defender el pueblo; y que oportuno el capital sin capitalismo especulativo. Dios, crea y el hombre dispone su estado socioeconómico y de como vivir mejor.
Rafael Guillermo al ver de nuevo su primo Manuel, le animaba sobremanera, sintiendo valor para acompañarle a salir adelante.
¡Seguro que estaba en prueba la casta de los Behaine!
Todos le admiraban con esperanzas y sentían respeto por él. Ahora veían en él ¡Al nuevo jefe de Casa!
El ambiente familiar se fortalecía con la llegada de Manuel, en quien recaía en adelante la obligación de la familia.
¿Cómo no iba aceptar Manuel este último trabajo, si hacia poco que le había tocado uno más ridículo en la Zona Bananera? Con esta experiencia, él era un próvido de la divina providencia. Si el hombre no está en nada, No es Nadie.
La experiencia de la Zona Bananera, mas el conocimiento práctico comercial de la región que terminaba de obtener, abría en él, un promisorio horizonte.
En casa de Porfiria, ahora se respiraba otro ambiente. Todos los familiares veían que las cosas habían cambiado. -En eso- Manuel dispuso de un dinero de bolsillo para unos gastos inmediatos-
Después del impresionante recibimiento, ahora venia la acostumbrada armonía familiar. Manuel, se disponía descansar, consiguiéndolo en reclinar y acomodar su cabeza en las piernas de su madre. Se sentía más tranquilo y seguro de si mismo. Le contaba a su madre cómo le había ido y lo que le tocó hacer en su recorrido; principiando con el ingrato descaro de su cuñado, lo que consideraba una enseñanza de la vida, y la especial generosidad de la señora Emperatriz Buelvas de Ricardo, como también el recibimiento y la eficaz ayuda de su tío Elías.
-¿Y como vistes de salud a tu hermano Segundo? –Le pegunta su madre-
-Lo vi bien de salud y con aspiraciones de volver. –le respondía-
Luego comenzaba a pormenorizarle todas las ventas y negocios que hizo en su recorrido en la región. La generosidad de la gente que visitó y la promisión de esas tierras y su voluntad inquebrantable de seguir ampliando el horizonte de su futuro. Rafal Guillermo, lo escuchaba con atención y con deseos de hacer parte activa de él. Porfiria, atenta repasaba y revisaba todos aquellos apuntes de deudores a quienes les había acreditado.
Cuidadosamente ella rectificaba aclarándose lo de las permutas y compras de animales, los que cuidadosamente apuntó en un cuaderno escolar que compró en una tienda de la región.

MANUEL FERNANDEZ RICARDO PADRE DE FAMILIA

A partir de ese feliz momento de la llegada de Manuel, la familia retomaba otro orden con el Nuevo Jefe de Casa: Manuel Fernández Ricardo
Su primera determinación fue la de retirar y cancelar la relación de su familia con cuñado Darío.
Volvía recorrer la región para vender permutar y realizar toda clase de negocios a su alcance. La mercancía, vendiendo al contado y a crédito, como también volvía permutar por arroz, café, almidón de yuca, manteca de cerdo, terneros, caballos, achiote, etc. La que en su mayoría, salía a vender en el Carmen de Bolívar y Zambrano. Los animales recibidos a cambio, los permutaba, o los daba en compañía a partir utilidades.
Manuel Fernández Ricardo, a su edad, ya era bastante conocido en la región. Lo apreciaban, respetándole por su honradez, conducta y manejo de negocios. Particularmente él se interesaba aprender los primeros auxilios médicos, con la sana intención de ayudar a la gente sin ánimo de lucro.
Para instruirse, compraba un tomo enciclopédico titulado El Consejero Medico del Hogar del médico Huberto Swartout.
Manuel vino establecerse en el caserío de Lázaro, corregimiento de Macayepo, donde compraba todo aquello mencionado anteriormente.
Ahora se acompañaba de su primo hermano Rafael Guillermo Martínez.
El caserío de Lázaro, era un reducido centro agrícola el que quedaba arriba en un pico de montaña, donde se fortalecía el cultivo de café y otros. Manuel, iba dejando la actividad de cacharrero, para dedicarse de lleno a la compraventa de todo aquello que fuera negocio. Era por lo mismo que se ocupaba más bien a visitar las compañías de ganado que daba al partir a propietarios de fincas.
Los mismos negocios lo relacionaban con agricultores y ganaderos de la región
Y fue en esta ocasión cuando tuvo su primer hijo con una señora de nombre Mèlida Meriño, una preciosa nena, a quien le dio por nombre Zenaida. Y más tarde, en Chalán con Amalia Cermeño, a su hijo Silvio Manuel.
Por sus múltiples ocupaciones encargaba del negocio de Lázaro, a su hermano Segundo, mudándose con su señora Celina y sus hijos.
En Don Gabriel, abría una especie de tienda-depósito que confiaba a su primo Rafael Guillermo, quien para la época apenas tenia unos doce años de edad. Manuel, pasaba constantemente trasladándose en atención de sus negocios. Él conocía las situaciones económicas de los habitantes de la región. Aquellos con terrenos propios, les facilitaba ayudándoles con ganado al partir. Así que sus haberes se multiplicaban.
A pesar de sus ocupaciones, visitaba con frecuencia a su familia en Chalán. Llevándoles unos animales cargados de provisiones.
Su madre Porfiria, estaba al tanto de los negocios de sus hijos y nietos.
Con frecuencia cabalgaba para localizarles y saber de ellos. Ella se empeñaba acompañar cortas temporadas a su nieto Rafael Guillermo en Don Gabriel
Y volviendo atrás,
La relación de Manuel, con Mèlida Meriño, vino a raíz de que esta señora era dueña de una finca que quedaba a la vera del corregimiento de Macayepo; y,
Manuel, ocupaba los servicios de soltura que prestaba para el animal en que andaba, tocándole quedarse a pernoctar las veces que iba a Macayepo. Esta señora estaba bien económicamente, y contaban que por orgullo, no le recibía nada de lo que su padre Manuel, le mandaba a su hija. Mas adelante Zenaida, adolescente, era poseída por su primo Diego, hijo menor de su hermana Amira con Carlos García.
Esta acción, ofendía a su tío, para quien era otro motivo afrentoso sufriendo lo suficiente para distanciarse más de ellos.
Por otra parte, Manuel no se conformaba con la presentación de la casa de la familia de Chalán. La cual era de palma amarga y paredes de bahareque. Para mandarla hacer nueva, contrataba al carpintero de la región, de nombre Manuel Correa. Entecándola con láminas de zinc y divisiones de madera; dividida en sala, comedor y tres alcobas.
Ampliándola la parte de atrás con un cobertizo, cocina y estadero. Entre la casa y cocina, dejaban un espacio para sembrar matas de Uvas Parra y Granado. Las plantas alternaban cosechas; creyendo la gente que estaban bendecida por la iglesia. Ahora quedaba la casa al nivel de las mejores del pueblo.
La casa era grande, con un extenso patio cultivado con variedades de árboles frutales en cosecha. En estos posaban, pericos, canarios, guacamayas, loros titíes y una variedad de pájaros los que constantemente alegraban recreándose con sus silbidos, chillidos y sus raros movimientos de una parte a otra.
Manuel, a pesar de todo lo anterior, aspiraba traerse a su madre a vivir a Don Gabriel, prometiéndole hacerle otra casa acá. Este gesto era por gratitud con la región, porque Chalán, le traía recuerdos de momentos difíciles.
A Porfiria no le llamaba la atención Don Gabriel, porque aquí solo contaría con su primo Eusebio, y no veía con quien emparentar a su hijo.
Manuel, mas adelante cabalgaba su caballo albino, de Lázaro a Don Gabriel, acompañándose de don Diego Pérez Miranda, amigo suyo y tres veces mayor que él, quien iba para Sincelejo.
El amigo era un personaje. Sus haberes representados en fincas ganaderas. Era inteligente, hábil y suspicaz, a pesar de ser analfabeta. De la vida tenia un basto conocimiento empírico. Quienes le conocían, le admiraban sus méritos y era respetado. Casado con doña Juana Rodríguez. Al contraer, se establecieron en don Gabriel, donde tenía su finca Costa de Oro. La casa donde vivían, era parte de esta propiedad, la que quedaba en el centro de la población a unos metros de la finca. Estaba acondicionada y presentada en la última moda regional. Esta estaba desocupada, porque hacia poco se habían mudado para Sincelejo, por los estudios de sus hijos.
Charlaban de una y otra cosa, cuando de repente don Diego, le preguntaba a Manuel, -Dime una cosa, si descartas a Chalán, ¿Dónde vivirías con tu madre?
-¿O, si te casas, dónde? Meditó para responderle:-Hasta ahora no he pensado
Casarme, más bien me gustaría establecerme con mi madre en Don Gabriel.
-Le explicaba- -Para ello, le mandaría hacer una casa, que fuera la mejor del pueblo.
Don Diego, con interesada intención le volvía a repetir explicándole: -Nosotros nos mudamos de Don Gabriel, para Sincelejo, por los estudios de vuestros hijos. Y ahora quiero vender mi finca Costa de Oro, la que colinda con Don Gabriel; como también la de Salitral de nombre El Salado. La casa de Don Gabriel está desocupada completamente y hace parte de la finca, pasando a sugerirle:-En ella, te puedes instalar con tu madre Porfiria.
Por el menor valor que don Diego le fijaba a su finca El Salado, en Salitral, era por lo que Manuel se interesó en comprársela. Llegaron rápido a un acuerdo de compra venta. Por fin negociaban la finca. Quedando los dos en negociar más adelante la finca costa de Oro de Don Gabriel.
Manuel, tomaba posesión de la finca, y pasaba acondicionarla para pastar para el negocio de compra venta de animales.
A los pocos meses reunía los animales que dejaban las compañías al partir que tenía en la región, más los comprados con el capital de trabajo que tenía.
Manuel, ahora se sumaba al circulo de amigos del sector, entre otros Federico Hensel Madrid, Pedro Montes, Noe Sierra Mercado, los hermanos Remberto y Vicente Valle, Miguel Núñez, Eustorgio Meriño, Lino Vargas Uribe, Diego Pérez Miranda, Julio Cesar Salazar M., José María Pizarro Jr., los hermanos Nicanor, Tomás y José María Tuiràn Peluffo, los hermanos Javier, Román y Ezequiel Puente, y Eusebio Ricardo. Esta era la plana mayor del poder económico è intelectual que se concentraba en el sector inmediato.
Todos mucho mas mayores que Manuel, quien cumplía 24 años de edad. Eran dueños de estancias fincas y estancias y cabezas de familia.
Manuel seguía soltero y movilizándose por la región en vueltas de negocios. Pasaba mas tiempo en Don Gabriel, acompañando a su primo y sobrino Rafael Guillermo, en Chalán, a su madre, y en Lázaro, a su hermano Segundo.
Porfiria, hacía ingentes esfuerzos por tenerlo a su lado, hasta estar de acuerdo que lo nombraran Inspector de Policía de Chalán.
A mediados de la década de 1930, frecuentaba a Salitral y Don Gabriel una simpática joven de nombre Ramona Aragón Valle, con quien para esa fecha tuvo una fugaz relación sentimental.
También se comprometía con una joven de nombre Elena Montes, con quien convivió solo seis días, porque su madre se la arrebató argumentándole que su hija no iba ser “Quería de nadie”
Ramonita más adelante por un desliz. Quedó embarazada de Manuel, sin llegar a ningún compromiso. Reservándose su embarazo, y pasando a vivir donde unos familiares, en Guacamayal, Magdalena, donde tuvo su hijo Antonio.
Manuel, no lo conoció personalmente, sino a través de fotografías y cartas que recibía 28 años después, donde le solicitaba apellidarse Fernández.
A finales de la década de 1920/30, llegaba Amira con su esposo Carlos e hijos a Macayepo, procedente del Mahates. Con el fin de él ocultarse por acá por un alcance que tuvo como telegrafista de este Municipio.
A Segundo, le iba bien en Lázaro, y ya se había hecho a su capital de trabajo. Con su esposa Celina tuvo sus hijos: Luz Ester, Rafal Augusto, Ernesto, Elvia, Rosalba, Adolfo, Evelyn, Mary y Guillermo.

MANUEL FERNANDEZ RICARDO Y EVANGELINA VARGAS

Para el año de 1932, Manuel, pasaba el mayor tiempo en su finca El Salado y en el caserío de Salitral. A donde venia a conocer a Evangelina Vargas Arroyo, oriunda de este corregimiento, quien apenas cumplía catorce años de edad.
Los dos, al conocerse, quedaban prendidos con sus sentimientos envueltos en medio de la atracción magnética de sus corazones. Lo que hacia mejorar su presentación personal para encontrarse en las mañanas y medios días, cuando ella llegaba y salía del colegio con sus cuadernos debajo del brazo.
Y él, desde su caballo, la acompañaba galanteándole hasta llegar a la escuela y luego regresar a su casa. La simpática jovencita era hija menor de la familia de Evangelista Arroyo Ortega y Mercedes Vargas Suárez. Contaban que esta modesta pareja y su familia eran ejemplares, considerada y respetada en el medio social. Su madre Mercedes, a más de ama de casa, se desempeñaba como una diligente y oportuna comadrona de la región.
Eran sus abuelos Paternos: Leonivè Ortega y Amalia Arroyo;
Maternos: Lino Vargas Uribe y Ana Suárez del Águila.
Su familia estaba conformada de seis hijos: Ana Francisca, Elisa, Flor, Juan, Alejandro y Evangelina.
Contaban que Evangelina era una joven simpática; radiaba aquella ternura juvenil, y apreciada por todo el círculo social del caserío; de color trigueño claro y con una inocencia campesina que la hacia mas bella. Su enseñanza escolar la recibía en la escuela rural del caserío, y buena amiga de sus condiscípulas y sin prejuicios sociales. Levantada en un medio social y creyente, humilde, sano y modesto, donde no se obraba mal ni se inspiraba la habilidad para sospechar de tanta maldad que en la época se agazapaba en los medios sociales que se creían más civilizados y más ceca de Dios.
Evangelina en esa entonces era una muchacha que apenas frisaba o entraba a su edad púber, de un activo despertar espiritual y cuál conjunto de virtudes que la hacían más bella.
Las relaciones sociológicas y familiares del caserío de Salitral, eran alegres, de respeto y solidaridad. Basada en las buenas costumbres; todavía no estaban influidas por el misticismo religioso; solo manifestaban conocer a Dios a través del Bien y de las cosas Buenas.
Para esa época, los representantes voceros de la iglesia católica, eran raras las veces que llegaban a Salitral, sino más bien, los fines de año a Don Gabriel a sus fiestas tradicionales de toros. A estas iba la juventud a curiosear y asistir a los actos rituales oficiados por curas, solo para verles sus negras vestimentas y a oírles el lenguaje que no entendían en misa. La juventud se comentaba, que ese lenguaje idiomático era parecido a los de los borrachos que Dios esparcía de la torre de babel; y uno de ellos, de Lacio, donde después nacía el latín de la jerga Romana.
Por otra parte,
Manuel, un joven apuesto, soltero, 26 años de edad, de piel blanca rosada, y de una situación económica promisoria, de facciones árabe-español, un metro con setenta y cinco centímetros de alto, serio, de un carácter propio de su raza, además soltero y sin compromiso. Excelente relaciones sociales y comerciales. Una escolaridad que el mismo impulsaba a diario con sus esfuerzos. No tenia la remota idea de casarse, porque al hacerlo le parecía, en su subconsciente, que iría a desplazar a su madre. Su soltería, era un partido que envidiado por la juventud árabe, con quienes su madre quería reaparentarlo, fijándose en las hijas de su excuñado Elías, quien lo apreciaba y lo quería, como a sus hijos.

Manuel cada vez que llegaba a Salitral, adrede pasaba por el frente de la casa de la familia Vargas Arroyo, buscando la manera de cómo ver y comunicarle sus sentimientos amorosos a Evangelina. A diario aumentaba su admiración, para más adelante atreverse a visitarla oficialmente. La calentura sentimental era tan alta, que Manuel, resolvió manifestar sus propósitos a los padres de la joven.
En unas festividades tradicionales de Salitral, Manuel se propuso hablar con los padres de Evangelina, invitando a tal acto, a tres testigos que garantizaran sus promesas que había jurado tantas veces a su pretendida. Se iba a dar un acto relevante costumbrista. Los testigos amigos, eran Julio Cesar Salazar Morante, Federico Hensel Madrid, y Pedro Montes. Quienes se dieron cita un medio día. Presentes los padres de Evangelina, Manuel, los testigos, y otras personas que curioseaban de pie en la puerta de la sala principal.
Manuel, se puso de pie para expresar a los padres de Evangelina, el motivo de la reunión, que no era, sino repetir las promesas hechas a su pretendida; ahora delante de sus padres y de los tres testigos invitados. Este acto reverenciaba el comprometimiento mutuo de pareja, en las buenas y en las malas ante Dios, y sus conciencias.
Su padre Evangelista, llamaba a su hija para entregarla a su prometido Manuel Fernández Ricardo. Llegaba Evangelina, a darse un abrazo con su prometido, para quedar ellos marido y mujer. Pasaban hacerlo, como Abraham y Sara, y mas adelante Isaac, con su prima hermana Rebeca; Ismael, con la egipcia, José, carpintero, al quedar viudo de su primera esposa, se casaba con María, en cumplimientos de las leyes mosaicas (Ex.22,16)
Seria bueno resaltar, que Manuel y Evangelina, no lo hicieron como Jacob, hijo de Isaac; que para poderse casar con su prima Raquel, tuvo que primero estar con su hermana Lea, y dotar a las dos con catorce años de trabajo a su tío y doble suegro, Labàn.
La determinación conyugal de Manuel, no era del consentimiento de su madre Porfiria, porque -repito- ella aspiraba casarlo con una mujer que le semejara su sangre árabe. Ella culpaba a los mencionados testigos amigos, por servirles de testigos, tanto, que les reclamó. Por fin todo aquello quedó atrás. Porfiria ahora,
Inteligentemente pasaba a resignarse aceptando a su nueva nuera Evangelina.
Entraba a colaborarle en sus responsabilidades y deberes de ama de casa.
Manuel mandaba construir, a la entrada de la finca, una casa acondicionada con amplias instalaciones para bovinos, equinos, porcinos y aves de corral. De tras de la casa pasaba un arroyo que colindaba con el fondo del patio de la casa de don Julios Cesar Salazar, donde abrevaban los animales. Atrás frente al fondo de la entrada de la finca, colindaba con la finca estancia La Esmeralda, donde residía su dueño Noé Sierra Mercado y su familia.

Manuel cuando necesitaba ausentarse para atender sus múltiples negocios en la región, Evangelina se ocupaba de los encargos que él le dejaba, que no eran otros que lo de atender la venta diaria de leche, queso y cuidado del ganado y levante porcino, mas atender las visitas de gentes que por uno ù otro motivo lo buscaran.
En cuanto a la relación de pareja era normal. Ellos se sentían alegres viviendo los dos solitos y felices en esta finca. Les agradaba lo cerca que estaban de Salitral. Lo del constante trafico por el camino real, y por el frente de la casa, lo que era una vieja y tradicional servidumbre. Como antes decía, en la parte de atrás de la casa corría el caudaloso arroyo Mancomojàn, y al otro lado cerca de la casa nacía una agua viva salobre, pero cristalina. Y era por el agua salobre, que bautizaron la finca El Salado, y el corregimiento, Salitral.
A la finca, a diario venían los moradores de Salitral a comprar la leche, queso, huevos, suero, ajíes, berenjenas y otros.
Porfiria, ya ligeramente resignada con el proceder y determinación de su hijo, se daba cuenta, que ella nada podía hacer, más bien se dedicaba ayudarle a Evangelina, por estar embarazada. Nieto que más tarde nacía recibiéndole su abuela materna Mercedes, en calidad de comadrona
Su abuelita materna vino a recibir a su primer nieto que le daba su hija menor. En sus brazos, dio el primer grito de su vida. Su abuela Porfiria, al verlo nacer, le daba el nombre de Salomón Segundo; el primero en memoria de su yerno-cuñado, y el otro, de su hijo mayor.
Porfiria, como madre suegra y abuela, duraba semanas enteras ayudándole en los quehaceres de la casa, mientras Evangelina se restablecía del parto.
Como buena madre no ahorraba tiempo en ayudar a sus hijos. Para hacerlo se cubría su cabeza con un fino chal bordado de color negro, y salía a cabalgar horas y horas por los caminos de la región, a visitar a sus hijos. Los moradores de las veredas, que andaba, le brindaban detalles abrumándole de gratitud.
Manuel, para esa época, conoció a un tío paterno de Evangelina, de nombre José Ortega, quien por haber sido sacristán, lo apodaban José Cura. A quien le
Compró la finca Los Bledos, por la suma de 3 mil pesos.

¡Evangelina, dos años después volvió a quedar encinta!

Rafael Guillermo, como antes dije, atendía el depósito de su tío en Don Gabriel, mientras que sus medios hermanos, Arturo y Adolfo, controlaban los animales que Manuel daba al partir en la región. Ellos también recibían las crías para traerlas a la finca.

Andaba Salomón Segundo en sus dos años de edad, cuando,

Un día sábado 15 de junio de 1935, en horas de la tarde, cuando ¡Yo Nazco!
¡Quinto hijo de mi padre y segundo con mi madre Evangelina!

Mi abuelita Mercedes, como buena comadrona que era, venía a recibir a otro nieto de su hija menor, y a pesar de ser buena maestra en estos oficios, olvidó el bisturí con que cortar mi ombligo umbilical. Ocasionada la urgencia, mandó a la criada ir a su casa a buscarlo. Como no lo encontró, una de sus vecinas le sugirió llevarle lo más rápido una tijera oxidada de cortar tabaco doblado. La que tomó ordenando afilarla.
Mi abuela no tuvo otra alternativa que desinfectarla en un fuego lento de una mecha embebida de alcohol. Y fue como pudo utilizarla.
Luego tomaba mis pies, colgándome cabeza abajo; y con sus fuerzas me daba tantas nalgadas hasta hacerme gritar y llorar tan fuerte, que al escuchar en el patio las gallinas y pavos, estas replicaban en coro como para saludarme.
Mi padre en ese momento se entretenía leyendo la prensa (El Siglo) y al oír mis gritos y las réplicas de las gallinas y pavos, se levantó a verme, y asombrado decía: -¡Caramba, vuestro hijo va llamarse Laureano!
Mi padre, por razones política, me daba este nombre.
Era de tener en cuenta, que mis padres en cuestiones de hogar, todavía eran bisoños, porque Manuel y Evangelina contaban 29 y 18 años de edad, todavía adolescentes y los dos tenían la sensación de vivir en un paraíso. Solitos…, con sus dos hijos.
Días más tarde, mi padre quiso agregarme otro nombre, el de Carlos, porque nueve días después de yo nacer, el 24 de junio del mismo año, murió Carlos Gardel en un trágico accidente aéreo, en la ciudad de Medellín, a lo que mi madre se opuso por este estar muerto.
Al año de nacer, en las fiestas patronales de Don Gabriel, a Salomón Segundo y a mí, nos bautizaron. A mi hermano, lo apadrina don Julio Cesar Salazar con doña Luisana Paternina De Ávila A mi., don Federico Hensel Madrid con su esposa Luisa Enriqueta Paternina Díaz. En otro acto mi padre apadrinaba a un hijo de su compadre Julio Cesar Salazar.
Dos años más tarde nace mi hermana Sol Beatriz, apadrinándola su primo Rafael Gillermo Martínez Fernández con Justa Mendoza de Montes. Mi padre le puso por Sol, por el primer astro del universo; y Beatriz, por estar leyendo una interesante obra “La Divina Comedia” donde Dante inmortalizaba a Beatriz Portinaria, célebre dama florentina.
Mi abuela materna, como comadrona, al recibirle, decía parecerle un ángel, de abundante cabellos, vivaracha e inquieta. Quienes la conocían, la comparaban con su abuela Porfiria y parecida a vuestro padre.
El año siguiente, nacía María del Socorro. Porfiria le daba este nombre a mí otra hermana, para que llevara el de su nieta hija de Anitica.
La armonía que reinaba en la familia, era de hermanad, y todos atentos a los quehaceres de mi padre.

Por otra parte,
Los familiares paternos de mi padre Manuel, especialmente sus primos hijos de Elías y Domingo, ellos, le admiraban personalmente su empuje y capacidad de trabajo, y era por ello, que con frecuencia venían a visitarlo.
Porfiria, se esmeraba armonizar su relación de suegra con Evangelina. Cuando nos visitaba, nos traía dulces, juguetes, cortes de tela, ollas, vasijas, vasos, juegos de pocillos, cubiertos y cosas para la casa. Y las veces que mi padre no estaba o pernoctara afuera, las dos salían a caballo ayudar al criado a jardear el ganado parido, parecían, `padre è hija`
En sus otras salidas, visitaba a su nieto Rafael Guillermo, en Don Gabriel, y a su hijo Segundo en Lázaro. Cuando iba a Don Gabriel, se acompañaba de su nieta María del Socorro, hija menor de Ana. En una de estas venidas, su nieta sintió un repentino malestar. Le administraron unos medicamentos caseros y no mejoraba; con urgencia salían a buscar al doctor Alejandro Moré, y al llegar, la niña había muerto. Esta dolorosa desaparición enloquecía a Porfiria.
Ana, al saberlo, de inmediato se trasladó a Don Gabriel, encontrándose a mitad del camino con su hija muerta. Se dio un acto triste y desgarrador. Ana, en sus lastimosos ayes, preguntaba:
-¿Qué hacía mi hija en don Gabriel?
Los ayes y lamentos de Ana, provocaban profundos sentimientos de culpa a su madre Porfiria.
El fallecimiento de mi prima María del Socorro, causaba a todos un duro golpe. Quedaba la familia traumatizada. Las relaciones cambiaban. Anitica, seguía quejándose con sus repetidos ayes, y volvía a preguntar, -¿Qué hacía mi hija querida en Don Gabriel?
A la difunta María del Socorro, la sepultaban en Chalán.
Porfiria, entristecida, inmutada de tanto llorar, ella buscaba cómo desahogarse suplicando a mi padre, llevarla cuanto antes a vivir a Don Gabriel, porque en Chalán, sentía una dolorosa pena que la torturaba.
Mi padre, conmovido, le respondía con abrazos y besos pidiéndole mas tiempo para comprar la finca Costa de Oro de don Diego Pérez Miranda y llevarla a vivir con él a la casa que hacía parte de esta finca en Don Gabriel. En medio de esta triste desaparición, a mi padre se le cumplían sus deseos de al fin vivir con su madre en esta población. Si, mi padre soñaba traérsela a vivir para Don Gabriel. Para a comprar la finca, le entregó en parte de pago la del El Salado Donde vivíamos, tocándonos mudar para Salitral.
Mi padre compraba un solar a mi abuela Mercedes, al lado de su casa, donde mandaba levantar una casa de bahareque y palma; con sala-comedor, mas un local para tienda y trastienda, dos alcobas, armario, mostrador; al lado de la parte de atrás de la casa, un horno para hacer pan.
Esta determinación era del consentimiento de mi madre Evangelina y mi abuela Porfiria, Cuando esto acontecía, mi familia la conformaba mis padres, Salomón Segundo, (quien escribe) Sol Beatriz, Marìa del Socorro, (y Berta que estaba por nacer)
-¿Qué pensaba o buscaba mi padre?
-¿Cuál era su proyecto inmediato?
Traerse a su madre Porfiria y unirse Rafael Guillermo trasladando el depósito para la esquina de esta otra casa. Mi padre feliz, aspiraba vivir con nosotros en Salitral y con su madre y sobrino en Don Gabriel. Es decir, ¡Iba a compartirse!
Evangelina, con sus cuatro hijos, mas el del vientre, pasaba atender la tienda en Salitral, la que mi padre surtía y organizaba.
Porfiria al venirse para Don Gabriel, dejaba en su casa de Chalán, a mi tía Ana, a Berta y demás hijos. A Berta, le dejaba una tienda surtida. Sus otros sobrinos, seguían atendiendo los negocios y animales al partir que mi padre tenía en la región. Mi padre concebía este proyecto con el visto bueno de Porfiria. La de él seguir viviendo con su madre y nosotros sin inconveniente alguno. La idea de mi padre vivir con mí abuela y sobrino, en Don Gabriel, y a la vez, con nosotros en Salitral, planteaba un interrogante:
¿Acaso iba a vivir allá y acá?
Tendría dos casas: ¿La de su madre y Evangelina?
Mientras arreglaban la casa de Don Gabriel, Evangelina a más de atender la tienda, controlaba los quehaceres de la finca Los Bledos.
Se alistaba Porfiria para venirse a vivir a Don Gabriel, cuando enfermaba de repente y sorpresivamente moría.
En consecuencia terminaba lo proyectado.
Esta muerte, la causó de inmediato a mi padre una dolorosa tristeza, que lo desconcertaba totalmente, como también, a toda la familia. Y más a mi padre, quien acostumbraba a consultar y discutir sus planes y decisiones con ella.
La desaparición de Porfiria, afectó duro a mi padre, quien detuvo de inmediato el proyecto. En cambio cumplía la voluntad póstuma de Porfiria: “Que a penas muriera, su casa la vendiera a los esposos José Barone/Isolina Beltrán” (Según, para que le cuiden las matas de Uva y granado) El producto de la venta, mi padre la daba en partes iguales a sus tres hermanos: Amira, Segundo y Ana. A Rafael Guillermo le proporcionó los medios económicos para que trabajara y pudiesen ayudar a sus familiares.
Los amigos de mi padre no dejaban de consolarle; tratando de resignarle.
Unos le sugerían traerse a Evangelina a vivir a Don Gabriel. Otros, traer a su hermana Anitica; y el más vivo, de confianza, le decía: Consíguete una novia y te casas, y tráetela a vivir a tu nueva casa. Manuel en ese trance, vislumbraba esa posibilidad, claro, si legalmente estaba soltero.
Coincidencialmente para esa temporada, las parroquias católicas de El Carmen de Bolívar, Ovejas y Toluviejo, coordinaban unas intencionadas cruzadas, para catequizar en sus respectivas jurisdicciones, y a la vez instituían en los medios del catolicismo con reglas y prácticas religiosas en el respectivo medio social, que propiciaban prejuicios entre las parejas casadas por la iglesia católica, con las no casadas; conllevando ellas las diferencia de clase entre las familias, con complicidad legal del Estado. A los hijos de no casados por la iglesia católica, en sus partidas de bautismo, la iglesia no les permitía registrarse en primer orden el apellido de sus padres, sino el de sus madres. En cambio, a los hijos de los casados por la iglesia católica los llamaban Legítimos; y los no, Naturales. Las parejas no casadas por la iglesia católica, a estas las tildaban de concubinas. A la iglesia católica no le bastaba que creyeran en Dios, como tampoco que fuesen cristianas sino estaban casadas por lo católico. Y era el colmo, que el Estado reconocía la ciudadanía a sus ciudadanos colombianos si presentaba la Partida de Bautismo de la iglesia católica.
Todo aquello imbuía a mi padre sentirse soltero y poder casarse con otra mujer
La responsabilidad de mi padre para con la familia Fernández Vargas, la creía resuelta con la organización que le daba a mi madre Evangelina: Que sería la casa con el negocio de tienda, más el horno para hacer pan y dulce. Mi padre sentía un abreacciòn al liberarse emocionalmente del afecto que le ligaba a su madre. Ahora su orfandad quedaba a merced de aquel círculo de amigos que le rodeaban del medio prejuicioso. Su subconsciente ahora influido, tendía a sublimarse.
Para reflexionar, bueno sería preguntarse: ¿Qué podía esperarse de un joven a esta edad, al verse sin experiencia y una buena situación económica y envuelto en esta nueva lid religiosa y con la edad de Jesús al morir?
Ahora mi padre huérfano de padre y madre y, sin una asesoría como la de su difunta madre y una soltería envidiable. Él sin su madre, ahora estaban dadas la condiciones de volverse a casar.
Mi padre poseía dos fincas surtidas de ganado, mas un Depósito que ahora tenía en la nueva casa en Don Gabriel. La que arregló para traerse a su madre. En el proyecto inicial de mi padre seguramente no estaba lo de abandonar a mi madre; mas bien quería verla económicamente independiente en cuanto a los gastos de familia. Posiblemente que mi padre quiso contribuir con Evangelina a tener su patrimonio autónomo.
Mi madre confiaba de lo que mi padre le daba y juraba quererla. Ella no dudaba de sus sentimientos, porque no aspiraba lo que no le había prometido. Con sus
Veintitrés años, sin malicia ella caía en brazos de la inocente ingenuidad. No imaginaba que mi padre se fuese a separarse de ella, y menos de nosotros sus hijos. Y ahora menos cuando convivir de igual a igual en cuanto a la relación de gastos. En Evangelina influía su impetuosa juventud y tranquilidad espiritual y sin experiencias en las contiendas de clases sociales; sin malicia ni interés.
Vivía despreocupada y segura de lo que ahora tenía, más la fidelidad y amor de su marido, -repito- más la ternura y afecto que nos tenía a sus hijos.
Esta situación emocional servía para otra cosa.
Ciñéndome a unas coincidentes y respetables versiones, me hace anotar unas breves menciones biográficas de don Julio César Salazar Morante, para darle la importancia merecida en cuanto a la relación amistosa y de compadre que tuvo con mis padres, antes y después de él casarse.

Su compadre Julio Cesar, era hijo de Julián Salazar Montes, con Isabel Morante Geraldino. Su madre de ascendencia italiana, blanca, ojos azules. Julio Cesar, era el segundo de tres hermanos: Matilde la mayor, él y María de los Santos, la menor. Viviendo inicialmente en el Municipio de Zambrano, en la ribera de Río Magdalena. Contaban que la hija menor, María de los Santos, quien frisaba los diez años, cuando una tarde salía acompañada de su nodriza a pasear por la orilla del Río Magdalena, y al ella disponerse caminar por un extremo barranco, resbalaba cayendo al Río abajo, desapareciendo. Su nodriza, no supo explicar lo sucedido, solo se limitaba repetir diciendo: -De pronto, desapareció-.
Sin embargo todos pensaban que Marìa de los Santos, podía estar escondida o perdida, -Pero nada-
Por otra parte,
La madre de don Julio Cesar Morante, apellidada Morante Geraldino, y su tía Geraldino Morante, creyéndose que una de las dos era hija natural.
Julio Cesar se hizo amigo de mi padre, debido a la relación de negocios de compra y venta de bovinos; esto acercaba a la familia Salazar Valle y Fernández Vargas.
Volviendo a la misteriosa desaparición de Santos, sería bueno anotar, que en las parroquias, los feligreses encomendaban con fervor su alma al Señor. Esta dolorosa desaparición, era lo que mas dio a conocer la familia Salazar Morante.
Las parroquias sermoneaban tomándolo para catequizar ateos y protestantes.
En misa pedían por su alma. Esta desaparición, la resaltaban comparándola en similitud al viejo pasaje bíblico de Jonás.

¡A Marìa de los Santos, la imaginaban sentada en el vientre de un Caimán!

En medio de esta trágica desaparición, los esposos Salazar Morante, tuvieron que mudarse con sus dos hijos para El Carmen de Bolívar, donde pasaron a vivir con una hermana de Julián, de nombre Isabel Salazar Montes.
Mas tarde, en El Carmen, muere Isabel Morante Geraldino, a consecuencia de la pérdida de su hija María de los Santos. Julián, al enviudar, mas adelante se casaba de nuevo con doña Mercedes Bermúdez Pareja. En cambio su hijo Julio César, por asuntos de trabajo, se radicaba en el caserío de Bajogrande; para donde mas tarde también se mudó su padre con su familia. Aquí nacieron sus otros medios hermanos: Arturo, Luis Carlos, Alfonso y Mercedes.

Julián, en la parte de atrás de su casa en Bajogrande, instaló una rudimentaria jabonaría para elaborar el apetecido jabón de bola; el cual, consistía de una empírica estructura manual de masa, hecha en pailas al calor de un horno.
La materia prima para elaborarlo, esta consistía de la grasa o cebo animal, el que cortaban con lejía de ceniza vegetal. La producción la salían a vender sus hijos en animales.
En cambio su hija menor de nombre Mercedes, apodada La Nena, estudiaba en un El Carmen de Bolívar, matriculada en un colegio católico, para más tarde ocuparse de Maestra de Escuela en el caserío de El Salado.
La hija mayor de Julián, de su primer matrimonio, Matilde se casaba con Jorge Bobadilla Herrera.
Julio César, firmemente enamorado, se casaba con la señora Lina, hija de los esposos Celio Valle y Juana Guerrero
Tuvieron nueve hijos: Matilde, Isabel, Carmen, Zenobia, Julio Alfonso, Rosalina, Estela, Erneda y Nancy. Todos levantados en Salitral donde tenían una estancia panelera llamada “Entra si Quieres”
Al fallecer doña Lina, sus hijas se mudaban para El Carmen de Bolívar, bajo la supervisión de su padre, quien quedó atendiendo sus propiedades y negocios.

Las cabezas de familia mas sobresalientes del sector regional de Salitral, eran las siguientes: Oscar Acuña, Miguel Lambraño, Miguel Núñez, los hermanos Vicente y Remberto Valle, Lino Vargas Uribe, (tío de Evangelina) Evangelista Arroyo, Julio César Salazar, y otros que en el momento, se me escapan.
La relación amistosa de la dos familia, Fernández Vargas, y la Salazar Valle, facilitaba conocerse le media hermana de Julio César, la Nena, con mi padre.

Manuel Fernández Ricardo y Mercedes Salazar Bermúdez.

Comenzaba el año de 1939, cuando la media hermana de Julio Cesar, la Nena, visitaba con más frecuencia la casa de su hermano y sobrinos en Salitral, con intención de explorar la posibilidad de otra plaza docente.
La amistad y el compadrazgo de mi padre con Julio Cesar, daba la oportunidad de conocerse mi padre con su media hermana Mercedes, la Nena
Y parece que en ellos entraba cupido.
Contaban que ellos dos no se conocían; más bien si con sus primos hijos de su tío Elías, por ser levantados en Bajogrande y El Carmen de Bolívar.
Cupido crecía y prendía aún más la fogata romántica que advertía la búsqueda amorosa en pareja.
La relación crecía è intimidaban sus sentimientos llegando a enamorarse con el beneplácito de su medio hermano y la familia del compadre Julio César. Lo que ahora les faltaba era el pedimento oficial y hacerlo público.
Por el lado de Evangelina, la pasaba siempre ocupada en sus quehaceres de la tienda y la hechura de los dulces y el pan. Una que otra vecina y amigas le hacían ligeras prevenciones de lo que ellas oían decir, de las relaciones de su marido con la hermana de su compadre.
Las anteriores prevenciones, Evangelina, las tomaba como sórdidos chismes de la gente para fregar. Pero eran tantas las advertencias que recibía, que se dispuso a escoger el momento para entrar en íntima confianza con su marido, tomados de manos, pasaba a preguntarle:
¿Manuelito, es verdad que te casas?
Mi padre con humildad culposa, le respondía: -Si Vange.., es Cierto-
Mi padre en pos de tranquilizarla y resignarla, prometiéndole le decía:
-Tu estás organizada- -y proseguía-
-Si me caso, me hago cargo de Salomón Segundo y Laureano
-Y si el que está en tu vientre, es varón, también-.
Así quedaban las cosas.
Por la parte del noviazgo, avanzaban los preparativos para el matrimonio. Mi padre esquivaba hablar de su compromiso con sus familiares. Él mas bien lo intimidaba era con su compadre Julio Cèsar.
Todo aquello parecía indicar que el convenio de adopción extramatrimonial lo pactaban en forma verbal, reconociéndose únicamente los hijos varones.
Me contaba mi madre Evangelina, que conoció a la Nena, una vez que entraba con unas sobrinas suyas, por la parte de atrás de la finca donde vivíamos; entraban ellas de a pie. Al llegar y saludar, recordaba que le preguntó: ¿-Qué tal la trata su marido? Respondiéndole mi madre: -Pues bien-
¿-A que viene su pregunta?
-le preguntaba- La Nena, solo le pidió disculpas-
A estas horas de mi vida, cabe preguntar:
¿-Qué buscaba mi padre al discriminar el género?
¡Cuando escogía a sus hijos varones y no a las hembras!
No estaría demás hacer un paréntesis para opinar sobre lo que yo he provocado para escarmentar a quienes convenga socialmente.
La determinación de mi padre de abandonar a mi madre para él casarse sin justa causa, era injusta. ¿Acaso no nos cercenaba el derecho que teníamos como hijos, de criarnos con vuestros legítimos y naturales padres?
¿Y que un repentino divorcio, nos hiciera huérfanos sin vuestros padres morir?
¿Y cuál sería el veredicto que Dios, Daria a este procedimiento conyugal?
Porque era fácil comprender que estos procedimientos fueron equivocados, no por el divorcio propiciado por una de las partes, sino por la responsabilidad con la familia Fernández Vargas. Parecía que la pareja separada, hubiese llegado a un acuerdo de “reparto” de los cuatro hijos, que de responsabilidad nada tenía.
Ahora me atrevo a suponer de lo que pudo haber suceder entre ellos dos:”Yo me quedo con los varones, y tu, con las hembras; no tengas mas que ver con los míos, ni yo con losa tuyos”
Y este infeliz pacto dejaba un escenario dramático y triste.
Y es lo que pude concluir sin averiguarlo ni Melo hayan contado, sino las mismas ocurrencias evidentes que se dieron en las posteriores relaciones de mi padre con mis hermanas y de mi madre para con nosotros.
Qué tristeza debe dar a un hogar cunado los padres abandonan por reparto a sus hijos sin mediar una justa responsabilidad. Los hijos son los que sufren estas infelices consecuencias; bienaventurados los padres que hacen emporios sociales dignos de imitar.
Pero estos hechos escarmientan, para que en vuestras familias no vuelvan a suceder y menos repetirse.
En estos tristes momentos, muere mi hermanita Marìa del Socorro de infección bronquial. Mi madre Evangelina encinta. En tal estado le tocó atravesar estas tristes dolorosas circunstancias. En medio de ellas, ver desbaratarse el castillo de ilusiones con los que soñaba en su ingenua y natural aspiración.
Evangelina, ahora pasaba rodeada de amigas y vecinas quienes le contaban lo que escuchaban sobre el matrimonio en casa de Julio César.
La mayoría de sus amigas solidarias, se acercaban para animarle, señalándole estrategias que pudiesen acertar en disolver las intenciones de mi padre. Unas consolaban, otras le brindaban apoyo, y no faltaban quines le dieran consejas.
A Evangelina se le turbaba su tranquilidad; y entraba en un cotidiano martirio sentimental. Ella sentía estar en medio de un borrascoso torbellino donde solo veía la traición, la ingratitud y el desprecio.
En cambio mi padre abreviaba el tiempo para casarse. Y dentro del convenio extramatrimonial, convenía con su novia, la Nena, prohijar sus 3 hijos varones:

Silvio Manuel, ocho años de edad, a quien tuvo con Amalia Cermeño, Salomón Segundo, de 6 años, y quien escribe, Laureano, de 4 años de edad. Quedaba mi padre con Evangelina, que si la criatura que estaba en su vientre, era varón, también lo adoptaba. Pero no, al año siguiente, nace mujer. A quien le pusieron por nombre Bertha y, bautizada en la parroquia de Ovejas, siendo sus padrinos Manuel Fernández Osorio con Ester Ricardo García de Zubirìa (La Nena)

Era tan rápida la resolución de mi padre casarse, que lo proyectaba para fines de 1939. Al saberlo y confirmado Evangelina, esto le conmovía angustiándole. La recordaba arrodillada en mitad del patio, pidiéndole Al Señor, darle fuerzas y resignación para resistir la amarga y larga prueba a la que estaba sometida.
Mientras tanto mi padre compraba lo más necesario y apuraba el arreglo de la casa de Don Gabriel. La que ahora no era para su madre, sino para su próxima esposa. Con días de anticipación, pasaban las invitaciones personales de rigor.

¡Por fin se consumaba la boda!

Para casarse, la pareja acordaba trasladarse de Bajogrande a El Carmen de Bolívar. Para alistarse y un modesto festejo, prestaban la casa del señor Diego José Maldonado, esposo de la profesora Beatriz, hermana de Nicolasa, Humberto y Jorge Bobadilla Herrera. Este último, esposo de Matildita; única hermana de padre y madre de Julio César. Y años después, viuda, venía a vivir a la ciudad de Barranquilla en el barrio La Sierrita, donde murió. Aquí tuve a bien conocerla, impresionándome su parecido para con su sobrina, mi hermana Enith del Socorro.
Mi padre y la Nena, una vez casados, ese otro día se regresaban de El Carmen de Bolívar para Don Gabriel, donde iban a estrenar la casa que mi padre había acondicionado para su difunta madre, mi abuela Porfiria, casa que estaba lista con las cosas mas necesarias.
Para regresar a Don Gabriel, ineludiblemente la pareja tenía que tomar la única calle de Salitral y pasar por el frente de la casa de mi madre Evangelina.

La población entera de Salitral, ahora esperaban ansiosos ver pasar la pareja desposada, y era por ello que estaban a la expectativa y en alerta.
Evangelina solicitaba encarecidamente a sus vecinos, que le avisaran cuando el matrimonio llegara a la casa del compadre Julio César, porque seria la única estación que ellos harían aquí en Salitral
Cuando a mi madre le avisaron que el matrimonio había arrimado donde sui compadre Julio César, ella me llamaba y buscando entretenerme en el patio, y amarrándome con una cabuya al tronco del árbol de totumo que estaba frente al portón de entrada al patio que daba vista y salida a la calle.
¡Mientras tanto, yo buscaba la manera de soltarme! No sabía que pasaba en mi casa.
Mientras luchaba para soltarme, recuerdo bien haber visto a mi padre cuando pasaba en su caballo albino, queriendo este animal resabiarse y desviarse del camino que llevaba, por buscar para entrar a la casa como era su costumbre. Y detrás de mi padre iba en otro animal una señora que no conocía, quien llevaba puesto un sombrero o tocado de tela que cubría su cabeza.
En ese momento veía que los animales en que iban, espantaban cantidades de flores de variados tintes, sorprendiendo a los corceles al volar del suelo como llamaradas de fuego, aturdiéndoles al pasar
Al rato, yo me daba cuenta que eran conjuntos de mariposas que sesteaban en mitad de la calle, donde seguramente festejaban el culminar la metamorfosis que ahora las embellecía, dándole paso a la feliz pareja desposada.
Era cuando yo gritaba más, hasta que me soltaron del tronco del totumo donde yo estaba amarrado. Al salir del patio a la calle, me sorprendía ver todas las familias de la población apostadas en los frentes de sus casas, seguramente comentaban el paso de la pareja desposada.
¡Yo no entendía lo que pasaba!
De ver pasar a mi padre sin saludarnos; sin llegar donde nosotros como era su costumbre, y de no haber oído mis gritos al llamarle. Estaba un tanto resentido con mi madre, por ella no haberme dejado salir a estar con él. Le amenazaba con decírselo a mi padre para cundo él viniera.
Sentado en el piso de la sala de mi casa, lloraba mirándome en un espejo grande colgado de la pared. Y en él, me entretenía cuando yo soltaba tantas lágrimas para verlas bajar mixturisadas por mi rostro con la tierra desprendida de mis manos, quedando estas pintadas en mis mejillas.
Pasaban los días, y mi padre sin llegar.
Ya era en balde esperarlo en las tardes.
Recordaba anteriores ocasiones, cuando lo esperaba y llamaba a mi hermano para que nos paseara en el caballo albino. Él nos llevaba a la estancia “Entra si Quieres” como también donde su compadre Federico Hensel, “Villa Angélica” a saborear deliciosos guarapos de caña en totumas.
A los tres días, temprano, volvía en su caballo albino; para esta vez, solo llegar al anden de la casa, y sin bajarse, y de prisa, preguntaba por mi madre, para solo decirle: -Luego, para cuando regrese, me tienes listo a Salomón Segundo y Laureano, para llevármelos para Don Gabriel- -Y se marchó-
Mi madre sin demora pasaba a bañarnos y cambiarnos de ropa (por última vez) y nos pide sentarnos en la sala en sendos taburetes a esperar a vuestro padre que pasara por nosotros.
¡Veía a mi madre rabiosa!
En cambio nosotros de contentos, esperábamos que él nos viniera a pasear Sorprendidos, veíamos a los amigos y vecinos llegar con sus hijos, (amiguitos) sin saber que era para despedirse de nosotros dos. Llegaban a saludarnos sin saber el motivo.
Estábamos en esto cuando llegó mi padre y a pulso nos alzó a la montura. A mí, me sentaba en sus piernas, y a Salomón Segundo, en anca, llevando una caja de cartón donde iba nuestra ropa.
No recuerdo lo del camino ni la llegada a Don Gabriel. -Seguro que iba dormido Pero si recuerdo la primera noche que nos tocaba dormir en Don Gabriel.
Al llegar, mi padre nos señalaba donde dormir: Detrás del armario de la tienda, en un camastro de fondo brillante de cuero curtido. No sé si mi hermano, pero yo sentía miedo y extrañaba la casa. Cada rato, oía movimientos de ratas y silbidos de lechuzas, como también, la caída de mis orines al mear del miedo.
Al despertar mi hermano Salomón, me levantaba a golpes por haberle orinado.
Sin atrevernos a levantar; por no saber a donde ir. Acostados boca arriba, reparábamos todo aquello lleno de bultos y cajas por todas partes. Mi padre, seguramente atendía el ordeño del ganado parido en los corrales. Yo asustado.
Todo era desconocido para mí. Parecía llevado a otro mundo. Vislumbraba las claras del día y reparaba todo aquello donde habíamos amanecido. Oía voces y pasos de quienes transitaban afuera. Las miradas de mi hermano, Salomón, fijas al techo de la casa y rabioso por haberle orinado. Y serian como las ocho de la mañana, cuando llegaba la criada para decirnos:
-Don Mañe, que vayan a desayunar- -y se regresaba-
Y los dos huraños, con rapidez la seguíamos mirando aquellos objetos habidos por donde íbamos pasando. Los que nunca habíamos visto.
La criada, de nombre Elvira, ella nos llevaba al comedor, indicándonos dónde sentarnos. Veía la mesa cubierta con un mantel blanco servida de tantos platos y bandejas de peltre repletas de ñame espino, yuca, plátano, hígado guisado y al fondo un plato hondo lleno de suero blanco y una jarra, de café con leche.
Al extremo de la mesa, veía un plato rebozado de pelotitas marrones brillantes, colocadas de tal manera que hacían una pirámide. Ansioso, le preguntaba a la criada: -¿De qué son esas pelotitas? Respondiendo: -Son de ajonjolí tostado y molido con sal; son hechas de mi madre Amelia Fernández, a quien le quedan grasosas y sabrosas por tener ella “Buena Mano”
Pasamos a sentarnos, pero se nos presentaba un breve inconveniente con las sillas asignadas, porque estas eran para adultos. Llegó mi padre preguntando si habíamos dormido bien. De inmediato ordenaba a la criada conseguir en que sentarnos. Al conseguirlo, reparaba al frente del umbral de la puerta de la sala al comedor, a una señora vestida de una larga bata blanca, oyéndole dar algunas indicaciones a la criada. Ignoraba quien podía ser. Mas tarde, por el trato que nos daba vine a saber que era vuestra madrastra; con una atenta relación que terciaba más para con mi hermano Segundo Salomón. Mientras ella ocupaba a mi hermano en los oficios varios, yo me dedicaba a examinar con curiosidad los objetos de la casa. Observaba con atención el reloj que estaba en la esquina de la sala, el cual parecía un hombre alto de pie. El que sonaba los campanazos que indicaban la hora que era. Cuando lo oía, salía corriendo a verle, cómo por su cuenta martillaba con fuerza a tres badajo, haciéndoles sonar una melodía con la que llamaba la atención para indicar la hora.
Por otra parte, el piso de la sala, como la alcoba principal, estaba enchapados en madera y donde con frecuencia me satisfacía encontrar, en las hendiduras, cosas curiosas, como monedas, alfileres, medallas etc.
Una vez curioseaba en ellas cuando encontraba una cadena de oro, la que me arrebataba la criada, diciéndome que era suya.
Detrás de la tienda, donde dormíamos, había un banco de cera de abejas para la venta. A esta cera, la tomaba para ponerle tantas plumas haciendo con ella figuras de gallos, y en las patas le ponía unas grapas que eran las espuelas. Lo que para los niños del pueblo era novedad.
A los pocos días de yo estar en Don Gabriel, y al creer de examinarlo todo, me entraba una nostálgica soledad melancólica de desplazado: Era cuando sentía y experimentaba el estado de orfandad en que estaba.
¡Me hacia falta mi madre!
Mi estado anímico me llevaba a regresar a Salitral, porque quería ver y estar al lado de mi madre Evangelina. Una mañana sin decirle a nadie, me decidía irme a pie. Y alguien me orientó, que camino tomar. Sin más, lo tomaba sin dejar de seguir orientándome con las personas encontradas. Cuando vine a ver, estaba en Salitral.
¡Qué felicidad!
Encontraba la casa sola. Con las puertas cerradas y ajustadas con las trancas. Entraba y a todas ellas abría de par en par, incluso las de la tienda. No pude entender, cómo los amiguitos del pueblo, se habían enterado de mi llegada; porque al abrir las puertas de la tienda, todos estaban reunidos en la calle al frente esperándome, como si los hubiese llamado. Al verlos, era suficiente para vaciarles los frascos de dulce que estaban en el mostrador para la venta.
Ellos divertidos los recogían a la rebatiña. No tardó mi madre llegar al decirle la gente que en su casa pasaba algo grave, porque veían gente remolinada al frente de la tienda.
Al verme, cuál sería su alegre sorpresa, que corría abrazarme; preguntándome por Salomón Segundo, y quién o quienes me habían traído. Le conté la verdad.
Después de almuerzo, estando rodeado de mis amiguitos, les contaba, cómo era Don Gabriel. De los gallos hechos de cera; cómo les ponía las plumas y las espuelas de grapas. Del reloj, parecido a un hombre; el que tocaba campanas par anunciar la hora; de los pisos de madera o tabla, el cuento del gallo capón que estaba de moda por allá; de las monedas y aretes, ¡Ah! De la cadena de oro, que me quitó la criada Elvira.
¡No demoraban buscarme!
Cuando veía era a Sebastian, trabajador de la casa de mi padre. Al verlo corrí a esconderme al interior del horno de hornear pan.
De donde me sacan tomándome y jalándome de un pie. ¡No quería regresar!
Al ver a Sebastian, ofrecerme el burro, fue lo suficiente para convencerme para regresar a Don Gabriel montado en él. ¡Iba dichoso! Al llegar mi padre no me castigó, más bien me preguntó: -¿Con quién te quistes? –Y le respondí –Solo-
Y volvía a preguntarme:
-¿A quien vistes en el camino? Le dije una piadosa mentira:
-¡A una viejita sentada debajo de un árbol!
Mi padre inmediatamente pensó que podía ser mi abuela Mercedes Vargas. Lo que ocasionó un fuerte reclamo de mi padre a Evangelina; por tal motivo ahora él pasaba más pendiente de my. Me sentaba en sus piernas a contarme cosas haciéndome reír más con la traba lengua del viejo cuento del gallo capón. Me pedía jugar con mi hermano; por otra parte me contaba que pronto iba a tener a otro hermano mayor, a quien iba encargar de cuidarnos.
Yo no entendía esto último, ¡Cierto!
Mas tarde, a la casa se presentaba una señora acompañada de un Niño, alto, blanco, ojos azules, cabellos lisos y peinados hacia atrás; mayor que nosotros dos. La señora preguntaba por mi padre. En eso mi madrastra le respondía el saludo e invitándole a pasar y esperar a mi padre.
El Niño, parecido a unos amiguitos de Salitral, de apellido Lambraño.
Por permanecer de pie, le insinuábamos que se sentara, señalándole una silla.
Él nos fijaba sus miradas y, con los tacones de sus zapatos, golpeaba continuo el piso. Le preguntábamos su nombre, pero no nos respondía. Seguíamos los dos sentados en el piso alrededor de la silla donde él estaba sentado.
De improviso la señora nos preguntaba: -¿Ustedes son los hijos de Evangelina?
Le contestábamos en coro: -¡Si Señora!
Momentos después, llamaban para decirnos, que el almuerzo estaba servido, y en eso llegaba mi padre y saludaba cariñosamente a esta señora, para luego levantar a este Niño varias veces, mas arriba de su cabeza, sorprendiéndonos cómo los dos se sonreían alegres, y era que mas nos llamaba la atención, que nos impulsaba acercarnos más a él.
Después de saludar mi padre a la señora, los dos pasan a comentar sobre la traída y entrega del Niño. Mi padre nos acercaba a él diciéndonos varias veces:

-¡Este es su Hermano Mayor, Silvio Manuel!

Seguramente en este momento se protocolizaba la entrega y recibo de este hermano por parte de su madre Amalia Cermeñó.
Después de despedirse y ella irse, a nuestro hermano lo convidábamos a jugar y conocer el extenso patio, mostrándole aquellas cosas con la que nosotros jugábamos.
Silvio Manuel era más alto que nosotros, juicioso como Salomón Segundo; ahora los tres éramos inseparables; con diferencia, que a ellos dos los ocuparan
Asignándoles quehaceres de la casa.

Tanto la madre de Silvio como la nuestra, venían a Don Gabriel a darnos vuelta
A Silvio, doña Amalia, llegaba a la casa a verlo, y le dejaba recomendaciones
En cambio, Evangelina, se bajaba en la casa de la señora Erminia, madre de Rafaela y Alejandrìna, con don Eusebio Ricardo. De donde nos mandaba a buscar para vernos y darnos galletas y algunas frutas de cosecha.
Ahora éramos tres hermanos, pero yo siempre quedaba solo, porque a ellos los ocupaban en diferentes oficios. Seguramente a mí no…, por mi manera de ser inquieto y travieso, lo que mi padre me disimulaba con no ocuparme; más bien en su ausencia quedaba suelto a mis libres antojos y caprichos.
Mi madrastra a diario responsabilizaba de encargos a mis hermanos mayores.

Por considerarlo contemporáneo, me permito hacer un paréntesis, para pasar a relatar un interesante pasaje mientras reposamos del que traemos.

Arturo Martínez Mendoza y Beliazar Sierra Gómez

Para esta época, Arturo Martínez Mendoza, sostenía relaciones amorosas con Beliazar Sierra Gómez, hija mayor de don Noé Sierra Mercado, y Guillermina Gómez Amaya. Estas relaciones parecían no tener futuro, por cuanto don Noé, no era gustoso, y Arturo, tampoco contaba con las condiciones mínimas de él poderse casar, porque apenas era un joven adolescente, representado por su tío, mi padre. En cambio, don Noé, era un hacendado de prestancia regional, y sus hijos, estudiaban internos en colegios religiosos de otras plazas.
En cambio Arturo apenas cumplía veintidós años de edad, Inteligente, honrado y chusco, y por ello, se ganaba el aprecio de quienes conocía; y hacia parte del grupo familiar de Los Fernández; conformado de los hijos de don Elías: Manuel y Pedro; y de Domingo: Dominguito y Manuel, como también mi padre, quienes sumados, se convidaban reunirse a libar tragos, con el propósito de discutir los últimos acontecimientos políticos, comerciales y hasta familiares.
Estos jóvenes de excelentes posiciones económicas y sociales.
En cierta ocasión que el grupo se reunía en Salitral en casa de don Julio César Salazar, entraban a discutir diferentes temas de actualidad, y alegres, alzaban unas copas, y de repente, uno de ellos en voz alta preguntaba: Bueno…,
¿-Donde estará Arturito?
Uno de ellos, que sabia donde estaba y que estaba haciendo, le respondía:
-El pobre, estará buscando la manera de cómo hablar con su novia.
Y al oírle los reunidos con él, entraban analizar los diferentes ángulos del Pro y contra del futuro de este noviazgo; si era así que se le podía llamar. Ahora los primos centraban la atención sobre las contrastables posiciones del padre de la novia con el pretendiente de su hija. Les era fácil contemplar la distancia y la imposibilidad económica del pariente Arturito; también la remota aceptación del padre de la novia. Lo que parecía limitarse a una vana ilusión. Pero los primos querían batallar para hacerles triunfar en este interesante reto, el que apuntaba provocar sus arrogantes orgullos. Quienes apreciaban sinceramente al pariente de su primo Manuelito. En medio de la motivada discusión que tenían, Arturito, se hizo presente y dejaba ver lo agitado y sudado que él estaba, y al captar lo discutido, entraba hacer parte como principal protagonista del tema; los demás entraban hacerle las siguientes preguntas:
-Oiga, pariente…,
¿Es cierto que usted tiene relaciones amorosas con la hija de don Noé?
--¡Si las tengo! -contestaba-
Dominguito, al oírle, se puso de pie; erguido y arrogante, pasaba a conceptuar expresando sobre el tema lo siguiente:
-Lo que ustedes acaban de oír, en boca del pariente Arturito, es la materia prima requerida para consumar el enlace conyugal de estos dos jóvenes. -Y, se atrevía a pasar a proponer- -¡Como no! -Con vuestra ayuda podemos darle las condiciones efectivas para que ellos puedan casarse-
¡-Pero hagámoslo de una vez! –Les exhortaba-
Todos los reunidos fueron individualizando sus ayudas, y fue como les animaba hacer realidad tal propósito. Como primera medida, le piden al primo Arturito, que instruya con antelación a su novia, para que diera su consentimiento al pedir su mano.
¡De inmediato corría él a donde ella, y así lo hizo!
Los parientes reunidos, hacían efectivas sus ayudas económicas; reuniéndole una apreciable suma suficiente de dinero, que les incitaba pedir la mano de la novia Beliazar. Mi padre, como ayuda particular, les ofrecía parte de su casa en Don Gabriel, para que se fueran a vivir a ella.
Todos entusiasmados, arrogantes y dispuestos salían a pedir la mano de la hija mayor de don Noé, para su pariente Arturito.
Se trasladaban cabalgando al hato estancia La Esmeralda donde vivía don Noé con su familia. Llegaban donde don Noé, y los recibía con un cordial saludo con el que acostumbraba dar con amabilidad a sus amistades.
De inmediato pasaba a invitarles apearse y pasaran al salón protocolario donde acostumbraba a recibir las visitas especiales. De una vez ordenaba traer unos café tinto. Don Noé, ignoraba por completo el objetivo de esta sorpresiva visita.

No había transcurrido el cuarto de hora, cuando Dominguito, se puso de pie, y con una majestuosa arrogancia improvisaba la oración del pedimento.
Se miraban unos con otros en espera de la reacción del padre de Beliazar Don Noé, por la calidad de visitantes, atento, le escuchaba de buen ánimo.
Al entender el objetivo de la improvisación oída, se dejaba recostar al espaldar del sillón donde estaba sentado, dejando caer sus brazos holgados y su rostro se sonrojaba por lo que acababa de oír. Era como a los demás les preocupaba pasarle algo grave.
¡En el ambiente reinaba un silencio expectante, como también de esperanza!
Don Noé, meditaba y entraba a reflexionar en espera de una equivocación ò de tratarse de algo inconsulto. Por lo que llamaba a su hija para consultarle si ella había autorizado pedir su mano.
Beliazar, obedecía a su padre, asomando la mitad de su rostro para atenderlo y preguntarle:
¿-Padre, Que se le ofrece Conmigo?
-Don Noé, con voz campechana y trémula, preguntaba a su hija:
-¿Usted, autorizó al señor Arturo Martínez Mendoza, venir a pedir su mano para casarse con él?
-Beliazar, al oírle, decide con voz angelical, responderle:
¡-Si Padre Mio…, Esta mañana lo Autorice!
Don Noé, se puso de pie y con manifiesta contrariedad nerviosa, les respondía a sus visitantes:
-Bueno, Señores Pedigüeños, La única condición para el matrimonio, es que se casen a más tardar mañana, ò pasado mañana, porque no acepto visitas; ¡Así, que manos a la obra!
Don Agustín, padre de don Noé, y abuelo de la novia, curiosamente cuando su hijo se reunía con alguien en el Salón Protocolario, él se disponía del lado afuera de la ventana, a escuchar lo que querían o traían para su hijo.
Al escuchar la respuesta de su hijo, sobre el plazo de matrimonio para su Nieta, exclamaba gritando en voz alta;
¡-Carajo!
-¡Que se casen y se vayan bien lejos de Aquí!

Intervino mi padre para hacerle ver a don Noé, que en estas condiciones se darían las cosas ridículas, y no se compadecían con las situaciones de estos dos jóvenes, ¡Que uno de ello, era su propia hija!
A lo dicho por mi padre, don Noé le replicó:
-Mañana mismo mi hija estará lista para casarse. –Y ustedes alisten el suyo-
Don Agustín, al oírle estos otros términos de boca de su hijo, desde el lado afuera volvía a gritarle con una sentida profundidad: ¡Òyeloooo…!
Mientras su señora Guille, y sus hijos, hermanos de la novia, oraban a Dios, para que todo saliera bien y no llegaran a un mal entendido, pasaban a llamarle la atención en voz alta al abuelo Agustín, diciéndole:
¡-Abuelo….Cállate!
Dominguito, haciendo gala de mas interesado casarlos, arrogante remangaba su camisa blanca y poniéndose de pie y dar pasos hacia delante, extendía sus brazos en señal de solicitud silencio para que le oyeran lo que le iba a decir al padre de la novia.
Dominguito, miró fijamente a don Noé, para decirle:
-He terminado de escuchar su radical determinación, como también la sincera mediación de mi primo Manuel Fernández Ricardo, que con agrado a esta me gustaría sumarme;
-Pero he quedado perplejo oírle decir que no quiere tener aquí en su casa, un día mas a su propia hija-
-¡Qué Tristeza!
Quiero informarle, que yo también soy cabeza de familia, donde no nos falta el amor, la comprensión ni el dinero, y por ello, permitirme, ofrecerle mi casa a su hija, hasta tanto ella pueda casarse con este joven que tanto apreciamos.
La breve exposición de Dominguito, conmovía a la madre y a los hermanos de Beliazar; y quienes con gestos comprensivos abrazaban a su padre con el fin de sensibilizarle; suplicándole un plazo más prudente y razonable para ellos casarse.
Don Noé, tuvo en cuenta lo dicho por Dominguito, más las recomendaciones sensatas de sus familiares, por lo que dispuso contrariar su propuesta inicial y aceptar un plazo prudente y visitar los sábados en las horas de la tarde.
Cumplidas las promesas hechas por los parientes para realizar el matrimonio los novios se alistaban, casándose para luego irse a vivir en casa de mi padre en Don Gabriel, tal cual como les había prometido.
La pareja una vez instalada, mandaron a cercar el patio que les correspondía para independizarse del nuestro, utilizándolo para sacrificar reses semanales y vender carne al detal a la población.
Hasta aquí, todo marchaba bien.

Pasajes de unos Helados y una Nevera a gas

Para agregar a la cuenta, mi madrastra contemporizaba con Beliazar, por las dos casarse en el mismo bimestre del respectivo año.
¡Ambas embarazadas!
A mi madrastra le repugnaba el olor de carne fresca que dejaba en el ambiente, la matanza semanal de su vecino Arturo.
Lo que pasaba a reclamar a mi padre, diciéndole:
-Mañe, esos olores de carne, me repugnan-
-No los soporto. –y le agregaba-
-¡Yo no cuento con suerte! –Porque si era allá en mi casa, en Bajogrande, a diario había un pésimo mal olor que dejaba el permanente cocimiento de cebo vacuno, con el que hacían el consabido jabón de bola.
-Y ahora…éstas inmediatas mortecinas, que arruinan mi tranquilidad-
-Mañe, esto es el colmo- -Dios, dadme paciencia. –le decía-
De lo anteriormente dicho, mi padre, lo puso en conocimiento de su sobrino, y acordaba con Arturo, mudarse con Beliazar, para Bajogrande, con la promesa de mi padre seguir ayudándole.
Arturo, contrariado y con manifiesta inconformidad, procedía a mudarse, y de inmediato dispuso abrir allá un ventorrillo. A crédito, compraba una Nevera a petróleo en El Carmen de Bolívar, sirviéndole mi padre de fiador.
En esa entonces, el caserío de Bajogrande solo contaba con esa Nevera, la que de inmediato puso a congelar helados y enfriar chichas para la venta al público. En el caserío, los helados y las chichas eran una novedad. Los que vendían por encargo de una semana para otra.
Mi padre pasaba contándole a mi madrastra, los sabrosos y deliciosos helados que hacía su sobrino en Bajogrande; de los que mi madrastra se antojaba. No demoraba mi madrastra visitar a sus progenitores en Bajogrande, para recrear su gravidez, y saborear los tan mencionados helados. Al llegar, solicitaba a sus padres prepararle el jugo de frutas del que ella estaba antojada, mandándolo a congelar donde los esposos Martínez Sierra.
Los Martínez Sierra, recibían la jarra con el jugo que le mandaba mi madrastra, y pasaba a señalarle el turno correspondiente para congelarlo. Al día siguiente mi madrastra mandaba por sus helados, recibiendo la sola respuesta de no haberlos congelados.
Sin embargo, mi madrastra veía pasar personas llevar helados por el frente de la casa de sus progenitores. Su padre, preocupado, fue averiguar en persona la tardanza en congelar el jugo de frutas. Recibiendo la respuesta, en sentido que tenían otros encargos con turnos mas adelantados.
Por fin, estuvieron los helados en su respectivo turno.
Al llegar mi padre de Don Gabriel a Bajogrande, a buscar a mi madrastra, se informaba en son de reclamo por la demora de los helados. Pasaba mi padre a reclamarle a su sobrino la tardanza. Arturo, ahora buscaba como quedar bien, argumentándole que eran por los turnos que tenía adelantados para congelar. También como para afianzar el negocio y quedar bien con el almacén que le acreditaba la Nevera. Las excusas irritaban a mi padre, pasando él a recordarle que era el fiador del crédito de la Nevera con el almacén, Que si le era difícil cancelarlo, se la entregara para llevársela y terminarla él de pagar. ¡Tal como ocurrió!
Quedando distanciados; y por lo mismo, de seguirle ayudando.
Arturo, consecuente con tal advertencia, procedía a entregarle la Nevera, para luego disponerse empacar sus cosas y mudarse con su señora Belizar para Salitral, pasando a ocupar en arriendo la casa de mi madre Evangelina.
Por otra parte, mi padre se llevaba la Nevera para Don Gabriel, donde también era la única del pueblo, y la puso otra vez a congelar helados y enfriar chichas

No alcancé a saber, de quién era la idea, la de encargar a mis hermanos Silvio Manuel y Salomón Segundo, de salir a vender helados de casa en casa por las calles de Don Gabriel. Y sorprendía la organización que se le daba a esta venta cuando encargaban dos grandes termos para ellos. A mí. Con seguridad no me tuvieron en cuenta, por mi corta edad o manera de ser. De la venta de helados, recuerdo que acompañaba a mi hermano Salomón Segundo, con el propósito de que cuando terminase vender los helados, me diera el residuo licuado que quedaba en el fondo del termo. Pero los terminaba de vender, y no me daba el residuo restante.
La calle de Don Gabriel, la atravesaba el arroyo del mismo nombre, y sobre el cruce, construían un puente peatonal con techo de zinc y barandas de madera.
En vista que mi hermano había vendido los helados y contaba todo aquel menudo sobre las barandas del puente, y no me daba el residuo, le tirè todas las monedas al arroyo, y emprendía a correr para el monte y me perdía.
¡No recuerdo si me castigaron!
Recuerdo, que para la época, llegaba de Làzaro, mi prima Luz Ester Martínez Sierra, a quien encargaban ayudar atender la tienda que quedaba del antiguo depósito; por mi madrastra estar bastante avanzada de su primer embarazo. Mas adelante venia mi tía Ana, por mi madrastra esperar parto. Ahora veía a mi tía, acompañada de la comadrona Manuela Ruiz, quien era la partera oficial en partos de primera clase recomendada por el médico Julio Alejandro Moré.
El doctor Moré vivía allí mismo en su finca Miramar, donde tenía crías de patos, cocàs, titìes, pavos reales y todo aquello exótico de la región.
A parte de la señora Manuela, había otras parteras que no eran reconocidas por el médico, que prestaban sus servicios a la gente pobre de la región, y sus honorarios los dejaban a buen criterio del cliente, también aceptaban pagos en especie. En cambio, la señora Manuela, con los ramos de eucalipto que llevaba adornaba los altares de los pacientes diciendo conseguir olores espirituales con ellos.
La señora de ascendencia aborigen y misteriosa pretendía manejar el sortilegio con el conocimiento de partear como en los tiempos de Moisés.

A Eusebio, marido de Manuela, le admiraban por su capacidad muscular y de domar animales cerreros. Por estas condiciones lo contrataba para trabajar en la finca, don José María Pizarro Jr. Y era por estas condiciones, que asistía a un hermano del patrón, cuando él trataba perder la razón. Era a quien obedecía cuando se arrebataba. Por lo mismo, le tocó llevarlo varias veces a una clínica en la ciudad de Bogotá. En los prados de esta clínica, Eusebio recogía semillas de eucalipto, las que sembraba en el patio de su casa en Don Gabriel, donde germinaban llegando a crecer altísimos árboles, los que exhalaban misteriosos olores que doña Manuela atestiguaba contribuir para la beuna suerte.

Se incendian los Bienes de Segundo Martínez Ricardo en Lázaro.
Para estos meses nos llega la trágica noticia de haberse incendiado el depósito de café, mas la casa de mi tío en Lázaro. Que él había quedado totalmente en la ruina; sin nada, y por consiguiente sin donde vivir.
Mi padre se apersonó de la situación de su hermano, pidiéndole venirse con su familia a vivir acá en Don Gabriel. Y antes de él venirse, mi padre le compraba la casa a Tomás Tuiràn Peluffo, por quedar al frente de la nuestra. Por la urgencia su precio fue excesivo, y así lo quiso mi padre, con la única condición de desocuparla y entregarla de inmediato.
¡Como así ocurrió!
Llegaron mi tío con su señora Celina, sus hijos Rafael Augusto, Elvia, Rosalba, Ernesto, Mary, y Evelyn; Luz Ester, la mayor, ya estaba acá en la casa.
Al ver y compartir con estos familiares, ¡Sentía qué alegría! Me animaba sobre manera tenerles. Ahora tenía con quienes departir y jugar en hermandad.
Mi primo Rafael Augusto, el segundo hijo de mi tío, mayor que yo; se distinguía por su conducta, carácter y seriedad. Por lo mismo se ganaba la confianza en las dos casas y delegaban en él ciertas responsabilidades de manejo. Su padre Segundo, sacrificaba reses, y lo enviaba vender carne al detal a los agricultores de los caseríos y ranchos aledaños. Lo recuerdo, cuando montaba su borrico con dos cajas repletas de carne y un peso de madera.
¡Sorprendía con su práctica de acertar o atinar cortar exactamente lo que iba a pesar! Mi padre lo admiraba y delegaba en él compras y ventas de animales.
¡Era el alumno que podía faltar sin excusa a la escuela del Señor Ricardo! Le oíamos contar una anèdocta del caserío de Chengue.
Contaba que a él, lo esperaban ansiosos, y estaban todos a la expectativa de su llegada, porque al verlo decían: -¡Nos llegó La Liga de la Semana!
Ahora paso a contarles algo inverosímil.

Los Piojos de Moda
(Imprevisión humana)
Una vez que mi tía Ana nos visitaba en Don Gabriel, al regresarse para Chalán nos dejaba al cuidado de la señora Amelia Fernández.
Al llegar mi tía, nos encontraba a los tres cundidos de piojos; y al ella irse, nos dejaba a cargo de la señora Amelia, para que nos sacara ese mundo de piojos que teníamos en la cabeza, y para ello, le facilitaba un peine especial llamado “Enrejillado” ¡Era tan bueno, que piojo o liendre que arrastrare, los atrapaba!.
Para decir verdad: ¡Nos sentíamos felices de tener tantos piojos!
¡Con ellos, no nos cambiábamos por nadie que no los tuviese!
Los piojos en vuestras cabezas, se recreaban, bailaban, para hacernos rascar cada rato la cabeza.
¡Con una sabrosura envidiable!
Para mí en particular, la labor de despiojarnos, ¡Me era divertido! ¡La peleaba!
La señora Amelia, disponía de una batea de madera de lavar ropa, y en ella me bañaba y me restregaba la cabeza con jabón de monte, pasando a peinarme con el peine enrejillado para sacarme los piojos y sus huevecillos o liendre. Con inocente humildad, yo le suplicaba a la señora Amelia, que cuando estuviera el peine surto de piojos y liendre, lo golpease sobre mi barriga, para que en ellos quedaran a mi disposición.
¡Que Alegría!
Los iba tomando uno por uno; colocándolos encima de mis pulgares, y con los dos, los aprisionaba hasta oír las diminutas estridencias al reventarlos, lo que me complacía, dándome una maravillosa sensación de seguridad, de haberles matado. En esa época, en la muchachada del pueblo, estaba de moda tener piojo, y quienes no los tuvieran, no lo estaban.
¡Se acomplejaban quienes no los tenían!
Todas las noches en los frentes de las casas, se veían las abuelitas con sus nietos entre sus piernas, hilándoles sus cabellos en busca de piojos y liendre.
¡Y quienes les creyeran! Que a los hemípteros los contaban para saber quienes sacaran más, para premiarles con algún gesto de reconocimiento:
¡Como la más audaz y mejor espulgadora de piojos del pueblo!
Los muchachos nos mirábamos la parte superior de vuestra cerviz, para ver si teníamos esos animalitos. La práctica se daba más que todo en los que se reunían interesados en comprar en tienda. Al localizarle los piojos a alguien, Formaban… ¡Qué alboroto!
Para terminar, estos animalitos del género de insectos hemípteros, parásitos de animales, mas adelante fueron erradicados con un mortal insecticida venenoso denominado DDT, el que importaban de Norteamérica, donde era inventado ensayándolo para exterminar la especie humana, en vez de la energía nuclear. Mas tarde este insecticida era prohibido mundialmente.

Primer Colegio de Don Gabriel

Los fines de semana de los años 1940/41; procedente de Ovejas, llegaba a quedarse a dormir a nuestra casa el señor de nombre Rodolfo Buelvas, esposo de la señora Lola Ordosgoitia. Este señor venia de darle vuelta a su finca que tenía cerca del caserío de La Ceiba, de nombre El Guàimaro. Él traía a su finca a un sobrino político para darles clases a los hijos de sus trabajadores. Por las clases que daba, este sobrino político, recibía su paga en especie. Se trataba del pariente Rafael Francisco Ricardo Ordosgoitia. Por la relación familiar mi padre lo creyó conveniente y oportuno que su pariente Rafael Francisco, se estableciera en Don Gabriel, y por lo pronto abriera un colegio privado, hasta que fuese posible conseguirlo oficial, y pudiera nombrársele de maestro. Rafael Francisco, lo hizo tal cual como mi padre le aconsejaba. Le puso la casa a la orden, pasando él solo a tomar los alimentos.
Él conseguía una casa diagonal a la nuestra, y abría el primer colegio de Don Gabriel.
No demoraba mi padre conseguir con don Aníbal Gàndara, Director Regional del Ministerio de Educación, la aprobación del primer colegio de Don Gabriel, como también, el nombramiento de Maestro para esta Escuela, de su pariente Rafael Francisco Ricardo O.
Al Maestro Rafael Francisco, sus alumnos lo llamábamos El Señor Ricardo. Lo respetábamos por sus severas reglas disciplinarias que atemorizaban.
Él estaba pendiente de la conducta de sus alumnos, tanto en lo interno como en lo externo. Así era que todas las noches él recorría la calle principal del pueblo de casa en casa constatando quienes estudiaban o no; para en clase llamarles la atención a quienes no veía estudiar. Las faltas las castigaba con 2 verdugos que colgaban de una pared a la vista de todos; que eran: Una regla de madera y una soga de cuero retorcido.
El Señor Ricardo, enseñó a muchos niños y jóvenes de don Gabriel, Salitral y Chengue. Entre ellos, a mí. Con él aprendí a conocer el abecedario y las primeras cuatro reglas de las matemáticas.
Recuerdo una breve regla de multiplicar, que consistía de solo sumar y aplicar.
Ejemplo: ¡Si multiplicamos 35 por 11, debe dar 385; Igual si sumáramos 3 + 5 = 8, y tomáramos este resultado y lo asignáramos en mitad de 3 8 5!

Paso a relatar otro interesante y bello recuerdo, del Señor Ricardo,

De una Broma Nace un Matrimonio

Mas adelante mi padre seguía interesado por conseguir la aprobación de otro colegio oficial en los predios de Salitral; y para tal fin llegaba una comisión del gobierno con el propósito de inspeccionar, evaluar la necesidad y factibilidad de crear otro centro escolar oficial.
Para acompañar esta Comisión procedente de Corozal, enviada por don Anibal Gàndara, mi padre pasaba a invitar las personas que consideraba representar los diferentes sectores de la región. A mas de mi padre, asistían Pedro Montes, Oscar Acuña, Noé Sierra, Federico Hensel, Rafael Fco. Ricardo, El Negro Meriño, Julio César Salazar, Lino Vargas Uribe, Vicente y Remberto Valle, Miguel Núñez, Amaranto Montes, Luis Lambraño, Felipe Salgado, y Fanny Peluffo (única mujer en representación del sector de El Cielo)
Al salir de Salitral encargaban al señor Felipe Salgado para que organizara un sancocho bailable, para cuando regresaran los comisionados de la inspección ocular que iban hacer en el sector de Los Números.
En horas de la tarde regresaban los comisionados con el Acta aprobada del Centro Escolar, dirigiéndose para la casa de Felipe Salgado, ellos pendientes del Sancocho Bailable. En cambio mi padre y Oscar Acuña, se quedaban en la casa de este último.
Todos ellos, con la excepción anotada, entusiasmados pasaban a bailar con las parejas conseguidas, y a la vez esperaban el sancocho. La joven Fanny Peluffo representaba al sector de El Cielo; impulsaba la educación de su sector, y por lo mismo ostentaba estatus de maestra y por consiguiente compartía su tiempo en bailar y charlar con su colega Rafael Francisco. Los demás al verles charlar y bailar en forma contigua, se acercaban a ellos en forma individual, pasando a manifestarles su admiración y sus deseos de verles mas enamorados, al saber que eran solteros. Otros, les argumentaban,
¡Ustedes dos hacen una pareja ideal!
Y eran tantas las insinuaciones, que sumadas a sus ilusiones sentimentales, la pareja pasaba a trillar el camino amoroso, vislumbrando verse flotar y llegar al mandato divino del hombre. Ahora conciliaban sus miradas y cambian la charla pedagógica por las frases afectuosas que hacían entretenerse consigo mismo.
La joven alta, simpática, sus ojos grandes y elocuentes, alegre, vivaracha.
La pareja tomaba en serio las bromas picantes lanzadas por sus compañeros, y era cuando principiaban los dos a practicar sus primeros pininos amorosos.
Terminaba el festejo y mas tarde entraba funcionar el Centro Escolar, mientras ellos entraban a convivir prometiéndose casar mas adelante, como en efecto lo hicieron; pasando a vivir en Don Gabriel; y al año, una niña que bautizaba mi padre con el nombre de Carmen. Mas adelante tenían otra de nombre, Nelly y por ultimo, el de nombre Rafael. Pasaban los años y resolvían mudarse para la ciudad de Barranquilla, pasando a vivir arrendado en el Barrio Abajo. Rafael Francisco conseguía vincular su trabajo en los Astilleros Unión Industrial, de la Vía 40, hasta pensionarse. Luego compró casa en el nuevo barrio El Carmen.
Sus hijos estudiaban; alcanzaba la mayor graduarse en Química Farmacéutica, Nelly, la segunda, en Bacteriología, y Rafael, de Contador Publico.
Por otra parte, Fanny, pasaba asuetos en la ciudad de Maracaibo, Venezuela, donde vivía su hija del primer matrimonio. Para donde luego llevaba a sus tres últimos hijos, quedando voluntariamente su esposo Rafael, en casa.

Rafael Francisco, ocupaba su tiempo libre en pitar paisajes imaginarios, pero con la perenne idea de pintar el de Don Gabriel, visto desde la finca La Victoria, donde vivía sus propietario don José Marìa Pizarro con su familia.
Me animaba esperar ver esta última pintura, encargándole una para mí.
Doña Fanny, en una venida suya de Maracaibo, al ver los cuadros terminados que él había pintado, le llamaba la atención, pidiéndole para cuando se fuera, llevárselos. A los pocos meses, volvía por más, para atender unos encargos de vecinos maracuchos. Por otra parte, le solicita hacer el esfuerzo de remodelar la casa, porque la familia de su hija mayor, proyectaban pasarse unos asuetos acá en Barranquilla.

Rafael Francisco, dejaba de pintar para diligenciar y cotizar los costos de lo que quería remodelar su señora. Desde temprano se ocupaba en las diligencias de cotizar créditos bancarios y consultar contratistas Los costos que él alcanzaba cotizar, mas la premura del tiempo, era lo que mas le impresionaba afectándole su tranquilidad y de paso su salud. Y era, como en esas diligencias dentro de un taxi vino él a morir de un infarto cardiaco. Por estar su familia en Venezuela tuve
Que asistirle su mortuoria en una funeraria hasta llegar un hermano, el que yo no conocía. Mas adelante llegaba su familia de Maracaibo.

Mi asistencia inmediata, se daba, al tener mi dirección telefónica, relacionada en la lista en caso de urgencia. Esta permanecía encima de su teléfono

Fallecía mi primer maestro: Rafael Francisco Ricardo Ordosgitia, el mismo Señor Ricardo. ¡Se desgranaba algo mío! ¡Dios, velad por su alma! (q.e.p.d)

Ahora paso a contarles un virtual recuerdo de infancia sobre un fotógrafo que llegó a Don Gabriel, quien nos sorprendía, y despertaba vuestra ignorancia.
Pasaje de un Fotógrafo Ambulante

Estaba en Don Gabriel, cuando llegaba un señor cargando en sus hombros, un cajón grande de madera forrado en tela de color negro. Estacionaba en la plaza pública y comenzaba soltar los amarres complementarios del cajón.
La muchachada del pueblo, extrañados nos acercábamos a ver de cerca lo que el señor hacia, cuando soltaba los envueltos del equipaje que dispersaba para luego armarlo. Primero toma una formaleta de tres patas armando un trípode; y encima de él colocaba el cajón. Volvía a cargar el cajón negro y el trípode en hombros, pasaba a ofrecer sus servicios por la calle.
¡Nosotros lo seguíamos!

Al señor por su oficio, lo llamábamos El Fotógrafo.

Llegaba donde terminaba la calle, y volvía estacionar en la plaza de allá arriba. Allí conversábamos y él nos contaba los lugares donde le tocaba tomar muchas fotos. Nos decía que recorría la región visitando ranchos y permaneciendo más tiempo en los caseríos y en los pueblos como éste.
Pasaba develar y presentar un cuadro de tantas fotos de personas de la región, para mostrar y ofrecer la calidad de fotografías tomadas. A más de muestrario, estaban para la venta. Abría un alto lienzo frente al cajón en trípode, el cual era la cámara. Luego un lienzo, que dejaba ver una pintura de arte, colocándola de tal manera para que saliera de fondo de las imágenes fotografiadas del cliente.

Llegaban los clientes a tomarse las fotos y era cuando El fotógrafo comenzaba con su meticuloso proceso de preparación. Primero, lo mandaba sentar en un taburete delante del lienzo, pidiéndole rigidez y fijara su mirada a la tapa que él sostenía con su mano izquierda. En un santiamén destapaba y volvía tapar el ojo mágico, que impulsaba un fuelle que entraba y salía del cajón. Por la parte de atrás, sacaba una especie de manga y por esta introducía su brazo derecho, y miraba al cliente para decirle que se levantara para darle el cupo al otro.
Con su brazo enmangado buscaba algo con su mano que parecía no encontrar
Por fin, localizaba una postal; introduciéndola en un balde de agua que estaba debajo del trípode.
Todos nos acercábamos a ver lo que echaba en el balde, y veíamos la postal con una imagen borrosa. Al agua le dejaba caer tantas gotas revolviéndola con la postal; para luego sacarla y devolverla al cajón. Pasado un buen rato, volvía a sacarla y era entonces cuando veíamos la foto del cliente.

¡Y nosotros los muchachos, felices de ver ese raro espectáculo nunca visto!

Vuestro padre ofrecía que nosotros los tres hermanos nos tomáramos una foto juntos Para ello, contrataba al fotógrafo, consiguiendo con él, nos esperara salir del colegio. Al salir, mi padre le pidió a mi hermano Silvio, traer la meza central del mobiliario de sala, para ponerla delante de nosotros al tomarnos la foto, y era como después quedábamos en ella, la que trataré de sumarla a las páginas de la presente obra.

La presencia del fotógrafo en el pueblo, era algo sorpresivo, que la mayoría de la gente aprovechaba para conseguir plasmar su imagen.
Otros miraban el muestrario de fotos para ver a quienes conocían; y no faltaban El día quienes compraran las fotos de las muchachas bonitas para revenderlas ò para presentarlas como sus novias.
El fotógrafo, tenia más de una semana de él haber llegado, cuando se resolvía regresarse. Alistaba su borrico, cargado de aquello que eran sus equipos de trabajo; por último, agradecido se despedía de todo aquel que veía a su paso.

Uno que Llega y Otro que Sale

El día cinco de diciembre de 1940, nacía la primogénita de mi madrastra, mi hermana de padre, Concepción Porfiria.
Mi hermana pasaba en medio de extremados cuidados, los que mi madrastra su madre extendía a las visitas no dejándolas acercar a donde ella estaba. Las puertas y ventanas permanecían cerradas buscando controlar las corrientes de aire. La partera Manuela Ruiz era la persona que tenia acceso a mi hermanita.
Lo que más llamaba mi atención de niño, era la cantidad de ramos de eucalipto que veía por todas partes. ¡Un altar triangular donde velaban muchos santos, lo que provocaba con frecuencia conatos de incendio!
Mi madrastra era tan desconfiada que pensaba que yo podría hacerle algún daño a mi hermanita; y para evitarlo, conseguía con mi padre separarme de la casa. Era como resolvía mandarme para Chalán, bajo la tutela de mi tía Ana y su hijo Rafael Guillermo
Para estos mismos días oía decir que nacía la hija de Arturo Martínez Mendoza y Beliazar Sierra Gómez de nombre Margoth.
Jugaba distraído en los corrales, cuando el criado Sebastian, me llamaba para decirme: -Don Mañe, que te alistes, porque te vas conmigo para Chalán-.
¡Razón que me sorprendía quedando confundido momentáneamente!
¡Lo que era cierto! Porque veía a mi padre apersonarse de buscar mis cosas. Viéndole escribir una nota, que pasaba a introducirla en mi bolsillo izquierdo de mi camisa, diciéndome que era para mi tía Ana.
Cuando veía era el caballo albino listo para mí… ¡Lo que me alegraba!
De contento, no me cambiaba por nadie. Mi padre empacaba todas mis cosas, sin decirme para dónde ni el porqué me iba; mandó alistar otros animales y ordenaba cargarlos con vituallas, queso, suero, carne salada para mi tía Ana.
Como antes decía, mi padre introducía en uno de los bolsillos de mi camisa la nota remisoria donde se instruía sobre mi tutela.
Al llegar a Chalán a donde mí tía Ana, me recibían con cariño.
De los nuevos tutores recibía afecto y cuidado. Enseguida me matriculaban en el colegio oficial de Chalán siendo el maestro del plantel vecino de mí tía, de nombre Humberto Bobadilla Herrera. Al llegar me recibían con cariño.
Rafael Guillermo, estaba y pasaba pendiente de mí. Yo lo respetaba más que a mi padre. ¡Mí tía Ana, para mí, era una madre! ¡Era mi confidente! Yo para ella, era más bien su primer nieto. Le ayudaba en sus quehaceres de la casa.
Mi tía Ana, era de una manera de ser especial, dulce, dadivosa. De todo lo que comía, me daba o me guardaba.
Casi todas las noches desenredaba mis cabellos; me arrullaba hasta dormirme, contándome interminables historias de sus abuelos y antepasados.
Mis faltas las disimulaba para que su hijo Rafael, no me castigara. También me contaba la interesante juventud de mi padre, la de su madre Porfiria y la de sus abuelos y bisabuelos.
Mi tía, tenia el sumo cuidado de no faltar al orden cronológico de lo contado de sus antepasados; historias que en mi escasa adolescencia, no las digería, pero que guardaba en mi memoria como cuentos fabulosos que fusionaba con mis tantas remembranzas infantiles. Por mi novata adolescencia, era por lo que no le entendía razonablemente, como debía ser; más bien las simplificaba con los efímeros recuerdos míos; pero mas adelante todo lo contado pude evidenciarlo.
Recuerdo a mi tía Ana, cuando ella proseguía seguir a contarme lo de la noche anterior, me preguntaba,
-¿Por dónde íbamos anoche?
-De inmediato le recordaba-
Otra cosa, cuando ella relataba y era oída por un tercero, callaba, hasta volver a quedar los dos solos.
¡No comprendía esto último!
Lo anterior me hacia meditar un poco para reflexionar bajo mi inocencia: Que al separarme de mi madre y luego de mi padre pudo influir enormemente en mis sentimientos emocionales, los cuales deben reflejarse de alguna manera en mi conducta o manera de ser.
¡Quien lo creyera! Que estas historias son las que fundamentan en buena parte las crónicas ancestrales del apellido Ricardo y Vergara; la llegada de los cinco Fernández Behaine, mas lo del regreso y muerte de dos últimos árabes, que les contaba al comenzar la obra.

En Chalán me sentía feliz y consentido de mi tía Ana, Rafael Guillermo y Berta.
Al anochecer, mi tía me cargaba hasta dormir; y sin darme cuenta, me llevaba acostarme todas las noches. En cambio, en casa de mi padre en Don Gabriel, cuando eran las ocho de la noche, sin más, nos mandaban a dormir. Acostado,
me quedaba mirando la sola oscuridad hasta dormir, arrullado por los cantos de las aves y lechuzas que a esa hora anunciaban estar y vivir en su medio social.
¡Ah!
¡Qué bella es la vida cuando es observada de una altísima dimensión humana!

Jueces que Condenan sin el Debido Proceso

Entre las cosas antiguas que guardaba mi tía Ana, había un baúl grande de madera, forrado de papel color verde aceituna y dibujado con figuras doradas con una especie de arabescos. Mi tía, decía que el baúl venia heredándose de
Los bisabuelos. El cual era de tapa ovalada, las esquinas acuñadas en bronce, donde mi tía guardaba cantidades de cosas antiguas, que les recordaban a sus antepasados. Minuciosamente revisaba todo aquello guardado, y permitía estar yo presente. Con cuidado revisaba todo aquello, y me iba explicando el sentido y contenido de cada cosa. Entre otras, una espada envainada del siglo XVIII, la que pertenecía a un general de apellido González, amigo de mi abuela Porfiria.
También, medallas acuñadas en memoria de actos memorables de la Guerra de los mil Días. Mas un paquete de fotografías, entre las cuales estaba la de su difunto esposo Salomón, con su cuñado y padrastro José Manuel.
Mientras en la sala de la casa, estaba reunido mi padre con sus tres sobrinos Rafael Guillermo, Arturo y Adolfo, quienes discutían con relación a sus últimos negocios. Mi tía, alegre tomó la foto de su esposo y padrastro, para mostrársela
a su hermano, mi padre, y a sus tres hijos. Estos al ver la foto, comenzaron a criticarlos, enjuiciándoles sus conductas paternales.
Ellos juzgaban la conducta de sus difuntos padres y padrastros, aplaudiéndose sus conductas de haber superado con valor y tesón, las secuelas de orfandad en que habían quedado.
¡Ellos no recordaban los pasajes de Eclesiastés; ejemplos de Abraham; su hijo Isaac; del nieto Jacob; bisnietos Ismael, José ò, de aquel Hijo Pródigo!
La conducta de Dios para con sus hijos Adán y Eva, a quienes puso en prueba, para mas adelante echarlos del paraíso por desobediencia, a pasar trabajo. La conducta de Rebeca contra su hijo Esaù, para favorecer a su otro hijo Jacob.
Arturo, con avidez hacia de jurado, reivindicaba todo aquel pasado suyo con mi padre. ¡Era Sagaz!
Adolfo, el mas reacio de ellos, opinaba con una dialéctica fatalistas que reducía a polvo y a la nada el alma humana, con una teoría materialista influenciada de tanta literatura de José Marìa Vargas Vila; en cambio,
Rafael Guillermo, prudente, mas bien observador, guardaba respeto por su tío y primo hermano; esperaba acatar la determinación que él tomara. No viéndole importancia al asunto porque era de él y su tío, que de sus hermanos menores.
En el mismo momento después de juzgar la conducta de los dos progenitores libaneses que habían muerto hacia mucho tiempo, mi padre tomaba la foto de José Manuel y Salomón, y la destruye delante de sus sobrinos.

Los cuatro primos, subrogaban la dignidad de jueces, al juzgar a quienes no podían defenderse por estar muertos. Lo que contrastaba con el aprecio que mi tía Ana les tenía a estos difuntos. Mi tía, me tomó por el brazo para salir de la sala donde estaba su hermano y sus hijos; oyéndole refunfuñar y lamentarse de perder la única foto que tenia guardada de su padrastro con su anterior marido. Y para terminar,
Muchos años después encontraban una foto igual en los archivos don Augusto González García. Quien la conservó por haberla encontrado en los archivos de su difunto padre Gaspar. Y al morir don Augusto, Víctor, su hijo, la encontró en los archivos de su padre, pasando él a devolvérsela a mi hermano Salvador Manuel, quien me la entregaba para guardarla.

Simulacro de Corridas de Toros - Infantiles

Con mis condiscípulos y otros amigos que yo tenia en Chalán, entre ellos: José María Bobadilla Angulo, hijo de don Humberto, Maestro de escuela; Jaime, hijo de Víctor Merlano; Eliécer, hijo de Andrés Laguna; Segundo, hijo Evaristo Flores; Carlos Mariano, hijo de don Augusto González, Rafael Angulo, hijo de Leonardo Angulo, apodado Calducho; Álvaro Paternina, hijo de Cristóbal Paternina; Orlando, hijo de Julio Paternina; Jesús Sauri, hijo de un señor que vivía a orillas del arroyo, el Matarife del Pueblo; Jesús, no era condiscípulo, sino que nos ayudaba a vuestras caserías y ahora nos disponíamos realizar una fiesta de carraleja.
Con José María, estábamos convencidos que éramos familia por el hecho de que su tía Nicolasa Bobadilla era la esposa de mi tío Elías Fernández Behaine. Éramos inseparables. Todas las semanas íbamos y veníamos juntos al colegio y jugábamos el mayor tiempo posible. Recuerdo la inventiva de organizar una fiesta de toros estilo carraleja con palcos y banda de música. La plaza era en el traspatio de las dos casas Los toros serian unos marranitos que conseguíamos y encerrábamos en la víspera.
Todos los amigos y condiscípulos nos reuníamos para elegir la junta directiva de la fiesta de toros. Quedando conformada por los siguientes miembros:

Presidente: Ramón Bobadilla Angulo
Vicepresidente: Segundo Florez
Tesorero: Rafael Angulo Díaz
Fiscal: Laureano Fernández V.

La anterior junta nombraba las respectivas comisiones encargadas de los actos religiosos, de la carraleja, de los toros y de la música y fandangos.
Para los actos religiosos, se encargaba para hacer de cura, a Ramón Bobadilla. Para adjudicar la consecución de postes, varas y bejuco, se encargaba a Jesús Sauri. Para conseguir los toros, se encargaba a Laureano Fernández, y para la música y fandangos a José María Bobadilla.

Ramón Bobadilla, conseguía una bata negra y todo aquello que representaría al sacerdote, mas un cuadro del Corazón de Jesús, para estandarte.

Jesús Sauri, censaba la población y adjudicaba a cada quien, lo que eran los postes, las varas y el bejuco como también a quienes armaran la corraleja.

El suscrito, con otros amigos y compañeros hacíamos una masiva recogida de marranitos y pasábamos a enchiquerarlo en el torin de la carraleja.
(Los marranitos eran los toros)

José María Bobadilla, conseguía un grupo de muchachos para músicos,
Se conformaba una espontánea comisiòn que se encargaba de los palcos.

Eliécer Laguna, se encargaba del orden público.

Se realizaba el primer día de fiesta religiosa. Desfilaba la procesión por la parte de atrás de las dos casas. En medio de la procesión iba el sacerdote, y delante de él, quienes llevaban el estandarte del Corazón de Jesús. Todos respetuosos, orábamos pidiendo éxito para la fiesta.

La Carraleja quedaba tal cual como si fuese de verdad. En el torìn se veían los marranitos que serian los toros, los que querían irse. Para torearlos los iban soltando uno por uno. En carraleja, salíamos a garrocharlos en caballos de palo y la música tocaba al son de porros; simulaban tocar el clarinete y las cornetas con pecíolos de papaya o lechosa. Los toreros manteaban teniendo de capotes o mantas, unas hojas de bijao Fueron hechos dos palcos para las damas en un árbol de totumo macho. Bailamos fandangos en horas de la tarde. También varios compañeros hacían de policías para la seguridad de la fiesta.

Por fin terminaba la fiesta y se soltaban los marranitos y quedaba la sociedad chalanera sorprendida con la fiesta. Por otra parte los dueños de los marranitos los hacían perdidos; nos decían que los habían buscados por todas partes, y nada. Que ellos estaban próximo a presentar la respectiva denuncia, pero no, ya los tenían y que hiciéramos otra fiesta, para prestarnos los toros marranitos.
Los mayores expresaban su admiración por la organización que tuvo la fiesta.
Añoranzas infantiles

Como les decía, en Chalán, me sentía feliz, amañado, aclimatado y contento. Mi padre venia con frecuencia a verme, y en una de estas dejaba advertida a mi tía Ana, que mis vacaciones las pase en Don Gabriel. Llegaban las primeras y mi padre mandaba buscarme con un empleado de la finca en el caballo blanco tordillo. Al ver y saber que el caballo era para mì, pensaba que era para irme de inmediato; pero no, mí tía Ana, me hizo caer en la cuenta que tenia que arreglar mi ropa, y el empleado hacer unas diligencias.
Mi tía, me recomendaba:
-Ves a bañarte, y te vas cambiando de ropa, mientras está el almuerzo-

Mi tía, me dio dinero para invertirlo en dulces y se los lleve a mis dos hermanos mayores, ya que tenía meses de no verlos. Después de baño y cambiarme y almorzar y de comprar los dulces, ¡Montaba mi caballo blanco! Me despedía de
Tía Ana y Bertha, como si no nos fuéramos a ver mas. Mi tía me recomendaba traer la ropa que me llevaba. Pero en ese momento estaba yo tan emocionado, que no prestaba atención a lo que mi tía me recomendaba.
¡Qué felicidad sentía verme acaballo con las riendas en mis manos y pasar por la calle alardeando jinetear!
Al salir de la población, el empleado me señalaba el camino que debía tomar el caballo, y fuéramos siguiendo mientras él comparaba unos tabacos.
-No demoro en alcanzarles- -Me dice-
El caballo por su cuenta tomaba el camino para Don Gabriel; mas adelante me detuve en el alto El Chicho; de donde contemplaba la bella panorámica de la población de Chalán donde yo me sentía a gusto, Con nostalgia veía salir de los caballetes de las casas del poblado, unas mechas largas de humo subiendo con dirección al cielo. Me entraba un sentimiento de pesar al dejar a mis amigos y cosas con que jugaba: La finca donde me hincaba a cercarla para llenarla de totumos que era el ganado; las bestias eran las tusas o maretiras de maíz. Lo que más sentía ahora, era separarme de mi tía Ana. Pensaba que ya no iba a volver más.
¡Ahora pensaba en mí!
¡No entendía!… Preguntándome consigo mismo:
-¿Porqué se contrariaba el proceso de ambientación de mi infancia?
-¿Que me proporcionaba la buena providencia? –me preguntaba-
-¿Tener que dejar todo aquello conseguido una y otra vez donde llegaba?
Primero, de la finca El Salado, donde nací y jugaba con ternura con mi padre al bañarme con él casi todas las mañanas en el arroyuelo de al lado de la casa.
Mas adelante, del caserío de Salitral donde pasaba con mis padres y jugaba con mis amiguitos bebiendo aquellos sabrosos guarapos crudos de caña de azúcar. Mas tarde, de Don Gabriel donde vivía con mi padre, mi madrastra y mis hermanos mayores y me distraía viendo por las tardes el ganado vacuno y en las mañana, ordeñarlo. ¡Y con ansiedad esperaba mi vaso de leche caliente!
Y últimamente en Chalán, donde me sentía bien atendido por mi tía Ana; y acompañado de mis amigos y condiscípulos. Ahora dejaba esto, para regresar a donde antes estaba.
¡En todo aquello pensaba como un asombroso revoltijo mental de mi inocencia!
¡Pero no llevaba en cuenta que era que iba a pasar vacaciones en Don Gabriel!
Por la soledad que sentía en el alto El Chicho, era por lo que mi voz casi no la oía, mas bien mis ojos soltaban lágrimas para verlas caer encima de la tejuela de la silla. Con llanto llamaba a mi tía Ana, y nombraba a mis amigos, cuando de repente era interrumpido por el empleado que llegaba para seguir el viaje.
Por el camino iba observando los pájaros, y las lejanas montañas grises. Antes de llegar a Don Gabriel, el empleado pide detenerme para arreglar la gualdrapa que salía demasiado detrás de la silla donde yo iba. Mientras él arreglaba, yo le llamaba la atención señalándole unos cubículos pintados de blanco con cruces encima que veía a mi derecha, y pasaba a preguntarle:
-¿Oye, qué es eso que pintan de blanco? -Respondiendo, señalaba:
-Es el Cementerio; la ciudad de los muertos; donde nos dormimos enterrados y el alma despierta para pasar a la eternidad, a disposición de Dios.-
La respuesta, no la descifraba,
¡Pero en mí quedó grabada!
Al tomar la calle de Don Gabriel, otra vez me sorprendía la manada de perros que ladraban queriendo morder las patas de los animales. Estos estremecían sus pescuezos y relinchaban y erguían sus orejas tirándole coces a la jauría de canes que nos perseguían. Todo esto me distraía y alejaba mi nostalgia.
Llegábamos a la casa. Por el patio entraba bajándome del caballo a buscar con ansiedad todo aquello que recordaba haber dejado.
Otra vez volvía a ver a mi madrastra acostada y encerrada en convalecencia en su alcoba, con el aire controlado para estabilizar la temperatura interna. Pero, ¿Qué veía...? ¡Un Moisés!
Y en él, una Nena blanca, envuelta de pies a cabeza; solo alcanzaba verle su rostro. Mi madrastra solicitaba no acercarme; porque podía contaminarla con los tantos microbios que yo traía de donde estaba.
-Sììì… ¡Había nacido otra hermanita mía!
¡Qué Alegría!
Precisamente el día sábado 22 de noviembre de 1941, Nacía la segunda hija de mi madrastra, mi hermana Enith del Socorro; mi hermana blanca rosada, ojos azules, parecía una muñeca.

Para esta ocasión, encontraba en vuestra casa, a la madre de mi madrastra, a doña Mercedes Bermúdez Pareja, quien se acompañaba de la señora Manuela Ruiz, atendían a la nenas Concepción Porfiria, Enith y a la recién parida.
Volvía a encontrar los tantos ramos de eucalipto y las precauciones de cuando nacía mi hermana Concepción Porfiria. La casa pasaba ocupada con la partera, la suegra de mi padre, las nenas, mi madrastra y nosotros tres los mayores adoptivos, y con mi padre, ya éramos siete.

Solo abrían las dos puertas de esquina de la tienda, que atendía mi prima Luz Ester. Por curiosidad miraba largo rato a la señora Manuela, quien me llamaba la atención por parecerme misteriosa. Yo quería conocerla más, y alcanzar la matriz del misterio que dejaba captar. Pero mi minuciosa insistencia, daba para sospechar de mí, que tuviese ideando alguna cosa.
Era que a la señora Manuela, siempre la veía con ramos de eucalipto y, en los altares, acomodar santos, y cada vez en hacerlo, se hincada a dibujarse cuatro puntos en cruz en su rostro. Y terminaba,
Luego corriendo para los corrales a ver el ordeño y si lo permitían, les ayudaba.
¡Era inquieto!
Imprudencias con el Burro Mocho

A los pocos días de estar en Don Gabriel, procedente de Bajogrande, llegaba a la casa en un burro con un par de cajas vacías, un sobrino de mi madrastra, de nombre César. A este joven, no lo conocía. Ese otro día de haber llegado, temprano, me convidaba que lo acompañe a buscarlo en la huerta El Corazón, donde estaba suelto. La huerta quedaba detrás de los corrales, prometiéndome que si le ayudaba a buscarlo, me montaba en pelo.
Para llegar a la entrada de la huerta, teníamos que cruzar los corrales estando mi padre en la faena del ordeño. Los dos lográbamos cruzar sin ser visto por él.
Llegamos a la puerta de la huerta César, me pide subir la puerta para ver si yo alcanzaba verlo. Al manifestarle que si, me ordenaba echarlo. En ese instante sentí en lo más recóndito de mí ser, el desagrado de recibir ordenes de quien apenas conocía; y por mi entusiasmo de montarlo, lo que me animaba buscarlo
La hierba estaba alta y cubierta del sereno de la noche, y así entraba a echarlo.
Mojándose integro mi vestido.
Volvíamos de regreso con el burro cruzando otra vez los corrales, sin ser visto.
Llegábamos a la puerta principal para salir al camino real. Ahora César con una mano abría la puerta, y con la otra, sujetaba el burro por las orejas. Al cerrarla solo quedaba sujetando el animal que estaba ya en el camino, me alzaba a pulso, montándome al lomo y lo soltaba echándolo a correr, y como pude, me apoyaba en las anca del animal, haciéndole corcovear. Al no tener experiencia y donde agarrarme, le apretaba las ijadas, y más corcoveaba hasta tumbarme y tiràndome al suelo con mi mandíbula izquierda rota. Pude haber quedado unos minutos inconsciente. Al volver en si, me di cuenta estar solo y mal herido; todo revolcado; viendo fluir abundante sangre de mi mandíbula. Entré en conciencia
Y sentía mi barbilla temblar del susto. Me sentía mareado. Veía al mundo dar vueltas y mi equilibrio fallaba. Ya en conciencia, reparaba mi camisa y la veía ensangrentada. Buscaba a quien ver, y no veía a nadie. Sentía en mi nuca, un hormigueo que dejaba el correr de la sangre de mi mandíbula. La que trataba de limpiar con mi camisa.
¡Del mismo susto, no sentía dolor!
Como pude, me puse de pie; caminaba tembloroso, dirigiéndome asustado a la casa; entrando por la puerta de la caballeriza, y en esta me detuve.
Lo que me preocupaba era que mi padre me viera en tal estado, y me castigara con regresarme a chalán. Por los bramidos y movimientos del ganado y las voces de la gente en los corrales, me hacia presentir que mi padre ya estaba por venir. Mi estadía en la caballeriza, la aprovechaba para minimizar la sangre que fluya en mi ropa, echándole estiércol pulverizado a donde la viera. Hasta la misma herida, con él la cubría.
Efectivamente, mi padre venia con los trabajadores de terminar la matinal tarea de ordeñar. Para esperarlo, opto por recostarme en un manoseado horcòn de esquina de la caballeriza, por donde ellos tenían que cruzar. Estaba allí de pie quietecito pensando que no se iban a dar cuenta de mi estado.
Mi padre al verme, sorprendido corría a donde mi, buscando examinarme y ver qué tenia, cuando lo esquivaba y huía al fondo del patio.
Los empleados llegados con él, al darse cuenta y por insinuación de mi padre, corrían a cogerme, consiguiéndolo y me entregaban a él.
Mi padre preocupado cuidaba mi mandíbula, preguntándome…, y
-¿Quién te hizo esta herida? - llorando, quise responderle:
:-Es que si le cuento, usted me va a pegar- -Le dije temeroso- y, él prosigue,
-No te voy a castigar- -y extrañado preguntaba, ¿Qué te pasó? Mi padre llamó a la criada Elvira, para traer el aguamanil con suficiente agua hervida y le exprima los limones que pueda. Mi padre me solicitaba sumergir mí mandíbula malograda en la limonada hervida. Era como de inmediato pasaba a limpiar y a curar mi herida.
Una vez curado y cambiado de ropa, me sentó en sus piernas y, con engañifas de cabalgar, solicitaba que le contara lo que me había pasado, preguntándome
-¿Que te pasó? ¡-Cuéntame! Por fin, abrumado de afectuosas atenciones y la seguridad de no castigarme; yo comenzaba a relatarle desde el principio hasta él encontrarme.
No supe a que conclusión pudo llegar mi padre, porque ofuscado y disgustado buscaba afanosamente al sobrino de mi madrastra. En mi inocencia, pensaba que César, al verme caer y quedar en tal estado, él con seguridad se marchó para no volver más. Para finalizar este relato trágico, meditaba para terminar:
A esa edad, no era posible evaluar razonablemente y, menos culpabilizar, pero mas tarde me hacia otra pregunta: ¿Cómo era posible que una persona adulta proceda sin prevención, precaución ni responsabilidad?
Con esta pregunta, termino mi relato de esta mala hora.

Destino de un Buen Regalo

Por lo anterior, era por lo que me regresaban temprano a Chalán. Ahora tenía siete años de edad. Apenas llegaba, asistía al colegio para en las horas libres, ayudarle a mi primo Rafael Guillermo en sus negocios que tenía en la localidad.
Él compraba la manteca de cerdo y le ayudaba a pesarla a domicilio, llevándole la romana y las pesas. Recogía los galones vacíos que compraba y encargaba mi primo; en esta época, el uso de la manteca de cerdo, era exclusiva en las mayorías de mesas de las casas de familia del país. Alcanzaba comprar varias
Toneladas, llevándola a vender al Puerto de Magangue. Se daban ocasiones, que la permutaba por artículos, los que cambiaba acá por la misma manteca.

En un viaje que hizo mi primo a Magangue, y al vender rápido y en buen precio la manteca, él se acoraba de mí, trayéndome un par de abarcas llamadas, “De tango” color turquí oscuro, diferentes a las “Tres puntà” Como yo usaba zapatos, mi primo me advertía cuidarlas porque también eran costosas.
¡Para mí, las abarcas eran una novedad!
Por acá no eran comunes verlas; poco la usaban; mis amiguitos, como el resto de niños del pueblo, ellos se quedaban mirándolas, pasando a preguntar dónde las había conseguido.
Una tarde que mi tía Ana me pedía atender la tienda, mientras ella y su hija Bertha se ocupaban en otros quehaceres de la casa, llegaba a comprar cosas para su casa mi amigo José María Bobadilla. Mientras le atendía, pasaba él a decirme que tal día un grupo de condiscípulos iban a cazar iguanas, desde las tinas, arroyo abajo; y quienes vayan deben llevar alimentos, agujas, caucheras, cuchillas, hilos, etc. Como también aportar una cuota en dinero o en especie
Que el organizador de la casería era Jesús Sauri.
A José María, le pedía decirle a Sauri, que yo también iba, que cuando viniera otra vez a comprar, le daría la plata y la cuota en especie. Como en efecto lo hice a escondidas de mi tía.
Llegaba el día de cacería y me acerco a mi tía Ana, a pedirle permiso; pasando yo a reunirme con quienes iba a salir a cazar. Con ellos nos internamos arroyo abajo, mirando minuciosamente el follaje de los árboles, cuando veíamos arriba en un enredado rastrojo seco sobre la cúpula de un altísimo árbol, una enorme barriga de una iguana preñada que aparentaba estar dormida.
Todos opinábamos la mejor manera de cómo atraparla sin lugar a escaparse y, hacíamos los preparativos para cuando se lance, asegurarla.
No supe las razones que tuvieron mis condiscípulos, en escogerme para subir al árbol donde estaba la iguana, con el propósito de espantarla; sin ellos saber de yo tener experiencia en estos menesteres.
Descalzaba mis abarcas de tango y las dejaba al lado del tronco del árbol que me proponía subir, a través de la enredadera parasitaria que iba apartando sin ser visto por la iguana, la que yo aspiraba tomarla por la cola.
Para ello avanzaba con cuidado a la expectativa de que no me viera para yo agarrarla y tirarla al piso. Pero como que la iguana me sintió y ella espontánea se tiraba al vacío, cayendo al suelo, y con las mismas, salían detrás de ella.
En cambio yo quedaba desesperado, desenredándome para poder bajar rápido el árbol y sumarme a la búsqueda de la iguana. Alcanzaba bajar y buscaba mis abarcas, pero, no las encontraba.
¡No estaban!
Confiaba qui mis condiscípulos las hayan asegurado.
¡Pero no! ¡Se las habían robado!
Y ahora, ¿Qué haré?
¿Con qué excusa le salgo ahora a mi primo Rafael Guillermo? -Me preguntaba consigo mismo-
Me dispuse a regresar con la triste preocupación de la pérdida de mis abarcas, y .preguntaba: -¿Cómo es que estos condiscípulos sean rateros?
Con ellos hice unas ligeras averiguaciones; pero no me dieron ningún indicio.
Desde este momento me sentí de mejor conducta que todos ellos.
¡Ahora, el problema era con mi primo Rafael Guillermo!
La de cumplir una de sus reglas: “Que los zapatos eran para ir al colegio, y las abarcas, para estar en la casa” Con estas reglas no tener escapatoria de poder ocultarle la pérdida de las abarcas.
En la tarde, nostálgico, veía cuando el Sol detrás de las nubes bajaba al filo de las serranías, para ocultarse; acercándose la hora de cenar. La que me llevaba a pensar en la consabida reunión diaria de los hijos de mi tía Ana, que se daba todas la tardes en la sala después de cena.
¡Esto era lo que mas me preocupaba y me asustaba!
En el caprichoso mundo de la inocencia infantil, a mi se me ocurría de rapidez, que con un lápiz o bolígrafo de mina turquí o negra, yo podía dibujar sobre los empeines de mis pies, las figuras de las abarcas puestas; y Rafael, no se daría cuenta de estar pintadas, sino puestas en el momento de la reunión.
¡Así lo hice!
Conseguía el bolígrafo del anterior color, y con él dibujaba fielmente la sombra que dejaba el par de abarcas de tango, en la epidermis de mis pies, como si las tuviese puestas, y Rafael no se daría cuenta que estaban pintadas sino puestas en el momento de la reunión.
Después de cena, como era costumbre, se daba la citada reunión y yo buscaba como sentarme colocando una silla en una de las esquinas, donde por fin me ubicaba. Sentado en ella, echaba los pies hacia tràs, tratando de ocultarlos.
Como costumbre, estaba iniciada la charla entre los tres hermanos, mis primos; y con entusiasmo, me agradaba oírles, sus amenas discusiones sobre manejo y costos de sus negocios cotidianos.
Ellos rectificaban minuciosamente los Pro ò en contra de sus negocios en orden de cada cual. Ahora le tocaba a mi primo Rafael Guillermo, quien comenzaba a relatar sobre la compra venta de manteca, y de la última hecha en el Puerto de Magangue. También expresaba su reconocimiento de mi ayuda en la compra de manteca, por yo llevar la romana y recolectar galones vacíos. Les dice que en compensación me había traído un par de abarcas de tango, señalándoles su precio. Sus hermanos, asombrados las consideraban excesivamente caras. Y por curiosidad querían verlas. –Y yo asustado- Mi primo Rafael Guillermo, quería mostrárselas para que vieran la calidad y lo bonitas que ellas eran.
-Son de Tango- -les decía.
Rafael Guillermo, buscaba ver mis pies, para mostrarles las abarcas.
Como tenia mis piernas hacia tras, mis pies no se veían. Me pide sacarlos, y al verlos, sorprendido se preguntaba: -¿Qué es lo que yo estoy viendo?
Él agrandaba sus ojos y fruncía sus ceños, y preguntaba, -¡Venga acá! -¿Qué es lo que usted tiene puesto en los pies?
-¿Están pintados? -¡O estás loco!
-¡Vaya y tráigalas inmediatamente!
Atribulado, le dije:
-Se me perdieron- -Pasé a decirle la verdad.-No tenía escapatoria-
Cuando terminaba de contarle de como se me habían perdido, veía yo a mi primo ofuscado cuando jalaba su ancha correa del cinto para con ella darme varios correazos, mandándome a dormir.
A mi tía Ana le caracterizaba con sus sentimientos maternales, como pudo, con rapidez me tomó en sus brazos aislándome de su furioso hijo y manifestándole su desagrado por el severo castigo que me daba. Ella disgustada refunfuñaba contra él, y afectuosa conmigo me tomaba en sus brazos llevándome a la cama con arrullos hasta dormirme.
A más de los correazos, mi primo, me sentenciaba castigarme con no jugar las dos semanas siguientes.
En adelante pasaba pendiente por mirar las abarcas de todos los muchachos del pueblo, para ver si a alguien se las veía puestas. Semanas mas tarde, domingo, las tenia puestas un joven campesino procedente de la montaña, quien decía haberla cambiado por un racimo de plátano, mas unos gajos de corozos enchame. No recordaba el nombre a quien se las había cambiado.
¡Mi tía me decía, que imaginaba con quien pudo ser!

A mi tía le preguntaba por curiosidad:
-¿Porqué lo del nombre de esas abarcas? -¡De Tango! A lo que ella respondía, de ser una versión de recato social de la región para bailar música de tango, por que éstas abarcas cubren el metatarso de los pies; en cambio con las “tres puntà” pasan descubiertos, lo que era considerado vulgar...Como también en consideración a las reglas del buen bailar de la gente pobre, para con la música clásica. Pero qué contraste: En Cuba, tango, quiere decir, baile de Negros.-

He terminado relatar lo sucedido con mis abarcas de tango, para pasar a otras generalidades cotidianas.
Todos los días bien temprano salía a comprar seis centavos de café molido donde la señora Emelina Chamorro, y en las tardes recogía la yuca encargada donde la familia Lara. Asistía al colegio y ayudaba atender la tienda de Bertha. A fines de año, entraba otra vez en vacaciones.
Me alistan trasladándome a pasarlas otra vez en Don Gabriel. Encontraba a mis hermanos mayores asistiendo al colegio en horario diferentes, obligaban me asistir con ellos, por lo que casi no jugaba con ellos. Era que al salir de clases, mis hermanos pasaban a cumplir encargos, mientras me orientaba para jugar o hacer algún encargo improvisado dejado por mi padre
La ausencia de él, la aprovechaba para darme mi libertad, que por poco, era un libertinaje. Por lo mismo, pasaba donde mi tío Segundo; y de aquí emprendía correrías por arroyos, estanques y montes aledaños al pueblo.
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El Morrocoy Fantasma
Este otro año, mi padre compraba una finca de nombre Leticia, a su amigo Remberto Valle. La cual tenía varias hectáreas enmontadas, dándoselas a mi tío Segundo, para que las talara y las cultivara en maíz y vituallas. Mi tío, mas tarde traía de la finca un animal raro que yo no conocía. Mi tío nos contaba a quienes reparábamos el animal, que lo había hallado en una honda zanja donde él se escondía al huir del calor del fuego que prendía para quemar lo talado. El animal parecido al roedor llamado Armadillo, que tomaba para jugar. Con él me divertía al verle su andar; llamándome la atención su caparazón el que estaba dibujado con rayas cuadriculadas amarillas con manchas negras.
¡No sabia qué inventar con él! Jugaba con solo verlo andar.
Lo ensillaba y transportaba ligeras cargas como si fuese asno.
Con fuerza remolcaba con una tranquilidad pasmosa.
En las noches lo hacia atravesar la calle en trayectos solos y oscuros, con una vela encendida encima de su caparazón, y lo sujetaba con un largo cordón con el que lo manejaba a distancia. Lo hacia, era con el propósito de asustar a los vecinos, al no saber ellos de qué se trataba. Solo veían era atravesar de ida y vuelta la mera luz. El espectáculo se hacia enigmático y misterioso.
De los vecinos que eran la población entera, de ellos iban y venían comentarios sobre el citado espectáculo. Y se tejían tantas versiones; hasta creerse que era un fantasma, otros, la revelación del “entierro” del fundador e Don Gabriel.

La población conmovida, pensaba de tratarse de algo sobrenatural, y era por lo que se interesaba alejarlo con bendiciones, pero como no se contaba con curas o pastores, mas bien creyeron que podía hacerlo la señora Manuela Ruiz, a quien contrataban espaciar hojas de eucalipto en los lugares donde pasaba la luz ò la mala hora. En las noches, salían los mayores con ramas de eucalipto para espantar en la calle los malos espíritus.

La parte de atrás del patio de la casa de mi tío Segundo, colindaba con la vera del arroyo del pueblo, y entre el patio y el arroyo lo dividía una trocha pública. Y para cruzar del camino al otro lado del arroyo, se hacía a través de un tronco de un árbol caído de algarrobo, el cual tomaban de puente.
¡Una mañana que buscaba mi Morrocoy, no lo encontraba!
Alertaba y convidaba a mis primos a buscarlo, Pero, ¡Nada!
Miraba partículas de madera podridas que salían del interior del tronco, y junto a ellas, unas articulaciones inferiores frescas del Morrocoy.
Al ver sueltas las patas del Morrocoy en la abertura del tronco, miraba para dentro para ver el resto del animal. El hueco del tronco escasamente tendría la redondez de mi cuerpo, por lo que pensaba entrar en él, para conseguir lo que sería el resto del animal buscado
Como pude, me acostaba a la entrada del hueco mirando la profundidad oscura que tenia; para entrar en él, avanzaba con movimientos propios de los reptiles sin patas; como tirabuzón, para por fin llegar al final del hueco y encontrar el caparazón del Morrocoy.
Gracias a los rayos solares que esa mañana se proyectaban y al estos filtrarse a través de las hendiduras del tronco, me permitían ver y recoger el caparazón. Y con él en mis manos, intentaba retroceder para salir y sacarlo, pero… ¡Nada!
¡No era posible! Y no era, por no guardar las mismas proporciones con las que yo había entrado.
¡Estaba aterrorizado!
Gritaba con todas mis fuerzas, pidiendo auxilio
Alarmado el vecino mas próximo, también gritaba pidiendo auxilio y socorro, haciendo llegar a los que le oían y pasaban por ahí, pasando estos a rodear el tronco, è ingeniando para buscar la mejor manera de sacarme sano salvo. (1)

En eso llegaba mi tío Segundo; y al ver el peligro en que estaba, buscaba cómo sacarme hachando el tronco, y para ello regresaba a su casa a buscar el hacha
Al traerla, y al primer hachazo…, de terror gritaba con todas mis fuerzas.
No resistía el terrorífico estruendo del primer hachazo, el que pudo reventar los tímpanos de mis oídos.
Para que no siguiera hachando, le gritaba más y más hasta él darse cuenta del peligro que yo corría.
Luego los presentes se las ingeniaban de cómo sacarme aún maltratándome y al salir, daba gracias a Dios de haberme salvado. Reparaba a quienes estaban ahí, al primero que veía era a mi padre, esperándome. Cariñoso, y tomados de la mano me llevaba a vuestra casa dándome consejos y amonestándome con regresarme a Chalán., y que si volvía hacer otro disparate me castigaría.
¡Lo del Morrocoy fue para mí un interesante episodio!

Los recuerdos de infancia nos dan para saborear tantos pasajes que impactan el despertar de vuestros mundos infantiles, para luego llevarnos a escribirlos para recrear a los nietos y bisnietos y virtuales lectores. Mi inocencia imprimía espectacularidad, libre de malicia, claro, hasta que tuve uso de razón.
Mas adelante,
Mi adolescencia despertaba otro amanecer y, ansioso esperaba mas sorpresas que trajeran nuevas cosas que alegraran mi alma, proporcionándome alguna felicidad, la que se sumaria a mi celestial inocencia infantil de niñez, que no es otra cosa, que una bella y magnifica obra de Dios.
Mi padre, pasaba preocupado por mi manera de ser, y su única solución era mandarme para Chalán. Mientras tanto me encomendaba a su cuñada, Celina Sierra, quien vivía en frente y pasaba donde ella jugando con sus hijos. Ahora me daba cuenta de él estar mas pendiente de mi, y por lo mismo, mermaba sus labores de vigilancia de sus haberes.

(1) Los vecinos comentaban que el señor que residía mas cerca donde estaba el tronco del algarrobo seco, el que servia de puente para cruzar el arroyo, era quien había sacrificado el Morrocoy, disponiéndolo como alimento.
Rafael G. Martínez Fernández/Cristina Rodríguez Velilla


Era a mediados de diciembre de 1945, cuando se interrumpían mis vacaciones en Don Gabriel, por lo del Morrocoy, regresándome para Chalán, y llevándome un empleado con varios animales por delante cargados de vituallas, pavos, carnes quesos y otros diferentes complementos alimentarios.
Los encargos me intrigaban por no saber a qué se debía sus exageraciones y destinos, si tenía en cuenta que en mis regresos anteriores, solo veía un solo animal cargado con estas mismas encomiendas.
¡Llegábamos a Chalán, a la casa de mi tía Ana!
Mi tía reparaba y cuantificaba las clases de cargas de cada animal, para luego solicitarle al empleado, bajarlos y dónde colocarlos. Llegaba donde mi, y como pude, la abrazaba para bajarme. Sonriendo le preguntaba de lo contenta que estaría por las tantas cargas que le mandaba mi padre. Pero ella de inmediato me replicó:
-No es para mi, es para la fiesta del matrimonio de Rafael con la seño Cristy.-y seguía- -Ellos van a casarse ahora en la fiesta, el día miércoles 19 de este mes

Cierto, se casaba mi primo hermano Rafael Guillermo Martínez Fernández, con la dama Cristina Rodríguez Velilla, hija de don Rodolfo Rodríguez Montes con doña Susana Velilla Paternina.
Por otra parte,
Ahora era que venia a caer en cuenta, que cuando mi primo Rafael Guillermo me castigaba, me hacia correr por el frente de la casa de la Seño Cristy, para que viera su rectitud. Pero lo que mi primo no sabía era que cuando pasaba por el frente de la casa de ella, yo para lucirme, refunfuñaba groserías contra él.
Recuerdo una vez que me buscaba para castigarme, y me encontró en el patio de la señora Rumalda Pinto, donde me dio unos correazos, y me llevó a la calle haciéndome correr calle abajo por el frente de la casa de la Seño Cristy.

En verdad, no me había enterado de estas importantes relaciones de mi primo con la Seño. Pero si observaba que ella al pasar o venir del colegio, mi tía Ana y su hija Bertha, se avisaban para verla por la hendija de la puerta principal, oyéndoles comentar, de cómo iba ò venia, quien pasaba elegante con una seriedad inmaculada y de trato afable para con todos. Pude conocerla por el hecho que todos los días hábiles la veía dar clases a sus alumnas en el mismo salón donde yo estudiaba con el maestro Humberto Bobadilla H. Y lo que más recordaba de ella, era cuando se moría de la risa al verme llegar y oír decir a don Humberto, ¡Alístense, que llegó el mulito de Rafael Martínez!
Para este fin de año, Chalán se ocupaba de las fiestas religiosas, fandangos y corridas de toros, y para las dos familias se sumaba los preparativos del enlace matrimonial de mi primo con Cristina Rodríguez Velilla. Corrían las invitaciones; Arreglos y adornos para la iglesia, como también en las casa de desposados.
En casa de mi tía Ana, buscaban la manera de ampliarla para albergar a tantas familias que vendrían a asistir al matrimonio y a la fiesta.
Las casas de los novios pasaban ajetreadas y preparadas con inventivas de refinadas etiquetas en sus presentaciones para los actos especiales. Y como sus pisos eran de tierra, eran cubiertos con unos buenos amasados
Llegaba el día del matrimonio. La asistencia de invitados, la esperada.
¡Lo no visto!
A mas de los invitados, se sumaba la gente del pueblo, en especial, los padres de familia y discípulos, en gratitud y aprecio a esta respetable pareja de lo mas florido de la sociedad chalanera; como también grupos de familiares y amigos de la región. Iban llegando familiares de los novios, de El Carmen de Bolívar, Ovejas, Colosò, Sincelejo, Palmito, San Pedro, y otros. En este matrimonio era donde vine a conocer casi toda la familia Fernández.
La casa de la novia, ¡Llena de gente! ¡Veíanse entrar y salir! Los padrinos bien vestidos con sacos y corbatas. Salían en parejas a formar en la calle para salir para la iglesia, encabezada por la novia con su hermano Rodrigo.
En cambio mi primo, esperaba solito en la iglesia.
Yo me repartía ver todo aquello corriendo a la iglesia a ver a quines esperaban, entre estos, a mi primo Rafael. Regresaba a la casa de la novia y volvía donde mi tía Ana, a contarle lo visto. Veía marchar los padrinos en procesión hasta que entraran a la iglesia. En esta, tomé una posición estratégica, para alcanzar ver todo aquello que se iba dar. Veía la ceremonia de la pareja y el sacerdote, llamándome la atención la pareja de niños que servían de pajes. Se da la misa casándose la pareja la cual ahora encabezaba la procesión, para regresar a la casa de la novia.
Mi tía Ana, ahora me decía, que con los zapatos que tenía puestos, no entrara a la casa de la novia. Porque estaban percudidos y sin embolar. Buscaba yo comprar betún para lustrarlos, y no lo conseguía. Me iba triste al traspatio de la casa de mi tía, a lamentar mi circunstancia, cuando los criados me consolaban insinuándome que los lustrara con tizne de caldero y manteca de cerdo, y vería como iban a quedar. ¡Y así lo hice!
Y era como cambiaba el sucio resabiado de montuno que tenían mis zapatos Sí, ¡Con tizne y manteca, quedaban brillantes! –ahora me sentía satisfecho-
Me propuse asistir al acto ceremonial del festejo en la casa de la novia. Ahí me movía, desde el comedor hasta la sala principal. Veía el trajinar de la gente, la elegancia de la pareja al bailar el vals El llevar y traer de comidas al comedor.
Más adelante se sumaban los invitados a bailar con la pareja el vals y tangos.

De pie en la sala, embebido disfrutaba ver la fiesta. Veía bailar a mi padre con la novia de su sobrino Rafael; Se quedaba mirándome fijamente. Pensaba que posiblemente él quería que yo bailara. Pero no. Al dejar de bailar, se acercó a mi para decirme, -Así, no puedes estar aquí, debe cambiar de zapatos-
¡Si yo no tengo más! –Le dije- y pasaba a preguntarme otra vez,
-¿Porqué están así? -¿Qué tienen tus zapatos?
De inmediato le respondí: -¡Empolvados!
–Solo los tuyos están así, -me decía, y yo le aclaraba:
-Embetunados con tizne de caldero y manteca de cerdo.
Y en seguida me dijo: -¡No señor, así no puede estar aquí! ¡Vaya y quíteselos!
Le hice caso, y me dispuse salir al patio, llamándome la atención un fotógrafo que se instalaba teniendo el portón de fondo. ¡Me hizo recordar a su colega de tiempo atrás!
Aquí posaba la pareja con sus tres pajes: Hilda, Orlando y Evelyn Paternina.
Recuerdo, que mas adelante posaban invitados de la familia Fernández. Una de las fotos la encabezaba el pariente Dominguito Fernández Osorio con su señora María Cristina Amin.
Con este acto, terminaba para mí el festejo del matrimonio. Y pasaba la fiesta y volvía al acostumbrado ambiente del pueblo.
Mas adelante los desposados comenzaban hacer sus vidas. Primero comprar su casa, una de palma vecina de mi tía, de propiedad de Làcides Paternina D.
Rafael G. antes de casarse había adquirido un mediano potrero colindante con Faustino Rodríguez, al señor José del Carmen Gutiérrez (El capa) De esta finca tengo recuerdos: Uno era de ir con el criado a soltar animales y traer las vacas de ordeño. En una de estas, el criado me convidaba cruzar a la finca del señor Faustino, para tomar una o dos patillas y nos las comíamos en el pozo.
¡De nuevo para el colegio!
Mi tía Ana, revisaba mis uniformes, libretas y me pedía que comprara una caja de betún para que lustrara mis zapatos. No dejaba de tener problemas con mi tía, porque la ropa que traía de vuelta de Don Gabriel, la encontraba siempre rota y manchada.
Al matrimonio le iba bien en sus diferentes negocios.
Le compró a don Humberto Bobadilla, las hectáreas de terreno que colindaban con los patios de su casa, de él y de mi tía Ana, para hacerla una huerta la que arreglaba para pastar las vacas de ordeño y animales disponibles.
Un paréntesis,
Para la fecha, Arturo, compraba la casa al pariente Manuel Fernández Puente, la cual estaba desocupada por haberse mudado para El Carmen de Bolívar, en la suma de 200 pesos con dos años de plazo. De inmediato se mudó. Y mi tía Ana, contenta por tener a sus cinco hijos en Chalán.

Volvemos a los recién casados.
Recuerdo un oportuno gesto de mi padre para con su sobrino y primo hermano Rafael Guillermo, para que le comprara la finca Pie de Cuesta al señor Eduardo Rueda Hernández. Rafael vendía su finca a su hermano Arturo, y mi padre le prestó tantas vacas paridas para que las marcara como suyas y las presentara a la Caja Agraria para garantizar un préstamo, y con esta suma cancelara la finca al señor Rueda.
Otra vez volvía a Don Gabriel a pasar vacaciones, ya con más de ocho años de edad. La rutina me era conocida y percibía lo que me esperaba: Que si me portaba bien, iba a disfrutar el tiempo de mis vacaciones; y encontraría a mis hermanos y a mis primos ocupados; a mi madrastra batallando por su salud, y mi padre, ocupado en las faenas de ordeño y atender las fincas. Con lo que no contaba era encontrar otra hermanita, “gateando”
Sí...,
Había nacido la tercera hija de mi madrastra, mi hermanita Judith Mariela, el día miércoles dos de junio de 1943.

Anèlidos o Sanguijuelas Milagrosas

Mi hermana andaba en el año y medio de edad y la llamábamos cariñosamente la Niña Mana, por el prurito detalle, que para esta edad, solo decía Magna. Era inquieta; al gatear, sorprendía su rapidez para desplazarse de un lado a otro.
Era sonriente y bastante graciosa. Contaban que era así, porque al nacer, no le dieron a exhalar la fragancia de las hojas o ramos de eucalipto que tenían la virtud de serenar los espíritus. Y para recordarle, aún más, pasaré a relatar un mal momento que nos hizo pasar.
Sucedía que una mañana que ella amanecía inquieta y de querer ponerse de pie, estando el piso de madera húmedo, resbala y cae, golpeándose fuerte su mandíbula inferior, quedando su barbilla intensamente amoratada.
La niña Judith, no dejaba de llorar; preocupando a quienes en ese momento les acompañaban La noticia se propagó, y los vecinos venían a preguntar por su salud. Otros no contentos con preguntar, ingresaban a la alcoba donde ella estaba, para salir sorprendidas haciéndose cruces en su rostros.
Mi padre, de inmediato mandaba a buscar al médico Julio Alejandro Morè, a su finca Miramar, donde él vivía.
Mientras tanto, vecinos y amigos acompañaban a mi padre y a mi madrastra en solidaridad. Los reunidos entraban a recordar y comentar sobre casos, más o menos similares, y pasaban a sugerir diferentes recomendaciones. ¡Cuando les interrumpe el llorar de la Nena!
De pie, vuestras miradas fijas a la cuna donde estaba la Nena, viéndole llorar y llorar hasta quedarse dormida. Volvían a concentrarse en la charla que tenían, cuando en eso, quedábamos estupefactos al ver de pie en la puerta principal a la señora Manuela Ruiz. Mi padre se levantaba y salía a saludarle y recibirle el ramo de eucalipto que traía. Al pasar la señora por la sala donde estábamos, blandía el otro ramo que traía en son de bendecirnos con él a su manera, para luego sentarse al lado de la cuna donde estaba la Nena.

Mi hermana Judith, nacía en la fecha de llegar unos maromeros a Don Gabriel, bajándose en casa de la señora Manuela. El Circo lo instalaban en el patio de su casa. El director del circo, de apellido Montoya; y para la época, estallaba la Segunda Guerra Mundial
Entre las personas reunidas estaba don Nicanor Tuiràn Peluffo, quien conocía de primeros auxilios. Era el inyectologo de la región. Para prevenirle a la Nena una posible infección le diagnosticaba hacerles unas sangrías con sanguijuelas para que le succionaran la sangre coagulada que le veían en su barbilla.
Terminaban oír a don Nicanor, cuando llegaba el doctor Moré, y sin examinarla le formulaba unos antibióticos inyectables. Mi padre le comentaba al doctor, sobre lo recomendado por su amigo Nicanor, quien pasaba estar de acuerdo, siempre y cuando le aplicaran las inyecciones.
Entre los reunidos rondaba la pregunta: ¿Dónde conseguir esas sanguijuelas?
Pasando a sugerir, sin precisar donde conseguirlas, más bien coincidía de no saber exactamente. Unos, les parecía que en el arroyo; a otros, en las aguadas de la finca del señor Menegildo. Estaban en este comentario, cuando llegaba la criada Elvira con su azafate lleno de pocillos con café tinto para repartir. y….
Elvira que oía la urgente necesidad de la sanguijuelas, y al llegar a la cocina, le comentó al corralero Sebastian; quien pasaba de inmediato a decirle, ¡-Uyy..., en la represa de Costa de Oro arriba, hay las que quieran! Oyéndole Elvira, regresaba a la sala a decirle a mi padre, lo que le respondía Sebastian.
Mi padre sin perdida de tiempo llamaba al corralero ordenándole traerlas.
Sebastian de una vez alistó el animal y salió a conseguirlas, y en ese momento me le brindé a acompañarles era como los dos llagábamos a la represa la que yo veía cubierta de tarulla.
Sebastian, provisto de una totuma, examinaba las orillas de la represa en busca de un claro de agua para sumergirla; y al encontrarlo, se dispuso a recogerlas y sacarlas; estos anélidos al verse recogidos, saltaban devolviéndose al agua en un santiamén
En vista que las sanguijuelas saltaban de la totuma para devolverse al agua, al corralero Sebastian, se le ocurría la benigna y audaz idea de que me desnudara y me sumergiera en el claro, hasta la nuca, y esperara adherirse a mi cuerpo tantas de ellas para luego tomarlas afuera y poderlas recoger. Y así lo hacia, sorprendiéndome ver cundidse la mayor parte de mi cuerpo de estos anélidos que todos prendidos chupaban mi sangre, viéndoles aumentar el grosor de sus sinuosos cuerpos, como también de sentir el hormigueo de los aguijonamientos que sufría para ellos hartarse.
¡Y nos hicimos a tantas!
Con todas ellas recogidas en la totuma, salimos para llevarla a la casa. Ya don Nicanor, le había aplicado las inyecciones a mi hermanita. Al nosotros llegar, le entregamos la totuma con las sanguijuelas. La tomaba para entregársela a la criada Elvira, con las instrucciones de cambiarle de agua varias veces y, se la volviese a entregar.
¡Así lo hizo Elvira y le devolvía la totuma con los anélidos!
Don Nicanor hizo tomar a mi padre la totuma y en ella sumergía la barbilla de mi hermana, la que de inmediato cundía de sanguijuelas prendiéndose todas ellas a chupar.
Ahora, no veíamos a mi hermana la barbilla amoratada, mas bien una especie de barba larga que eran las sanguijuelas prendidas, hartas y colgadas.
¡A todos nos parecía un milagro!
Luego don Nicanor, con hojas eucalipto las desprendía, quedándole la barbilla sin manchas y todo normal.
Los presentes quedábamos estupefactos, y yo en particular, contento alegre de haber sido parte activa en la recuperación de mi hermana Judit.
Al finalizar de narrar la mala hora y la pronta recuperación de mi hermana, paso a describir los bienes y como vivíamos en Don Gabriel.

La casa de la finca estaba separaba por el camino real, de unos doce metros de ancho. La finca se conformaba de cuatro grandes divisiones y una huerta pequeña; mas dos corrales de vareta. La casa, entechada con palma amarga y paredes de bahareque. Un espacioso salón, el cual se ocupaba para comprar y procesar tabaco para exportación. Servicio de baño y sanitario con respectiva poza séptica; la sala, el comedor y la alcoba principal, enchapadas en madera. Esquina con tienda y trastienda, quesería, cocina, caballeriza y un patio grande con un viejo árbol de guinda en el centro donde dormían las gallinas, mas una porqueriza. La casa ubicada frente a la calle real, a su lado izquierdo, el vecino, Menegildo Guerrero; el lugar donde se localizaba la casa, era el centro de la población; la cual asentada en una ensillada lometa que quedaba frente a una arrogante serranía montañosa. La población se abastecía de dos aguas: Del arroyo, para uso corriente; de beber o potable, en una fuente de agua viva que lloraba o nacía de un pozo llamado El Chorrito

Patadas o Coces Para un Sueño Celestial

Estando en otras vacaciones en Don Gabriel, un día que mi padre salía de la población, dejaba la orden que su caballo albino tuviese disponible en caso de él solicitarlo. Por lo mismo lo dejaban asegurado en la caballería.
En vista de hacerse tarde y el caballo asegurado sin comer en la caballeriza y, en eso, escuchaba la melodía acostumbrada del reloj el que parecía un hombre de pie, el que indicaba que ya eran las seis de la tarde y sin mi padre solicitarlo.
Era cuando venía a darme cuenta que el animal debía tener hambre y sed, y al saber que los criados ya se habían ido, yo por mi cuenta procedía a soltarlo en la huerta El Coso, la que quedaba ahí no mas en la parte de atrás de la casa.
Con las llaves del candado de la huerta en mis manos, lo tomaba de cabestro, hasta llegar a la huerta; ahora abro la puerta haciéndolo entrar para soltarlo. Le aflojaba la correa, quitándole la jàquima.
El animal al sentirse suelto, sacudía su cabeza y luego estremecía su cuerpo para quedarse quieto ahí mismo. Como el animal no se iba, con la jàquima, le azoté por el trasero con todas mis fuerzas. Al sentir el jaquimazo, el caballo me tiraba sus patas con la mala suerte que con una de ellas me dio tan fuerte que yo quedé sin conocimiento.
¡Pasaron horas y horas y yo seguramente tendido inconsciente!
Y serían más de las nueve horas de la noche, cuando venia entrar lentamente en conciencia. ¡Escuchaba allá lejos un ruido pausado!
Me veía acostado boca bajo encima de la hierba que caía conmigo y empezaba a recordar aquello soñado; el de haber paseado el espacio con la sensación de haberle dado tantas vueltas al orbe como su fuese un real sueño celestial.
También haberme visto en altísimas alturas y de decender meciéndome de un lado para otro y bajaba planeando y mirando el inmenso mar azul rodeado de manchas verdes y otras pálidas. ¡Qué maravilla! –Me decía-
¡Todo esto parecía un bello sueño celestial! –repito-
¡Meditaba y pensaba seriamente que mi sueño podía ser el divino proceso de ascensión de mi espíritu, cuando él posiblemente quiso abandonar mi cuerpo y caer en brazos de la muerte! Pero No…..Ya me sentía recuperado; me daba cuenta de estar rodeado de frondosas matas de hierba guinea.
Como pude, fui levantándome hasta ponerme de pie y alcanzaba ver la cabeza del caballo en movimiento tronchando cogollos de hierba.
Con lentitud reconciliaba mis recuerdos inmediatos y, con estos, alcanzaba a entender que estaba desorientado. ¡Sí!
Me sentía animado de estar acompañado del mismo caballo albino; a pesar de haberle azotado, como si fuese un llamado de atención divina. Al momento de entrar en conciencia, yo me entretenía viendo flotar y volar a baja altura tantas telarañas de oro que titilaban luces constantemente para yo caer en la cuenta que eran enjambres de tantas luciérnagas, como si tuviesen bordando el cielo con hilos de oro para alumbrar esa oscura è impávida noche. Me mantenía en silencio, porque presentía que el caballo que yo había castigado, podría oírme y dejarme solo. Pero observaba que este animal iba alejándose lentamente de mi con su pausado crujir de tronchar cogollos.
¡Oh!…
¡Libertad espiritual divina!
La que siempre se despliega en vida y en sueños para regresar a su esclava materia, la que Dios a todos nos asigna para que nosotros la manejemos Bien o mal, acá en este mundo cómplice.
¡Uyyy!
Yo no sabía que esos telares de enjambres fluorescentes los que destellaban las luciérnagas eran para llamarse unas a otras para sus encuentros nupciales.
¡Qué divinas nupcias!
El lugar donde me encontraba, estaba falda bajo, y por instinto, yo debía subir. Y a ciegas, caminaba con los brazos hacia adelante para ir apartando la hierba a los lados, hasta yo llegar a la cerca de matarratones que veía más adelante.
Todo aquello estaba oscuro; solo veía el camino a través de la cerca; cuando vine a caer en cuenta, que era el camino real
¡Ahora sentía miedo!
Y arrastras, pasaba por debajo del alambrado de la cerca, hasta cruzar al otro lado al camino real. Al salir, me apresuraba correr a la claridad que proyectaba la lámpara que colgaba del dintel de la puerta de mi casa. Llegado aparentaba de no haberme pasado nada, viendo mi comida servida y tapada sobre la mesa del comedor…, pero más bien pasaba a buscar la cama para dormir.
Ya mis hermanos mayores estaban dormidos.
¡Yo comenzaba a sentir hambre!
Pero no me atrevía acercarme a la mesa, porque después mi madrastra podía darse cuenta que yo no había comido.
¡Acostado, meditaba lo que pudo haberme ocurrido, hasta quedarme dormido!
Para sintetizar lo ocurrido con el caballo, pudo ser: Que al patearme corrí sin conocimiento al centro de la huerta, para quedar horas inconsciente.

Al día siguiente me levantaba temprano con disposición de orinar, y era cuando me daba cuenta que tenía mi parte inguinal izquierda inflamada, al recibí la coz, por parte del caballo, en la llamada, seca: La glándula linfática más importante del cuerpo del ser humano. Ya me sentía disgustado y con bastante fiebre.
Pensaba ocultar a mi padre, lo que me había pasado y lo que ahora tenía.
Ese otro día, uno de los criados buscaban el caballo para llevárselo a mi padre, y encontraba la jàquima y las llaves con el candado tirados en el suelo.
Para luego llevarle el caballo a Ovejas. Lo de la jàquima, llaves y candado, llegó a oídos de mi padre por parte del criado.
Esa misma tarde oscura, llegaba mi padre. Me sentía mas disgustado y hacía esfuerzos por fingir lo que tenía. Oía a mi padre hablar con Silvio y Salomón Segundo, preguntándoles sobre cumplidos de sus oficios encargados a ellos. Y a mí, me ponía su diestra en mi cabeza tratando de acariciarme, diciéndome haberme traído varios cortes de tela caqui, para que mi tía Ana, me hiciera unos vestidos. Como ya era de noche, y no se había detenido a repararme, él no se dio cuenta de mi estado. Después de él cenar, nos mandó a dormir y oía cuando mi padre explicaba advirtiendo sobre las cosas que había traído para todos.
Por regla de mi padre, los tres hermanos mayores debíamos comer en una mesa pequeña al lado de la del comedor. Como también esperáramos que los mayores se arrimaran a la mesa principal, para nosotros hacerlo en la nuestra. Ese otro día, amanecía más mal.
Recuerdo de mi madrastra, no haberla visto sentada en la mesa del comedor, mas bien ella ordenaba servirla. La criada pendiente de sus instrucciones para servirnos individualmente.
Al día siguiente de haber llegado mi padre, todos desayunaban, menos yo, por estar dormido. Al llegar él al comedor y darse cuenta que yo no acompañaba a mis hermanos, de inmediato fue donde my. Levantándome y llevándome a la mesa en tal estado. Y al verme, se sorprendía preguntando a los demás:
-¿Qué tiene Laureano? -¿Qué le pasó? Tomó mi antebrazo y cuantificó mi pulso, para decirnos que el corazón latía más de lo normal, ¡Y con fiebre alta!
Mi padre examinó mis ojos para entonces decirme: -Vaya, coma y acuéstese. –Y volvía mi padre a preguntarse: -¿Qué tendrá este muchacho? -
¡Nadie le daba razón de mi malestar!
Ni padre llamaba a un criado ordenándole buscar al doctor Moré, pero alguien le dice que el doctor lo habían visto pasar para Sincelejo hace unos dos días. De inmediato mandó a buscar a don Nicanor Tuiràn, quien no demoró en venir.
Don Nicanor, pasó hacerme un rápido chequeo, y según las respuestas que yo le daba, él diagnosticaba una mala digestión, pasando a decirle a mi padre, que seguramente había ingerido alimentos en mal estado pasando a formulándome unos laxantes, los que de inmediato tomaba y bebía.
Pero nada que bajaba la fiebre.
En cambio yo me resistía decir la verdad
Serían como las cinco de la tarde cuando el doctor Moré regresa de Sincelejo en su caballo ruano, y como de costumbre arrimaba al corredor de la casa a saludar y a esperar el café tinto que se le brindaba.
De su llegada le avisaban a mi padre y él venía rápido a saludarlo è invitándole con insistencia apearse y pasa a manifestarle que lo estaba esperando porque tenía uno de sus hijos mayores enfermo.
El doctor se baja del caballo pasando a preguntarle a mi padre:
-¿Dónde está el muchacho?
Mi padre lo llevaba a la alcoba donde yo estaba, informándole de los laxantes que don Nicanor me había mandado y desde cuando tenía la fiebre alta.
El doctor pasó a preguntarme:
-¿Hoy cuántas veces haz defecado?
-¿Y qué consistencia observasteis? –Me hizo dos preguntas en una-
-En la mañana, lo hice duro, con la normal fetidez. Le dije- y desconcertado él me preguntaba: -¿En qué parte del cuerpo te duele?
-¡Aquí en la seca, la ingle izquierda! –le dije,
Para examinarme y cerciorarse mejor, me ordenó desvestirme por completo
Para decirme: -¡Quítese toda la ropa!
Al verme desnudo, tocó mi enorme inflamación amoratada que tenía en la ingle izquierda, y alarmado llamó a mi padre para preguntarle:
-¿Oye, Manuelito, qué le pasó a tu hijo?
Al no saber, me traslada la pregunta para que yo se la responda.
No tuve otra alternativa que decirle la verdad.
El doctor diagnostica prescribiéndome el tratamiento y pasaba a solicitarle a mi padre, que hiciera venir a Nicanor, para darle las recomendaciones pertinentes.
¡Parecía mentira! Que no me hubiese dado cuenta de esta inflamación.
Después de haberse ido el doctor Moré y don Nicanor, a solas con mi padre, en confidencia él me preguntaba:
-¿Cómo fue eso? ¡Cuéntame!
Al darme cuenta del buen estado de ánimo y de lo afectuoso que él estaba por saber de lo que me había pasado, pasé a contarle todo aquello sucedido. Pero,
Observaba a mi padre pensativo… mirando lejos, con asomos de lágrimas en sus ojos. En eso se levantó llevando sus manos a la cabeza para exclamar:
-¡Porfiria, Madre mía, Porqué nos Dejaste Solos!
En eso,
Se acercaba a mí para decirme que no iba a demorar en volver, saliendo de mi alcoba sin dejarme de mirar de reojo hasta salir.
El tratamiento prescrito restablecía mi salud; y mucho antes de terminar mis vacaciones, me regresaban otra vez para Chalán.
Encontraba a mi primo Rafael Guillermo y Cristy viviendo en su primera casa. Conseguían con mi tía mudarme para donde ellos. Esto contrariaba mis deseos de estar con mi tía Ana; porque con ellos extrañaría los detalles habituales que a diario me ofrecía mi tía; en cambio Rafael y Cristy, hacían lo posible para que viviera con ellos; pero mi tía buscaba como interceder para que volviera donde ella por lo del colegio. Por fin volvía a donde ella.
En última fue que vine a saber, que lo de mi mudanza para donde mi primo era idea de mi padre. Porque al venir a Chalán y no encontrarme en la casa de mi primo, lo suficiente para reclamarle a su hermana, mi tía Ana.
Alcanzaba escuchar, cuando le decía que él quería que estuviera donde Rafael por su severidad. Y para que yo no le oyera lo que iba a decir, me mandaban a comprar limones en la tienda del señor Ramón Galván Torrente.
Regresaba con mis limones y encontraba a mi padre contento; esperándome para darme consejos y unas recomendaciones. ¡Luego, me prestaba el caballo albino en el que había venido, para que paseara por las calles! Mas adelante él se iba en su caballo, y yo quedaba en mi divertido medio.
Ahora volvía a donde mi tía Ana, y pasaba también donde mi primo. Donde él me aliaba con el criado de nombre Lino Díaz, para soltar las bestias y traer las vacas de ordeño todas las tardes. Estas se encerraban para ordeñarse, en los corrales que quedaban detrás de las casas de mi tía y mi primo.
Reflexionaba:
Por las diligencias hechas, me hacia mas necesario en las dos casas. A Rafael, no lo tenía como primo, sino más bien como padre. Me explico: El hombre, en su infancia actúa de acuerdo al instinto de seguridad y conservación, mas no por afecto, que por entrar en él la actividad irreflexiva, mas con la improvisada y repentina experiencia de aquel goteo educativo recibido, su espíritu, improvisa el ritmo de su vida, asociándolo a sus semejantes que le rodean mas cerca; y es por lo que el amor recibido de los Naturales Padres, es lo mas eficaz para coordinar las principales actividades de la vida en este mundo.

De mi tía Ana, tengo muchos recuerdos de los tantos pasajes que recrean mi espíritu. Uno de ellos era encargar en las tardes, para comprar en las mañanas temprano, dos bollos limpios de maíz donde la señora Clementina Rodríguez. Esta señora vivía al final de `Calle Piedra` Al regresar, mi tía me esperaba con una taza grande para que apararle leche caliente ordeñada de una vaca negra azorrada en el corral del patio de atrás de la casa.
A esta leche recién ordeñada, todavía caliente, con abundante espuma, mi tía la mezclaba con panela y bollos limpios desmenuzados, y nos las tomábamos los dos, y por último me decía con satisfacción y entereza:
-¡Esta leche con panela y bollo, es pura sangre!

Para esa entonces finalizaba mi año de estudio, y volvían por mí para llevarme a Don Gabriel a pasar vacaciones. Al llegar, oía hablar de una crisis mundial. Yo preguntaba y trataban de explicar diciéndome que al otro lado del mundo, estaban en guerra; peleaban con un señor de apellido Hitler; Apellido que tenía por nombre un perro de la casa. En la casa escuchábamos todo el día el radio marca Philips, el cual estaba empotrado dentro de un moderno mueble de madera móvil, que funcionaba con batería de 6 voltios, de alto amperaje
El radio era de una procedencia afectuosa de familia, por haber sido regalado por el pariente Elías Fernández Behaine, aquel primo hermano de los cuatro libaneses con este mismo apellido, que emigró a Colombia por el Puerto de Buenaventura, y por último, se radicó en el Municipio de San Pedro, (antes les contaba)
La batería del radio la recargaban los fines de semana en un taller de Sincelejo, que enviaban por vía Ovejas. Enviarla y traerla era un proceso: De Don Gabriel a Ovejas y viceversa, en animales. De Ovejas a Sincelejo y viceversa en bus o Chivas que tenían por nombre La Regina y La Cubita. La primera de propiedad de Rafael Velilla, y le da este nombre por el de su hija adoptiva. La segunda de propiedad Gilberto Buelvas, por afinidad del tabaco procedente de Cuba. Esta Chiva una tarde que regresaba de Sincelejo y estando por llegar, cuando una de sus llantas resbalaba cayendo a una zanja; y al voltearse un tambor lleno de gasolina que iba al fondo delante del asiento trasero se derramaba la gasolina incendiándose el bus con su dueño y la mayoría de sus pasajeros.
¡Del accidente, se salvaba de milagro, un viejo anciano invidente!
Cincuenta y dos años después que pasaba por este lugar, asombraba me ver poblarse de gente, al rededor del altar que levantaron en honor de los caídos.
Regreso a lo del radio.
Los vecinos mas allegados de la casa, seguían el curso de los acontecimientos de La Guerra con Hitler, a través del Radio Philips. Todos ellos pendientes de los noticieros diarios; por ser el único de la población. Para que la gente no se acercara tanto a la ventana a escucharlo, mi padre le subía el volumen. Solo era para informarse de los acontecimientos de la guerra, hasta apuestas hacían de quien iba a ganar, como si se tratara de un equipo de futbol.
¡Causaba extrañeza cómo hablaban y discutían con conocimiento y causa de la guerra, mencionando a Hiroshima, Nagasaki, Molotov, Rusia, Polonia, Francia Hitler, Churchill, al tener en cuenta que todavía no llegaban aquí, los medios de comunicación escrita! Por la bulla que hacían los vecinos, mi padre les pide que guardasen silencio, porque mi madrastra esperaba parto.
En cambio yo gozaba de curiosidad, al oír a mis amiguitos pedir que les dejara ver las personas que hablaban dentro del radio; y yo con astucia les decía que No, porque después los que hablaban, se iban.
En estos tiempos la situación de la región era fluctuante; unas veces buenas y otras malas; mas bien dependía de las cosechas y de los hatos, sumándose la escasez del circulante. Todo esto se lo achacaban a la guerra.

Una Solución para Los Ganaderos de la Región

Los ganaderos y agricultores de la región achacaban su crisis a la guerra. No sabían que hacer con la leche, las vituallas, el arroz, la carne, etc. Ejemplo: Si procesaban la leche para hacer el queso y el suero, no tenían a quien venderlo;
Era por la saturada oferta y falta de dinero. En consecuencia, la leche no tenía valor ni mercado que justificase sus costos reales. Cebar ganado y cerdos, no era negocio. Las ventas al detal de una res sacrificada, duraba semanas y a duras penas se rescataba su valor real. Veamos una solución convertida en competencia de punta por llamarlo así como dirían los maestros de las ciencias económicas. Por lo barato del suero dulce, se incrementaba la cría y el engorde de cerdos. El agua que dejaba el proceso del queso los ganaderos la regalaban y por consiguiente todos los vecinos engordaban cerdos en sus casas
Mi padre también intensificó el engorde de cerdos. En la mayoría de las casas del pueblo se veían banderitas rojas en las puertas en señal de vender carne de cerdo al detal. A más de la carne, ofrecían deliciosos chicharrones, los que competían en precio con el suero y el queso.
¡Qué paradoja! ¡La liga estaba por el suelo!
Ahora el cerdo se convertía en una seria competencia de punta para el queso y el suero; y quienes compraran chicharrón, no compraban queso ni suero, como a la inversa.
La anterior competencia se debía, como consecuencia de que la dieta diaria de la región, se componía de la carne, huevos, las aves domesticas, chicharrones, queso, el suero, los que se acompañaban con las vituallas, arroces, legumbres y frutas tropicales de la región. ¡Lo que faltaba era el circulante; estaba escaso!
Los agricultores trabajaban unos con otros en compensación mutua. Quienes vivían del jornal, recibían sus pagos en especie. Era por eso que en sus casas se veían tantas maquilas o puños de arroz en conchas colgadas en las tirantas.
En medio de esas dificultades, se presentaba un mayúsculo problema: Que era el de freír tocino para hacer los chicharrones en las ollas de barro. Mi padre se apersonaba buscarle solución a esta problemática comunal de freír
Y era como con un amigo de Sincelejo, con quien consiguió un caldero grande de hierro, con capacidad de 60 litros Al disponer mi padre de este caldero, lo ofrecía prestar a quienes fuesen a freír chicharrones; solo les exigía a cambio, devolverlo como se lo llevaban, ¡Bien limpio!
Los usuarios, agradecidos, nos mandaban en las mañanas buenas porciones de chicharrones con plátanos verdes y maduros. Y eran tantos, que mi padre ordenaba compartirlos con la familia de mi tío Segundo.
Crecía la familia:

El día lunes veintidós de enero de 1945, nacía el cuarto hijo de mi madrastra, mi hermano Manuel Salvador.

Recuerdo a mi hermano Manuel Salvador de meses de nacido, cuando para tomarle una foto, lo sentaban en una cama de tijera, que estaba en mitad del patio para asolear el arroz que pilaban y cocinaban en la tarde. La sentada en esta cama percudida de polvillo del arroz, le ocasionó una fuerte erupción que lo desesperaba llorando intensamente.
Venia restablecerse con unos baños tibios de cocimiento de hojas de eucalipto recomendados por la señora Manuela Ruiz.
Los cosecheros de arroz de la montaña venían donde mi padre para anticiparle vender sus cosechas al precio que le fijase, o a cambio, de quesos o crías.

El arroz era traído en rama, para mas adelante abrirlo en el patio y secarlo; y luego lo colgaban en el techo de la cocina para curarle con humo del fogón que ardía con leña vegetal; era como perduraba hasta la siguiente cosecha. Los que eran bajados en cantidad calculada para consumir la siguiente semana. El cual se iba pilando para el consumo diario. Lo que era un proceso: Bajarlo, asolearlo pilarlo, ventearlo con balay, y por último, cocinarlo.
Este era un proceso rutinario y generalizado en la mayoría de casas del pueblo, de pilar arroz, haciendo venir por las tardes a los patios de la población, mantos de canarios y negros golofios que volaban a baja altura eclipsando el Sol, para bajar en picada a rebuscarse en los patios donde lo venteaban.
En otra ocasión, para esta misma época mi padre adelantaba unas diligencias en El Carmen de Bolívar, y en estas se encontraba con sus primos Manuel y Pedro Fernández Puente, quienes lo convidaban para asistir a un Encuentro de Riñas de Gallos Finos en el vecino Municipio de San Jacinto. ¡Era un encuentro interesante! Nada menos, El Carmen de Bolívar, contra San Jacinto; La cuerda de los hermanos Lacarros, contra la de Rafael Matera. Para ese domingo, los aficionados de El Carmen, se convidaban trasladándose a San Jacinto, en animales, vehículos y hasta de a pie.
Mi padre aceptaba sumarse a todos ellos con sus primos.
La Gallera se localizaba por los lados del Cementerio, con un patio grande y espacioso, sembrados de coposos árboles que sombreaban dándoles frescos a los gallos, a los cuidanderos y aficionados. Los que se paseaban murmurando, comentando y averiguaban la identidad y la tradición de cada gallo.
Los calzadores de gallos, examinaban las espuelas que guardaban en estuche.
Con uno de sus ojos guiñados, apuntaban los rayos solares para conseguir las mejores y más finas astas curvilíneas de carey. Luego, pasaban a calzarlos; le estiraban las patas al gallo, mirando fijo al filo de una espuela, y si al apuntar, coincidía con un punto imaginario del armazón trasero del animal, esta era la posición buscada.
¡Todo esto era un reservado secreto de cada calzador!
Los Cuidanderos encargados de cuidar los gallos, lo hacían con esmero hasta ponerlos en óptimas condiciones de salud para pelear.
A ellos les eran respetados sus conocimientos más las reservadas tácticas que solo ellos conocían. ¡No soltaban prenda!
Los dueños, ostentaban arrogantes, en creer de tener las mejores crías de la región. ¡Todo esto enriquecía enormemente el entusiasmo por los gallos finos!
A la hora prevista, se iniciaban las riñas.
Los aficionados se iban acomodando; sentándose en las vallas circulares de la gallera, donde podían verse unos con otros. Los manejadores de las apuestas, manejaban las listas de los gallos enfrentados. Los presentaban anunciando sus peleas hechas, su descendencia y le hacían caminar el ruedo tocándole su cola. Y los asistentes a la expectativa de lo que decía el uno y el otro.

La plana mayor de San Jacinto y la de El Carmen, ocupaban la primera fila de la gallera. Entre quienes estaban Rafael Matera, Hernando Pereira, los primos Barraza, Lora, Anillo, hermanos Fernández Puente, su primo Manuel, mi padre, los Lacarro, Alandete, Frieri, Montes, y otros.
A mi padre le tocó sentarse al lado de Rafael Matera y con uno de sus primos.
La cuerda de San Jacinto, ganaba las primeras peleas de la mañana.
Por lo mismo, don Rafael Matera al sentirse ganador del Encuentro Gallístico, perdía su interés en ver el resto de las peleas de la tarde; más bien, se dedicó a conversar con mi padre sobre cosas comunes, de gallos, razas, crías, cuidos, etc. A la vez alzaban a brindar copas de whisky; luego cambiaban de tema por otro que también les apasionaba: ¡La ganadería!
Mi padre le comentaba a Rafael Matera, la problemática de los ganaderos de su región, y sobre la nula demanda de los derivados de la leche. Don Rafael, le respondía a mi padre, que exactamente les sucedía a ellos por acá. Que había resuelto el problema, gracias a la acertada idea de descremar la leche, para producir la mantequilla. La que ahora vendía a una basta clientela en la ciudad de Barranquilla y Santa Marta y, por vía de Zambrano, al interior del país.
Don Rafael, entusiasmado le sugería a mi padre que hiciese lo mismo que él. Comprometiese a comprarle toda la crema producida, puesta en El Carmen; es mas, le cedía los equipos debidamente instalados y ensayados. Dándose las manos en señal de convenir el negocio, para quedar pactado y confirmado con,
¡Palabra de Gallero!
Después de la propuesta, acordaban también sacar adelante la cría de gallos, y para tal fin, don Rafael, le regalaba el que terminaba de ganar una excelente pelea, llamado “Coquito”; y más le encimaba dos gallinas para que sacara unos buenos gallos de pura raza española.
Pactaron los precios de la crema por litro puesta en El Carmen de Bolívar, para
Más adelante hablar de promedios que daba cada litro de leche descremada.
Concretaban las condiciones del contrato verbal.
Don Rafael, le prometía a mi padre, que un técnico especializado le llevaría los equipos a Don Gabriel, debidamente ensayados, como también le enseñaría a quienes encargaran manejarlos.
Mas adelante llevaban los equipos dejándolos instalados y ensayados con las personas encargadas para tal fin.
Ahora mi padre ofrecía, públicamente, comprar toda la leche traída, desde las cinco a once de la mañana, señalándole sus precios por litro. La noticia llegaba a todos los hatos de la región y, se comprometían a vender la leche producida en el horario señalado, solicitando los turnos correspondientes.
La novedosa idea traída por mi padre, la gente la consideraba la salvación para esta parte de La Costa, llevándole a los ganaderos a expresarle a mi padre, sus gratitudes, por haber conseguido la solución a la problemática regional.
Y,
¡Comenzaba La Operación de Descremar la Leche!
Y yo, había venido de vacaciones a Don Gabriel; y me sumaba a La Operación.

Desde tempranas horas, llegaban señores con recuas cargadas de recipientes llenos de leche para la venta, y eran tantos, que tenían que recurrir a los turnos de que deponíamos, para los allegados.

En particular, yo me sentía sumamente satisfecho de poder ayudar a mi padre en esta cotidiana operación práctica, novedosa y dinámica; y para ello, me levantaba temprano para repartir fichas de turnos entre quienes iban llegando. Para luego dar de comer a los cerdos y a las gallinas, mientras descremaban la leche que se compraba más la nuestra.
En cambio mi padre, madrugaba a supervisar la compra y el proceso de la leche, mas el ordeño de la propia ganadería, y las generalidades de las fincas.
¡Las mañanas eran agitadas!
La crema era envasada en vasijas de acero inoxidable de 40 litros, las que se enviaba los días siguientes de procesada a El Carmen de Bolívar. Con el resto de la leche descremada, la hacían queso, dándose a precios bajos que estaban al alcance de la gente menos favorecida. Por fin la compraventa Láctea le venia a mejorar la situación económica de mi padre.
Por otra parte, los gallos y gallinas finas iban dando sus crías. Y parte de ellas, se enviaban a la cuerda de don Rafael Matera. Otros se peleaban por acá.
El cuidado de criar gallos finos, demandaba excesivos celos; mas que todo en los tiempos de postura, porque si eran las gallinas, estas volaban como aves silvestres a poner sus huevos al monte o, en las casa ajenas.
Recuerdo de estas crías, un famoso gallo plumas blancas llamado Muñeco, el que llevaba varias peleas ganadas.
¡Era el terror de las galleras!
Siempre que lo llevaban a pelear, el manejador o cuidandero, todo arrogante paseaba la gallera cantando un viejo son que en esa época estaba de moda y una de sus estrofas decía: “Hace un mes que no bailo Muñeco, hace un mes…”
Y por la rabia que los galleros le tenían, ellos buscaban la manera de cómo conseguirle un buen contendor. Era por lo mismo que temían por su vida, y por consiguiente, velaban por su seguridad, día y noche. Era por lo que don Rafael Matera mandaba por él, llevándoselo para Barranquilla.

Pinitos del Sectarismo Político

Finalizaba la Segunda Guerra Mundial, para ahora aproximarse un encendido debate electoral en el país para presidente de la Republica. No hacia mucho que habían intentado darle golpe de Estado al Presidente López Pumarejo, por lo que mas adelante renunciaba a su cargo, y pasaba a encargar a su Primer Designado, al bachiller Alberto Lleras Camargo.
Disputaban la presidencia de la Republica, tres candidatos, Mariano Ospina Pérez, Conservador; y Jorge Eliécer Gaitán Ayala y Gabriel Turbay, Liberales.
A mi corta edad, me daba cuenta del sectarismo que se daba entre los dos candidatos liberales. Recuerdo que a la población llegaban unos gaitanistas liberales de Ovejas, haciendo proselitismo político. Convocaban a los liberales de la población, a reunirse en la plaza principal. Aquí les oía arengarlos; echar contra lo turcos, y de las tantas cosas ofrecidas, les prometían un reloj de tres metros de alto con dos caras; Una para el barrio arriba, y otra para el barrio abajo. El señor que les prometía era bajito de estatura de apellido Contreras.
Mi padre era de filiación conservadora y no era sectario, más bien aprovechaba influir en la política para servir a la región consiguiéndoles plazas de colegios y arreglos de caminos. Era obra suya la de conseguir la construcción del puente peatonal que vino atravesar la calle e Don Gabriel.

Seguía creciendo la familia
El día lunes ocho de abril de 1946, nace en Don Gabriel el quinto hijo de mi madrastra, mi hermano José Rafael.

Al mes siguiente triunfaba el candidato conservador Mariano Ospina Pérez, con su programa de Unión Nacional. Recuerdo bien al médico Eloy Barrios Herrera cuando acompañado de otros políticos de ambos partidos llegaban de Ovejas a Don Gabriel a invitar a la población a respaldar al gobierno.
En vista que el contrincante liberal de Gaitán Ayala, era de origen libanés, los gaitanistas liberales de Don Gabriel cuando pasaban por el frente de vuestra casa, arreciaban con dar abajo a los turcos, por mi padre descender de árabe.
Hasta ahora las cosas no pasaban de allí. Para la época, arreciaba en la región un fuerte invierno. Volvía por séptima vez de vacaciones a Don Gabriel.
Al llegar, me sorprendía una noticia de la finca Los Bledos: De una descarga eléctrica había electrocutado unas reses que estaban encerradas en el corral de la finca, que por no haber nadie ahí, no fue posible asegurarlas, por lo que mi padre veía la necesidad de conseguir un cuidandero para la finca.
Y por lo mismo era como conseguía una pareja vecina recién llegada a Salitral, de nombre Rafael Mendoza, oriundo del caserío, con su señora Claudina, y dos hijastros de ella. La mayor de nombre Eva, a quien mi madrastra se llevaba de criada para Don Gabriel
El mismo día de llegar de vacaciones, encontraba la noticia de la muerte de un hijo de don Eusebio Ricardo Barreto, de nombre Javier Ricardo Tovar, casado con Aura Pereira, quienes vivían en el corregimiento de Macayepo. La gente de de Don Gabriel y, sus alrededores, llenaban la calle en espera del difunto; y oía diferente versiones del crimen: Una, por intentar querer entrar a media noche a la alcoba de su vecina, de quien quería abusar, pero la victima le esperaba con una mano de pilón dándole muerte. Y la otra que los vecinos le adeudaban una apreciable suma de dinero, y para no pagarlo, tramaban esta fatal tragedia. Lo cierto fue que el difunto, en vida, a la media noche, saltaba la cerca pasando al predio del vecino; y en la cocina se desnudaba, dejando la ropa en este lugar, para luego dirigirse a la puerta de la alcoba, la que encontraba entreabierta; y al entrar, le dieron un fuerte golpe en su cabeza con una mano de pilón, quedando él tendido y muerto como lo encontraron las autoridades locales.
Ansioso de ver llegar el cadáver, buscaba cómo ubicarme en el lugar apropiado que era la alcoba principal de la casa de su padre la que estaba lista. Lo Traian sobre una parihuela acomodándolo en el centro; pasan unas señoras a instalar
El Cristo, unas velas y un vaso de agua. Abrían la caja, y la mayoría de quienes estábamos en la alcoba, salíamos de prisa por el mal olor, viendo entrar a otros con totumas llenas de cal, rociándolas encima del cuerpo del difunto. Por fin lo enterraban, sin precisar el real motivo para matarlo.

Terminaban mis vacaciones y volvía a regresar a Chalán; encontrando que mi tía Ana, había cambiado su casa por la de su hijo Rafael.

También contemplaba la tristeza que embargaba a la familia por la pérdida de la primera concepción de la pareja de recién casados, mis primos Rafael Guillermo y Cristy, a quienes les embargaba la muerte de su primogénita. Lo que nos apenaba a todos.

Muerte de Segundo Martínez Ricardo

De Don Gabriel traían a mi tío Segundo mal de salud. De inmediato llamaron a Ovejas al medico Santiago Diago Pareja, quien vino de inmediato a examinarlo, pero no mejoraba. Más adelante lo llevaron al hospital de Magangue donde lo atendía el médico paisano doctor Antonio Beltrán Balseiro con su colega de apellido Valdelamar. ¡Pero Nada! Se complicaba y seguía peor.
A los pocos días lo regresaban, para fallecer el día domingo once de enero de 1948. Enterrándolo en el Cementerio de Chalán al lado de su madre, mi abuela Porfiria Al velorio llegaba su señora Celina, su hija Luz Ester, Rafael Augusto,
Ernesto, Elvia, Evelyn, Rosalba, Adolfito y Guillermo.

Luz y Elvia, casadas con Andrès Salgados Montes y Rodrigo Vergara Tuiràn.
Las nueve noches de velorio, fueron de integración familiar, que finalizaba con pesar despidiendo al difunto con unos ritos costumbristas que impresionaban y nos asombraban.
¡Que Dios lo tenga en su Santo Reino!
Un Castigo con Rutia de Esperma

Mi tía Ana, y su hijo Rafael, me permitían irme con la viuda Celina y sus hijos, para Don Gabriel, a pasar el resto de mis vacaciones allá...íbamos tantos, que al regresarnos íbamos de lo mas triste pero hablando y contento por el camino; por fin llegábamos, dedicándome a revisar aquello que había dejado.
Mi padre para estos años, compraba tabaco en Don Gabriel, y para este mes, finalizaba su proceso, para más adelante enviarlo y sumarlo al que procesaba en Ovejas también para exportación su primo Manuelito Fernández Osorio. Donde permanecía el tabaco hasta venderse. Cuando había demanda externa, su venta era rápida, y era un buen negocio; pero cuando no, el primo con mi padre salían a venderlo a Medellín, Ambalema o al Espinal.
En Don Gabriel, este proceso ocupaba a tantas obreras, que tenían que venir de Chalán, Caracol, Las Piedras y de aquí mismo. La presentación del tabaco para exportación, era en pacas cuadradas de sesenta kilos en promedio.
En mis vacaciones me entretenía con ayudarles en oficios menores del proceso de clasificación del tabaco; iniciándose en agosto, hasta febrero o marzo del año siguiente.
Para esta época, los agricultores estaban preocupados por los veranos que se daban en plena cosecha, que a muchos arruinaban. Y era por ello que oraban con fervor a La Virgen de La Caracucha, anticipándole en gratitud una Velaciòn con gaitas y tambores. Mi padre ofrecía el salón para cuando fueran a llevarla a cabo.
¡Por fin se efectuaba la manda de Velación a La Virgen de la Caracucha, en el salón que mi padre les prestaba!
Un medio día en plena Velación, a escondidas tomaba unas velas encendidas llevándolas para jugar debajo la ramada de palma que salía del alar de la casa al suelo; donde comenzaba el patio y donde sesteaban las gallinas los medios días. Aquí me puse a jugar con las velas encendidas, cuando en eso oía a mi padre que me llamaba. En atención, guardaba las velas, y dejaba una de estas encendida y clavada en la palma del alar, para cuando volviera no tener que buscar fuego.
Salí a tender el llamado de mi padre. Cuando en eso oía vociferar a la gente pidiendo auxilio y gritando ¡Se quema la casa de don Mañe! Corrían y llevaban agua para apagar el fuego que amenazaba las casa vecinas. Por fin, apagaron el incendio y volvía la calma pasando a los comentarios investigativos. Dando a saber que yo era el culpable.
Al saberlo mi padre, prometía castigarme públicamente, y ordenó a los criados buscarme y llevarme donde él. Como tal cual sucedía.
¡La gente se conglomeraba al frente del salón, a la expectativa de mi castigo!
Mi padre, tomaba mis manos, y sugería abrirlas en posición de espera, tomaba las velas juntas encendidas, dejándolas derramar en las palmas de mis manos, toda aquella rutia que dispensaba el calor del fuego.
¡Yo sufría del ardor!
Mi padre con fuerza sujetaba mis manos, para que estas tuviesen abiertas y mostraran las palmas y sobre estas siguieran cayendo la rutia hirviendo
Hasta que llegó el momento de gritar que no podía aguantar mas.
La gente, le pedía a mi padre perdonarme, y yo, prometiera no hacerlo más
Por fin mi padre condolido, cesaba el castigo, quedando mis manos adoloridas, pero mas adelante desaparecía el ardor de mis manos con leche cruda untada.
Carramplones en Mis Zapatos

En estas mismas vacaciones encontraba en Don Gabriel a un señor forastero que arreglaba y lustraba zapatos. Al verle en su faena, le entregaba los míos para lustrarlos y le pusiera tantos carramplones en las suelas y tacones.
Yo conceptuaba que con tantos carramplones puestos, los zapatos quedarían recios, con agarre y más durabilidad. Ansioso esperaba estrenar mis zapatos lustrados con los carramplones, como también, ver las huellas que iban a dejar en el barro de la calle o en la tierra floja.

Una mañana que estaban en el ajetreo de buscar y ensillar los animales para transportar las pacas de tabaco procesado a Ovejas, para donde el primo, tuve la idea de solicitarle a mi padre por no dejar, que me dejara ir con quienes iban a llevar el tabaco. Él accedía, encomendándome al encargado de llevarlas. De inmediato me bañaba con totuma y jabón de monte. Mi padre buscaba en mi maleta, el vestido mas apropiado, y me lo puse; luego encontraba mis zapatos y quedaba listo para viajar.
Al verme mi padre, soltaba una sonrisa conmigo, pasó a peinarme y prestarme uno de sus sombreros blancos. Ordenó a uno de los criados a ensillar el mulo melado y montarme en él El encargado de la recua, al verme listo, solicitaba que me fuera adelante como de guía. Salíamos a la calle en busca del camino para Ovejas. Miraba para atrás, y veía y oía la recua perseguida por los perros queriéndole estos morderles. Lo que escandalizaba esa mañana a la población.

Era la primera vez que iba a Ovejas. Por el camino, ¡Sentía qué felicidad! Al ver tantos pájaros que parecían mansitos. Me entretenía cuando el encargado me solicitaba detenerme hasta esperar levantar y cargar de nuevo, a un animal que por cansancio, venía acostándose. Al seguir, nos tocaba subir unas alturas que en particular, me permitía sorprenderme con una panorámica donde alcanzaba ver el camino que íbamos dejando atrás, y de todas aquellas extensiones que antecedían a Chalán y Don Gabriel.
Serian las nueve de la mañana cuando terminábamos de subir la última altura, donde nos detuvimos para que los encargados revisen las condiciones de cada animal, porque según, el tramo que faltaba era parejo y, estábamos por llegar.
Media hora después llegábamos a Ovejas. Ahora los encargados ayudaban a los animales a pasar con estricto cuidado por las angostas calles de Ovejas, hasta llegar a la casa y bodegas del primo Manuel Fernández Osorio.
Veía frente a mí, la mencionada bodega. Descargaban los animales, cuando un empleado del primo tomaba las riendas de mi animal, cabresteandole hasta un árbol donde lo aseguraba, y me ayudaba a bajar y me preguntaba quien era yo.
-Hijo del dueño del tabaco que traemos. –Le dije-
Miraba a mi diestra y alcanzaba ver a tres niñas que estaban paradas allá en la puerta de la casa de esquina, al lado del salón y la bodega donde colocaban las pacas traídas. Las veía distraídas sonrientes con el ajetreo de los animales que venían conmigo. Las niñas llamaban al empleado que me había ayudado a bajar, para preguntarle quien era yo. Y él les decía:
-Hijo del dueño del tabaco que trae-
Las niñas llamaban a su madre para que me hiciera acercar a mi a donde ellas. Y ella así lo hacia presentándonos: Georgina, la más alta, le seguía, Margoth, y Dominga, la menor. Su madre, Angélica, y su padre, Manuel Fernández Osorio.
La oportuna presentación, ampliaba vuestros conocimientos familiares. Porque en mi caso personal, escasamente recordaba a mi primo Manuelito y su señora Angélica, allá en el pasado matrimonio de Rafael Guillermo y Cristy en Chalán.

Luego con manifiesta confianza familiar me invitaban a sentarme en la antesala de su casa con ellas. Tomaba asiento en un estado de ánimo extraño. Ellas me miraban fijamente de pies a cabeza; y yo a ellas de reojo sin moverme. Una de ellas violentaba el silencio al preguntar mi nombre; la otra, preguntaba mi edad, y la tercera, que si yo estudiaba. Les di mi nombre, mi edad y estudios.
Continuaban haciéndome toda clase de preguntas.
-¿Tienes amigas en el colegio? -No estudio con niñas -le respondía-
-¿No te da miedo vivir en la montaña? –No, le respondía-
-¿Es cierto que por allá el diablo anda en pos de los cristianos? –No sé-
-¿No les tienes miedo a los tigres? –Si, -le respondía-
-¿Allá donde estudias no hay colegios mixto? –No sé que es mixto-le respondía
-¿Cómo se llama el pueblo donde vives? –Vivo y estudio en Chalán y vengo de Don Gabriel- le respondía-
-¿Cómo Así? –Estoy en Don Gabriel en Vacaciones- les decía
-¡No entendemos…, que vivas en Chalán, si tus padres y hermanos están en Don Gabriel! -¡Ah! Mi madre no vive en Don Gabriel, sino mi madrastra -les dije
-¿En Chalán estas pensionado? -No, vivo donde mi tía Ana y su hijo Rafael Guillermo. -les dije-
-Entonces, ¿Dónde está tu mamà? –Ella vive en Salitral con mis dos hermanas
-les dije-
-¡Que, rico, tener hermanos de madre y de madrastra! –lo que me impactaba-
-¿Quiénes son los naturales o los legítimos? –Los que digan los curas. -le dije-
Mis primas seguían reparándome como cosa rara, pero todo aquello dentro de la infantil inocencia del ser humano. Con seguridad que yo para ellas era algo así como un Tarzán en la civilización.
Lo de `colegios mixtos`, era lo que quedaba impreso en mi; adjetivo que no conocía y, esperaba llegar al colegio y consultarlo con el maestro Bobadilla.

Con disimulo miraba todo aquello nuevo para mí, como los pisos de cemento y baldosas brillantes de la casa. De haber dos salones, uno amoblado con mesas de centro y esquineras, y donde estábamos, con los solos muebles para recibir visitas.
Estábamos distraídos cuando oíamos llamar en voz alta: ¡Vengan a Desayunar! Era mi primo, que al verme, me recalcaba diciéndome, -¡Tú también! ¡Rápidos!
Mis primas, de pie, esperaban que yo me parara; al tratarlo, resbalaba cayendo bocarriba en mitad de la sala. Buscaba pararme y volvía a resbalar y caer. Mis primas apenadas con sus manos en la cara, esperaba que me levantara para ir a desayunar. Llegaba a querer ponerme en cuatro para impulsarme parar, pero nada, seguía resbalando o patinado como novato en pista de hielo. Mi primo al darse cuenta de yo estar tendido en el piso, se acercó a mí tomándome por un brazo y me ayudaba a levantar y me preguntó en voz alta
-¿Que diablos te pasa? – ¡Es que resbalo! ¡El piso está engrasado! -le decía-
Se propuso ayudarme a levantar, llevándome a sentar en la mesa del comedor donde estaban las primas, doña Angélica y ahora él se sumaba sentarse a mi lado. Yo estaba con pena y vergüenza. Veía a mis primas `secas` de la risa; y yo, simulando con pena de estar desayunando. ¡Sentía vergüenza! -repito-
Cuando terminábamos de desayunar, las primas con su madre se levantaban a darle gracias a Dios por los alimentos que nos había proveído, y a la vez, convenían retirarse de la mesa. Quedábamos sentados en la mesa mi primo y yo, cuando con franqueza me solicitaba descalzar y le permita ver mis zapatos.
Se los facilité.
Al tenerlos y verle las suelas con tantos carramplones clavados, con seriedad pasaba aconsejarme: -¡Ahora que te vayas ni se te ocurra calzártelos porque al viajar, puede darse una tempestad con relámpagos y un rayo puede polarizarse en tu organismo a través de los carramplones…, debes irte precavido!
Al prepararme para regresar, mis primas me regalaban un gajo de mamòn. El que tomé y, en la otra mano, mis zapatos colgándoles a los lados del fuste de la silla, partiendo con los compañeros y animales por delante para Don Gabriel.
El anterior espectáculo me ocasionaba una perdurable pena con mis primas que acaba de conocer.
Ese mismo día por la tarde, llegaba a Don Gabriel, y conversaba con mi padre estando los dos sentados sobre las varetas superiores a observar desde arriba del corral el ganado encerrado.
En eso, me preguntaba: -¡Ajá! -¿Cómo te fue en Ovejas? -Le pasaba contar lo que me había sucedido con mis zapatos- Al oír lo de mi resbalada delante de mis primas y lo dicho por mi primo, mecía él su cabeza a los lados con el rostro cambiado de color de tanto reírse. Mas adelante me consolaba prometiéndome comprar otros zapatos, con la condición de no mandarle a poner carramplones,
Y termina lo de mis zapatos con carramplones.

Salpicaduras sectarias de la Violencia

Los últimos años de la década de 1940/50, eran de violencia en el país. Los discursos de Jorge Eliécer Gaitán Ayala, acusaban al gobierno del partido conservador, de oligarca, expresándolo con un firme socialismo revolucionario. Los campesinos que antes estaban pendientes de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, ahora lo estaban con Gaitán y, cambiaban los ánimos de la gleba liberal, en contra los pocos conservadores de este pueblo.
Era curioso que en Don Gabriel apenas hubieran cuatro conservadores: Mi tío Segundo, Baltazar Tuiràn Montes, Rafael Francisco Ricardo y mi padre.

Recuerdo que en tales circunstancias, una tarde llego a vuestra casa, el primo Pedro Fernández Puente, procedente de su finca libando unos tragos de ron. Mi padre lo recibía atendiéndole como era su deber. Pedro, consevardor.
Al poco rato se les agotaba el ron, y Pedro montaba su caballo para comprarlo.
Llegaba a la tienda-cantina del señor Simón Mendoza, que era la única donde lo vendían. Al solicitarlo comprar, unos que departían allí, le respondían que a los godos no les vendían ron. Mi primo ignoraba el ambiente político de la población y, en especial, el de la tienda-cantina. El primo les pedía respeto y les insultaba reclamándoles. Lo de allí, reunidos también, le respondían con unas groserías llegando a insultarse, retándose a lo peor. Pedro regresó a la casa a buscar el revolver, pero mi padre le aconsejaba no salir. A las pocas, venían las turbas vociferando insultos amenazantes contra los turcos; una por la calle real y la otra por la parte de atrás de la casa.
Mi padre al darse cuenta que les estaban rodeando, le decía a su primo Pedro, que se enfrentara con los de la calle, que él se encargaba de los de atrás. Los dos con revólveres en manos salían a enfrentarlos, y los manifestantes al ver la resuelta actitud de Pedro y mi padre, los manifestantes optaban por regresarse para volver a la normalidad. Mas adelante llegaban emisarios de la tienda del compadre Simón Mendoza, a pedir disculpas, por tratarse de un mal entendido.
Ese otro día Pedro, se regresaba para su finca La Esperanza.
El dueño de la tienda-cantina era del señor Simón Mendoza Peluffo, a quien mi padre, antes le había bautizado una hija que al poco tiempo murió.
Era manifiesta la política sectaria que ahora contrariaba la armonía que antes reinaba en el corregimiento de Don Gabriel.
Seguía creciendo la familia:

A mediados de año, el día sábado diecinueve de julio de 1947, nacía el sexto hijo de mi madrastra, mi hermanita Trinidad de las Mercedes.

Si, mi hermana Trinidad, era curiosa y bella; su físico perfilaba para todo aquel que la veía poderla imaginar reina cuando grande. Meses mas adelante de ella nacer, de su mollera salían finos bucles de cabellos negros los que pasaban en vigilia cubriendo su cabeza. Todo aquel que la veía, le llamaba la atención.
De mis hermanitas, hijas de mi madrastra, la que mas paseaban por las calles de Don Gabriel, a cargo de su nodriza Eva. A Triny en su adolescencia, le disgustaba que la llamaran por su largo nombre completo Y para consolarle, le recordábamos el extensivo nombre de Simón José de la Santísima Trinidad.

Contaba su nodriza Eva, que Triny andaba en sus nueve meses cuando ella la paseaba por la calle y al pasar por el frente de la casa de don Eusebio Ricardo, oía una algarabía anunciando el vil asesinato del doctor Jorge Eliécer Gaitán, siendo las trece horas y cuarenta y cinco minutos de la tarde del día viernes nueve de abril de 1948. Agregaba que al llegar a la casa, el radio transmitía la noticia e invitaba y convocaba a todos los liberales a la revuelta con consignas de incendiar, robar vengar y asesinar a los conservadores.
Mi madrastra nerviosa esperaba a su hija. Al llegar, ordenó cerrar las puertas y apagar el radio. Y esa misma tarde los vecinos liberales acostumbrados oír las noticias, y al no oírlas, se disgustaban dejando entrever groserías.
Por la noche, recorrían la calle turbas liberales dando tantos abajo a los turcos y a los conservadores. ¡Entraba el pánico!
En cambio en Chalán, la noticia la recibían con preocupación y resignación por ser la mayoría de sus habitantes conservadores. Sin embargo, las noticias eran de alarmante preocupación nacional.
Eran como las tres de la tarde del día martes cuatro de mayo de 1948, cuando llegaba a mi colegio, Elena, la criada de mi tía Ana, encargada de solicitarle permiso a don Humberto, para que me dejara ir con ella a la casa de inmediato. Y cuando cruzábamos la plaza, aprovechaba yo preguntarle, para qué seria; diciéndome ella: -Esque la Niña Cristy, alumbró varoncito y ustè…va a buscar unas hojas de guanacona al arroyo, por los lados de la casa de la señora María Gracia.

Sí señor, a la pareja Martínez Rodríguez, les nacía a las dos horas y media de la tarde, de este mismo día cuatro de mayo de 1948, su primer hijo, a quien mas adelante bautizaban con el nombre de Rafael Enrique.

Seguíamos oyéndose las mismas noticias macabras y de desastre en el país. Repitiendo las consignas de asesinar a los godos. Las noticias de destrucción y muerte llegaban más bien de Sincelejo y El Carmen de Bolívar
Mi padre trasladaba a mi madrastra con sus hijos menores para donde sus suegros en Bajogrande; y mis hermanos mayores, quedaban bajo la custodia de la viuda Celina, en Don Gabriel. Mi tía Ana y sus hijos, aconsejaban a mi padre mudarse para Chalán

Esta nueva situación abrìa un paréntesis en el ritmo social y económico de mi padre; Porque aquello era un desorden publico, confusión, amenazas y muerte. Lo que le entorpecía sus actividades

Dábamos gracias a Dios que hasta la fecha, no había sucedido nada grave a la familia. Solo daños en la finca; la pérdida de ganado y los derivados lácteos del resto existente. Al mudarse la familia para Bajogrande, mi padre forzosamente se obligaba con frecuencia de estar trasladándose para ir allá; como también, a Chalán, sin dejar de pensar en buscar otro camino o lugar donde organizarse.
Una ayuda oportuna era la del primo Rafael Augusto, quien estaba pendiente de vigilar el ganado y darle parte a mi padre.

Mudanza de Don Gabriel para Chalán

Por la mente de mi padre cruzaba la idea de mudarse para otra región; pero le entretenía la larga espera que las cosas cambiaran y se restableciera el orden publico para por fin resolverse para dónde. Pero se le presentaba un dilema: Mi madrastra aspiraba que fuera par El Carmen de Bolívar. En cambio mi tía Ana, y sus hijos Martínez, buscaban que fuese para Chalán. Su amigo Oscar Acuña, le aconsejaba no escoger a El Carmen de Bolívar, por el sectarismo liberal en que estaba; recordándole el asesinado del telegrafista Vega, por conservador.

Era curiosa la posición del conservador amigo Acuña, cuando aconsejaba a mi padre, de no irse para El Carmen, pero qué contradicción, él sí se mudaba para allá con su familia. Por las mismas circunstancias de orden público, también su compadre Julio César Salazar, se mudaba para Bajogrande con su familia.
Los hermanos Martínez, analizaban y buscaban la forma y manera para que su tío, mi padre, se mudara para Chalán. Al reunirse, mi padre les preguntaba:
-Si vendo… y me mudo, ¿Qué me pongo hacer aquí en Chalán?
En medio de esa incertidumbre, cabria preguntarse, ¿Acaso habrá personas dispuestas a comprar en don Gabriel y vender en Chalán? Nadie quita, que tuviesen siguiéndole los pasos a la situación de mi padre.

Y era así, ¡Como se presentaba quien vendiera en Chalán y comprara en Don Gabriel! ¡Cierto! En Chalán, vendían los hermanos Merlano Rodríguez su finca Los Andes, y en Don Gabriel, compraba don Diego Pérez Miranda, para su hijo Diego Pérez López con quien liquidaba una compañía de ganado que tenía en su finca Berlín, y quien salía de Macayepo por la situación de orden publico.
La finca Los Andes, era una sucesión de los hermanos Merlano Rodríguez y constaba de 3 corrales de vareta y 9 divisiones: Los Barretos, Los Muñecos, (Atrás y adelante) Los Playones, Párate Bien, El Espejo, El Tendal, una Huerta mas una pesebrera, dos casas, la de la finca y otra al frente.
La finca colindaba con la población. Atravesada por el Arroyo de Chalán, el que para la época pasaba sin fuentes vivas de agua, con un 60% enmalezado.
Tenía sus buenas condiciones, pero su precio era exorbitante. En síntesis, para comprar la finca y la casa donde vivir la familia, mi padre tuvo que vender todo lo que poseía.
Mi padre sentido con su familia por resolverse mudar para Chalán. Por lo que mi madrastra quería para El Carmen de Bolívar, y su hermana Ana, y sobrinos Martínez, para Chalán. ¡Ganaban estos últimos y quedaba mi padre crucificado entre las dos familia! ¡Y de la gratuita victoria, se regocijaba la familia Martínez!

A mediados del mes de octubre, mi padre resuelve mudarse con su familia de Bajogrande para Chalán, y por seguridad se fueron por la vía de El Carmen-Ovejas-.Sorprendidos que Ovejas festejara sus fiestas tradicionales de San Pachito, y tocándoles llegar a donde la familia del primo Manuelito Fernández Osorio, decidiendo bautizar a mi hermano Manuel Salvador. Esa misma tarde siguieron llegando a Chalán, y disponíanse bajar en la casa de la finca, por que la otra comprada a don Noé Sierra, todavía no la habían entregado. Al otro día, llegaban mudados de Don Gabriel, mis dos hermanos mayores, y pasaba a bajarse en la casa del frente de la finca.
Al llegar mi padre con la familia y al día siguiente mis hermanos mayores, entró en mí una conmoción profunda de entusiasmo afectivo, que me llevaba pensar de sumarme a ellos. Estos deseos se los manifestaba a mi tía Ana y a mi prima Bertha. Quienes gesticulaban mi libertad de proceder. Buscaba mi maleta de cartón con mi ropa y la llevaba como carga en la carretilla que tenía para jugar.
Al despedirme, miraba los rostros de mi tía y de mi prima, y veía sus ojos llenos de lágrimas, que no fueron suficientes para siquiera yo meditar.
Luego tomaba la carretilla sacándola por el portón de la casa, corriéndola calle abajo hasta donde estaban bajados mis hermanos mayores. Aquí dormíamos los tres. Ahora yo exploraba mi nueva libertad, que por confusa que esta era, me distraía. Y me les acercaba a mi madrastra y hermanas menores, y les veía improvisar en la reducida casa, ya que eran siete hermanos, mas sus padres.

A los esposo Rafael Guillermo y Cristy, les nacía su segundo hijo, Ramiro Antonio, el día lunes 27 de noviembre de 1949; a quien ansiosos y alegres esperaban. Ellos contentos por parecerse a su abuelo materno, don Rodo, otros, a su madre.

Ahora a mi padre poco lo veía; por él pasarla examinando y conociendo mas la finca para alimentar sus proyectos. Los días pasaban sin proporcionar ni dejar nada nuevo, solo veía que la finca lo único que daba era el valor pagado por los dueños de los animales que por las noches pastaban.
Mi hermano mayor Silvio Manuel, la pasaba donde su madre. Mi otro hermano Salomón Segundo, salía temprano, y no decía a donde. Solo les veía regresar a dormir. Me acercaba a donde mi tía, a contarle todo aquello. Le hablaba de mi soledad, la falta de plata. ¡Ya era un hombrecito! Mi prima Bertha, al oírme me sugería que cortara leña para vender. ¡Que ellos me compraban! Era como me disponía ensillar un burro; prestaba un machete y el hacha, internándome en el arroyo de la finca en busca donde cortar leña. En eso veía una rama gruesa de Chicho seco, colgando casi llegaba al suelo. Me bajaba para cortarlo.
Tomaba la rama seca y la empujaba lejos; la esperaba mandándole hachazos, pero no le daba, le fallaba dos veces; a la tercera la mecía todavía más, y al esperarla, le mandaba otro hachazo, con la mala suerte, que al fallar, llegó a cortarme con la obtusa punta del hacha, en la cresta de la tibia de mi pierna izquierda Tomaba aquello traído y me regresaba sin tener confianza a quien decirle, tocándome a mi mismo curarme.
¡Hasta aquí llegaba lo de cortar leña para conseguir dinero!

Por fin entregaban la casa principal, pasando la familia a mudarse de inmediato
Y yo me trasladaba a la desocupada. Ahora, tomaba los alimentos donde ellos, y dormía acá solo y, la ropa, lavada por las vecinas. Y me decía mi hermano mayor Salomón Segundo, que él compraba a crédito y vendía tabaco doblado; ¡Consiguiendo de que vivir!

A los ocho meses de haberse mudado mi padre con la familia, el día jueves 29 de junio del año de 1950, nacía en Chalán el séptimo hijo de mi madrastra, mi hermanito, Jesús María. Su madre como buena cristiana le daba dos gracias de la Santísima Trinidad; y contados feligreses, al verlo, ¡Se santiguaban!

La situación de orden público seguía delicada. Ahora se avecinaba un agitado proceso electoral. Para estas elecciones los liberales no presentaban candidato presidencial. En cambio los conservadores al doctor Laureano Gómez Castro. Después del 9 de abril de 1948, el gobierno de Ospina Pérez, conservatizaba las instituciones públicas, incluso a la Policía. Con esta procuraba el sectarismo político del gobierno contra los liberales. Se generalizaba la venganza política en el país. Ahora Chalán pasaba bajo el toque de queda. Nadie podía transitar la calle ni alumbrar su casa después de las ocho de la noche. En esta situación tan delicada, más adelante les contaré un caso de un empleado nuestro.

-Repito-
Mi padre sin entradas, sin ganado y sin dinero, solo dedicado a presupuestar y proyectar y qué hacer con la finca. Solo recibía mínimas entradas de pasturaje y corralaje (encerramiento) del ganado en tránsito. La temporada de transición o mudanza era severa y critica para él y su familia.
Volvía en mí la idea de hacer algo. Acompañaba a mi padre a recorrer la finca, cuando le revelaba mi idea de hacer algo para ganar, para tener. En eso pasábamos por un bajo plano de una o dos hectáreas cubiertas de una amarga yerba llamada granadilla de poco gusto para el ganado, cuando mi padre me dice: -Mira, en este pedazo puedes sembrar maíz; solo falta cortar la granadilla y sembrarlo.
¡Ah! ¡Le di mi resolución de sembrarlo!
Al día siguiente temprano alistaba unos de los burros, llevando un calabazo con agua, y una rula bien amolada que me prestaba el criado que vivía en la casa de atrás de la finca, la que servía de caballeriza. Al llegar al lugar, señalo lo que iba en la mañana a desmontar. Para empezar, cuadrado abracaba un puñado de yerba granadilla para cortarla bien abajo, cuando de improviso me corté mi dedo índice de mi mano izquierda; y con un pedazo de mi franela lo cubría
Recogía mi calabazo; montaba mi burrito y, regresaba con mi brazo izquierdo levantado, para detener la hemorragia. ¡Los vecinos de la finca me curaron!
¡Anèdocta del Negro Luis Bernabé!

Como les decía;
En la parte de atrás de la casa de la finca Los Andes, donde yo vivía, habitaba el cuidandero y contratista para desmonte de la finca, de nombre Luis Bernabé Angulo Ortega, con su señora esposa Herminia Chamorro Beltrán; sus hijos Ana, Carmen Cecilia y Abel (enfermito).
Luis, bebedor de tragos, pleitista, indio, bizco y liberal. Pero buen trabajador, honrado, servicial y de confianza.
Mi padre al tener en cuenta la situación de violencia y sectarismo contra los liberales que reinaba en Chalán, le aconsejaba a Luis, que pasara el día en el interior de la finca y regresara en las noches para evitar una mala hora con la policía. Él tenía esta precaución con él, porque cuando bebía, se daba por dar abajo a los conservadores, guapeaba y provocaba a las autoridades. Era por lo que la Policía de Chalán lo tenía en la lista negra como liberal pernicioso. La Policía no entraba a detenerlo por respeto a mi padre.
A pesar de sus actitudes, él respetaba a mi padre.
Un buen día de estos, Luis, le solicitaba a mi padre que le hiciera el favor de prestarle un animal para él trasladarse a un sector de Almagra, donde le urgía llevarle con urgencias unas medicinas a su madre, por estar ella gravemente enferma.
Mi padre, tuvo el agrado de prestarle el animal, por estar convencido por Luis, de la gravedad de su señora madre.
Le señala que tomara la mulita recién amansada y le pusiera sillón. Que tuviera cuidado, porque está recién amansada. Y le advertía que se fuera madrugado y regresara en la noche para que evitara problemas con la policía.
Luis buscaba la mulita y le ponía el sillón y sale en ella en la madrugada como mi padre le decía.
Luis contaba que al llegar al sector de Almagra, encontraba a su madre mejor de salud. Y al ver sus familiares y amigos, entusiasmados departían tantos tragos, hasta tarde, motivados por la mejoría de su madre.
En las primeras horas de la noche, Luis estaba ya embriagado y se disponía a regresar en la mulita recién amansada. Ahora, en vez de regresar a su posada,
Llegaba a la plaza frente a la Estación de Policía, a dar repetidos gritos y vivas al gran partido liberal. La Policía lo oye y salía tras él, disparándole y pidiéndole Alto. Luis que los veía, con las mismas salía en la mula calle abajo con la mala suerte de esta tropezar, cayendo en una cuneta y, él como bólido, corría falda bajo con dirección al arroyo, donde a la Policía se le perdía.
Al día siguiente le informaban a mi pare que la mula estaba llegando a Colosò
Y el sillón, destrozado y tirado por todo el camino ¡Luis Perdido!
Mas adelante, la Policía le montaba guardia en los corrales de la finca las 24 horas. Lo esperaban era para quitarle la vida,
¡Esa era la orden!
Transcurrían días y meses, y al renovarse el cuerpo policial, fue olvidándose el caso para Luis volver a la normalidad.
Luis, llegaba donde mi padre a solicitarle ser excusado por su desobediencia. Y por otra parte, yo le preguntaba, el por qué de su reiterada mala conducta, y él me respondía:
-¡Es que yo tengo momentos desocupados para estar con Dios y el demonio!



Primer Ganado en Compañía

Mi padre nos advertía cada rato el estado de la finca y la situación económica en la que él estaba. Esto nos agobiaba Apenas contaba con `pocas reses, En esa época se daba un fuerte verano y escaseaba el agua. Las reses habidas se tenían que sacar a pastar en otras fincas particulares. Aprovechaba talar unas hectáreas y sembrarla de maíz y yuca. Luego contrataba a unos señores para perforar en diferentes partes de la finca en busca de agua subterránea, pero nada. La época de verano era tiempo perdido, ò lucro cesante. Mi padre no dejaba de buscarle solución a esta apremiante necesidad...A la salida de Chalán para Colosò, por el camino real frente a la finca se localizaba un pozo o represa en un lote de terreno de 14 hectáreas de finca de propiedad de don Julio Paternina Velilla, llamado El Tesoro, donde se represaba el agua caída en la población; razón por la que se recuperaba llenándose con cualquier sereno.

El pozo abastecía de agua a la gente humilde de Chalán, como también a los agricultores vecinos para atender la demanda del líquido para los semilleros de tabaco. Mi padre al darse cuenta de la fuente de agua, se interesaba comprarla con las mencionadas hectáreas de terreno. Al comprarlo se interesaba ampliar y acondicionarle las entradas de agua lluvia, para ello contrataba grupos de afrodescendientes colúdenos.
Por fin, con el pozo, mi padre en parte solucionaba la falta de agua de la finca. Ahora tocaba era cruzar los pocos animales todos los mediodías a abrevar. Mi padre con esta solución, se animaba y conseguía ganado parido al partir con su tío Domingo Fernández Behaine; como también unas yeguas con su primo y compadre, Manuel Fernández Osorio.
De la compañía de la cría de las yeguas, recuerdo a un caballo alazano, el que mas corría en la región, luciéndose en las carreras de caballos del los 24 de San Juan.

La situación comenzaba a despejarse con las rentas recibidas por concepto de leche y derivados, más los corralajes y pasturajes diarios. Mi padre habilitaba la finca y, ahora se respiraba otro ambiente.

¡Había otra vez la leche, el suero, el queso diario que vender!

Sus dos hijos mayores (Silvio Manuel y yo) le ayudábamos a los quehaceres de la finca y manejo de ganado; porque mi hermano mayor Salomón Segundo, desde que se mudaron, él prácticamente no vivía con nosotros, más bien hacia su vida independiente y era poco lo que sabíamos de él.

Don Humberto Bobadilla, anunciaba la apertura de clases para este otro nuevo año; como era para la primaria y la había terminado, esperaba una oportunidad para seguir estudiando bachillerato. Estábamos ya en verano, y eran pocas las vacas paridas que estaban de ordeño, por lo mismo, pasábamos desocupados.
Ahora observaba a la mayoría de mis ex condiscípulos, sin terminar la primaria, otra vez alistándose para asistir al colegio. Llegaban momentos que me sentía sin brújula, hora sentía hacerme falta estar donde mi tía Ana.

Hacendado ò Artesano
(Año de 1950)
Para este año, procedente del interior del país, se presentó a Chalán, el señor Enrique Aponte, con el objeto de abrir el primer colegio privado para cursar hasta segundo año de bachillerato, pasando a arrendar la casa de Tomás Díaz.
De inmediato corrí a matricularme para cursar mi primer año de bachillerato.
Mas tarde de Colosò, llegaba otro profesor de nombre Julio Díaz Borja, quien abría otro colegio, mixto, donde ingresaban mis hermanos menores incluyendo a José Rafael.
Aprovechaba terminar mi primer año de bachillerato y pasé a matricularme para el segundo (1951) En los primeros meses de este otro años, un día cualquiera mi primo Arturo Martínez M., le dice a mi padre en son de sugerencia que el Ministerio de Educación, había asignado al Municipio de Chalán una beca en la Escuela de Artes y Oficios de El Carmen de Bolívar, y él como Concejal, podía conseguirla para mí.
¡Lo que mi padre y yo aceptamos de inmediato!
Conseguía informarme de lo que iba a necesitar: Un vestido entero blanco con corbata negra y suficientes vestidos corrientes. Con mi padre salí adquirir todo aquello y quedaba listo para la fecha de ingreso.

Para esa entonces, mi primo Arturo, era propietario del camión 350 marca Ford modelo 1950, con el nombre El Encanto, comprado al pariente Héctor Ricardo Buelvas, por la suma de cinco mil pesos, siendo mi padre otra vez fiador. La Escuela se encontraba dentro el perímetro urbano de El Carmen de Bolívar.
En un viaje del camión manejado por mi primo, me llevó a la Escuela de Artes y Oficios, dejándome en la entrada principal, encomendado al Portero de turno. Quien informaba que el profesor de disciplina era quien autorizaba mi ingreso a la Escuela, y él, había salido por ahí cerca a una breve diligencia.
Regresaba el Profesor de apellido Murgas, y me le presenté, entregándole los documentos que me acreditaban como nuevo alumno del plantel.
El profesor atento pasaba a leer los documentos y al encontrarlos en orden, me invitaba seguirlo, explicándome todo aquello encontrado a nuestro paso.
Me llevó a conocer los pabellones de alojamientos y servicios complementarios como también los comedores, talleres de clases, canchas y parques de recreo.
La Escuela, ocupaba una extensa área, donde cultivaban y pastaban bovinos.
En ese momento me sentía emocionado; y pensaba que por fin se cumplían uno de mis sueños:
¡Salir a estudiar afuera como mis condiscípulos Bobadillas!
¡Imaginaba cómo sería regresar a Chalán de vacaciones, sumado aquellos que también estudiaban a fuera! ¡Andaba yo en mis quince años de edad!
La primera noche, la pasé en el pabellón de dormitorio con doce condiscípulos No me era posible dormir, por los ruidos de los animales y de los compañeros que llegaban tarde. Ese otro día, hice un reconocimiento más conciente de lo que era la Escuela. Y más adelante veía acompañarme de tantos compañeros sin conocer a ninguno. También observaba que la Escuela estaba dentro de la finca, y esta, a orillas de la ciudad. Criaban ganado bovino de ordeño, caballos, mulos y burros.
¡Todo aquello de una naturaleza complementada y formidable!
Mientras yo admiraba el plantel, otros condiscípulos antiguos, no les parecía. Ahora bien; mas adelante, necesitaba ir al sanitario, encontrándolos ocupados, porque los otros mas estaban dañados. Cuando lograba ocuparlo, me tocaban la puerta apurándome. Pasaba al baño, y era comunal y de cupo limitado.
Al desocuparme de estos servicios, me entregaba al arreglo personal y pasaba al comedor que estaba en otro pabellón El desayuno consistía de pan tajado, café con leche y mantequilla. Estaba desayunando, cuando se acercaba a mí una jovencita tipo secretaria para citarme con la rectoría. Los condiscípulos que
Estaban cerca la galanteaban. No imaginaba para que pudiera ser; pensaba que lo más probable era que tuviese problemas con mi beca. Sinceramente no iba a saber que responder.
Para buscar la rectoría, iba reparando todas las oficinas abiertas, preguntando por ella, hasta por fin encontrarla cerrada, con aviso en la puerta de “Rectoría” Mas un aplique de bronce que resaltaba la cabeza de un león y de sus narices, colgaba una argolla móvil. Con los nudos de mis manos pasé a tocar la puerta cuando de repente se abre; y sale la secretaria contrariada para advertirme que para la próxima utilizara la argolla nasal del león. Esta mágica advertencia me causó una simple y extraña pena rabiosa.
Con modesta humildad campesina llegaba a saludar al Rector, señalándome donde sentarme. Ordenaba a la secretaria buscar mis papeles, y al tenerlos y revisarlos, me solicitaba consignar veinte pesos para imprevistos.
El Rector para conocernos, me dio su nombre: Tadeo Guzmán; y yo le di el Mio.
Pasando él a las preguntas personales:
-¿De donde eres? –De Chalán, le respondía-
-¿Quiénes son tus padres? –Manuel Fernández Ricardo y Evangelina Vargas.
-¿Donde viven ustedes? –Mi padre en Chalán y mi madre en Salitral- le dije-
El Rector me hizo ver que él era amigo de mi padre- -Pasando a preguntarme:
-¿Y por qué no vinieron a traerte? –Mi padre ocupado en la finca, y mi madre, no esta con él- -le dije-
¿Qué Arte deseas o quieres aprender? –Bueno, primero el bachillerato, y luego el Arte que más me guste.-le dije- Y me explicaba aclarándome:
-Al plantel vienen aprender un Arte ò un Oficio, admitiéndose a quienes hayan estudiado uno o más años de bachillerato; por eso su nombre es explicito:
Escuela de Artes y Oficios- -me dice-
Para que me decidiera pasaba a explicarme la futura importancia de cada Arte y Oficio, buscando él despertar en mí la vocación artesanal, enumerándome las bondades de cada uno de ellos: Sastrería, Carpintería, Agricultura, Talabartería y Mecánica. Como descartaban el bachillerato, me llamó la atención los dos últimos, para escoger la Mecánica.
El Rector me da una nota para entregarla al profesor de Mecánica. Me despido de él y salgo para donde el profesor.
El profesor suministraba una relación de todo aquello requerido, como franelas, camisas, pantalones, guantes de cuero, gafas de protección etc.
No tenía claro, si la mecánica era un Arte o técnica, porque lo que era el Oficio, no me llamaba la atención, me resolví por la mecánica, porque pensaba que se trataba de arreglar radios, automotores, motores, tractores, etc. Lo que podría estar dentro de mis aspiraciones.
Ese otro día entraba a clases, y me entregaban un lingote de hierro de 2,1/2 x 20” El ejercicio consistía abanicar y soplar una fragua con un montón de carbón mineral hasta que el lingote de hierro se pusiera al rojo vivo.
Ahora lo golpeaba tantas veces sobre un yunque fijo, con un pesado mazo de hierro, hasta cuadrarlo a la dimensión calculada por el profesor Y lo manipulaba era con una larga pinza que también me suministraban.
Al enfriarse, volvía yo a ponerlo al fuego, hasta tanto se pusiera otra vez al rojo vivo. Mientras yo sudaba del calor; recibiendo tantos chispazos que salpicaban mi rostro y mi cuerpo. Mis manos las sentía adoloridas, ampolladas maltratadas por la pesada maza de hierro, que con fuerza levantaba para dejarla caer sobre el lingote de hierro cada segundo.
Para mí, el solo aprendizaje, era un duro trabajo que no lo había visto nunca hacer. Entraba en la pista de la inconformidad, haciéndome meditar y pensar que el vestido entero blanco con corbata negra que me hicieron comprar, era exclusivamente para ir a misa los domingos en la mañana.
A mi padre lo esperaba para contarle lo que me había dicho el Rector, referente a la amistad con él; como también, lo de mis apreciaciones sobre esta Escuela, de sus ejercicios, y también para estar juntos y pasarle a informar sobre lo que yo opinaba del plantel y ver y oír su reacción al respecto.

Respecto al primer ejercicio, lo entregaba cuadrado al profesor, y él lo miraba y sin comentarlo, lo colocaba en un armario y salía a buscar otro lingote para que hiciera el mismo ejercicio otra vez. Por tener más práctica, lo hacia rápido.
Y volvía a entregárselo; para ahora tomarlo, y sin mirarlo, lo tiraba a un montón de desperdicios de retazos de metal. Salía buscar otro lingote, y hablaba con una tercera persona, regresaba a entregármelo sin comentario. Le preguntaba, -¿Con que dimensiones? -y me respondía: -¡Con las mismas!-
-Siga haciéndolo, hasta nueva orden- -me respondía con desdén -
Entraba en mi la sospecha, que el ejercicio era mas bien, para pasar el tiempo, porque llevaba semanas de estar presentándolo mandándomelo a volver hacer sin ninguna observación. Lo que me confundía y sinceramente no le entendía. Y lo grave del profesor, era que él sin examinar ni explicar, procediera de tal manera. Analizaba y meditaba que todo aquello era una especie de tortura psicológica que acostumbraban con frecuencia en la pedagogía escolar, pero a mi edad, era provocar un rechazo o de oponerme razonable.

Por el lado estaba consciente, que en mi casa como que nadie se acordaba de mí, porque no recibía visitas, cartas ni llamadas…, ni siquiera saludes. Llevaba más de tres meses y medio sin tener a quien contarle mis penas ni mis angustias; solo contaba con mi acudiente, que lo era mi tío Elías. Él se portaba bien, porque cada vez que lo necesitaba para efectos de dinero, me respondía oportunamente. Llamaba mi atención, cómo los agricultores visitaban sus hijos los fines de semanas, trayéndoles cosas, la ropa arreglada y dejándole algún dinero. Los sábados a partir del mediodía teníamos salida hasta las seis de la tarde de ese mismo día. Al día siguiente, domingo, como a las seis y media de la mañana, salíamos con vestido entero blanco, y corbata negra, para misa. Al entrar a la iglesia, formábamos en el lugar disponible.
¡Veía que mi presentación, no se compadecía con lo que aprendía!
Miraba a mis condiscípulos, y me daba cuenta que sentían como yo el esfuerzo que hacíamos por llevar puesto todo el día el vestido entero con corbata negra. Después de misa, salía para donde mi tío Elías, a solicitarle dinero, y a la vez si sus hijos estaban, salía con ellos a pasear en jeep a visitar amigas.
En cambio, mis condiscípulos hijos de agricultores pobres, no tenían donde ir.
Un domingo, después de misa visitaba a mi acudiente tío Elías, encontrando a dos de sus hijos preparando para este día, una reunión festiva en la finca de su padre, de nombre La Candelaria. Finca que me traía recuerdo de mi padre de cuando él era joven y venía de trabajar de la Zona Bananera del Magdalena.
Salía con ellos en jeep a darle vueltas a la ciudad y a recoger a unas amigas de ellos que estaban invitadas a la fiesta. En estas vueltas estaba incómodo por vestir entero de blanco con corbata negra; mientras los primos con sus amigas diligenciaban todo aquello que iban a necesitar en la fiesta.
Llegamos a la finca y mis primos se entregaban a seleccionar unos toretes que fuesen bravos. Sus amigas los miraban desde afuera; y yo, desde la mecedora donde estaba sentado con mi inmaculado vestido entero blanco y corbata, veía el ajetreo del sancocho de gallina con carne salada en la cocina. No demoraron sonar los parlantes la música de Banda que nos entusiasmaba è invitaba a bailar.
¡Los toretes escogidos!
Ahora pasábamos a bailar con las amigas un largo rato cuando nos anunciaban que el sancocho estaba servido. Suspendimos el baile y, nos acercamos de pie a degustarlo; mientras allá afuera, caía un torrencial aguacero que dejaba los corrales unos barrizales. Escampaba y mis primos, amigas y amigos entraban y salían del corral toreándolos y capeándoles desordenadamente con algarabía entusiasta; y por otra parte, les veía sus pícaras miradas dejando entrever una malicia para conmigo; creyendo que era para hacer desorden con ellos. Unos se acercaron a mí para invitarme a sumar al desorden, pero me excusaba por mi vestido entero blanco. Pero ellos reservadamente acordaban a tomarme a la fuerza para sumarme al desorden tal cual como estaba. Si señor….
¡Las amigas me tomaban quitándome el saco, y con él, ellas salían a capotear!
Otros, luchaban conmigo para llevarme en persona al corral, a enfrentarme a los bravos y peligrosos toretes. Así que mi vestido entero, ya no era blanco sino percudido de barro. Y lo que era con mi corbata negra, aseguraban las puertas, y mi saco embarrado veíase colgado de un poste del corral.
¡Todo aquello dentro de una camarería jovial!

Después de todo aquello, triste veía mi vestido hecho un desastre, diciéndome para consigo mismo, que era producto del entusiasmo, derroche y sana alegría mal intencionada de mis primos y amigas, porque ellos querían era violentar la inmaculada imagen que veían en my, para que me sumara al desorden.
En horas de la tarde terminaba la fiesta, regresando con mis primos a casa de mi tío Elías. Donde nos recibe su señora, la madre de mis primos, doña Josefa (Chepa) quien al verme, se sorprendía, llevándome a una alcoba para que me cambie de vestido de uno de sus hijos, y le dejara el entero mío para arreglarlo.
Al saberlo mi tío Elías, se encolerizó contra sus hijos. Más tarde me llevaban a la Escuela, presentando las excusas pertinentes.
Al día siguiente Lunes, en clase, esperaba me cambiaran el ejercicio del lingote de hierro por otras dimensiones. ¡Pero Nada!
El profesor me daba otro lingote igual, para que yo siguiera haciendo el mismo ejercicio que le había presentado ya varias veces hecho. El insistía sin explicar
Y llegaba el momento de preguntarle en son de reclamo:
-¿Acaso usted no tiene otro ejercicio que ponerme?- -El profesor con ironía y rabia, respondìa: -¡No lo tengo! –Y agregaba- -Sino le gusta, vaya a la rectoría y renuncie a la Mecánica-. Me presentaba al Rector, para explicarle mi caso.
Y él, para no entrar en polémica con el profesor, no tenía otra alternativa que trasladarme a otro Arte, al de Carpintería.
Me presentaba al profesor de Carpintería, con las referencias que le daba el profesor de Mecánica. Y este nuevo profesor me instruía lo que era este Arte, y de inmediato me entregaba el primer ejercicio que consistía de coser a mano las terminales de unas cinchas de sillas para animales.
¡Ahora era atendido con prevención!
Me puse a coser las cinchas a mano, cuando se acercó un condiscípulo, mas adelantado, para sugerirme que era mejor coserlas a máquina; dándome él una ligera información de de como hacerlo. Le di mis gracias; cuando él se retira, yo paso a la máquina para tratar de coserlas, pero con la mala suerte que la aguja atravesó la yema de mi dedo índice, y del susto no sabía como sacarla.
Le avisaron al profesor, llegando de inmediato me sacaba la aguja, para pasar a llamarme la atención y de no confiar en mí. Me daba una nota para el Rector, donde le dice de mi negativa actitud para este Arte. Llegaba otra vez donde él, y ahora con una nota; al leerla, dejaba entrever su preocupación por mi suerte artesanal pasando a decirme: -Señor Fernández, el problema no es del plantel, mas bien es suyo; por favor termine el año en el Arte mas sencillo y práctico: La agricultura; pasando a preguntarme:
-¿Como haría para hablar con su padre? –Por teléfono-le dije-
Se puso a llamar a la Central telefónica pidiendo la llamada a Chalán. -La que quedaba esperando sin respuesta.
Decepcionado de estos Artes, no sabía ya que hacer.
Ni a quien contarle ni consultarle sobre mis aspiraciones, que no eran estas.
Necesitaba ayuda para ser comprendido. Imaginaba a mi padre seguramente bastante ocupado y seguramente confiado en su tío Elías. Consultaba al Rector sobre la posibilidad de yo ir con permiso a Chalán. Para decirme que era mejor esperar las vacaciones de junio, pasando a diligenciar mí traslado.
Y soy trasladado al Arte de Agricultura. Indicándome presentar al profesor de esta área, quien en ese momento estaba laborando en el campo.
Me dirijo a donde él estaba. Explicándole mi caso y poniéndome a sus órdenes.
Sin más, el profesor me señalaba un árbol, para decirme que debajo de él, está una pala y un barretòn. Que los tomara y siguiera la excavación de una zanja que él me señalaba, donde iban a sembrar hileras de papayos o lechosas.
En este trabajo duré más de tres días. La semana siguiente tocaba manejar los derivados lácteos ¡Y pensé que iba a conocer por fin la metodología sofisticada de como procesar la leche de vaca!
Y cual seria mi desilusión, que me enseñaban era a ordeñar y hacer el queso de la leche que daban las vacas que tenían apastadas en esta Escuela-finca.
¡No resistía! ¡Era el Colmo!
¡Esto no iba conmigo!
Estaba furioso con todo esto y apenado consigo mismo.
Esto contrariaba mi estima y mis aspiraciones personales.
Una tarde, después de cenar, atribulado y sentado en el parque de la Escuela, meditaba lejos. , y me lanzaba preguntas consigo mismo repetidas veces:
-¿Qué Hago?
Me comparaba con aquellas tantas personas que vivían de estos mismos Artes y Oficios, sin ellos haberlos aprendido en colegios ni escuelas; y lo más insólito era, que lo aprendían siendo hasta analfabetas.
¡Esto era el colmo!
Y reflexionaba, diciéndome: ¡Como así! ¡Salir a estudiar años interno, fuera del pueblo para regresar como herrero, talabartero, sastre, carpintero, agricultor o quesero! No encajaba en mí.
Y veía venir lo peor: Competir con tantos analfabetas artesanos de la región sin ellos saber siquiera leer ni escribir; rebozaría mi tolerancia.
Mis meras intenciones, eran sinceramente alcanzar el bachillerato completo y luego dedicarme al comercio o de hacendado que era mi vocación innata.
En el plantel no veía ni tenía más nada que hacer. Dispuse de mis veinte pesos depositados para imprevistos y arreglaba retirarme y tomaba mis cosas y me regresaba para Chalán.

En mi casa no sabían lo de mi resolución.

Presentía el duro impacto que les iba causar mi repentina llegada; a mi padre y, especialmente, a su sobrino Arturo, por él haberme conseguido la beca.
“Por menospreciar la oportunidad, y del costo apreciable ofrecido por el Estado, que había que aprovechar a cualquier costo”
¡La parte humana no contaba!
En verdad, ellos no iban a creer ni confiar de lo que les iba a decir sobre mi resolución de retiro, porque no darían la oportunidad de darles mis razones.

¡Seguro que en mi, iba a recaer toda la culpa!

En consecuencia, terminaban mis aspiraciones de seguir estudiando y quedaba incondicionalmente para todas las labores y oficios de la finca.

Mientras pasaba esta crisis, pensaba en mis vecinos amigos de infancia, José María Bobadilla y su hermano Ramón, quienes estudiaban bachillerato, afuera:
Ramón, en el Liceo Celedòn de Santa Marta (Magdalena), y José María, en el Colegio Pinillos de Mompox, (Bolívar) Traiame pensar en estos amigos vecinos de ser hijos del maestro de escuela del pueblo, quien vivía solo del sueldo que le cancelaban cada seis meses, si iba o lo mandaba a buscar a Cartagena.
Veía esas posiciones contrastables, entre padres de familia del medio.
Y lo peor que me pasaba, era que no tenía a quien exteriorizarlo. Y Ahora mi padre conceptuaba en solidaridad con su sobrino. Con mi madrastra tampoco tenía esa confianza para explicarle mi sentir y convenciera a mi padre para que me diera otra oportunidad. No estoy tratando de prejuzgar o juzgar, sino más bien abrir espacio para que el lector investigue y analice y tome posesión de su libre arbitrio; y responda:

¿Que faltaba en el caso que termino de narrar? (¿?)

¿Acaso no era mi madre? (¡!)

Y sobre esto quiero profundizar hasta que alcance dar un ejemplo para los hijos nietos, bisnietos y mas allá de los tataranietos. Porque no solo es escribir para distraer, sino servir en lo que más pueda, a través de esta obra, a la familia y a la sociedad.
A partir de la siguiente página voy a tratar de ejemplarizar con nosotros mismos de protagonistas, por dar la oportunidad de hacerlo.
Patrones Psicológicos en El Ser humano
(De los tres hermanos mayores)

En primer lugar, reconozco no ser la persona para tratar este tema, propio de los profesionales en esta materia; pero si atreverme hacerlo con las fallas de buena fe que los lectores sabrán comprender; viene mi atrevimiento, por haber sido parte de los tres hermanos mayores y de levantarnos con la segunda y última familia de mi padre y vuestra madrastra Mercedes Bermúdez Salazar.
Desde Don Gabriel mis dos hermanos mayores venían ayudando en los oficios caseros y agrícolas de la familia. Mientras mi persona hasta la adolescencia me tocó vivir con mi tía Ana Martínez Ricardo, por motivos que relato al comenzar de convivir con la familia de mi padre y mi madrastra.
Al mudarse la familia de mi padre con vuestra madrastra y mis dos hermanos mayores, de Don Gabriel para Chalán, por las circunstancias antes anotadas, mis hermanos mayores Silvio Manuel y Salomón Segundo, con edades de veinte y dieciocho años respectivos, cambiaba de ambiente; mientras yo cumplía mis primeros 15 años.
Silvio Manuel, al ser trasladado a Chalán, se mudaba para donde su madre; y seguía ayudando conmigo en la finca de mi padre.
En cambio, mi hermano Salomón Segundo, prácticamente se independizaba de la familia para buscar que hacer por su cuenta. En cuanto a mí, me mudaba de donde mi tía, para ayudar a mi padre, como se antes anotaba. Mi hermano Salomón Segundo, era el más sensible de los tres.

Ahora todos en Chalán. Nos parecía que vuestro padre empezara de nuevo; ahora con esta finca que le arrebataba su tranquilidad y le mantenía entre tensión y crisis y la nueva familia que a medida que crecía demandaba más gastos para sostenerse y presentarse al nivel merecido.
Mis dos hermanos mayores ahora estaban en otro medio social distinto al de Don Gabriel. Allá cumplían oficios sin prejuicios ni consideración. Ahora acá en Chalán, mi hermano Silvio, estaba bajo el cuidado de su madre, y realizaba determinados oficios; mientras mi hermano Salomón Segundo, hacía su vida independiente. En cambio, yo le ayudaba a mi padre en la finca y quien mas cerca estaba de la familia. Primero la familia vivía en la casa de los corrales de la finca, y mas adelante se mudaba para la casa principal comprada para ellos.

La relación de nosotros los mayores, con la familia Fernández Salazar, mi padre la enmarcaba en una aparente igualdad paternal, mientras la maternal con mi madrastra, por lógica, que tenía que ser una relación simple y forzada.
Como antes anotaba, los tres éramos unos adolescentes de 20, 18 y 15 años de edad. En nosotros estaba definida aquella personalidad integrada por las características cognoscitivas, afectivas, volitivas y físicas del individuo.
Ocupando en nosotros la medida y el grado experimentado en el medio en que nos levantamos, y por lógica, influía únicamente lo paternal.

Si analizamos las influencias, en nuestro caso, lo paternal se supeditaba a lo que quedaba de la pareja, después del límite hendido, de lo primero con lo segundo, para que guardase el equilibrio armónico de familia.
Los padres en pareja, son los que dan a sus hijos seguridad y el buen ejemplo; si no lo están, serán deficientes

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